Lunes 4 de marzo de 2019
Sororidad, inclusión y cultura inundan la II Fira Feminista de València como preludio de la huelga del día 8 de marzo
Andrea Puchades | valència 02.03.2019 Levante.emv
«La única forma de romper con la hegemonía somos las mujeres reivindicándonos en las calles sin concesiones», así lo expresó Rosa, que a sus 74 años acudió ayer a la II Fira Feminista de València. Con un propósito claro, sororidad ante una sociedad que «reparte roles a diestro y siniestro», y acompañada de su mejor amiga, esta vecina de València manifestó la importancia de acudir al encuentro. «Nos gusta vernos entre mujeres», afirmó. Dicho y hecho.
Lo anunciaba una pancarta gigante que presidía la puerta de entrada de los Jardines de Viveros de València y el color morado que vestía los arboles del espacio acabó por corroborarlo. Y es que ayer, dentro de las actividades organizadas en la semana de movilizaciones previa a la huelga que tendrá lugar el próximo 8 de marzo, la Asamblea Feminista 8M de la ciudad celebró la segunda edición de su feria más icónica con un programa en el que cabían todas y todos.
Desde funciones teatrales hasta monólogos contra la exclusión, pasando por los conciertos de Tofu Riot y Kuzu Cúmbia o la «dansà» popular, la feria puso en valor la antirepresión y la cultura feminista desde la perspectiva de lo propio. Tanto es así, que las «albaes» y las «muixerangues» de mujeres, dos de los cantos y bailes característicos del folclore valenciano, mantuvieron espectantes y emocionadas a las decenas de personas allí presentes.
Además, la feria más morada de la ciudad visibilizó a todos los modelos de mujer, por lo que esta contó un «punto violeta» y traducción simultánea a lenguaje de signos de ponencias como la de las activistas Carme Castro e Isabel Benítez.
De este modo, casi una veintena de colectivos como la Asociación Roller Derby València, Subversives Castelló, Arada o Dones i Prou, entre otros, se vieron representados. En esta misma línea, muchas de las asistentes manifestaron su colaboración y apoyo al movimiento feminista de la ciudad. Se referían al mismo feminismo que hizo que Rosa tomara conciencia de que no era «un perro verde», a ese feminismo que, como ella afirmó, «me ha hecho libre».
Sororidad y cultura
La poetisa Judith Sanz lo expuso de forma explícita en el debate en el que también participaron la escritora Ángela Nzambi, la música Vanessa Giner y la ilustradora Gemma Moltó, «el canon se construye desde el poder». El mismo que tejió un panorama artístico en el que los modelos femeninos parecían no tener cabida. «¿Será que las mujeres no escriben poesía?», se planteó Sanz ante la falta de referentes con las que poder identificarse. En el ámbito musical, tal y como explicó Vanessa, tradicionalmente las bandas populares no aceptaban mujeres, «los profesores las relegaban a la crianza y el cuidado» en lo que entiende que es una forma de «dinamitar la creación». Una realidad, aunque a una escala más reducida, todavía vigente. «Los compañeros no deberían subirse a escenarios en los que no se nos contemple a las mujeres», exclamó. Es por ello que Ángela Nzambi, escritora de profesión y vocación, puso en valor la necesidad de incluir en el ideario común discursos dinamizadores y herramientas sustentadas en la educación como «un método prioritario de lucha».
En su caso, Nzambi se enfrenta a una triple discriminación por ser mujer, negra y africana, como ella mismo manifestó. «Es necesario que las mujeres migradas estemos visibilizadas», prosiguió para, acto seguido, destacar la importancia de hablar de feminismos en plural y de sororidad.
Cuatro mujeres del arte reivindicando la necesidad de un compromiso real para con la causa feminista, el mismo que las llevó a ser «piqueteras» en la huelga del 8M de 2018 y que, un año después, aún lastran multas de 6.000 euros por este mismo hecho. Como expresó Giner, «gracias por vuestra resistencia».