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6 de Febrero:Día Internacional de Tolerancia Cero con la Mutilación Genital Femenina

Sábado 6 de febrero de 2016

Mujeres de tribus africanas siguen siendo víctimas de la mutilación genital

Agencias Lainformacion.com

Miércoles, 03 de febrero del 2016 - 11:43

Así lo denuncia la Fundación Amref Salud África, con motivo de la celebración el próximo día 6 del Día Internacional de la Lucha contra la Mutilación Genital Femenina.

La fundación considera que su prohibición legal no es suficiente, puesto que se considera una práctica cultural y está integrada en la mente de muchos hombres y mujeres africanos.

Mujeres africanas de entre 15 y 49 han sido víctimas de la mutilación genital femenina, una práctica que consiste en la extirpación parcial o total de los genitales “por motivos no médicos” y que provoca numerosos problemas de salud y en el parto a las mujeres.

Así lo denuncia en un comunicado la Fundación Amref Salud África, en el marco del Día Internacional de la Lucha contra la Mutilación Genital Femenina, que se conmemora el próximo 6 de febrero.

La fundación subraya que esta práctica, “además de violar los derechos básicos de la mujer y privarla de tomar decisiones sobre su propia vida y su cuerpo, es muy perjudicial para la salud” y que ante el “alto” porcentaje de víctimas hay que trabajar en la sensibilización.

Complicidad de las mujeres de la comunidad

La mutilación genital femenina, añade, se realiza “con la complicidad de las mujeres de la comunidad, ya que se considera que el clítoris o los labios vaginales son antihigiénicos y que mediante la ablación se asegura la virginidad y la pureza de las chicas hasta el momento de su matrimonio”.

Actualmente, la mutilación genital femenina se produce en 29 países de África y Oriente Medio, aunque está prohibida en 24 Estados africanos. El último en incorporarse, en 2015, ha sido Nigeria, donde el índice de prevalencia nacional es del 25%, aunque los datos varían enormemente entre Estados.

La fundación también recuerda que, aunque es un paso necesario, “su prohibición legal no es suficiente para acabar la mutilación genital femenina, ya que se considera algo cultural y está intrincada en la mente de muchas mujeres y hombres africanos”. Recientemente el ministro de Asuntos Sociales de Sierra Leona, Moijua Kaikai, dijo que la ablación clitoriana es una práctica cultural que apoya el gobierno y no será prohibida en el país.

Se relaciona con la feminidad, la transición adulta, la belleza o el matrimonio. Y también se practica para reducir la libido de la mujer y para evitar que así realice prácticas sexuales consideradas ilícitas”, concluye Fundación Amref Salud África.

Las tribus Maasai y Samburu las que más lo practican

En las comunidades Maasai y Samburu de Kenia y Tanzania, donde más del 90% de las mujeres han sufrido la ablación genital durante el rito de paso a la edad adulta que tiene lugar en la pubertad, Amref Salud África realiza un rito de paso alternativo que obvia el momento del corte.

Así, el pasado 3 de diciembre, 300 niñas pasaron a ser consideradas mujeres a ojos de su comunidad sin haberlo sufrido. En los días previos, además, sensibilizó a sus padres, profesores y a los líderes locales sobre lo dañino de la mutilación, que además no presenta ningún beneficio para la salud de la mujer.

La mutilación genital femenina cuenta con la aprobación de muchas personas por ser una práctica cultural y por la falta de información que existe sobre sus efectos nocivos (al estar tan relacionada con el sexo, es un tema muy tabú entre muchos africanos), pero también hay otros miembros de las comunidades que la condenan y la repudian. Amref trabaja con esos miembros de la comunidad que no aprueban la ablación genital para que informen y sensibilicen a sus familiares, vecinos y amigos. Esperamos parar la mutilación genital femenina y convertirla en cosa del pasado.

Público 06-02-2016. Effie Johari

Fondo de Naciones Unidas para la Infancia ’UNICEF’

Tengo 20 años y sufrí mutilación genital femenina (MGF). Vivo en Malasia, un país donde esta práctica esta normalizada, pero donde los datos y la información sobre la materia escasean. He investigado sobre la MFG y me he dado cuenta de que los países del sureste asiático suelen quedarse fuera de los análisis. Quiero compartir mis ideas y experiencia para compensar la falta de atención a esta práctica en mi región.

Aunque la mutilación genital femenina técnicamente no es un tema tabú en este país, su práctica está muy normalizada y no se considera diferente a otras prácticas médicas. Nuestra cultura silencia hablar sin pudor de los cuerpos de las mujeres, quizás porque se considera demasiado vergonzosa la propia sexualidad femenina. Además, a las niñas de todo el mundo a menudo se las trata como si no tuviesen autonomía sobre sus cuerpos, por lo que someterlas a un procedimiento que las altera para siempre parece aceptable y, a veces, obligatorio.

Un mensaje escrito hace dos años en un blog fue mi primera oportunidad para tratar el asunto de manera sincera y sin vergüenza, porque Internet me dejó espacio para hablar abiertamente. Dos años después, la situación aquí (y sin duda en otros lugares) sigue siendo la misma. No hay por el momento un movimiento sólido que abogue por la eliminación de la práctica, ni tampoco una gran campaña de información.

La respuesta a mi primer mensaje fue algo esperado pero bastante inquietante. La mayoría de la gente no sabía que esta práctica tenía lugar en nuestro país. En su defensa, diré que las frases que utilizamos difieren: la MGF connota una práctica cruel, mientras que el término común de ’circuncisión femenina’ no conlleva connotaciones culturalmente negativas y parece complementar a la circuncisión masculina.

Quizás lo más descorazonador fue que había personas que nunca habían cuestionado la práctica a pesar de haber pasado por ella, o sus hijas. No podían explicar la diferencia, ni física ni sensitiva. Para muchos con los que contacté, leer mi post y hablar conmigo fue la única exposición que habían tenido al tema.

Al discutir la MGF con estas personas, expuse todos los tipos diferentes de corte genital y habitualmente reaccionaban con horror. Los procedimientos varían según la cultura: algunos son procedimientos dolorosos y traumáticos llevados a cabo cuando la niña ya no es un bebé y algunos derivan en ramificaciones dolorosas, tanto físicas como psicológicas.

Efectos psicológicos

Personalmente, yo no recuerdo la experiencia porque era un bebé. No obstante, sí que me ha producido efectos dolorosos cuando, como adolescente, quería sentirme cómoda con mi cuerpo.

Es algo que me gustaría subrayar porque, en el debate sobre la MGF, muchos se sobrecogen por la mutilación física de una persona, pero no comprenden por completo los efectos psicológicos. Sólo quien haya pasado la experiencia puede hablar de lo confuso y aterrador que es descubrir que tu cuerpo no es como el de los demás, y no porque nacieses así, sino porque te quitaron algo sin consentimiento o incluso sin que te enteraras.

El mayor problema para detener esta práctica es la falta de información o la desinformación descontrolada. Soy la primera en admitir que no estoy segura al cien por cien de todo lo que he leído al respecto. De si es obligatorio (o no) según las escuelas de jurisprudencia, de si es una fatua aplicable en toda la nación, de si existen dudas legítimas sobre salud e higiene —todo el que usa esta justificación cita ’investigaciones’ que nunca me han enseñado—.

Incluso hay quien me ha dicho que se recomienda la circuncisión a las mujeres para aumentar su placer sexual. Yo no hablo por la información que he recabado leyendo, sino de lo que he escuchado y de lo que he podido aprender de mi propio cuerpo.

La justificación de esta práctica es discutible en todos los niveles. Mientras no se ilegalice, la cultura lo perpetuará y la convertirá en normal. Al margen de la ley, tenemos que lograr también un cambio de mentalidad.

Como parte de mi cultura, puedo ver que, al menos en este nivel, no forma parte de una agenda perversa. Las autoridades locales creen realmente que el procedimiento está justificado y es necesario. Las mujeres creen que la religión obliga. Para ellas, para nosotras, es como siempre ha sido. Tenemos nuestras creencias y nuestro sentido del deber, por lo que si médicamente no es perjudicial, ¿por qué cuestionarlo?

Una cultura arraigada

Lamentablemente, gran parte del activismo global sobre MGF con el que me he relacionado está encabezado por personas que no han sufrido el procedimiento o no viven en una cultura donde se practica. Aunque aprecio el apoyo y la información adicional, a menudo siento como si se tratase con altivez o se minimizasen las experiencias.

Por supuesto que creo que la MFG está mal, pero escuchar a personas que añaden calificativos como ’bárbaro’ o ’atrasado’ a países que consideran ’crueles’ o ’estúpidos’ por no ilegalizar esta práctica enturbian mis ideas sobre la materia. Para muchas personas de este país, el procedimiento está ligado al proceso del nacimiento. La ignorancia no sirve como excusa, pero los debates que he visto en los medios han agravado el horror que sentí sobre mi cuerpo.

En los últimos dos años, he trabajado con niños como profesora. El principal aliciente de mi trabajo es asegurarme de que no crecen como yo lo hice, sintiéndose solos o mal, y que reciben las oportunidades y espacios que necesitan. Los niños se convertirán en adolescentes confusos, heridos y solos y luego en adultos cuyas ideas estarán formadas a partir de sus experiencias infantiles. Proteger a los niños, especialmente a las niñas, de una práctica que les roba la propiedad de sus cuerpos es lo más importante.

Para mí, todo lo que puedo hacer ahora es vivir tal como soy, encontrar espacios que nutran mi bienestar, esforzarme en busca de un buen trabajo. No puedo volver atrás en el tiempo o recuperar un pedazo de la carne que me han quitado, pero para las niñas -niñas que han sido sometidas a este procedimiento y que necesitarán apoyo, consuelo o simplemente información; niñas que no han nacido o que no han pasado por esto de momento-, para ellas, todavía queda mucho por hacer.

Por eso agradezco esta oportunidad y la plataforma que tengo para añadir mi voz al debate, por eso quiero animar a otros a hablar sobre si se sienten cómodos con ello. Ser capaz de hablar con amigos y en distintos espacios seguros me ayudó mucho. ¿Sigo pensando que es un horror asumir algo que es imborrable o incluso traumático? Sí, pero sé que no estoy sola. Cuantas más voces haya, menos oportunidades habrá de que los jóvenes pasen por lo que yo pasé y más oportunidades habrá de unirnos para parar esta práctica.

Hay muchos frentes en esta labor: educación (una educación sexual completa e imparcial para todos), campañas de información (dirigidas especialmente a hospitales y clínicas), apoyo legal o el deseado cambio de mentalidad cultural. Sólo romper el silencio y hablar del tema con otras personas ya es dar muchos pasos adelante y, aunque creo que no es responsabilidad de quienes lo han sufrido luchar para hacerse escuchar, sé que habría agradecido saber de sus experiencias cuando estaba creciendo.

Público

"Tengo 20 años y sufrí mutilación genital femenina"

Una joven de Malasia describe en primera persona los daños colaterales de la ablación y denuncia el arraigo de la práctica en la cultura y la desinformación generalizada.

EFFIE JOHARI

Fondo de Naciones Unidas para la Infancia ’UNICEF’

Tengo 20 años y sufrí mutilación genital femenina (MGF). Vivo en Malasia, un país donde esta práctica esta normalizada, pero donde los datos y la información sobre la materia escasean. He investigado sobre la MFG y me he dado cuenta de que los países del sureste asiático suelen quedarse fuera de los análisis. Quiero compartir mis ideas y experiencia para compensar la falta de atención a esta práctica en mi región.

Aunque la mutilación genital femenina técnicamente no es un tema tabú en este país, su práctica está muy normalizada y no se considera diferente a otras prácticas médicas. Nuestra cultura silencia hablar sin pudor de los cuerpos de las mujeres, quizás porque se considera demasiado vergonzosa la propia sexualidad femenina. Además, a las niñas de todo el mundo a menudo se las trata como si no tuviesen autonomía sobre sus cuerpos, por lo que someterlas a un procedimiento que las altera para siempre parece aceptable y, a veces, obligatorio.

Un mensaje escrito hace dos años en un blog fue mi primera oportunidad para tratar el asunto de manera sincera y sin vergüenza, porque Internet me dejó espacio para hablar abiertamente. Dos años después, la situación aquí (y sin duda en otros lugares) sigue siendo la misma. No hay por el momento un movimiento sólido que abogue por la eliminación de la práctica, ni tampoco una gran campaña de información.

La respuesta a mi primer mensaje fue algo esperado pero bastante inquietante. La mayoría de la gente no sabía que esta práctica tenía lugar en nuestro país. En su defensa, diré que las frases que utilizamos difieren: la MGF connota una práctica cruel, mientras que el término común de ’circuncisión femenina’ no conlleva connotaciones culturalmente negativas y parece complementar a la circuncisión masculina.

Quizás lo más descorazonador fue que había personas que nunca habían cuestionado la práctica a pesar de haber pasado por ella, o sus hijas. No podían explicar la diferencia, ni física ni sensitiva. Para muchos con los que contacté, leer mi post y hablar conmigo fue la única exposición que habían tenido al tema.

Al discutir la MGF con estas personas, expuse todos los tipos diferentes de corte genital y habitualmente reaccionaban con horror. Los procedimientos varían según la cultura: algunos son procedimientos dolorosos y traumáticos llevados a cabo cuando la niña ya no es un bebé y algunos derivan en ramificaciones dolorosas, tanto físicas como psicológicas. Efectos psicológicos

Personalmente, yo no recuerdo la experiencia porque era un bebé. No obstante, sí que me ha producido efectos dolorosos cuando, como adolescente, quería sentirme cómoda con mi cuerpo.

Es algo que me gustaría subrayar porque, en el debate sobre la MGF, muchos se sobrecogen por la mutilación física de una persona, pero no comprenden por completo los efectos psicológicos. Sólo quien haya pasado la experiencia puede hablar de lo confuso y aterrador que es descubrir que tu cuerpo no es como el de los demás, y no porque nacieses así, sino porque te quitaron algo sin consentimiento o incluso sin que te enteraras.

El mayor problema para detener esta práctica es la falta de información o la desinformación descontrolada. Soy la primera en admitir que no estoy segura al cien por cien de todo lo que he leído al respecto. De si es obligatorio (o no) según las escuelas de jurisprudencia, de si es una fatua aplicable en toda la nación, de si existen dudas legítimas sobre salud e higiene —todo el que usa esta justificación cita ’investigaciones’ que nunca me han enseñado—.

Incluso hay quien me ha dicho que se recomienda la circuncisión a las mujeres para aumentar su placer sexual. Yo no hablo por la información que he recabado leyendo, sino de lo que he escuchado y de lo que he podido aprender de mi propio cuerpo.

La justificación de esta práctica es discutible en todos los niveles. Mientras no se ilegalice, la cultura lo perpetuará y la convertirá en normal. Al margen de la ley, tenemos que lograr también un cambio de mentalidad.

Como parte de mi cultura, puedo ver que, al menos en este nivel, no forma parte de una agenda perversa. Las autoridades locales creen realmente que el procedimiento está justificado y es necesario. Las mujeres creen que la religión obliga. Para ellas, para nosotras, es como siempre ha sido. Tenemos nuestras creencias y nuestro sentido del deber, por lo que si médicamente no es perjudicial, ¿por qué cuestionarlo?

Una cultura arraigada

Lamentablemente, gran parte del activismo global sobre MGF con el que me he relacionado está encabezado por personas que no han sufrido el procedimiento o no viven en una cultura donde se practica. Aunque aprecio el apoyo y la información adicional, a menudo siento como si se tratase con altivez o se minimizasen las experiencias.

Por supuesto que creo que la MFG está mal, pero escuchar a personas que añaden calificativos como ’bárbaro’ o ’atrasado’ a países que consideran ’crueles’ o ’estúpidos’ por no ilegalizar esta práctica enturbian mis ideas sobre la materia. Para muchas personas de este país, el procedimiento está ligado al proceso del nacimiento. La ignorancia no sirve como excusa, pero los debates que he visto en los medios han agravado el horror que sentí sobre mi cuerpo.

En los últimos dos años, he trabajado con niños como profesora. El principal aliciente de mi trabajo es asegurarme de que no crecen como yo lo hice, sintiéndose solos o mal, y que reciben las oportunidades y espacios que necesitan. Los niños se convertirán en adolescentes confusos, heridos y solos y luego en adultos cuyas ideas estarán formadas a partir de sus experiencias infantiles. Proteger a los niños, especialmente a las niñas, de una práctica que les roba la propiedad de sus cuerpos es lo más importante.

Para mí, todo lo que puedo hacer ahora es vivir tal como soy, encontrar espacios que nutran mi bienestar, esforzarme en busca de un buen trabajo. No puedo volver atrás en el tiempo o recuperar un pedazo de la carne que me han quitado, pero para las niñas -niñas que han sido sometidas a este procedimiento y que necesitarán apoyo, consuelo o simplemente información; niñas que no han nacido o que no han pasado por esto de momento-, para ellas, todavía queda mucho por hacer.

Por eso agradezco esta oportunidad y la plataforma que tengo para añadir mi voz al debate, por eso quiero animar a otros a hablar sobre si se sienten cómodos con ello. Ser capaz de hablar con amigos y en distintos espacios seguros me ayudó mucho. ¿Sigo pensando que es un horror asumir algo que es imborrable o incluso traumático? Sí, pero sé que no estoy sola. Cuantas más voces haya, menos oportunidades habrá de que los jóvenes pasen por lo que yo pasé y más oportunidades habrá de unirnos para parar esta práctica.

Hay muchos frentes en esta labor: educación (una educación sexual completa e imparcial para todos), campañas de información (dirigidas especialmente a hospitales y clínicas), apoyo legal o el deseado cambio de mentalidad cultural. Sólo romper el silencio y hablar del tema con otras personas ya es dar muchos pasos adelante y, aunque creo que no es responsabilidad de quienes lo han sufrido luchar para hacerse escuchar, sé que habría agradecido saber de sus experiencias cuando estaba creciendo.

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