Exodo en la propia capital
El acecho contra Usme
Más de un millar de labriegos de la localidad de Usme, municipio anexo
de Bogotá, desde los últimos días de julio engrosaron las filas de los
desplazados en Colombia que pasan del millón de personas. Campesinos de
las veredas Chisacá, Margaritas y Los Arrayanes abandonaron sus parcelas
para refugiarse en el teatro parroquial de la localidad.
Desde comienzos de año se había enrarecido el ambiente en Usme, una de
las 20 localidades en que se divide el Distrito Capital
administrativamente. Además de varios asesinatos de labriegos, la
aparición de una serie de graffitis anunciando la llegada de los
paramilitares provocó en la población, acecho que también se repite en
otras zonas del Sumapaz, como Cabrera y Viotá.
El pánico se apoderó de la gente desde el viernes 24 de julio, cuando
telefónicamente los paramilitares dieron plazo perentorio para abandonar
la región a los labriegos de Usme. Casi un centenar de hombres y mujeres
de todas las edades se refugiaban la semana pasada en improvisados
albergues y casas de familia.
Doña Francia Elena Giraldo tuvo que echarse al hombro sus dos hijos más
pequeños, mientras los otros tres, de cuatro, cinco y seis años,
caminaban tras ella cogidos de la mano sin más pertenencias que las que
llevaban encima. Clímaco, su esposo, acababa de salir a hacer remesa al
pueblo, distante a tres horas a pie, cuando una comadre llegó al rancho
con la noticia: venían los paras. Los cultivos de papa y habas, las
gallinas, la vaca y hasta el cerdo quedaron abandonados a la buena de
Dios.
Nelson Cruz, alcalde local, expresó su preocupación por el
desplazamiento de sus habitantes y convocó la realización de un nuevo
consejo de seguridad a fin de evaluar el desarrollo de los
acontecimientos. De poco sirvió el cabildo de paz que recientemente
realizaron los moradores de Usme, con participación de las autoridades
civiles.
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