Edición 1988, licencia No. 002357 del Ministerio de Gobierno. 

Quincena del 5 al 18 de agosto de 1998. 
 

SUMARIO 

Resumen VOZ 15 DÍAS 
 
 Editorial:La gran alianza para el continuismo
(por Carlos Sánchez)

Enfoque: El cuatrienio perdido
(por Alvaro Vásquez del Real)

Economía: Programa económico de Pastrana. ¿Otra frustración?

Hechos y cifras

Diálogo sin concesiones al fascismo
(por Jaime Caycedo Turriago)

Los desplazados despiden el gobierno de la gente.
La desverguenza de Samper

Éxodo en la propia capital.
El acecho contra Usme

En memoria del legendario dirigente agrario Isauro Yosa.
Forjado en al resistencia

(por Alvaro Angarita)

Asamblea Permanente de la Sociedad Civil por la Paz
Clamor de Paz con Justicia Social

Los trabajadores frente a las perspectivas de paz
Cuando los cacaos se sacuden

El desempantanamiento del equipo directivo de Fecode
El Magisterio vuelve por sus fueros

BREVES

Los trabajadores ante el cambio de gobierno
Pelea integral

El desmonte de las Convivir
Mucho ruido y pocas nueces

El Observador

Un criterio neoliberal de desarrollo
Bogotá la ciudad que queremos

Dice Parlamento Europeo
Respeto a los derechos humanos

Sesión Tercer Congreso de la Mujer Trabajadora
Los pasos del poder femenino

Habla el secretario del Partido Comunista de Rusia, Guennadi Ziuganov
"La paciencia del pueblo se agota"

El asesinato de Betty Camacho de Rangel
Un atentado más contra la democracia

Comunicado del Partido Comunista
Negar status político a paramilitares

Se pronuncian las FARC-EP
No al dialogo con actores de la guerra sucia

Enfoque

El cuatrienio perdido

Por Alvaro Vásquez del Real

Quisiéramos destacar los que nos parecen los rasgos más significativos de este desastroso cuatri-enio, que de todos modos refleja lo general de la dominación de la élite gobernante y lo peculiar de la obra y la personalidad de Samper.
Al momento de su elección, núcleos de las corrientes democráticas lo apoyaron, dentro del criterio conformista del mal menor. O del menos peor. Pero en esa forma contribuyeron a mantener en la ilusión, mil veces derrotada por la dura realidad, que de todos modos es preferible estar con los que parecen más accesibles a las quejumbres del pueblo. Una vez más, la lamentable crónica del equipo samperista ha requetecon-firmado que este es un camino tramposo que sólo conduce al fracaso de las esperanzas populares.
Samper entró al ruedo de una política de paz con mucho brío. Cuando se trató de concretar un diálogo en La Uribe, el «ruido de sables» lo espantó por el resto de su período. El escabroso camino de su relación con los mandos militares dirigidos por el general Bedoya no hicieron más que confirmar la debilidad propia del gobierno. En ninguna otra época la violencia alimentada por los planes militaristas y multiplicada por el escandaloso crecimiento de los paramilitares como llanta de respuesto de las Fuerzas Armadas oficiales, había llegado a la más sangrienta de sus expresiones. El gobierno Samper se ganó el récord mundial de todas las variantes de la violencia: en los cuatro años se cometieron 237 masacres, 62 asesinatos selectivos, con 3.032 muertos, 278 heridos, hubo centenares de desaparecidos, se expulsó por la fuerza a miles de familias de diversas zonas del país, hasta el punto de que actualmente el número de exiliados internos en Colombia se acerca al millón y medio de personas.
En su política económica, aunque trató de mimetizar el modelo neoliberal con el cuento de «ponerle corazón a la apertura», apenas si practicó una política asistencialista de tercera mano, cuyos resultados son más que precarios. Mientras tanto, los ejes centrales de las relaciones con los trabajadores están a la vista: mantenimiento de la inflación que este año crece aún más, baja del salario real, desocupación que ha llegado al tope nunca registrado del 16 por ciento, precariedad del contrato de trabajo, crisis del SENA, etcétera. En lo macro: deterioro continuo de la industria transformativa, desmantelamiento de la agricultura, falsas ilusiones sobre la industria extractiva a pesar del entreguismo de la política petrolera, derrumbe de la construcción e inicio de la crisis financiera. Al entregar su mandato, la economía nacional arrastra una grave recesión en medio de altos precios para los consumos populares, un elevado déficit fiscal, una balanza comercial deficitaria y un desbalance cam-biario de cerca de 5.000 millones de dólares. Como nunca, el presupuesto nacional está dedicado a pagar la deuda pública, a elevar los gastos parasitarios de la guerra y la represión y a reducir las inversiones.
A pesar de las ocasionales frases oficiales contra la política norteamericana, ningún gobierno había llegado a tal grado de abyección ante la dominación yanqui. Todas las exigencias de ésta han sido cumplidas, con pretexto en la lucha contra el narcotráfico, alimentada por el complejo de culpa de un presidente elegido con los dineros del Cartel de Cali. Todos los tratados, las leyes y las conductas gubernamentales que han exigido los norteamericanos han sido cumplidos y aceptados.
Lo característico de este cua-trienio es la larga crisis de gober-nabilidad presidencial. No puede entenderse la actitud y los hechos del gobierno Samper sin tener en cuenta este signo de perpetua agonía de un Presidente, chapoteando todo el tiempo en medio de las concesiones a los Estados Unidos, la conciliación con la ultraderecha y el militarismo, el clientelismo y la corrupción.
Durante este período la corrupción ha sido como el aire que respira el sistema, el hálito de descomposición de los partidos, especialmente del liberal, el entorno natural en que se ha movido. Como un corcho en un remolino, el gobierno ha sido barrido por todas las corrientes y se ha sacudido al impulso de éstas.
Algunos se hacen las preguntas al momento de balancear este trágico y oscuro gobierno, cómo se ha sotenido y por qué no cayó a pesar de los ataques de la ultraderecha, de la inconformidad del pueblo y de las presiones yanquis. Bien podría decirse que se ha sostenido porque ha logrado maniobrar en todas las direcciones, sin importar las consecuencias. Y no se cayó porque los Estados Unidos, cuya política siempre fue el factor principal de su continuidad se caracterizó por el criterio pragmático de que era mejor arrancarle concesiones que tumbarlo. Los yanquis han sostenido a Samper, tal como lo decía Lenin, así «como la soga sostiene al ahorcado».