VÍCTOR
CUETOS FUE JUZGADO ENTRE SONES DE GAITAS Y SIDRA ANTE LA
SEDE JUDICIAL
Los
disturbios del naval, ante el juez
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Víctor
Cuetos, emocionado con las ovaciones que
recibió a la salida de la sala de vistas. |
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Á. C. S.
Víctor José Cuetos
rechazó ayer de plano las imputaciones del ministerio público.
El joven acusado, único detenido por los disturbios de
Naval Gijón en febrero de 2000, sostuvo en el Juzgado de
Rosario Fernández Hevia que el día de autos se acercó
al astillero donde trabaja su padre para, «como cualquier
hijo de vecín, ver lo que estaba ocurriendo». Siete
agentes antidisturbios de Policía, presentados como
testigos por el fiscal, y dos periodistas citados por la
defensa declararon ayer en estrados antes de que las
partes pudieran escuchar el resultado de las peritaciones
de dos expertos en explosivos. La vista oral, que había
comenzado a las diez y media de la mañana, concluyó
pasadas las tres de la tarde.
La sala donde se celebró
el juicio estaba abarrotada de un público para prestar
apoyo al acusado. Los pasillos de los Juzgados de El
Natahoyo y las inmediaciones del inmueble parecían el
escenario de una romería. No faltó la sidra ni la música,
a cargo de la orquesta «El Ventolín», que interpretó
composiciones tan revolucionarias como la «Grandola, Vila
Morena» , o la clásica «A las barricadas», que pudo
escucharse con claridad desde la sala durante el juicio.
La jornada resultó muy amena.
Durante toda la vista,
Gerardo Turiel, letrado de la defensa, trató de demostrar
que no existía prueba alguna que relacionara a su
patrocinado con las refriegas del Naval y, menos aun, con
las lesiones que padecieron seis de los siete policías
interrogados ayer. El humo, la confusión, la uniformidad
de las ropas vestidas por los manifestantes durante las
movilizaciones y las capuchas y pañuelos empleados para
ocultar rostros sirvieron al abogado para sembrar la duda
entre testigos y desvirtuar sus declaraciones. El acusador
público pide para Cuetos dos años de prisión por un
delito de atentado y otros tantos por uno de desórdenes públicos.
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