// 18 de agosto de 2006

PCMLE

¿El Socialismo, alternativa al capitalismo y al reformismo?

Pese a las reaccionarias pretensiones del imperialismo y la burguesía mundial, de los ideólogos y políticos defensores del capitalismo, que durante este período han desarrollado una sonora campaña sosteniendo la imposibilidad de que su sistema de la propiedad privada pueda ser superado históricamente por un nuevo régimen social, hoy en día, la realidad del mundo, trae nuevamente al escenario, el debate sobre la actualidad, vigencia y posibilidad del socialismo.

Los imperialistas aprovecharon la disolución de la ex – URSS y de los países anteriormente socialistas, la caída del socialismo en Albania y las consecuencias negativas de la aplicación del llamado “socialismo real”, para proclamar hace ya más de dos décadas, el “fin de la historia”, la caducidad del socialismo, la no vigencia y utilidad de las revoluciones sociales, etc.

Esos círculos del capital mundial, sin duda, afirmaron sus posiciones, apoyándose en la labor conspirativa y desviacionista que los revisionistas, traidores al marxismo leninismo, empujaron desde dentro de los países socialistas y en el seno del movimiento comunista y revolucionario a nivel internacional. El imperialismo utilizó a su favor el descalabro que atravesaban los países donde el revisionismo había tomado el poder, donde ejercía su dictadura antiobrera y antipopular en nombre del socialismo y le sirvió también la labor de los falsos comunistas, que se esforzaron para desviar y llevar al fracaso varios procesos revolucionarios que avanzaban en una parte de países y regiones del mundo.

Toda esta arremetida anticomunista que se desenvolvió utilizando poderosos y variados medios, constituía la cresta más elevada del oleaje contrarrevolucionario, de todas las conspiraciones, tramas y maniobras, que el imperialismo y la reacción mundial, habían desarrollado en contra del marxismo leninismo y del socialismo, desde que se acuñaron sus primeras ideas y desde que el movimiento obrero y de los pueblos diera sus primeros pasos hacia sus objetivos políticos revolucionarios.

Esta campaña se intensificó más todavía, desde que se hizo realidad, la primera experiencia de la construcción de una nueva sociedad, diferente del capitalismo, cuando triunfó la Revolución Socialista de Octubre en Rusia, que acabó con la dominación y opresión del imperialismo y la burguesía en ese gran país, inaugurando una nueva etapa – cualitativamente distinta – en el desarrollo de la sociedad.

Larga y compleja es la siniestra trayectoria de crímenes y ataques, mentiras y deformaciones, satanización y persecución, que han ejecutado el imperialismo, la burguesía y el revisionismo, para impedir que el socialismo pueda imponerse como la fase nueva en el desarrollo de la sociedad; han recurrido a guerras injustas, conspiraciones perversas, maquiavélicas maniobras, dirigidas a frenar el cambio revolucionario. Para ello, no se han detenido en falsificar la ciencia revolucionaria, tergiversar la historia, negar las leyes del desarrollo social, inventar teorías, desviar o subvertir los procesos revolucionarios.

También la socialdemocracia ha servido para estos intereses planteando las salidas reformistas como la de construir – según ellos – el socialismo dentro de los marcos del propio sistema capitalista, empujando reformas en la economía y la política, para ampliar los espacios de “participación democrática”, de la “ciudadanía”; “construyendo el poder desde abajo”; desarrollar un “capitalismo con rostro humano”, empujar la “tercera vía”, etc. dejando intacta la maquinaria estatal burguesa, las fuerzas armadas y las demás instituciones burocráticas del viejo régimen.

Si bien toda esa labor contrarrevolucionaria ha conseguido engañar a muchos, no es menos cierto que la aspiración a una vida distinta al capitalismo, a conquistar una sociedad equitativa, de justicia y libertad, se mantiene en la mente de grandes sectores de los trabajadores, de la juventud y las mujeres, de los pueblos del mundo. Esa aspiración se convierte en acciones, en movilizaciones y paulatinamente ha ido quedando atrás el “desencanto”; el reflujo en el movimiento se supera y en muchos lugares, se produce evidentemente el inicio de un auge de las luchas de la clase obrera, de los jóvenes, de los indígenas y campesinos, de los migrantes, de los pueblos en general.

El “nuevo orden” imperialista, la crisis y la respuesta de los pueblos.-

El llamado “nuevo orden mundial” pregonado particularmente por el imperialismo norteamericano, que se propagandizó como la real posibilidad del desarrollo de la humanidad, en otras palabras, afirma la eternización del capitalismo, a través de sumar el esfuerzo de todos los habitantes del planeta para perfeccionarlo, pues se califica al régimen de la propiedad privada como la más alta creación de la sociedad moderna y que los seres humanos debemos preservar, superando sus deficiencias, comprendiendo que “hacia delante” no se puede esperar nada más que no sea el propio capitalismo.

A ello está dedicado todo el arsenal filosófico postmoderno y la globalización imperialista, el impulso del neoliberalismo y sus dogmas, pero esta formal lógica de los gobernantes capitalistas, de los teóricos y políticos al servicio de los grandes monopolios y de los intereses del capital mundial, no convencen a los pueblos que miran con cada vez mayor claridad los reales alcances de ese nuevo orden mundial, que significa: guerra, agresión, prepotencia, opresión, discriminación y explotación.

El régimen capitalista, con su economía de mercado y su democracia representativa, no puede ofrecerle al sencillo hombre y mujer de nuestros pueblos otra alternativa que no sea una vida de privaciones, exclusión, inequidad, inseguridad y violencia.

Esas expresiones, son la muestra de un régimen cuya caducidad se advierte con mayor intensidad, en unas regiones más que en otras; en unos momentos con más fuerza que en otros; un sistema que se desenvuelve en medio de una insuperable y agudizada crisis general.

Esta es la causa directa para que crezcan y se generalicen las confrontaciones y luchas sociales, pues ese sistema atenazado por sus propias contradicciones, es la fuente de la injusticia social, de la dependencia y por supuesto, de la cada vez más indignada respuesta de las masas trabajadoras, de las nacionalidades y etnias segregadas, de las mujeres discriminadas, de los hombres y mujeres excluidos, etc.

Por eso es que, a pesar del tenaz y persistente esfuerzo de los círculos reaccionarios para combatir la revolución y el socialismo, la aspiración de que un mundo nuevo se puede conquistar, gana cada vez mayor espacio en la mente de los trabajadores y los pueblos.

La necesidad de un cambio social profundo, radical y definitivo, gana un espacio mayor entre la gente.Para los revolucionarios está planteada una tarea de primer orden, mostrar ante los trabajadores y los pueblos, de que ese cambio social necesario, no puede ser otro que un cambio revolucionario y de que ese cambio nos lleva al socialismo, como la salida apropiada, plenamente vigente en el desarrollo de la humanidad y enteramente factible de ser realizado.

Eso significa también al tiempo de mostrar la plena vigencia del socialismo como alternativa al capitalismo, que ésta sólo puede construirse – por vía revolucionaria – teniendo en cuenta sus fundamentos esenciales, que nos permitan diferenciarlo de ciertos ensayos o procesos que teniendo ese nombre, no responden para nada a sus características.

El socialismo y la propiedad de los medios de producción.-

El capitalismo lleva implícita la existencia de la desigualdad social, de la diferenciación y confrontación de clases entre la burguesía y los trabajadores, originadas en la existencia de la propiedad privada sobre los medios de producción.

La propiedad de los grandes monopolios y empresas en los principales ámbitos de la producción, la banca y el comercio, crea las condiciones materiales, objetivas, para someter a la explotación asalariada a millones de proletarios, de trabajadores; ello permite a la oligarquía financiera de las potencias imperiales, ejercer la dominación y poner en juego los mecanismos de la dependencia económica, política, militar y cultural, sobre los países atrasados, saqueando sus recursos naturales y materias primas, endeudándolos hasta el extremo, aprovechándose de su mano de obra barata y convirtiéndolos en mercados abiertos para su producción.

La época del imperialismo, que ha traído un crecimiento inconmensurable de las fuerzas productivas, ha creado también las condiciones materiales para que la supresión de las diferencias de clase constituya una necesidad para el progreso social.

La injusticia social, la inequidad, la explotación, precisamente, se originan en el carácter privado de la propiedad de los medios de producción; sin terminar con esta base injusta que hace la diferenciación de clases, el progreso social está estancado y no puede desenvolverse sino a condición de resolver esta contradicción.

Las necesidades del desarrollo proponen acabar con este injusto sistema de propiedad y lograr, en primer lugar, que la gran propiedad privada de los monopolios pase a manos de los trabajadores, de los oprimidos; se convierta de propiedad privada capitalista en propiedad colectiva socialista. Esta es una de las principales características de cómo el socialismo es la antípoda –el antagónico – del capitalismo.

Por vía revolucionaria, los grandes medios de producción, los grandes recursos naturales, el petróleo, las centrales eléctricas, las grandes empresas, deben pasar a manos de los trabajadores, convertirse en su patrimonio y de los pueblos, para que éstos los sigan trabajando, no en beneficio de los capitalistas extranjeros o nacionales, sino de la colectividad, que es la verdadera generadora de la riqueza. , Se fortalece la propiedad social, pues el nuevo Estado – que se halla en manos de los trabajadores – y que ha surgido de la destrucción de la vieja maquinaria burocrática y militar de la burguesía, consolida la propiedad socialista, al mismo tiempo que se avanza en la socialización gradual de la pequeña propiedad. Se elimina en un proceso la oposición entre la ciudad y el campo y las diferencias entre el trabajo manual e intelectual.

Esta condición fundamental, debe servir para establecer la diferencia entre el socialismo proletario y cualquier otra “variante”, que sin colocar la propiedad de los medios de producción en manos de sus creadores, no puede sino convertirse en un remedo de socialismo, en una burda falsificación.

El socialismo y el fin de la libre concurrencia capitalista.-

El sistema capitalista está basado en la propiedad privada sobre los medios de producción y en la búsqueda de superbeneficios a favor de los dueños de esos medios. Los grandes monopolios imperialistas, resultantes de la gran concentración de la producción buscan esos beneficios sobre la base de la superexplotación de la clase obrera, además de expoliar a los países dependientes y atrasados. Para alcanzar el mayor volumen de ganancias, se desenvuelve entre los monopolios una lucha encarnizada, la competencia más descarada y a partir de ello, una gigantesca socialización de la producción y una apropiación más privada de la riqueza social.

El marco de la libre concurrencia capitalista persiste bajo el yugo cada vez más duro e insoportable de un grupo reducido de monopolistas, lo que genera la mayor anarquía de la producción, no solo de las mercancías, sino de los adelantos técnicos y de los inventos. El capitalismo es una verdadera jungla de intereses en juego, que se enfrentan y luchan, que someten a la clase obrera y al resto de los pueblos, en víctimas de esa concurrencia y del brutal desorden en lo que se produce y cómo se produce.

El socialismo termina con la anarquía productiva y la libre concurrencia salvaje de los monopolios, puesto que cuando el proletariado, junto al pueblo trabajador, toma el poder y socializa los grandes medios e instrumentos de producción, desaparece el lucro privado de los capitalistas, se da paso a una economía planificada, que tiene como objetivo el bienestar general de los trabajadores y de los pueblos, el mejoramiento de las condiciones de vida de las masas laboriosas.

El socialismo logra organizar la producción, termina la libre concurrencia capitalista y establece una economía nueva, que coloca al hombre y la mujer, como el centro de las preocupaciones de la sociedad y del Estado.

El socialismo y el Estado.-

Una condición fundamental para emprender la transformación socialista es cambiar revolucionariamente el tipo de Estado. Durante toda su existencia, el Estado, no es sino un instrumento a través del cual se efectúa la dominación de una clase sobre otra; en el esclavismo, el Estado sirvió para que la clase dominante de los esclavistas, ejerza un verdadero régimen dictatoral para mantener los privilegios y la brutal dominación de los nobles patricios en contra de las masas esclavizadas. En el régimen feudal, los terratenientes tuvieron al Estado monárquico como el defensor de sus intereses y el que legitimó – por la fuerza – la gran propiedad sobre los latifundios y la dominación sobre los siervos y el resto de las masas de trabajadores y artesanos.

El régimen burgués, afirmó la dominación política y económica de los capitalistas y ese Estado levantó y sostuvo su hegemonía; esa democracía que defienden los grandes monopolios y sus sirvientes, en los hechos es una dictadura de la minoría explotadora sobre la mayoría; la dictadura de los capitalistas en contra de los trabajadores y de los pueblos.

El sistema imperialista propagandiza y defiende la “democracia” como el Estado que garantiza la libertad, que defiende los derechos individuales y colectivos, que vela por la seguridad de los individuos, de la sociedad en general. Pero en los hechos, esa democracia y los regímenes “democráticos” que se mantienen en todos los países capitalistas desarrollados, así como atrasados y dependientes, ya no puede ocultar su verdadero carácter de clase, como instrumento de la burguesía.

Las instituciones del aparato estatal, van desnudando cada vez más su naturaleza destinada a defender con todos los medios a su alcance los intereses de la clase dominante, de los monopolios y de la burguesía.

Los gobiernos, los parlamentos, las cortes de justicia, las leyes, los partidos políticos del establecimiento, las fuerzas armadas, están erigidos para velar y defender a los dueños del capital, a los monopios, empresas y bancos, extranjeros y criollos, por encima y en contra de los trabajadores, de los indígenas y campesinos, de los pueblos en general. Así se institucionaliza la dictadura de clase, el dominio de una minoría poderosa sobre las mayorías trabajadoras y populares.

Para que el socialismo se instaure como una sociedad nueva y diferente, que pueda recuperar para los trabajadores la propiedad de los monopolios y de la burguesía, colocarlos en función de la sociedad como su patrimonio, hace falta terminar con el aparato estatal burgués, con la forma jurídica y polìtica que sostiene, legitima y defiende esa forma injusta de propiedad.

No es posible para las clases trabajadoras conquistar su emancipación, si se sostiene la vieja maquinaria estatal burguesa, si no se la destruye; o si acaso el Estado se halla en otras manos y alguien predestinado quiere servirse de ella “para emancipar a los pobres” y actuar en su nombre.

El socialismo y la dictadura del proletariado.-

El cambio revolucionario significa instaurar un gobierno revolucionario y un Estado que sostenga, legitime y defienda la propiedad social, que acabe con la explotación del hombre por el hombre; por primera vez, un Estado surgido de los trabajadores y de los pueblos; integrado de manera democrática, con la efectiva participación de los trabajadores, de los explotados, podrá garantizar que sus actos soberanos sean de beneficio directo para las mayorías.

Efectivamente se requiere, un Estado democrático nuevo, que trabaje por el bienestar de la gran mayoría de la sociedad y que ejerza un poder efectivo, dictatorial de una forma nueva también, para frenar la acción diversionista , las conspiraciones, las tramas y maniobras de la burguesía derrocada en el interior del país y en capacidad de destruir todas las tentativas de las potencias imperialistas y de las fuerzas reaccionarias, que buscarán por todos los medios subvertir el poder popular, reinstaurar la dominación capitalista, como lo señala la larga historia de acciones contrarrevolucionarias de los enemigos del socialismo.

En este sentido, es que los marxista leninistas hablamos de la “dictadura del proletariado”.

La dictadura del proletariado, como un Estado de verdadera democracia de las mayorías, tiene que ser capaz de organizar a todos los sectores populares para emprender las labores de edificación de la Patria nueva, socialista, una vez que en un primero y necesario paso se ha realizado la conquista del poder, para luego emprender con la inmensa obra de la construcción económica del nuevo sistema.

Para lograr que los trabajadores y los demás sectores populares ejerzan la dominación política verdadera, ejerzan el poder sin titubeos ni vacilaciones, hace falta una gran fuerza de organización social, política y militar que sea capaz de cambiar las relaciones injustas del capitalismo y erigir las nuevas relaciones revolucionarias socialistas.

De ahí que construir el socialismo no sólo se trata del cambio de un presidente, de unos ministros o de un gabinete; ni siquiera de la composición de un congreso, o de la reorganización de las instituciones económicas en el marco de la misma sociedad capitalista.

El cambio revolucionario al socialismo, comprende todo un proceso de transformaciones sociales profundas, del derrocamiento de la burguesía como clase, del término de la dominación de los monopolios en la vida económica y política del país; que los grandes recursos en manos de los imperialistas, sean recuperados por los trabajadores y por su Estado nuevo, en donde se socializan los instrumentos y medios de producción fundamentales y se emprende a grandes pasos la construcción de una economía, diferente a la capitalista basada en el lucro, reemplazándola por la economía socialista, que se basa en el bienestar de los trabajadores y los demás sectores del pueblo.

El protagonista principal del socialismo.-

Sostenemos de acuerdo a nuestra concepción científica de la sociedad, que los grandes y verdaderos hacedores de la historia son los pueblos; los hombres y las mujeres que en determinadas condiciones históricas son los artífices de los saltos que empujan la sociedad hacia delante.

Son los pueblos, los que organizados en grandes grupos sociales que son las clases, encuentran en su devenir intereses comunes, aspiraciones compartidas y anhelos transformadores específicos. Esas clases luchan, enfrentan a los enemigos de sus aspiraciones y buscan a través de diversas formas y medios ver realizados sus objetivos económicos, políticos y sociales.

La clase obrera, es el producto típico de la sociedad capitalista y como tal tiene unas características que la hacen diferente de las demás clases de la sociedad, de lo cual arranca su misión histórica de enterradora del capitalismo y constructora a su vez, de la nueva sociedad socialista.

El proletariado, el sector más avanzado de la clase obrera, está de manera natural ligado a los más avanzados mecanismos de la técnica, de los medios e instrumentos de producción y a los renglones más importantes del manejo de la econonomía capitalista. Opera la producción petrolera, eléctrica, energética, en general; los más altos y complejos operativos industriales, los distintos procesos técnico – productivos.

Tiene un grado de organización, de concentración y de intereses comunes que los convierte en una clase avanzada. No puede alcanzar su propia emancipación social, sino termina con la existencia de la propiedad privada de los medios de producción y al hacerlo, emancipa al mismo tiempo a la sociedad en general, de allí arranca su rol histórico y su condición de clase social de vanguardia.

La transformación revolucionaria de la sociedad capitalista y la construcción del socialismo tienen un protagonista principal, que por sus características específicas lo constituye la clase obrera. Ésta es la clase que históricamente tiene las condiciones para convertirse en dirigente del proceso revolucionario y debe marchar junto a las demás clases y sectores afectados por la opresión, explotación y la barbarie del capitalismo. Debido a la crisis general del sistema, los aliados de la clase obrera se han multiplicado significativamente y son las masas de campesinos, de la juventud y las mujeres, de los sectores medios urbanos: maestros, pequeños comerciantes, artesanos, de los profesionales e intelectuales, de los artistas, de todo quienes aspiran una nueva vida.

La marcha hacia el socialismo debe tener una correcta dirección.-

La obra trascendental de cambiar revolucionariamente la sociedad capitalista, acabar con la diferenciación de clases, con la explotación del hombre por el hombre y emancipar a la humanidad, no puede ser una tarea dejada a la espontaneidad o la voluntariedad del movimiento social.

Para emprender la transformación revolucionaria, hace falta una dirección efectiva, una jefatura, una organización capaz de dirigir el movimiento emancipador y conducirlo a la victoria. Un contingente de hombres y mujeres con el conocimiento cabal de las leyes del movimiento social y revolucionario, plenamente unidos, dotados de una disciplina férrea y que puedan ganar de manera natural la simpatía, el apoyo y la confianza de las clases y los sectores revolucionarios, para marchar hacia los objetivos propuestos.

Esa jefatura colectiva, esa organización unida y disciplinada, ese contingente capaz de ganarse la confianza del movimiento social revolucionario y marchar hacia delante con determinación, sagacidad y eficacia, no es otro que el partido polìtico revolucionario de la clase obrera.

El triunfo de la causa emancipadora, de la victoria de la revolución, de la construcción del poder popular y del socialismo, se asienta en la existencia, actividad y crecimiento del partido revolucionario. Para nosotros, ésa es una condición indispensable para el triunfo del socialismo y está demostrado en la experiencia histórica de la revolución en diferentes momentos, procesos y lugares. Si la Revolución de Octubre conquistó la victoria, ello se debió sin duda alguna a la conducción apropiada del Partido Bolchevique de Lenin y Stalin; si el socialismo descaminó, se desvió y fue derrotado en la ex URSS, ello ocurrió por la degeneración revisionista del Partido Comunista; la revolución china triunfó luego de un esforzado y heroico proceso dirigido por el Partido revolucionario y así mismo erró sus pasos hasta llegar al presente capitalista, por el papel jugado por el revisionismo en el seno de esa organización.

De modo que, el papel del partido como dirigente de la revolución, no puede ser reemplazado por las organizaciones sociales, por los destacamentos militares o por la presencia de una persona o un caudillo, por más importante que sea. La revolución es un proceso decisivo en la sociedad y el papel del partido como conductor de la misma, lo es también.

Asistimos ahora a un crecimiento de la lucha social en los diferentes puntos del planeta y particularmente en América Latina; la gente de diversa condición está ansiosa por conquistar el cambio, una nueva vida. Mucho depende ahora de los revolucionarios consecuentes clarificar en las masas trabajadoras la perspectiva del socialismo, evitando las falsificaciones y las frustraciones en los procesos que no asumen una dirección correcta. El reto está planteado y debemos con determinación asumirlo.

PARTIDO COMUNISTA MARXISTA LENINISTA DEL ECUADOR

Julio de 2006.


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