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Declaración de las ONG colombianas a la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas, 60o período de sesiones, marzo-abril 2004

Durante el año 2003, la situación de derechos humanos y derecho humanitario en Colombia continuó agravándose. La política de "seguridad democrática" del Gobierno desconoce el derecho internacional de derechos humanos y el derecho humanitario, y se reduce a un concepto restringido y arbitrario de seguridad. El Gobierno prioriza la búsqueda de una solución militar y de fuerza antes que una negociación política. Persisten los altos niveles de violencia sociopolítica y las políticas gubernamentales no se dirigen a combatir todos los factores de violencia.

Adicionalmente, el Presidente de la República ha manifestado repetidamente que no cree en el principio de distinción, que todas las personas en Colombia están obligadas a apoyar militarmente al Ejército y que en Colombia no hay combatientes, únicamente terroristas. Los programas de soldados campesinos y red de informantes continúan vigentes, generando ataques a las familias de los soldados y detenciones arbitrarias.

El Gobierno está desmontando el Estado Social y Democrático de Derecho, para establecer un Estado comunitario, que pretende acentuar el poder presidencial, eliminando los controles judiciales a su actuación y restringiendo la independencia de las otras ramas del poder, y entregar a las comunidades las responsabilidades del Estado como seguridad, satisfacción de necesidades básicas y justicia, sin dotarlas de recursos para atenderlas. Los derechos económicos, sociales y culturales no son objeto de una adecuada atención estatal.

A esta situación se suma el recrudecimiento de la persecución contra la oposición política; líderes de sectores políticos disidentes del Gobierno han sido detenidos sin fundamento, y toda oposición ha sido estigmatizada.

Con todas estas actuaciones, el Gobierno desconoce su obligación de garantizar seguridad humana. El "fundamento y razón de ser de la seguridad es la protección de la persona humana. Las condiciones de seguridad mejoran mediante el pleno respeto a la dignidad, los derechos humanos y las libertades fundamentales de las personas, así como mediante la promoción del desarrollo económico y social, la inclusión social, la educación y la lucha contra la pobreza, las enfermedades y el hambre"[1].

1. Cifras de violencia sociopolítica

Entre julio de 2002 y junio de 2003, más de 19 personas en promedio diario fueron asesinadas, desaparecidas o muertas en combate en razón de la violencia sociopolítica. El promedio de los últimos tres años se mantiene en 7.000 personas muertas y desaparecidas por violencia sociopolítica.

Aproximadamente el 70% de los homicidios políticos y de personas socialmente marginadas y de las desapariciones forzadas entre julio 2002 y julio de 2003 en los que se conoce el autor genérico, se atribuyó a agentes estatales: directamente 8% (152 víctimas), e indirectamente, por omisión, tolerancia, aquiescencia o apoyo a las violaciones cometidas por grupos paramilitares, 62% (1.220 víctimas). A las guerrillas se atribuyó el 30% de los casos (600 víctimas).

Entre julio de 2002 y junio de 2003 fueron secuestradas 2.501 personas: presuntamente 1.498 (60%) por las guerrillas, 171 (7%) por los grupos paramilitares, 396 (16%) por la delincuencia común, y 436 (17%) sin presunto autor identificado. Hay pruebas de participación de agentes y ex agentes estatales en secuestros.

2. Desmonte del Estado Social y Democrático de Derecho

Las propuestas gubernamentales de reforma a la justicia para impedir que la acción de tutela proteja derechos económicos, sociales y culturales, y recortar las facultades de la Corte Constitucional afectarán gravemente, entre otros, el acceso a educación, salud y trabajo.

El Gobierno intentó, vía referendo, modificar la Constitución con medidas contrarias al Estado Social y Democrático de Derecho. Ante el fracaso del referendo, intentó las reformas a través del Congreso, donde tampoco tuvo éxito. Sin embargo, ha anunciado que persistirá en imponer sus propuestas.

Se han disminuido los recargos salariales, y se modificó el régimen pensional. El Plan nacional de desarrollo disminuye el gasto de inversión social y no erradicará la discriminación.

3. Facultades judiciales a las fuerzas militares

El proyecto de reforma constitucional que otorga facultades judiciales a las fuerzas militares, autorizando detenciones y allanamientos sin orden judicial hasta por 36 horas, ha sido aprobado en 7 de los 8 debates que debe surtir en el Congreso. El Gobierno insiste en esta iniciativa, contra lo recomendado por el Alto Comisionado y por el Comité contra la Tortura, y contra lo acordado en la Declaración de la Presidenta de la Comisión en abril de 2003.

4. Impunidad

La situación de impunidad en Colombia continúa, agravada porque la Fiscalía General de la Nación no investiga adecuadamente a agentes estatales y miembros de grupos paramilitares violadores de derechos humanos, en contraste con la judicialización de personas capturadas masivamente, sindicadas de pertenecer a las guerrillas.

El Gobierno nacional presentó al Congreso en agosto de 2003 un proyecto de ley que prevé que, a solicitud del Presidente de la República, "el juez deberá conceder la suspensión de la pena" a "personas pertenecientes a un grupo armado" que hayan cometido cualquier crimen[2]. La OACNUDH expresó, entre otras preocupaciones, que dicho proyecto "abre la puerta a la impunidad" y vulnera "los principios democráticos de justa retribución y proporcionalidad de las sanciones penales"[3].

5. Detenciones masivas y arbitrarias

El Gobierno ha generalizado las capturas masivas y arbitrarias, en muchos casos sin orden judicial, fundamentadas principalmente en acusaciones de informantes y excombatientes, desconociendo los derechos de presunción de inocencia y debido proceso.

No existe certeza sobre esas acusaciones. El Fiscal General reconoció que "estos operativos son extremos y es probable que algunas de las personas detenidas resulten en libertad después de verificar sus antecedentes y no encontrar elementos que las vinculen. Pero es una situación que la exige el país."[4]

Sin embargo, las autoridades buscan judicializar a las personas detenidas. De 143 personas detenidas en agosto de 2003 en una operación en Sucre, sindicadas de colaboradoras con la guerrilla, 128 fueron dejadas en libertad 3 meses después por falta de pruebas. El Fiscal General aseguró que el Fiscal que había ordenado la libertad debía ser destituido, e inició una investigación penal en su contra, por el delito de prevaricato. Por su parte, la entonces Ministra de Defensa sostuvo que recapturarían a los 128 liberados.

En vísperas de elecciones, el 21 de octubre en Arauca, fueron capturadas 31 personas, muchas de ellas candidatas de oposición a elecciones locales, también sindicadas de colaborar o pertenecer a las guerrillas. En Cumaribo, Vichada, fueron capturadas 97 personas también el 21 de octubre de 2003, señaladas por el Ejército de pertenecer o apoyar a las Farc[5].

Entre septiembre de 2002 y noviembre de 2003 han sido masivamente detenidas 5.657 personas.

6. Torturas

El Comité contra la Tortura manifestó en sus recomendaciones sobre Colombia en noviembre de 2003 que en el país se cometen torturas "de manera generalizada y habitual por las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado (…) tanto en operaciones armadas como fuera de ellas", y que las actuales políticas de seguridad favorecen la práctica de torturas.

El Comité expresó también preocupación por las torturas a personas detenidas, y por el hacinamiento en los lugares de reclusión.

7. Desplazamiento forzado

Entre enero y septiembre de 2003, 175.270 personas fueron desplazadas forzadamente. La aparente disminución frente a años anteriores se debe a varios factores que ocultan la realidad: aumento de los desplazamientos dentro de un mismo municipio e intra-urbanos; impedimento a algunas poblaciones de desplazarse, y problemas para el registro de población desplazada, como el temor a registrarse.

El sistema de alertas tempranas no funciona adecuadamente; cuando opera, su respuesta es tardía y prioritariamente militarista. La política de retorno del Gobierno no ofrece garantías, y exige la participación ciudadana en programas de soldados campesinos, red de informantes y familias guardabosques, involucrando a la población desplazada en el conflicto. Las comunidades que no desean participar han sido estigmatizadas. La obtención de atención estatal se sujeta al retorno, y no hay una partida presupuestal para atención al desplazamiento.

Las fumigaciones indiscriminadas debido a la lucha antinarcóticos financiada por el Plan Colombia han provocado, entre otros, enfermedades, crisis alimenticias y desplazamientos.

8. Desaparición forzada

Entre enero y agosto de 2003, 684 personas fueron víctimas de desaparición forzada, cifra en aumento en relación con el año anterior. Si bien este delito fue tipificado hace 3 años, no hay avances significativos en las investigaciones.

9. Defensores de derechos humanos, líderes sociales y sindicalistas

En septiembre de 2003, durante la semana nacional de los derechos humanos, el Presidente Álvaro Uribe reaccionó frente a una publicación de varias ONG pronunciando, en una ceremonia militar, un discurso televisado en el cual acusó a los defensores de derechos humanos de ser "traficantes de derechos humanos" y defender intereses terroristas.

Defensores, sindicalistas y líderes sociales han sido víctimas de detenciones arbitrarias prolongadas y sin pruebas. Muchos han debido exiliarse.

Entre enero y noviembre de 2003, 12 defensores de derechos humanos fueron asesinados y 1 defensora desaparecida; 29 líderes comunales y 23 líderes campesinos fueron asesinados o desaparecidos. Entre junio de 2002 y mayo de 2003, 126 sindicalistas fueron asesinados o desaparecidos.

10. Sectores en condiciones de vulnerabilidad

La situación de mujeres, niñez, jóvenes, personas ancianas, homosexuales, población campesina y personas socialmente marginadas continúa deteriorándose, debido a las políticas antidemocráticas del Gobierno, al conflicto armado, a la violencia intrafamiliar y a la pobreza. El reclutamiento y maltrato de niñas, niños y jóvenes por parte de los grupos armados continúa. El proyecto de ley sobre servicio militar obligatorio extendería esta obligación a mujeres e indígenas, hasta hoy exentos, con lo cual se generarían nuevos factores de vulnerabilidad.

Las mujeres enfrentan violencia, discriminación, pobreza y exclusión, que demuestran un alarmante retroceso en los escasos avances logrados en este sentido. La guerra involucra con mayor fuerza y crueldad a las mujeres, principales víctimas del desplazamiento forzado, de la violencia sexual y de manera creciente, del reclutamiento forzado por parte de los grupos armados.

Los pueblos indígenas continúan siendo víctimas de violaciones a los derechos humanos e infracciones al derecho humanitario, que conducen al genocidio y etnocidio. Se vulneran sus derechos al territorio, la cultura y la autonomía. Sufren desplazamientos, asesinatos, señalamientos y el control de los grupos armados en sus territorios, contra su voluntad.

Las comunidades afrodescendientes, como lo constató el Relator Especial sobre Racismo, son víctimas de discriminación racial y las principales afectadas por los desplazamientos forzados. La titularización de tierras está congelada y los territorios titulados colectivamente se encuentran en su mayoría en poder de grupos armados.

11. Ausencia de un proceso de paz

El Gobierno no ha iniciado un proceso serio de conversaciones de paz, y mantiene una actitud de confrontación con los grupos guerrilleros y de conciliación con los grupos paramilitares. Las medidas de la "política de seguridad democrática" alejan las posibilidades de reconciliación, pues involucran a la población en el conflicto, militarizan el país, fomentan una política de delación y dejan en la impunidad graves crímenes.

12. Negociación con los grupos paramilitares

El Gobierno adelanta, sin transparencia alguna, unas negociaciones confidenciales con los grupos paramilitares, que condujeron a una primera desmovilización seriamente cuestionada. Estas conversaciones no garantizan verdad, justicia y reparación, no hay participación de la ciudadanía ni de las víctimas, y los paramilitares no han cesado los ataques a la población civil. A pesar de que adquirieron con el Gobierno el compromiso de cesar hostilidades, entre diciembre de 2002 y octubre de 2003 han sido presuntamente responsables de 748 homicidios. Los paramilitares serían beneficiarios de la polémica ley de "alternatividad penal". Como lo han constatado reiteradamente organismos de Naciones Unidas, y recientemente el Comité contra la Tortura, los nexos entre la fuerza pública y los grupos paramilitares persisten.

13. Falta de cooperación con Naciones Unidas

La Presidencia de la República negó una petición de retirar el proyecto de reforma constitucional de facultades judiciales a la fuerza pública, argumentando que éste no desconoce los derechos humanos, y que "las relaciones exteriores del Estado se fundamentan en el respeto a la autodeterminación de los pueblos y la soberanía nacional", y que por lo tanto el requerimiento de Naciones Unidas no impone al Gobierno la obligación de retirarlo.

14. Infracciones al derecho humanitario

Las graves infracciones de las partes al derecho internacional humanitario continúan, y son cometidas por todos los grupos combatientes. Entre esas infracciones se encuentran la toma de rehenes, en sus manifestaciones de secuestros y retención de civiles.
Entre muchas otras infracciones, se citan a manera de ejemplo las siguientes:

El 24 de febrero de 2003, tras un bombardeo aéreo indiscriminado perpetrado presuntamente por el Ejército y la Fuerza Aérea durante una operación militar en El Carmen (Norte de Santander), resultó muerta una niña de nueve años y heridos su hermano de seis años de edad y una joven de 18 años[6].

Miembros del Pueblo Embera manifestaron a la Relatoría de Pueblos Indígenas de la CIDH que visitó el territorio en junio de 2003, que deben desplazarse a Tierralta para comprar víveres y que en muchas oportunidades la Fuerza Pública impide el paso de los mismos, argumentando que son para la guerrilla[7].

El 8 de agosto de 2003, en el municipio de Saravena (Arauca) murieron cinco personas, entre ellas dos niños, y cinco más resultaron heridas. Presuntos milicianos de las Farc activaron a control remoto un carro bomba cuando pasaba una camioneta con soldados del Ejército[8].

El Eln asesinó el 23 de abril de 2003, en Cocorná, la educadora y sindicalista Ana Cecilia Duque, quien había sido secuestrada dos días antes, para presionar a su padre a asesinar a un comandante paramilitar. El padre se negó a hacerlo, razón por la cual su hija fue ejecutada.

PETICIONES

La Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas debe:

I. Instar al Gobierno colombiano a:

1. Cumplir inmediatamente y sin excepción las recomendaciones del Alto Comisionado, los procedimientos especiales y los Comités de vigilancia de los tratados.

2. Diseñar e implementar de inmediato una política de derechos humanos que se ajuste a la legislación internacional.

3. Retirar todo proyecto de ley y de reforma constitucional u otra iniciativa que incorpore en la legislación normas contrarias a los derechos humanos o al derecho humanitario. En particular, dejar sin vigencia la reforma constitucional que otorgó facultades judiciales y de policía judicial a las fuerzas militares, y garantizar que dichas facultades sean ejercidas por autoridades judiciales y civiles. El Gobierno debe retirar el proyecto de ley denominado de "alternatividad penal".

4. Desmontar programas como la red de informantes y los soldados campesinos, por ser contrarios al derecho internacional de los derechos humanos.


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