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  nº 41 diciembre 03
NauFraG@s

Proclamas para la guerra social

Os Cangaceiros (1985/87).
Selección de artículos de la revista
Varios autores
Editorial Pepitas de calabaza,
2003, 199 pág., 7,5 euros

La editorial Pepitas de Calabaza (“Una editorial con menos proyección que un cinexin”) nos ofrece otro de sus preciosos trabajos. En una de sus ediciones características (por su formato, por ejemplo) y de gran calidad (por lo bonita y cuidada), nos entregan un recopilatorio de 19 textos aparecidos en tres números de la revista francesa Os Cangaceiros entre 1985 y 1987.

Retomando el nombre de los famosos bandoleros, de finales del XIX, del Sertao brasileño, el colectivo editor de dicha revista se define como un grupo “de parados–de–por–vida”, ajeno a los ambientes de la extrema izquierda, constituido y organizado, cuyos individuos parecen “actuar en nombre propio”, con contactos internacionales, con ciertos medios, que practican el vandalismo y el sabotaje. Originarios del “mundo del trabajo”, aunque sin formar parte de él, su programa es “vivir sin tiempos muertos” y la superación de cualquier forma de agitación/propaganda en su actividad.

En un tono mezcla del discurso tipo Class War (el colectivo ingles de los años 80 que tanto difundió el “orgullo de barrio obrero” y la alabanza de los disturbios) y proclama situacionista, los temas que abordan son variados: los hooligans, el tiempo de vida frente al trabajo, la ideología de la democracia (burguesa, se entiende), la izquierda, las librerías, los “errores” policiales, la violencia, la vida en los suburbios, la cárcel, los motines de presos, etc. Critican duramente a los estudiantes, por su papel reforzando el orden vigente, sobre todo a través de su movimiento de protesta en 1985-1986 en Francia (comparado al mayo 68). Y analizan los motines en las cárceles de esos años, haciendo gala de una activa solidaridad para con ellos, desde el discurso y desde el sabotaje.

Su critica tiene indudables aciertos, como la denuncia de la incapacidad de la izquierda para entender los fenómenos sociales si no es a través de los anteojos de la ideología y el filtro de lo políticamente correcto; como llamada a entender la tensión social de los suburbios y cárceles sin prejuicios, desde el lado del “explotado”; como denuncia de la alienación del salario y de la no vida del individuo aislado, frustrado, solo.

Pero es una critica que reproduce muchos de los fallos de la critica izquierdista. Desde la paranoia del complot para silenciarles (curiosamente, son las ideas con las que se abre y cierra el libro: “la censura espontánea de la gente especializada en la difusión de la palabra”), hasta la comodidad del instalarse en: “como todo es una mierda, no vale la pena hacer nada salvo destruir” –es decir, mucha estopa, pero poca alternativa concreta (cómo sacar a la gente del talego, por ejemplo)–, pasando por el supuesto papel intrínsecamente revolucionario de los “comportamientos desviados” (hooligans, jóvenes delincuentes, parados, etc.), ejemplos del innato carácter rebelde del proletariado. Pero sobre todo, esa iluminación: “no pensamos detentar una verdad universal, sino comunicarla”. Vamos, que cuando los ciegos abran los ojos, habrá revolución, sólo falta encender el interruptor.

Sin Sabores

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