logo
volver a página pricipal

  nº 41 diciembre 03


Sobre cárceles, audiencias e insatisfacciones

IJANA CABARGA
“Agradeceros que me hayáis enviado un ejemplar de MOLOTOV, como contrapunto os diré que solo he llegado a ver el sobre y el ejemplar doblado por la mitad, pues cuando lo han sacado del sobre lo han retenido y se lo han llevado sobre incluido. Me dicen que está prohibido por ser antisistema”. De esta forma comenzaba la última carta llegada a la redacción de MOLOTOV “desde dentro”, perteneciente a José Antonio Cano, preso en el aislamiento de la cárcel leridana de Ponent. Hacía referencia al número de noviembre: en sus páginas, un artículo daba cuenta de un informe de la universidad que denunciaba, entre otras irregularidades, la práctica habitual de la tortura y condiciones higiénicas y sanitarias precarias en las cárceles catalanas.

Cada mes, nuestro buzón se llena de ejemplares de MOLOTOV que han sido rechazados por las direcciones de los centros penitenciarios, los cuales casi nunca tienen la decencia de comunicarnos las retenciones ni su motivo. El periódico no llega, desaparece, se esfuma sin más en el siniestro laberinto de la administración penitenciaria.

“Cuando el poder aprieta, es que vamos por buen camino”, parezco escuchar a Sara Nieto, de “Madres Unidas contra la Droga”, con su habitual optimismo desbordante. Desde luego, en estos 41 números y casi cuatro años de quinta época de MOLOTOV hemos logrado cosas muy interesantes, consecuencia de un caminar cada vez más cargado de experiencia y conocimientos. Pero ya no es suficiente. Decir que en el interior de las prisiones del Estado molestamos a la administración es una obviedad: las denuncias y bloqueos “oficiosos” contra nuestro proyecto se cuentan por decenas. Molestamos no porque nuestra capacidad de difusión pueda poner en entredicho la imagen social de sus gestores, sino por habernos convertido en un modesto vehículo de comunicación entre las personas presas, que a la vez es un ventanuco que conecta con el exterior, un precario instrumento de movilización y un espacio de confluencia con otras personas y colectivos que se sienten parte de la misma barca de damnificados del sistema. “Modesto” porque el periódico, aunque corre como la pólvora dentro de los módulos carcelarios, solo llega a un número muy reducido de reclusos, que en su mayoría pertenecen al sector de los “más politizados”. “Precario” porque la información a menudo se publica tarde, es poco representativa y no está tan contrastada como nosotros quisiéramos: ¿os acordáis del baile de cifras de algunas huelgas de hambre contra el FIES? Hechos como este no son admisibles: sobre todo cuando lo que está en juego es la propia vida de las personas en lucha.

El nuevo proyecto que verá la luz dentro de unos meses en sustitución de MOLOTOV nacerá con el objetivo de reducir estas fallas y transformarse en una herramienta más útil y potente. Con la vocación de mejorar y seguir sumando, sin renunciar a abordar ninguna de las temáticas que actualmente pueblan las páginas de la publicación. La realidad penitenciaria, por tanto, seguirá siendo uno de los ejes centrales del nuevo periódico y la voz de las personas presas se escuchará a través de sus páginas, con más fuerza y pluralidad si cabe. El Estado español ha alcanzado ya la vergonzosa cifra de 56.000 personas presas, un 20 % más que el año pasado, siguiendo la tendencia de lugares como EE.UU., donde la industria carcelaria se ha consolidado como una de las más importantes –y rentables– del país. Con semejante panorama y en la época de la represión preventiva, donde todos somos sospechosos de terrorismo por el mero hecho de cuestionar el actual estado de cosas, ¿alguien piensa que un periódico que se dice “de los movimientos sociales” puede obviar la situación de las personas que se encuentran privadas de libertad?

Frustración
Llevo más de tres años ocupándome de los temas penitenciarios en MOLOTOV y, aunque he cosechado grandes satisfacciones (cada carta recibida de un nuevo suscriptor preso lo es) me encuentro, al igual que el resto de los nueve compas del colectivo, en un punto de enorme frustración. No solo por el eterno “quiero y no puedo” propio de los proyectos militantes, que en mi caso se manifiesta en la imposibilidad, por un lado, de mantener un contacto fluido y permanente con los suscriptores presos, con sus familiares y colectivos de apoyo y, por otro, de investigar casos y contextos y buscar voces y perspectivas diferentes (como la de las mujeres presas, tan poco frecuente en nuestras páginas). También, y sobre todo, por no haber logrado en todo este tiempo aumentar el número de ventas, el número de lectores y sostenedores del periódico. Los últimos meses, cada vez que me enfrentaba a las páginas sobre prisiones en el cierre del periódico, me preguntaba, ¿para qué este esfuerzo? ¿qué sentido tiene informar una vez al mes sobre hechos específicos de malos tratos, conducciones o huelgas de hambre de presos a una audiencia como la nuestra, compuesta por activistas y militantes de colectivos sociales y políticos? ¿qué aportan estos datos? Para una audiencia militante, como herramientas de interpretación y acción política resultan útiles los textos de análisis, y el MOLOTOV de la última época así se configuraba mayoritariamente. Pero informaciones rutinarias “de actualidad” como las citadas, imprescindibles por no tener cabida en la lógica de los grandes medios, pierden su potencial transformador ante unos receptores que saben que éstas se producen a diario, máxime cuando los datos aportados a menudo tienen una calidad realmente insuficiente.

El Salto Adelante, nombre con el que hemos denominado el proceso hacia el nuevo periódico, surge como respuesta a estas frustraciones, en la búsqueda de comunicarnos con un tipo de audiencia mucho mayor que, receptiva a nuestro discurso, desconoce que en las cárceles del Estado la tortura sigue estando a la orden del día, que la desatención médica es una constante, que los presos en FIES 1 solo tienen tres horas de patio al día…Sin renunciar a los textos de reflexión, el nuevo proyecto potenciará la información de actualidad, una información lo más rigurosa y completa posible, que en ocasiones, no tendrá otro remedio que reflejarse con códigos distintos – más comprensibles para la mayoría- a los del actual MOLOTOV. La apuesta es compleja, arriesgada, difícil pero fascinante. Y sobre todo necesaria. El viejo Molo, después de quince años, desaparece para seguir viviendo, para convertirse en un instrumento de transformación social más eficaz y consecuente.

¡Hasta la próxima! ¡Adelante!


Y en el intervalo...

Hasta el nacimiento de la nueva criatura, el proceso de debate será largo y buscará la participación de mucha gente. Los suscriptores presos y los colectivos de solidaridad no quedan al margen, por lo que desde ya os invitamos a que realicéis vuestras aportaciones, a través de los medios habituales de MOLOTOV. Por lo demás, seguiremos publicitando las cartas e informaciones que recibamos del interior de las prisiones, a través de diferentes sitios web como: Desde Dentro
y la ACP-Indymedia Madrid



subir