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  nº 41 diciembre 03

Brasil: ¿cambio tranquilo o traición a los pobres?




La victoria del Partido de los Trabajadores (PT), el año pasado en Brasil, despertó enormes expectativas en toda la izquierda del mundo y sobre todo en América Latina. Actualmente, muchas empiezan a ser las voces, entre ellas las de diputados del mismo PT, que denuncian un giro a la derecha del gobierno de Lula. Para saber más reproducimos dos visiones contrapuestas sobre este año de gobierno “petista”

Lula, ¿más de lo mismo?

COMITÉ DE APOYO AL MST DE MADRID
>> Dos han sido las principales promesas que el candidato Luiz Inazio Lula da Silva realizó durante los últimos años y que le reportaron un gran apoyo de la población: el programa hambre cero y la reforma agraria.

El primero, según balance del propio gobierno, está logrando un éxito inusitado, tanto en los logros alcanzados, reduciendo drásticamente índices de mortalidad infantil, como el apoyo recabado en la clase media y alta de la sociedad, gran sustento económico del plan. Pero según muchos analistas, la parte menos asistencial del plan, la concesión de microcréditos y programas de acompañamiento a la mera pero importante concesión de alimentos, y que actuarían de una manera más estructural, no se está desarrollando en los términos deseados. Mientras los remedios que se están poniendo para solucionar el hambre que actualmente soportan 40 millones de personas en Brasil sean totalmente asistenciales, poco se avanzará en el remedio de la actual desigualdad.

La reforma agraria
En la consecución del otro gran asunto, la realización de una verdadera reforma agraria, poco se ha avanzado. El gobierno Lula da una de cal y otra de arena en un plan que es fundamental como instrumento para combatir estructuralmente la pobreza, el hambre y el desempleo. Por un lado, Lula personalmente se compromete a la realización del Plan Nacional de Reforma Agraria para los próximos años, que prevé el asentamiento de 530.000 familias hasta el año 2006 y el gasto de 2,54 miles de millones de reales. Por otro lado, el ala más liberal de su gobierno, representado por el ministro de Hacienda Antonio Palocci, firma un acuerdo con el FMI en el que congela cualquier reforma en los impuestos, y que deja sin fondos cualquier medida a tomar en el camino de la reforma agraria. Se ahoga la Reforma antes de salir a flote.

Desde el gobierno Lula se pide paciencia, que los planes a realizar son de gran calado y se deben hacer con el acuerdo de los muchos sectores implicados, pero lo cierto es que, basándose exclusivamente en lo hasta ahora realizado en este casi año de mandato, los pasos dados en dirección contraria son numerosos. (...)

El MST
La situación de los Trabajadores Rurales sin Tierra (MST) ha empeorado en estos meses. Una Medida Provisional del gobierno que renegociaba deudas antiguas ha resultado en que la burocracia ha impedido que millares de asentados pudiesen tener acceso al crédito este año, temiendo no tener recursos para hacer la siembra, ya que el ciclo agrícola acaba en noviembre. El número de campamentos en los arcenes de las carreteras ha aumentado en este año, desde diciembre de 2002, de 50.000 familias a entre 160 y 200.000 familias acampadas. El Gobierno ha procurado censar a estas familias y ha proporcionado cestas básicas a través del programa Hambre Cero. Sin embargo, la política de asentamiento va muy lenta, siendo asentadas menos de 5.000 familias en nuevas áreas durante todo este año. La promesa del gobierno era asentar por lo menos a 60.000 familias en el primer año.

Por otro lado, continúan presos 17 militantes del MST en diversos estados de Brasil y otros 26 en prisión preventiva. José Rainha Junior, uno de los líderes más prominentes del MST, está acusado de organizar «una banda armada», acusación penada con diez años de cárcel. (...)

Bien es cierto que en términos de política internacional, el gobierno Lula ha mantenido posiciones muy contrarias a la guerra y ocupación de Irak. También la posición mantenida por parte del gobierno de Brasil en las negociaciones de las recientes cumbres de la OMC en Cancún y del ALCA en Miami, en esta última con muchas dudas sobre las nuevas negociaciones bilaterales abiertas, ha resultado en el fracaso de las tesis mercantilistas y de expansión del modelo neoliberal mantenidas por Estados Unidos.

Pero estas políticas deben de extenderse hacia el interior. Lula no es el enemigo, pero ha llegado el momento de que, si verdaderamente se quiere realizar esa transformación social, el gobierno debe abandonar la posición de “neutralidad” que él mismo dice estar adoptando. Las elites de América Latina ya han reconocido el valor de Lula. La Folha de São Paulo (29 de octubre de 2003) destacó en primera página una encuesta realizada entre las elites de seis países latinoamericanos, que escogieron a Lula como «el mejor presidente de América Latina», con un margen muy superior al de los demás presidentes neoliberales. Si de verdad se quiere acabar con el hambre, con la desigualdad de este gigante país, en esta lucha fundamental por la justicia social y los derechos humanos, Lula y su gobierno deben tomar partido por los más desfavorecidos. Si no, más de lo mismo.


Una oportunidad al gobierno del PT


ROBERTO BROWN*
>> Sin entrar a fondo en lo pertinente –o no–, de las acusaciones contra Lula por traidor y vendido, vertidas desde sectores de la extrema izquierda, esos que tras su victoria ya se imaginaban un nuevo Allende portador de valores revolucionarios que Lula no tiene, hay una serie de hechos a considerar antes de jugarle.

El particular contexto brasileño
Brasil es casi un continente, lleno de contrastes y desequilibrios de todo tipo. Tiene la peculiaridad de que la mayor parte de sus 160 millones de habitantes y de su actividad productiva, sobre todo la más modernizada, se concentra en una franja de unos 200 km. a lo largo de toda la costa, frente a un interior del país bastante deshabitado, atrasado y olvidado. De hecho, la mayor parte del tejido industrial, que hace de Brasil la octava potencia industrial mundial y la primera de América Latina, se concentra en muy pocos estados (algo parecido a las autonomías, pero con muchísimo más poder e independencia del poder federal): Río Grande do Sul, en el cinturón de la megametrópoli que es Sao Paulo, y Río de Janeiro. Tampoco hay que olvidar que los 500 años de historia de esta joven nación se han edificado sobre la explotación más salvaje de los “pobres”, lo que ha producido unas oligarquías muy poderosas, aunque divididas entre sectores con intereses contrapuestos y enfrentados: los latifundistas, la burguesía industrial nacionalista, el sector “globalista” (cuyos intereses dependen de los de las multinacionales)...

Lula ha ganado unas elecciones presidenciales, pero el PT no ganó en todos los estados ni poderes locales, ni siquiera en los estados o ciudades más importantes, como Sao Paulo o Río de Janeiro, espacios de poder muchas veces enfrentados con el gobierno lulista. Pero tampoco el PT ha obtenido la mayoría absoluta, lo que no le ha dejado más salida que pactar con otras fuerzas políticas, nada comprometidas con la justicia social. Sin olvidar que muchos han votado a un símbolo, Lula, más que a una opción política claramente asumida.

La base electoral del PT
De hecho, la base electoral del PT se concentra en el proletariado industrial del estado de Rio Grande do Sul, en las bases del MST, en los movimientos sociales (indígenas, sin techo, de mujeres, de orgullo negro, etc.). Pero no tiene detrás a todos los y las “desfavorecidas”, sino a sus vanguardias más conscientes y organizadas. Vanguardias muy numerosas para un observador occidental, pero con un muy relativo peso social –que no político– a nivel nacional.

Con estos márgenes para la intervención, ¿qué posibilidad de cambios “revolucionarios” tiene Lula (que no es un revolucionario, hay que recordarlo, sino un antiguo sindicalista)? U opta por la toma del poder y un gobierno autoritario hasta limitar el poder de las elites, en una dirección parecida a la cubana, lo que hoy por hoy, significaría la guerra civil y la derrota; o tiene que ir despacio, pactando para no asustar. Sobre todo, cuando el precedente de Chávez y la reacción norteamericana dejan claro el espacio de maniobra que le dejan los EE.UU.

Es en ese marco que hay que entender su relación con el FMI: el gobierno saliente de Cardoso, con la firma de un acuerdo con dicho organismo internacional antes de dejar el poder, le ató las manos y le impuso unas directrices, que ahora mismo están siendo renegociadas. Lula se está construyendo, laboriosamente, unas bases para poder incidir.

En cuanto a la represión contra la militancia del MST, convendría aclarar que la realizan el corrupto poder judicial y las policías de los diferentes estados, donde el PT no tiene el poder. Cierto que el gobierno federal podría ayudar a acelerar la reforma agraria, pero atribuirle la represión contra el MST es injusto, sobre todo cuando, públicamente, los lideres del MST siguen apoyando a Lula.
Por último, nos queda el asunto de la soja transgénica. Lula en persona ordenó la aprobación de una Medida Provisional (MP) autorizando la plantación de transgénicos hasta el 31 de diciembre de 2004. Esto provocó una pequeña rebelión en el PT, visibilizada a través de la renuncia a su escaño de diputado del PT, de F. Gabeira, antiguo dirigente guerrillero transformado en líder ecologista, una de las figuras más respetadas, por su honestidad y coherencia, de la izquierda brasileña.

Brasil es uno de los mayores productores de soja, que se destina principalmente a la exportación. A nivel mundial, el mercado de la soja está totalmente dominado por la soja transgénica, salvo Brasil, que se vanagloria de producir soja no genéticamente manipulada. A primera vista, la decisión de Lula es un retroceso. El problema es que la producción brasileña de soja se concentra en el estado de Rio Grande do Sul, en granjas idénticas a las norteamericanas: grandes extensiones de tierra, fuerte mecanización, uso intensivo de tecnologías, etc., en las que importantes propietarios agrícolas han introducido, ilegalmente, cultivos de soja transgénica. Como no están declarados, no se sabe ni qué zonas están contaminadas con soja genéticamente modificado, ni quién la cultiva. La actual moratoria gubernamental, al condicionar la posibilidad de exportar o vender soja transgénica a que este declarada e identificada la explotación, permitirá que salgan a la luz las zonas “contaminadas” y quién las contamina. Así que, para juzgar si esta decisión es un paso atrás, habrá que esperar a ver si se mantiene o se levanta la moratoria.

* Simpatizante del PT

 

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