logo
volver a página pricipal

  nº 40 noviembre 03
NauFraG@s

No confundir niños con adultos

Contra el trabajo infantil
Philippe Godard
Virus editorial, septiembre 2003, 88 pág., 4,50 euros

En 1979, en todo el mundo había unos 56 millones de niños trabajando. Pese a las campañas para erradicarlo, en 2000, son 250 millones, el 61% de ellos, asiáticos. Frente a estos espectaculares datos, Godard pretende con este folleto abrir una reflexión en los movimientos transformadores. Para ello, pone los medios para el debate. Aporta definiciones del problema: qué es un niño; qué es el trabajo infantil (cuando las tareas realizadas no son cualificadas y no dependen del aprendizaje, el empleo del tiempo no permite al niño ir regularmente a la escuela ni jugar según sus deseos y necesidades, el trabajo esta infrarremunerado y es un trabajo en el que el niño compite con los adultos); cuáles son los actores del drama, sus causas y su dimensión.

Parte del planteamiento de que en la sociedad actual, ¿qué otra elección tienen los niños sin recursos, que robar, mendigar, prostituirse o trabajar? Y en esa tesitura, “el trabajo es la menos mala de las soluciones, y es importante decir que no nos oponemos a los niños que trabajan, sino que lo hacemos a la sociedad de los adultos que les obliga a trabajar para sobrevivir”. De ahí, el autor repasa la lista de los argumentos que se esgrimen para justificar la explotación de los niños: “siempre ha sido así”, “hay que ilegalizarlo/prohibirlo”, “es una forma de inserción social o de aprendizaje”, etc., desmontándolos, aportando así conceptos y argumentos para entender la complejidad del trabajo infantil (con multitud de facetas y dimensiones), con el fin de que no se intente parchear desde la inmediatez.

En este repaso critico, no se quedan fuera de sus dardos casi ningún espacio: las ongs, las instituciones internacionales (bienpensantes o no) como UNICEF, los marxistas, la izquierda, los estados... Muchas cosas para tan pocas páginas. Lo que deja el tema de las soluciones que defiende el autor a un nivel de propuestas bien intencionadas, pero genéricas; la fundamentación de algunas cosas está por desarrollar, cojean bastante algunas afirmaciones; y a veces, un regustillo de superficialidad.

Esto no quitan que Godard sacuda o rompa algunos esquemas y nos empuje a reflexionar sobre el mundo de los niños, radicalmente diferente al de los adultos.

Roberto Carlos
subir