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  nº 38 septiembre 03
NauFraG@s

El movimiento antiglobalización visto por una de sus partes

El movimiento antiglobalización en su laberinto. Entre la “nube
de mosquitos” y la izquierda parlamentaria
VVAA
Editorial Catarata, 247 pág.,
2003, 12 €

El colectivo editor de esta obra colectiva es el Centro de Análisis y Estudios Sociales (CAES), normalmente uno de los centros generadores y difusores de pensamiento fuerte o duro desde una perspectiva anticapitalista: análisis serio, riguroso, fundamentado y con coherencia interna. Es también uno de los espacios dinamizadores del movimiento antiglobalización desde sus inicios. Es decir, saben de lo que hablan (otra cosa es que estés de acuerdo o no). Por ejemplo, ese esfuerzo constante en relacionar las grandes líneas de intervención neoliberal a nivel mundial, con su despliegue en la Unión Europea (UE) y su aplicación en el estado español.

Pero esa veteranía tiene el inconveniente de que ahora no dicen nada muy nuevo, ya que sus líneas fuertes, su discurso ya ha salido en el movimiento, por lo menos en Madrid.

Dividiría el libro en dos partes bien diferenciadas. La segunda tiene varios autores, enfoques y calidades. Aborda el cambio en lo referente a las libertades públicas con la enumeración de los diferentes avances represivos en la UE (la Euroorden, la Europol, etc.) y el particular desarrollo de estos “avances” en el estado español, con el banderín de la lucha antiterrorista.

Sobre alimentación y agricultura, la autora despliega un documentado e interesante análisis de cómo la lógica del capital subsume los derechos alimentarios, de la PAC y plantea, acertadamente, los límites de las luchas campesinas y ecologistas tal como parte de las organizaciones de izquierda las fundamentan.

En cuanto a la educación, hay una reflexión en torno a lo que significa la ley de Calidad de la Enseñanza, y lo que esta tendría que ser, invitando a la unión de afectados e interesados en frenar su degradación.

Sobre feminismo, se disecciona cómo es entendido el asunto del género desde los organismos internacionales, el problema del reparto del trabajo no asalariado (lo que gira en torno de la reposición de la fuerza de trabajo) y del empleo; y se define la necesidad de una ética del cuidado frente a la tradicional ética burguesa de la justicia formal. Ética asumida por buena parte de la izquierda.

Y por último, en lo referente a salud, los autores repasan los modos de implementar las políticas neoliberales y los fallos del sistema de salud vigente en el estado, para acabar con los planteamientos necesarios para la defensa de un servicio de salud público digno.

La segunda parte del libro tiene un solo autor, y una doble dimensión. Por un lado, aporta el contexto (qué es la globalización, qué es el euro, etc.) y le mete un viaje bien necesario al modelo sindical vigente y a su concepción del progreso y de la economía.

Por otro lado aborda una dimensión política muy polémica: explica el movimiento antiglobalización, en Madrid. Repasa lo que han sido las protestas (más bien, su organización) durante el semestre en que la UE fue dirigida por el gobierno español, llegando hasta las movilizaciones contra la guerra, pergeñando un panorama nada halagador. Y si el diagnostico es asumible -aunque sea por obvio: se parece demasiado a un campo de batalla, no lo es ni la forma, ni el fondo.

Aprovechar para resolver rencillas y desahogar odios, en un libro que pretende apoyar “una forma de pensar y actuar” que se legitime “por sus propias virtudes y no por los vicios de los demás”, está de más, máxime cuando se roza el insulto personal. Sobre todo cuando el quintacolumnista es un antiguo compañero de viaje. Una cosa es plantear los errores y límites, destapar la pobredumbre, marcar las diferencias reales; y otra plantear que los aciertos son de todos, pero los fallos sólo de los demás. Especialmente, cuando por el relato de las trapisondas se evidencia que ni se estaba lejos, ni se dijo lo de ahora. La necesidad de claridad, de asumir las responsabilidades de los errores no se puede confundir ni ser la excusa para desempolvar los vicios de la vieja izquierda: la pelea por la propiedad privada de la revolución, el señalar sólo –aunque se pueda acertar- los defectos ajenos y no reconocer los propios, confundir la parte (yo) con el todo... Eso ya sabemos que no da una visión del conjunto. Si es así como se usa la inteligencia política para gestionar el reverso tenebroso de la diferencia (el otro es también un problema, además de un posible compañero), es comprensible que el panorama, en Madrid, sea el que es. Lástima que esta deriva semiinsultante empobrezca un obra colectiva de esta enjundia.

Fernán Chalmeta

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