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  nº 36 junio 03
desde dentro


Sobre la dispersión de las personas presas y el (mal)trato a las familias en las visitas

Una de las reivindicaciones básicas de las personas presas y de los organismos de derechos humanos en el estado español es el cumplimiento de las penas en cárceles cercanas a los lugares de origen o arraigo de l@s reclus@s. Desde hace años, el gobierno emplea la dispersión carcelaria de manera sistemática como forma de castigo, cebándose especialmente con el colectivo de pres@s polític@s y con l@s intern@s más “rebeldes”. Esta situación supone una carga durísima para los familiares, que cada fin de semana deben recorrer cientos de kilómetros para poder comunicar unos minutos con l@s suy@s, a menudo con el añadido de un trato humillante por parte de l@s carceler@s. El relato de Ester Rollón, compañera de Óscar Díaz Manso (madrileño que cumple condena en Zuera, Zaragoza) es solo un botón de muestra de esta situación:

“El pasado 7 de marzo l@s carceler@s de la prisión de Zuera me obligaron a pasar repetidamente por el detector de metales cuando tengo una orden dictada por el subdirector de seguridad para no pasar ya que estoy embarazada y las radiaciones son perjudiciales. Pitaba el aro del sujetador y les dije que salía, lo dejaba en la taquilla y volvía a pasar, pero no me dejaron.

“Me provocaron, se echaron encima de mí y la funcionaria, Rocío, excediéndose en el cacheo me toqueteó, llamó al resto de carceleros y me negó la entrada porque según ellos ocultaba algo. No llevaba nada, simplemente me negué a quitarme el sujetador delante de ellos y a permitir las diversas humillaciones a las que querían someterme.

“Tras tres horas esperando que el jefe de servicios saliera para hablar conmigo, se negó. Un tal Jesús, ex carcelero de Daroca, estuvo durante ese tiempo haciendo que le llamaba sin ser verdad y vacilando, además de amenazándome y provocándome para que les insultara y así no me dejarían entrar en la vida, como tuvo la cara de decirme. Aunque no entré en su juego absurdo han conseguido quitarnos las comunicaciones de este mes porque según ell@s les insulté y les llamé fascistas. No lo hice, pero desde luego son fascistas, eso no lo dudo.

“La cosa, como podéis imaginaros no quedó ahí y no pararon hasta [casi] hacerme abortar, teniendo que ingresar en el hospital con amenaza de aborto y sangrando durante días. Afortunadamente nuestro hijo está bien, pero han estado a punto de matarle. (…) Sobran los comentarios porque son tan rastreros y miserables que no tendría folios para expresaros la rabia y el odio que siento cada vez que pienso en lo que han hecho y es algo en lo que pienso día a día y a cada segundo porque no se puede olvidar.

“Ese mismo día a Óscar le esposaron de pies y manos durante toda la noche y le impidieron realizar llamadas telefónicas, por lo que se le ocultó lo que había pasado”.

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