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  nº 35 mayo 03

Not with my brain!



Durante los días 27 al 30 de marzo tuvieron lugar las jornadas “Propiedad intelectual: nueva frontera entre el poder y el saber”, entre el Centro Social el Laboratorio y la Casa Encendida, en Madrid. Los encuentros reunieron a gente de diversos ámbitos para hablar sobre derecho a copia, libre circulación del saber, las fuentes de la creación colectiva, etc.; cuestiones que cada día cobran mayor importancia dados los esfuerzos del capital por extender cada vez más la privatización al campo de las ideas, los saberes y conocimientos. Durante las jornadas se pudo escuchar y debatir con gente que participa en proyectos como Creative Commons, Sapienza Pirata, Proyecto Software Livre de Porto Alegre, Rekombinant o Autonomía Situada.

A continuación podéis leer la ponencia de Franco Berardi, Bifo, escritor y activista del proyecto Rekombinant.
Para saber más sobre dichas jornadas pincha aquí

FRANCO BERARDI, BIFO
>> Millones de personas protestan por las calles contra las políticas guerreras de los grupos dirigentes occidentales. Estos grupos dirigentes han devastado la sociedad y el medioambiente con las políticas hiperliberales y hoy tratan de salir de la crisis económica, provocada por ellos mismos, con la guerra. Se han equivocado en todo, están desesperados, y su consenso se deshace por momentos. El movimiento que lucha contra la guerra es la continuación del movimiento que desde hace años lucha contra el liberalismo capitalista, y ahora debe encontrar una perspectiva que vaya más allá del pacifismo y del rechazo de la guerra para segar sus mismas raíces. Estas raíces se encuentran en las políticas liberales antisociales que tienen como objetivo la privatización de cada espacio público, de la inteligencia colectiva y de sus frutos. Por ello existe una continuidad directa entre la lucha contra la guerra y la lucha contra la privatización de los productos del saber colectivo.

El horizonte que se abre con la crisis de consenso hacia la guerra es amplio: dentro de dicho horizonte debemos afirmar prácticamente la autonomía de la inteligencia colectiva en relación al beneficio privado de capital. La crítica de la apropiación privada de los productos del saber colectivo es, por lo tanto, hoy, absolutamente estratégica, central, en la creación de una cultura y de una política de los movimientos.

La propiedad privada ha sido uno de los dogmas del capitalismo moderno. ¿En que se basa el dogma? Como dice John Locke, el primer pensador moderno que sistematiza el derecho de propiedad, ese dogma se funda sobre dos consideraciones: la propiedad privada es necesaria para salvaguardar la exclusividad del consumo de bienes escasos y es útil para incentivar la investigación. Estas dos consideraciones han vuelto inatacable el régimen de la propiedad privada durante la época industrial. Sin embargo, hoy vemos que estos dos puntos tienden a perder valor, al afirmarse la forma cognitiva y replicable (es decir que no se consume) de la mercancía y con la difusión de la forma cognitiva y reticular de la producción.

Cuando tratamos con bienes de carácter informativo podemos hablar del carácter “inconsumible” de la mercancía. Como dice John Perry Barlow: “la información no se parece a las mercancías físicas. Si tengo una tostadora y te la vendo, ya no la tengo. Solamente tu prepararas tostadas, yo no. Si tengo una idea y te la vendo, la tengo todavía. Y no sólo no pierde valor para mí, sino que se puede pensar que adquiere valor para ambos.” (J.P. Barlow: “Intellectual Property, information age”, in Copy fights, pág. 38, Inst. Cato, Washington, 2002).

La crisis del principio propietario está causada ante todo por este nuevo estatuto (inmaterial, replicante y que no se consume) de la mercancía. De hecho, como bien sabemos, para las grandes corporaciones que aplican intensivamente el trabajo cognitivo y que producen bienes con alto contenido de saber, como las corporaciones de la informática, de la música, del vídeo, de la farmacología, de la biotécnica, cada vez se vuelve más difícil imponer el respeto de la propiedad, porque ya no es necesaria la exigencia de garantizar la exclusividad del consumo. Deben, por lo tanto, recurrir a la represión, a la violencia, a la coerción, para poder imponer una privatización que ya no tiene fundamento.

Además existe un segundo aspecto del problema que no es menos importante. La privatización está justificada sobre la base de la necesidad de estimular la innovación a través de la competencia, la competencia con vistas al enriquecimiento. Esta justificación parece debilitarse cuando la producción adquiere un carácter cognitivo y reticular. De hecho, dentro de la forma reticular y con vistas a la innovación, el modelo competitivo no siempre es el mas funcional, mientras el principio cooperativo tiende a adquirir una creciente potencia.

Tomemos como ejemplo la cooperación social de GNU/Linux, que deriva de la aplicación de un principio no competitivo, concretizado gracias a la red, cuya potencia innovadora es superior al modelo privado. El dogma liberal según el cual sólo la competencia económica puede apoyar la innovación y la investigación olvida que existen gratificaciones que no se reducen a la economía y que la generosidad (es decir, la conciencia de no ser individuos aislados sino que pertenecen a un genero) puede movilizar, dentro de condiciones especificas como la red, los procesos de innovación. Por el contrario, la fijación competitiva puede llevar a reducir la productividad y la innovación, dado que en ciertas condiciones puede ocultar o pervertir la potencialidad innovadora del saber.

Es por ello que el principio de propiedad privada aparece debilitado en relación con la evolución de la tecnología y la evolución cultural.

En los últimos años hemos asistido a la crisis del sector de la new economy y, en segundo lugar, hemos asistido al ataque político de los sectores de la old economy que se pueden identificar sobre todo con los ciclos productivos de la industria militar y petrolera. Esto no significa que exista una crisis o un retroceso de la net economy, de la infraestructura de red. La cuestión sustancial es otra: la net economy crea condiciones para desarrollar formas sociales de tipo post-propietario: éstas han podido desarrollarse gracias a una alianza entre trabajo cognitivo y capital financiero. Desde que las secciones reaccionarias de la old economy se aliaron con los sectores monopolísticos de la net economy (para simplificar: desde que George W. Bush se alió con Bill Gates) lo que se ha confirmado no es tanto un retraso de la net economy, como un ataque político y social contra las posibilidades de desarrollo de las formas sociales post-propietarias y un ataque al crecimiento social del trabajo cognitivo. Los dos millones de despidos en el sector de la net economy americana y el derrumbe del ejército de las puntocom deben verse como un proceso paralelo a la tentativa de imponer un dominio monopolístico sobre la economía de red y a la tentativa de imponer un dominio petrolero-militar sobre la economía en su conjunto.

Sin embargo, la crisis vertical del consenso en torno a las políticas militar-liberales que se han desencadenado durante estos últimos meses, vuelve a abrir completamente el juego y ahora nuestra tarea es transformar la crisis del consenso a la guerra en autonomía del trabajo cognitivo en relación con el dominio del capital. Esto no nos tiene que conducir a restaurar modelos de tipo dialéctico-historicista de abolición del capital. Debemos volver a considerar la cuestión de la alternativa socio-económica. La net economy (producción cognitiva), aunque nazca en el interior del modo capitalista de producción, lleva los términos de la relación de producción hacia la crisis del modelo propietario. El carácter concreto del modelo productivo y de la socialidad productiva va mas allá de las formas reguladoras de tipo capitalista-propietaria. El modelo propietario ya no funciona. El robo, la mentira, la violencia, difundidas en la economía mundial en los últimos años, son comportamientos relacionados con la ineficacia de la regulación propietaria de la dinámica productiva. Sólo liberando las formas sociales que la net economy hace posibles, sólo reduciendo el espacio de la privatización y valorizando las formas de cooperación no competitiva y no propietaria, podemos construir una nueva regulación del proceso productivo social.
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