Timor Oriental

 

AHORA TIMOR

Las imágenes de la violencia de los paramilitares indonesios en Timor han tomado el relevo a las de Kosovo. La pequeña excolonia portuguesa, que ocupa la mitad de la isla de Timor, ha padecido y padece el terror de quienes les invadieron y no quieren dejarles vivir en paz. Hace años leí un estudio de Noam Chomsky sobre Timor Este y la desvergonzada imposición de Indonesia. Hablaba de las virtudes de un país con un sistema social en donde lo comunitario no había caído ni en la destrucción capitalista ni en la degeneración autotitulada comunista. Pero, ya se sabe, Chomsky no es santo de devoción de la propaganda oficial. De este modo se ha establecido el cliché de genial lingüista pero con un componente de ingenuidad e infantilismo en su crítica social que lo descalificaría más allá de su disciplina teórica. Un ser esquizofrénico con una parte positiva y otra negativa. Y, así, se le ha negado el pan y la sal en todo lo que atañe a su juicio sobre lo desbaratado que está este mundo y lo culpables que son los EEUU en dicho caos. Y, naturalmente, no se le ha perdonado que recordara, por continuar con Timor, que mientras Indonesia reprimía el territorio en cuestión exterminando a los opositores a Suharto, las inversiones norteamericanas y los intereses llamados geopolíticos hicieron del dictador un aliado ideal. Por eso, es todo un acto de cinismo llorar por los timoreses desde la indiferencia o el olvido de las causas que hacen de ellos esa especie de seudopoblación con la que se puede jugar al juego macabro de la muerte. Chomsky, por otra parte, no suele hablar desde la lejanía intelectual o reuniendo frases más o menos brillantes sino que acompaña sus análisis con una considerable acumulación de datos confirmados. En este sentido, y dicho sea de paso, contrasta el trato dado al lingüista con el que recibió el siempre premiado Popper. De Popper se ha dicho que su genio abarcaba tanto la filosofía de la ciencia como una aguda percepción de los mecanismos democráticos y de los peligros totalitarios que los acechan. En realidad tales análisis son un catálogo bien expuesto de vulgaridades si se estudian con objetividad y desapasionamiento. Volvamos, en cualquier caso, a Timor. Ahora toca lamentarse por sus desgracias como si se les hubiera descubierto como por arte de magia, sin pasado alguno conocido a no ser la bota feroz de Indonesia y sus paramilitares. Ahora se nos intenta sensibilizar ante el abandono, el genocidio ( por lo que sabemos se trata, efectivamente, de un caso en el que el concepto de genocidio se debe aplicar en todo su rigor ), la pesadilla de propios y extraños, el dominio brutal sobre un inofensivo pueblo. Dije antes que hemos pasado de Kosovo a Timor. Para ser más exacto, nos han pasado de Kosovo a Timor Oriental. Pero, ¿por qué olvidar a los serbios expulsados, maltratados o asesinados en las últimas semanas muchas veces a manos de la mafia?. ¿O a tantos gitanos del mismo territorio que están corriendo la misma suerte?. Otro caso en el que un pueblo está a punto de desaparecer del mapa. La maquinaria internacional decide, sin embargo, en dónde hay que posar la mirada, qué es aquello por lo que se debe llorar. No habría nada que preguntar, no habría nada que recordar, sino simplemente seguir el impulso que, según los acontecimientos, ha sido decretado. Da la impresión de que se ha tergiversado hasta la parodia el sabio consejo del filósofo Spinoza: no gesticular sino comprender. Por eso, los que siempre defendimos la autodeterminación de los albano-kosovares nos acordamos de los serbios ( ¿dónde están, por cierto, aquellos que tanto se estrujaron el cerebro para defender lo indefendible de la OTAN?). Y, por eso, los que siempre estuvimos de parte de los timoreses ( quien esto escribe recuerda un programa televisivo de hace unos quince años en el que casi se le mandó callar porque habló de Chomsky y de Timor ) nos negamos ahora a que nos inviten a ser tiernos con lo que allí sucede. Queremos, más bien, continuar con el dolor fuerte de antes y mirar sin pestañear hacia aquellos que han sido, en buena parte, la causa de estos males.

Javier Sádaba