PERIODICO ANARQUISTA |
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SECCIONES
DOCUMENTOS DE LA
INTERNACIONAL DE
FEDERACIONES ANARQUISTAS
(I.F.A.)
Desde que las maquinaciones del bloque autoritario en el seno de la Asociación
Internacional de los Trabajadores dieron al traste con los anhelos revolucionarios
y emancipadores de la clase obrera mundial, los antiautoritarios de todas
las latitudes han intentado coordinar sus esfuerzos para abatir el sistema
social existente de dominio y explotación.
En 1872, delegados de varios países se dieron cita en Saint-Imier para
celebrar un congreso que fijaría las líneas de acción
del anarquismo social y revolucionario: organización al margen de la
política burguesa, mediante la solidaridad de la acción revolucionaria;
todo poder político presuntamente revolucionario es falso, por tanto
hay que ir a la destrucción de cualquier clase de poder político;
pacto de solidaridad, amistad y apoyo mutuo; la sociedad ha de fundarse en
el trabajo y la libertad: libre organización del trabajo contra las
tiranías política y religiosa; todo Estado es injusto y tiránico
y debe ser sustituido por la libre federación de los grupos productivos
fundada en la solidaridad.
En el mes de julio de 1881 se celebró en Londres el que sería
el primer congreso anarquista internacional. Asistieron delegados de Africa,
América, Asia y Europa en representación de alrededor de 50.000
militantes anarquistas. Es un congreso clandestino. Se `parte de los acuerdos
de Saint-Imier y se trata, fundamentalmente, de dos asuntos: la violencia
revolucionaria y la creación de una organización internacional
específicamente anarquista. Si bien se llegó a crear un organismo
relacionador, la oleada de represiones gubernamentales desatada en la época,
impidió la celebración del congreso que daría carta de
naturaleza a la internacional anarquista.
Hasta 1907 no se pudo reunir otro congreso. Fue celebrado en Amsterdam durante
el mes de agosto. Convocados por los grupos belgas y holandeses, acudieron
delegados de América, Asia y Europa. Se habló, sobre todo, de
sindicalismo y de organización anarquista. Se tomaron decisiones muy
flexibles, con las que quedaba clara la realidad del anarquismo en sus diferentes
facetas. Se perfilaron dos grandes corrientes: la que daba a la acción
sindical preponderancia sobre las demás acciones a emprender y la que,
sin quitar importancia a la acción obrera, declara que ésta
es un medio para llegar a la anarquía, nunca un fin en sí misma.
Hubo unanimidad, en cambio, a la hora de afirmar que anarquismo y organización
son ideas complementarias. Se llegó a la creación de la internacional
anarquista con una oficina de relaciones, con sede en Londres. Esta oficina
desarrolló su trabajo durante unos años. Tras la Primera Guerra
Mundial y el estallido de la Revolución de Octubre en Rusia, hubo otras
reuniones internacionales. Su corolario fue la reactivación en 1922
de la Asociación Internacional de los Trabajadores, heredera de la
Primera Internacional y del Congreso de Saint-Imier. Diseñada como
internacional del sindicalismo revolucionario (anarcosindicalismo), su actividad
llega hasta nuestros días.
En plena Guerra Fría se llevaron a cabo otros intentos de organización
internacional estable. El congreso de Londres, celebrado el verano de 1958,
reactiva las relaciones internacionales y, por medio de un boletín
interno de aparición frecuente, se intercambian opiniones entre las
diferentes federaciones anarquistas. De esta forma se organizará el
congreso de Carrara de 1968.
Marcado por la explosión del movimiento juvenil y por la represión
desatada tanto en el bloque capitalista como en el soviético, este
congreso supondrá el inicio de una organización universal estable:
la Internacional de Federaciones Anarquistas. Además de los estatutos
de dicha organización, el congreso debatirá sobre una serie
de asuntos: movimiento obrero, revoluciones del siglo XX, bloques imperialistas,
religiones, economía revolucionaria
Las bases ideológicas
y orgánicas para el trabajo internacional estaban aseguradas.
Las federaciones anarquistas se vuelven a dar cita en París en 1971.
Si bien en este congreso no se llegó a conclusión alguna, los
debates resultaron reveladores de la problemática por la que atravesaba
el movimiento anarquista.
En 1978, y de nuevo en la ciudad de Carrara, se celebra otro congreso. De
él salen interesantes acuerdos sobre bases ideológicas, cuestiones
científicas en relación con la revolución, el movimiento
estudiantil, el terrorismo y el marginalismo.
París será otra vez, en el otoño de 1986, sede de un
nuevo congreso. Se debatió sobre los problemas del momento: luchas
de liberación nacional, política de bloques, militarización
y se trazaron las perspectivas de transformación social y lucha anarquista.
En Valencia, en 1990, un congreso analizará la situación mundial
y tomará un acuerdo sobre la posición de los anarquistas en
el movimiento obrero, además de debatir cuestiones de organización
y redactar un nuevo pacto asociativo de la I.F.A.
El, hasta la fecha, último congreso, se celebró en Lyón
en 1997. Allí, entre otras cuestiones, se analizaron los mecanismos
de dominación y explotación mundiales.
Hemos seleccionado una serie de documentos de estos seis últimos congresos,
los propios de la I.F.A. El criterio ha sido elegir textos que sean idóneos
en las luchas actuales. No queremos decir con esto que los que aquí
no aparecen carezcan de utilidad; en absoluto. Simplemente han sido superados
por los acontecimientos o por otros acuerdos posteriores. Por idéntica
razón, hemos suprimido algunos párrafos de los acuerdos publicados.
En cualquier caso, que nadie pretenda encontrar en estos textos recetas magistrales.
Los congresos anarquistas internacionales no determinan ninguna línea
fija y obligatoria. Son reuniones donde todo el mundo aporta cuanto sabe y
los acuerdos se toman por unanimidad.
BASES IDEOLOGICAS DEL ANARQUISMO SOCIAL,
ORGANIZADOR Y REVOLUCIONARIO
El Congreso Internacional de Federaciones Anarquistas, confirmando la posición
histórica del movimiento anarquista organizado, tomada en la Conferencia
de Saint-Imier, y las resoluciones del Congreso de Carrara de 1968, tomando
en consideración las aportaciones de las Federaciones y de los grupos
anarquistas adherentes a la I.F.A., considera, después del estudio
sobre las bases ideológicas, tácticas y de organización
establecidas por nuestros teóricos (Bakunin, Kropotkin, Malatesta,
Rocker y otros) históricamente confirmadas por las experiencias de
las luchas sociales y revolucionarias de los pueblos y los trabajadores, particularmente
por la Comuna de París, la Revolución rusa y la Revolución
española, son valederas y de actualidad.
Estos principios son los siguientes:
- Negación de toda autoridad y de toda clase de poder.
- Negación de la jerarquía.
- Negación de las leyes jurídicas.
- Libertad, igualdad, solidaridad, justicia social, pacto libre, libre iniciativa,
ateísmo, antimilitarismo, internacionalismo, descentralización,
autonomía, federalismo, autogestión y comunismo libertario.
La negación de la autoridad y de toda clase de poder es el principio
esencial y el signo distintivo del anarquismo y del movimiento anarquista.
Los otros principios libertarios resultan de esta negación de la autoridad
y del poder.
El poder asume tres formas distintas en la sociedad actual:
- Poder económico representado por la propiedad y por el capital.
- Poder político expresado por el Estado, los partidos políticos
y los grupos de presión.
- Poder espiritual y moral ejercido por las religiones y las iglesias, igualmente
por todos los organismos e instrumentos de información, de educación,
de instrucción, de orientación y de dominación espiritual,
cultural y moral.
El poder, toda clase de poder, se traduce por la explotación del hombre
por el hombre y por la opresión del hombre por el hombre, opresión
y dominación material, espiritual, moral y también física.
Estas tres formas de poder están orgánicamente ligadas entre
si y a los privilegios que condicionan su existencia y de los que, a su vez,
derivan.
Por esta razón la posición social y revolucionaria del anarquismo
se expresa por la lucha irreductible contra todo privilegio, para la igualdad,
asegurada por la posesión social de las riquezas naturales, de los
medios de producción, de transporte, de intercambio y de reparto de
los productos frutos del trabajo colectivo, por la autogestión de la
vida social, política, económica y cultural.
La libertad, condición imprescindible para el funcionamiento normal
de todo organismo social y sano; la solidaridad garantizando la fuerza por
la unión y la justicia social: principios únicos de una verdadera
moral, determinan la estructura realmente viable de la futura sociedad libre.
Los principios del anarquismo no sufren cambio alguno, afirman la incompatibilidad
del anarquismo con el marxismo, ya sea éste dogmático o no,
ya que no cuestiona la cadena lógica del pensamiento que, partiendo
de la teoría conduce a la practica o al reconocimiento del poder estatal,
así como todas las teorías autoritarias representadas bajo una
forma liberal, estos principios básicos del anarquismo reafirmados,
reconocemos la posibilidad de efectuar un nuevo análisis anarquista,
siguiendo las condiciones socio-económicas contemporáneas.
Este análisis, concebido como crítica anarquista y no como crítica
al anarquismo, puede enmarcarse en el cuadro siguiente no limitativo: análisis
diferente del siglo XIX, estimando la función actual del Estado, de
la composición y de las relaciones entre las clases, de la evolución
de la ciencia y de su vulgarización, la función de esta última
en el refuerzo de la alienación, de la utilización de medios
de comunicación de masas por el Estado y los partidos políticos,
de formas alternativas tendentes a transformar la vida cotidiana.
La realización, la edificación y funcionamiento armonioso de
esta sociedad, no puede ser sino la obra de los hombres directamente interesados,
es decir de los individuos que por su situación social o por motivaciones
de carácter ideológico, son solidarios con la clase trabajadora.
A la hora de escoger los medios de realización de las aspiraciones
a la emancipación total del hombre, el anarquismo social rechaza el
parlamentarismo y el reformismo. La emancipación social no podrá
ser alcanzada mas que por la acción directa sostenida que conduce a
la revolución social, es decir la transformación radical de
la sociedad y de todas sus estructuras.
La espontaneidad revolucionaria es un fenómeno natural y necesario,
pero una de las condiciones esenciales para la realización de la meta
final es la existencia de organización revolucionaria antes y durante
la revolución.
Esta necesidad exige la organización de fuerzas ideológicas,
la creación de grupos libertarios, territorialmente federados, nacional
e internacionalmente, de igual forma que la organización de los trabajadores
por ellos mismos, en la empresa, el taller, por profesiones y ramos de producción,
así como territorialmente a todos los niveles.
EL ANARQUISMO Y EL MARXISMO ANTE LA PRUEBA DE
LA EXPERIENCIA REVOLUCIONARIA DEL SIGLO XX
Preliminar. - El desarrollo del tema, tanto en sus aspectos analíticos
como en los críticos, reclamaría un volumen y una extensión
que necesariamente habrían de rebasar los limites prudenciales de un
estudio-dictamen sometidos a discusión y elaboración colectiva
en un comicio anarquista.
Nos ceñiremos, pues, a algunos puntos que consideramos interesantes
y esenciales, por varios conceptos, situando el problema del anarquismo y
del marxismo y, por ende, del marxismo-leninismo, tras análisis, teniendo
en cuenta las realidades de nuestro siglo, de la experiencia de las revoluciones
más importantes habidas en su transcurso y hasta nuestra fecha, e intentaremos
hacerlo de la manera más objetiva y sin detenernos largamente en honduras
de disquisiciones doctrinales, filosóficas e ideológicas.
El marxismo, desde Marx a nuestro tiempo, ha sido presentado por sus exégetas
con varias interpretaciones novedosas, con la pretensión de remozarlo
y de que pudiera mejor resistir al desgaste y a los impactos de la crítica.
El marxismo se ha visto obligado a retroceder en su absoluta concepción
mecanicista de la Historia, producto, en parte, de la abstrusa y contradictoria
filosofía hegeliana. Se ha visto obligado a hacer concesiones al factor
humano en la historia y al papel que juega en sentido voluntarista y también
a dorar, matizándolo superficialmente, su esquema del homo faber y
del hombre nuevo.
Pero entre las aportaciones novedosas al marxismo, después de la exégesis
de Plejanov, figuran los remedios de lo que se ha llamado "leninismo",
que representa todavía una interpretación más rígida
y más cerrada de lo que hay de jacobinismo revolucionario en el marxismo.
Si éste en sus orígenes acepta al decaimiento de las formas
de Estado y hasta su desaparición en lontananza, el leninismo, a pesar
de ciertas reticencias teóricas en cuanto a la perdurabilidad del Estado,
afirma y consolida la existencia de éste, en forma sui generis de transitoriedad
y su permanencia. Y en la degradación estalinista la dictadura del
proletariado, en su manifestación estatal, es presentada como la "forma
más justa y poderosa del poder estatal que jamas haya existido".
Por principio el anarquismo, en su negación completa de la autoridad
y del Estado, sienta una afirmación vital y perenne de libertad y de
la necesidad de la construcción de una sociedad nueva basada en ella.
Hace resurgir al hombre, al individuo libre, como elemento básico y
vital de la sociedad, fomentando un permanente movimiento renovador que tiende
constantemente a liberarla de toda superestructura ajena que la envuelva,
que sea extraña a sí misma y que dificulte su desarrollo.
No hace de la economía un ente mitológico. La reduce a la dimensión
y a la escala del hombre y de la sociedad tal como racionalmente pueden concebir
en su evolución y fases más optimas de desenvolvimiento.
El anarquismo se subleva contra el determinismo mecanicista como motor de
la historia. Dando la importancia debida al materialismo histórico
y filosófico, mantiene la tesis de las autonomías esenciales
y funcionales, de la presencia de factores cuánticos oponiéndose
a la unicidad del pensamiento, de forma y de estructuras, no poniendo punto
final al progreso ni a la revolución y admitiendo la espontaneidad
y las mutaciones bruscas revolucionarias. Sostiene que la autoridad nunca
puede ser revolucionaria. Que puede cambiarse de tiranías y de cadenas,
pero que, aunque los tiranos y las dictaduras sean nuevas y nuevas las cadenas,
vivirán también encadenados los hombres.
El anarquismo es la insurrección y la rebeldía permanentes y
creadoras. Un caudal de energías renovadoras abriendo vía y
camino progresivo desbordando todos los diques de contención políticos,
sociales, económicos, étnicos, culturales, ideológicos
y filosóficos; barriendo todos los prejuicios y convencionalismos;
sacudiendo todo estancamiento y constituyendo una revolución permanente
demoledora y constructiva de su propio mundo, en perenne mutación y
floración.
Antagonismo fundamental entre el marxismo-leninismo y el anarquismo
Para la burguesía liberal y democrática, clase hoy dominante
en los regímenes capitalistas, el Estado es necesario. Para los absolutistas
y las derechas reaccionarias lo es también. Igualmente lo apuntalan
los partidos políticos de izquierda y de derecha al aspirar a gobernar
y a ocupar el poder, aunque sea por la plataforma de elección al sufragio
universal y la del parlamentarismo que conducen directamente a integrarse
al aparado estatal y a hacerse funcionarios de sus diversos engranajes.
Para los marxistas-leninistas también el Estado, aún adoptando
la adjetivación de "proletario" o "popular", representa
una necesidad, si bien admiten su carácter transitorio, por tiempo
indeterminado; y aunque con la denominación de "Estado democrático
popular", esa etapa transitoria se convierte en "dictadura del proletariado",
o sea, de hecho, en dictadura del Partido Comunista único, trasformándose
éste en "dirigente" y en poder permanente, por encima de
la sociedad, de todas las demás organizaciones sociales y sindicales
y ejerciendo el papel de dueño, de inspector y de observador de todos
los organismos, del aparato represivo, de las fuerzas armadas y policiales,
etc.
Sólo el sindicalismo revolucionario y el anarquismo niegan de plano
y la necesidad del Estado, del gobierno, del parlamentarismo. Por parte del
anarquismo la negación de la autoridad, su rechazo, su posición
antagónica frente a ella es total, radical, absoluta, bajo forma y
carácter que se presente, en todo tiempo y aún durante los periodos
revolucionarios y los llamados de "transición".
El Estado, como institución, no ha existido, como se sabe, en todos
los tiempos. El Estado moderno ha emergido con el hundimiento de los regímenes
feudales y el desarrollo del sistema burgués y capitalista, de sus
estructuras económicas, de la propiedad privada, de sus instituciones
jurídicas, de las ideologías burguesas y de la moral basada
en el respeto a la ley, de la desigualdad de clases, pero sobre todo de la
propensión al poder, al autoritarismo y a su centralización.
La supresión del poder-autoridad es indispensable para la liberación
de la sociedad, para su desenvolvimiento. Lo es para la libertad del hombre.
Aún admitida la premisa equívoca de que el poder fuera de todos,
del pueblo, para que no se reconstituyera, nadie debería disponer de
él sobre su semejante, ni por consentimiento de éste, ni por
delegación temporal, ni nadie debería abdicar de su parte ante
nadie. Menos equívoca, más clara, es la formula anarquista:
nada de Autoridad, nada de Gobierno, inexistencia de poder-mando, del Estado,
lo que significa, de hecho, ausencia de toda coerción, de toda opresión
y de toda explotación.
Ninguna revolución hasta la fecha ha suprimido el Estado, el poder
La realidad histórica demuestra que ni la Revolución inglesa,
con Cromwell, ni la Revolución francesa de 1789-93, ni la de 1848,
ni la Revolución mexicana de 1910, ni la Revolución rusa de
1917, ni las revoluciones de los países del Este llamados de "democracia
popular", ni la Revolución china, ni la Revolución cubana,
ni la misma Revolución española de 1936-1939, han suprimido
ni abolido el Estado-poder.
Las corrientes revolucionarias anti-estatales y anarquistas en esos países
en medio de esas grandes conmociones históricas, han sido minoritarias,
aún allí donde han tenido más fuerza e incremento los
anarquistas. No han podido ejercer una influencia decisiva por causas complejas.
Y menos cuando no han querido caer, como se da el caso en la Revolución
española, en la tentación dictatorial ni dejarse encerrar en
el círculo autoritario.
Los marxistas-leninistas (incluidos maoístas y trotskistas), en cambio,
aunque ello supone su condenación irremediable ante el porvenir que,
pese a todo, será de libertad por ser ésta una necesidad biológica,
ética y esencial en el hombre, en el individuo y vital en la sociedad,
aplicando sus métodos autoritarios han conseguido un triunfo de poder
transitorio, no de revolución, que les ha llevado a la instauración
de la dictadura sobre cada pueblo en que se han adueñado de las riendas
del Estado y sobre el proletariado y los trabajadores. Éstos siguen
siendo clase dominada, sometida, divididos en categorías y controlados
por la nueva clase dirigente a través de la omnipotencia de los partidos
comunistas y de las minorías que los dirigen, condicionan y manipulan,
teniendo en sus manos en esos países llamados de democracia popular
socialista y comunista, todos los resortes claves de dominación y encuadramiento.
A grandes rasgos, como definición de cada una de las más importantes
revoluciones producidas en nuestro siglo, llegamos a la siguiente síntesis:
La Revolución rusa
La Revolución rusa, con todo lo que pueda representar de paso adelante
dado bajo el impulso del pueblo ruso alzado contra la tiranía zarista
y sus estructuras, es una revolución traicionada por el marxismo-leninismo
y su excrecencia del más feroz y exacerbado jacobinismo.
En la U.R.S.S. existe un super-Estado todopoderoso. El Estado interviene en
todo. En la U.R.S.S. existe la desigualdad. También el asalariado y
las diferencias de salario: las categorías salariales.
En la U.R.S.S. existe el dinero. La compra y la venta. El mercado acaparado
por el Estado.
En la U.R.S.S. existe la propiedad estatal. La sola excepción de los
koljoses, con relativa autonomía, no hace la regla.
El monopolio de la producción se halla en manos de los cuadros del
Partido. La planificación es estatal. Las finanzas las monopoliza el
Estado.
En la U.R.S.S. el poder lo ejerce la "nueva clase": el Partido Comunista,
no el pueblo ni tampoco la clase obrera ni las masas populares. Y este poder
es la dictadura del Partido Comunista sobre todos los demás.
A través de la experiencia de la Revolución rusa se puede afirmar
que, en la practica, el marxismo-leninismo ha degenerado en un absolutismo
ideológico y en un sistema concentrado político-económico.
La revolución marxista-leninista en los países satélites
Las "democracias populares", inspirándose del marxismo-leninismo,
con relación a la U.R.S.S., como se da el caso en Polonia, Hungría,
Bulgaria, Alemania del Este, Rumania, Checoslovaquia - ésta a pesar
de su evolución reciente - y la misma Albania, presentan pocas variantes,
en lo esencial del sistema, de los métodos, de las estructuras y de
la vertebración autoritaria de que es modelo tipo el llamado país
de los soviets.
La "democracia popular", la "democracia revolucionaria",
como la "democracia burguesa" o, simplemente, la "democracia"
sin adjetivo, tiene un vicio de origen y un punto esencial común: cracia,
es decir, autoridad, Estado, gobierno. Sea la autoridad blanca, roja, negra,
azul, del color que fuere, es autoridad, negación o limitación
de la libertad; algo absoluta y fundamentalmente incompatible con la anarquía,
como lo es el Estado, no importa como se denomine, y algo igualmente incompatible
con el socialismo de libertad y con el comunismo libertario.
La Revolución yugoslava
Del caso de Yugoslavia se ha querido por algunos hacer mención aparte
en el contexto del marxismo-leninismo. Pero si es cierto que en Yugoslavia
existe un mecanismo estructural y funcional menos rígido, no por eso
deja de tener el defecto común de ser profundamente autoritario.
Existe, sí, la autogestión en las empresas de producción,
pero bajo la inspección estatal y sin poder salirse del mecanismo de
Estado y de economía estatal planificada.
Puede comprobarse claramente que, a través de los comités populares,
de la Constitución, de las leyes existentes y de la reglamentación
y procedimientos que se aplican, hay una mayor integración de las masas
al mecanismo gestor del Estado, alienándolas, y una centralización
burocrática que, de forma centrífuga, absorbe poco a poco la
autonomía local y encuadra la gestión de las empresas y organismos
económicos.
El dominio reservado y superior del Estado desarrolla el poder efectivo de
éste último sobre los demás organismos y la Federación
entera. La autogestión está sujeta a caución y dependencia.
Y confiesan los propios gobernantes yugoslavos que todavía existen
en ese país injusticias patentes.
La Revolución china
Bajo el impulso maoísta y a la vez la inspiración nacionalista
y marxista-leninista, y en la que predomina el elemento campesino como fuerza
de masa potencial, apoyando a los "dirigentes" -en el fondo bastante
pragmáticos a pesar de su barniz marxista- adolecen de taras parecidas
a las de la Revolución rusa.
La estructura del poder estatal ha seguido, bajo la dirección guerrera
y dictatorial, un proceso autoritario y centralizador incontestable. La comuna
autónoma ha sido sacrificada. Y la burocracia de los llamados "comités
revolucionarios", aún a través de la "revolución
cultural", ha extendido las redes autoritarias locales, provinciales
y centrales. China es un país "civilmente" militarizado.
El Partido Comunista, desmembrado por sus mismas luchas intestinas, ha perdido
influencia. El fraccionalismo armado más o menos vinculado al "maoísmo",
es el que predomina por ahora. Cuadros "activistas" nuevos y representantes
del ejército, poco permeados por el marxismo ortodoxo, preparan sus
escaladas al poder. La Revolución china, considerada como revolución
social y emancipadora, es también una revolución abortada.
La Revolución cubana
La Revolución cubana no es una revolución de inspiración
marxista-leninista en su inicio como tampoco lo fue la revolución mexicana
de 1910. Pero la Revolución cubana, en parte propiciada por elementos
de formación más o menos pequeño burguesa y nacionalista,
poco a poco ha caído en la órbita teórica del marxismo-leninismo,
sin verse totalmente absorbida por él.
El Movimiento del 26 de Julio, con Castro a la cabeza, junto con Cienfuegos,
Che Guevara y otros, tiene más poder y dinámica revolucionaria
que el Partido Comunista cubano. Pero la Revolución cubana está
infectada también por el virus autoritario. Diversas circunstancias
han influido en la implantación de un marxismo-leninismo heterodoxo
en Cuba, aún así, la mentalidad y la psicología cubana
son bastante reacias a asimilar las tesis y las dosis doctrinales específicamente
marxistas.
La revolución cubana es una revolución de más pan y de
más libertad, impulsada por una minoría desde la cúspide,
en cuyas directivas han hallado eco entre el campesinado y entre las capas
populares. Es una revolución bastante pragmática, sobre un fondo
autoritario y en cierto modo "paternalista". Ella puede difícilmente
desembocar en la emancipación efectiva del pueblo y de la clase trabajadora
cubana.
Ni el sindicato, ni los trabajadores industriales y campesinos organizados
tienen una influencia determinante en Cuba. La dictadura del castrismo, que
no puede ejercerse en nombre del proletariado, es la que dispone de todos
los resortes autoritarios en el país y la economía se halla
en sus manos, siendo sujeta, por otra parte, a vaivenes y dependencias de
la fluctuación internacional. Hoy en día la economía
cubana es principalmente tributaria de la U.R.S.S.
En Cuba existen también las diferencias de salarios, aunque no tan
importantes como en la U.R.S.S. y en otros países satélites
entre las categorías salariales.
Cuba es un régimen estatal, bajo la dependencia de una minoría,
a pesar de que, al parecer, quiere defenderse de la plaga parasitaria de la
burocracia.
El poder local en Cuba no es autónomo. Y se halla viciado también
por un mecanismo "activista" que reduce, inspecciona y monopoliza
sus funciones.
No obstante, Cuba es un país más permeable a las teorías
y experimentaciones de tipo comunista libertario que lo son la U.R.S.S. y
países satélites.
La Revolución española
La Revolución española de1936-1939 es la revolución
de mayor contenido, sentido y significación libertarias de las que
se han producido en el siglo XX, y podríamos decir, sin exageración,
en el curso de la historia. Lo es ya como lucha consciente de un pueblo y
de la clase trabajadora organizada por su independencia y contra el fascismo.
Lo es por la orientación y finalidad que se la imprime desde abajo
y por la realización directa del pueblo de un tipo netamente libertario,
por los organismos que crea, como las colectividades y las socializaciones,
al margen del Estado. Lo es por la toma de posesión de las tierras,
de las fabricas, de los instrumentos de trabajo. Por la organización
de una economía en manos de los trabajadores. Por la autogestión
en fábricas y talleres, en el campo, en los servicios de transportes
y comunicaciones, etc. Por la organización no comercializada del intercambio
de productos, abastecimiento y consumo. Por la creación, de hecho,
de la comuna autónoma local. Por la federación de ellas de común
acuerdo. Lo es por el federalismo funcional de organismos e instituciones,
desvinculadas del Estado. Lo es por la abolición de la propiedad privada,
hecha efectiva en muchas partes. Lo es en fin por la responsabilidad directa
que asume la organización sindical de los trabajadores aliados C.N.T.-U.G.T.
independientemente del Estado y de los partidos políticos en la autogestión,
administración y funcionamiento de los órganos más vitales
de la sociedad.
La Revolución española adquiere este carácter libertario
y esa responsabilidad revolucionaria social verdadera debido principalmente
a la densidad de penetración y de saturación anarquista en el
pueblo español y en la parte más dinámica y consciente
del proletariado organizado en la Confederación Nacional del Trabajo,
organización sindicalista revolucionaria, federalista, anti-estatal
y de finalidad comunista libertaria y debido a la presencia activa de la Federación
Anarquista Ibérica, del movimiento libertario español y de los
anarquistas y simpatizantes en general.
Pero así como la C.N.T. y la F.A.I. se esforzaban en imprimir carácter
y contenido fundamentalmente libertario a la Revolución española,
los partidos políticos hacían todo lo posible para frenarla,
y el Partido Comunista para sabotearla.
Los partidos, republicanos y democráticos, incluido el Partido Socialista
Obrero Español, no querían ir más lejos de una revolución
de signo pequeño-burgués. El Partido Comunista por otra parte,
viendo que no podía controlar la revolución, ni darle un carácter
marxista-leninista, cosa que tampoco le interesaba a la U.R.S.S. en aquella
coyuntura histórica, se dedicaron a destrozar las realizaciones colectivistas
y a revalorizar los organismos estatales que el impulso revolucionario popular
había quebrantado y que todavía se hallaban en pie.
La Unión General de Trabajadores, central sindical reformista, influida
por los socialistas, por su parte seguía reticente a las audacias e
iniciativas revolucionarias de la C.N.T. encaminadas a una transformación
social efectiva. Eran más bien los propios obreros de la U.G.T., que
prescindiendo de las consignas oficiales de los dirigentes ugetistas, secundaban
con cierto entusiasmo las iniciativas de la C.N.T. No obstante, el anarquismo,
el anarcosindicalismo, no llegó nunca en España, a pesar de
su potencialidad, a poder ser una fuerza determinante para que la revolución
pudiera triunfar.
Lo realizado por la Revolución española, bajo el impulso del
anarcosindicalismo y de la parte más dinámica de los trabajadores
y del pueblo español, en materia social, económica, cultural
y de organización básica de la nueva sociedad, tiene profunda
significación libertaria y deja huella indeleble en la Historia. Es
una cantera de estudio y de reflexión para todos los revolucionarios
sinceros.
La Revolución española no pudo dar toda la medida de sí
misma. Le faltó tiempo material. Fue aplastada, aunque no vencida,
por la cruzada reaccionaria y el fascismo internacional, antes de que pudiera
adquirir mayor volumen y extensión y dar frutos más maduros.
La Revolución española es la que ha tenido menos densidad autoritaria
gracias al potente movimiento de la C.N.T. y de la F.A.I., de los anarquistas
organizados, gracias a su dinámica de actuación, a su sentido
realista (sin dejar de incurrir en algunos errores, en parte explicables),
influyendo en las masas populares y estimulándolas en la gestión
directa de la economía y de la vida social, en las nuevas formas sociales
de convivencia libre y solidaria.
La Revolución española no ha adquirido carácter jacobino
o totalitario marxista-leninista, sobre todo a causa de la presencia y de
la acción del movimiento libertario español y de su enfrentamiento
constante con el Partido Comunista.
La Revolución española, aún subsistente el Estado republicano
en la zona geográfica de España libre de las garras del fascismo,
es una revolución que tiende a la anulación del Estado, a la
instauración de una sociedad de productores libres, administrada directamente
por los trabajadores, por sí mismos, sin exclusivas directivas o dirigentes
de partidos, sin el totalitarismo de un partido único y sin una dictadura
transitoria a base de él o de otros. Tanto en la finalidad, como en
la plasmación real y su orientación, la Revolución española
va más allá de lo que fue y significa histórica, social
y revolucionariamente la propia Comuna de París de 1871 y cuantas revoluciones
posteriores se han producido.
La Revolución española es una revolución inacabada y
latente, que conservará perennemente sus características singularmente
originales y su sentido profundo libertario.
La defensa de la revolución
La defensa de la revolución no debe ser cosa exclusiva del proletariado
revolucionario estableciendo una dictadura. Ella ha de interesar a todo el
pueblo y a él debe ser confiada. De esa defensa, se quiera o no se
quiera, se manifestará, naturalmente, el papel de cada una de las fuerzas
o minorías revolucionarias más activas y capaces de hacer sentir
su presencia. La eliminación de las mismas por la más potente,
con miras a la obtención y al monopolio del poder revolucionario exclusivista,
originará siempre el quebrantamiento del impulso revolucionario verdadero;
el debilitamiento de la acción directa masiva popular y, por otra parte,
desencadenará las luchas intestinas más feroces, la marcha galopante
hacia la dictadura. Una revolución, para ser tal y salvarse, sin frustraciones
ni retrocesos, debe evitar la creación del poder político, de
la dictadura transitoria y de la institucionalización de los mismos.
La existencia de las minorías revolucionarias debe ser respetada y
llegarse a una coexistencia sobre el convenio formal de supresión de
todo poder, autoridad u organismo estatal y de gobierno.
La revolución social, para ser revolución social verdaderamente
transformadora y emancipadora, que termine con las diferencias de clase, con
la esclavitud económica y con la opresión política, debe
arrancar de esta premisa esencial. El postulado axiomático anarquista
de que la existencia de la autoridad es la antítesis de la libertad,
tuvo ayer, tiene hoy y tendrá mañana validez permanente.
Toda revolución que tenga que recurrir a la dictadura o al poder estatal
para manifestarse, será ahogada o degenerará.
¿Ejército o pueblo en armas?
Lo mismo para un pueblo que para una revolución, aunque parezca paradójico,
la amenaza mayor constituye su llamado aparato de defensa, si éste
es el ejército. El ejército, si no lo utiliza directamente o
por vía interpuesta, tiene los resortes de un poder permanente en potencia.
Su subordinación al aparato civil dominante es de circunstancia y nunca
incondicional. Y detrás del ejército asomará siempre
el perfil del dictador, siendo el dictador muchas veces teledirigido por conocidas
u oscuras fuerzas o grupos de presión financiera o por coaliciones
de poder enarbolando estandartes de ideologías fascistas, "patrióticas",
racistas o "revolucionarias". Toda democracia sucumbe finalmente,
en los momentos cruciales y difíciles, bajo la bota del golpismo militar.
Toda revolución ha de chocar y de enfrentarse a lo largo de la historia
con el ejército y la fuerza armada, con el aparato represivo estatal
o dictatorial. Perdurará en la U.R.S.S. y en China más el ejército
que el proprio Partido Comunista. Y los golpes contrarrevolucionarios -no
decimos contra-totalitarios- lo mismo en esos que en otros países,
vendrán de mandos militares coaligados, tan peligrosos para el pueblo,
para los trabajadores y para las libertades humanas, como las mismas "direcciones
colegiales ejecutivas" de los partidos marxistas-leninistas.
El ejército "popular", profesional y permanente, sus cuadros
en activo o en reserva, constituyen siempre una emergencia autoritaria, un
dispositivo de poder generador de prepotencia liberticida. Pueblo que tenga
formado un ejército nunca podrá considerar seguras ni garantizadas
sus libertades.
Si los marxistas-leninistas exaltan las virtudes del ejército "popular",
los anarquistas no podemos hacerles coro. Debemos rechazar toda forma de ejército,
toda militarización, aunque se llame revolucionaria. Debemos rechazar
sistemáticamente las estructuras militares o paramilitares.
En las milicias populares civiles armadas, no permanentes, las guerrillas
de voluntarios, los grupos o comités de defensa y de vigilancia, bajo
la vigilancia directa de los trabajadores y constituidos por ellos sin estructuras
contradictorias, pueden responder a las necesidades de defensa armada de la
revolución y contra el "golpismo" contrarrevolucionario,
sin perder de vista nunca que, aún así, no pueden dejar de ser
consideradas como un mal menor.
La misma formula vaga de "pueblo en armas" hará comprensible
que la revolución no se halla consolidada ni segura. Solo estará
cuando el pueblo pueda vivir libre y en paz y armonía, sin estamentos
armados que los defiendan, por ser él consciente y efectivamente capaz
de defenderse por sí mismo de todo enemigo interior y exterior.
Relatividad de la eficacia
Frente a los anarquistas, los marxistas-leninistas, ante lo que consideran
un triunfo de sus métodos en la U.R.S.S. y en otras partes, esgrimen
el argumento de la validez y de la superioridad de los mismos, de su eficacia,
desde el punto de vista revolucionario.
Los anarquistas, aseveran, no han ganado ninguna revolución. Sus métodos
de lucha son infantiles. Nosotros, dicen, podemos presentar los ejemplos de
una revolución triunfante en la U.R.S.S., gracias sobre todo al Partido
Comunista y a su papel de dirigente.
Este argumento es falso. Primero, porque la revolución rusa no es la
obra exclusiva del Partido Comunista, sino del pueblo ruso. Segundo, porque
el Partido Comunista se ha impuesto al pueblo con su dictadura. Tercero, porque
el triunfo es del Partido Comunista estrangulando a la revolución rusa
popular y encadenando de nuevo al pueblo, después de haber abatido
el zarismo.
Nadie puede afirmar seriamente que el marxismo-leninismo haya liberado el
pueblo ruso ni al ciudadano ruso.
A la distancia de cincuenta años de su triunfo, el Partido Comunista
no ha podido todavía reconocer algunas libertades esenciales y derechos
elementales reconocidos hasta en los mismos regímenes estatales y capitalistas,
como por ejemplo, la libre expresión del pensamiento, el derecho de
asociación libre, el de reunión, el de propaganda, etc.
La eficacia de los métodos marxistas-leninistas-estalinistas, desde
el punto de vista de la Libertad y del respeto a la personalidad humana, después
de cincuenta años de experiencia real marxista-leninista-estalinista,
queda desmentida prácticamente.
El anarquismo, es cierto, no ha triunfado aún en ningún país,
pero no puede triunfar si el pueblo y el individuo no triunfan, si los hombres
y la sociedad no se liberan por sí mismo y demuestran su capacidad,
su aptitud y su voluntad de ser libres y, por tanto, no podría achacársele
fracaso semejante.
La experiencia de la eficacia de los métodos de libertad preconizados
por el anarquismo, el valor de los mismos en sus aplicaciones parciales, reales
y practicas, allí donde se han ensayado, en condiciones ambientales
aún no suficiente maduras para una plena y vasta experimentación
anárquica popular, manifestándose conscientemente y de manera
espontanea, no dirigida, queda intacta. Su valor permanente representa una
promesa y una esperanza, una confianza, también sobre el devenir humano
y sobre un porvenir formado y forjado por la razón, la consciencia,
la ciencia, la capacidad, el equilibrio sano y vital del hombre integralmente
considerado, dueño de sí mismo y de su destino, de las propias
revoluciones que desencadena, de las transformaciones que crea, y no mecanismo
o autómata de las fuerzas ciegas y fatales, de los mitos o de las instituciones,
de las estructuras esclavistas y autoritarias que hasta hay han predominado
en la historia e impedido a la humanidad vivir en paz, libre y feliz, en medio
de la abundancia y practicando la solidaridad y el apoyo mutuo.
Marxismo y anarquismo
Es necesario puntualizar que el anarquismo y el marxismo son diferentes y
totalmente opuestos desde sus orígenes, no pudiéndose plantear
un marxismo bueno con el que podríamos encontrar alianzas y lugares
comunes. La aplicación actual del marxismo no es ninguna desviación,
es la realidad del marxismo.
Por su carencia de nueva moral y su destrucción del individuo en beneficio
de una clase privilegiada, el marxismo es incapaz de ofrecer soluciones válidas
a la humanidad. El anarquismo en su universalidad, posee una economía,
una política y una moral que le caracterizan. Querer mezclar el marxismo
y el anarquismo es desconocer profundamente el anarquismo.
En este sentido, no concebimos ninguna similitud entre el anarquismo y el
marxismo.
Conclusiones
El marxismo ha contribuido, sin duda, a la crítica de la economía
y de la sociedad burguesa, política y jurídica, de lo que no
tiene la exclusiva, pues otros críticos no marxistas, entre ellos los
llamados socialistas utópicos y los pensadores y sociólogos
anarquistas y de otras escuelas, han contribuido también seriamente
a ella e incluso algunos se han anticipado a Marx y a Engels y, naturalmente,
al mismo Lenin, en esa critica y en la formulación de algunas de las
teorías de las cuales el mismo marxismo se ha apropiado o desarrollado.
Pero el marxismo, aún dentro de su crítica al régimen
burgués, ha contribuido a levantar el culto de la economía política,
deus ex machina para él, del desarrollo de la Historia, despreciando
el factor humano y subordinándolo al mecanismo y al determinismo fatalista
de las fuerzas económicas.
El marxismo-leninismo-estalinismo ha sido un destructor de "ideologías"
para convertirse, en la practica, en un monopolizador de un super-monismo
ideológico permanente y estereotipado.
El marxismo ha sido incapaz de crear, de formar, de engendrar, de cimentar,
de definir, y de hacer vivir nuevos valores humanos de libertad, de dignidad
individual, de ética libre, sin sanción ni obligación,
de humanismo solidario y de convivencia social sin autoridad.
¿Se puede hablar de bancarrota y de fracaso del marxismo-leninismo?
Desde el punto de vista revolucionario de instauración del socialismo
y del comunismo por medio de la "dictadura del proletariado" y del
ejercicio del poder o gobierno por los marxistas leninistas, la respuesta
es afirmativa. Su fracaso es rotundo.
Ni los métodos, ni las tácticas, ni la estrategia marxista-leninista,
ni su línea de conducta, ni sus esquemas y fundamentos doctrinales
conducen al socialismo ni al comunismo libres ni a la liberación efectiva
de los hombres y de los pueblos. Su fracaso es tan patente y evidente como
el de la social-democracia reformista y de la democracia burguesa para crear
una sociedad justa y libre de respeto total a la personalidad humana y de
dignificación del individuo.
El anarquismo sigue y seguirá asumiendo, cara al porvenir, un papel
considerable y trascendente dentro de la Humanidad y en las transformaciones
y revoluciones sociales del futuro.
El anarquismo, sin ignorar las influencias del materialismo histórico,
coloca al hombre como factor primordial y esencial de su proprio destino individual
y social como impulsor y motor de la Historia. Como ser pensante y consciente,
como voluntad actuante, como poder transformador, en biología social,
para crear su proprio medio, con los recursos de la Naturaleza de que dispone,
con la utilización y transformación de los mismos, por medio
de su esfuerzo y de su trabajo, de su saber, de su técnica y de su
ciencia, apoyándose en una nueva moral humanista y solidaria e imprimiendo
al desarrollo histórico su intenso ritmo voluntarista avivándolo
con sus propias fuentes de inspiración y plasmando en lo real las formas
modélicas de las nuevas estructuras sociales perfectibles, siempre
en progresión ascendente hacia el más allá ilimitado
de bienestar y armonía universal.
Pero el error más fuerte de los anarquistas sería adormecerse
o detenerse sobre la marcha; perder su combatividad de luchadores por la libertad;
dejar mellar su voluntarismo revolucionario y desconocer el valor ofensivo,
defensivo y creador del movimiento anarquista en acción permanente,
de la organización federativa y autónoma específicamente
anárquica, del impulso individual y colectivo mancomunado en un medio
ambiente anárquico o por anarquizar.
Los anarquistas han de manifestarse en el presente y en el futuro con mayor
impulso y energía anárquicos, para hacer frente a las realidades
nuevas, a la vanguardia de todos los otros movimientos revolucionarios, dando
pruebas constantes de su capacidad constructiva y fieles eficazmente a los
principios fundamentales del anarquismo, que tiene valor actual y perenne.
Solo así los anarquistas estaremos a la altura del gran papel histórico
llamado a jugar por el anarquismo militante. Solo así contribuiremos
a que sea realidad la aguda, lúcida y esperanzadora profecía
de Bovio: "Anárquico es el pensamiento y hacia la anarquía
va la historia". Que esto sea realidad en la humanidad y en el tiempo,
depende principalmente de los propios anarquistas y de su permanente e incesante
acción y esfuerzo anárquico en los días venideros.
PERSPECTIVA PARA UNA REVOLUCION SOCIAL
DE INSPIRACION ANARQUISTA
El sindicalismo contemporáneo y el anarquismo
El sindicalismo actual en el mundo entero (excepción hecha del anarcosindicalismo
y como ejemplo la C.N.T. de España), se ha convertido en una estructura
de integración al sistema capitalista, privado o estatal: Correa de
transmisión de los partidos políticos (Francia, España,
Italia), engranaje estatal (países del Este y Escandinavia), corporativo
sin perspectivas generales ni siquiera reformistas (USA), o las tres opciones
a la vez como en Alemania.
La finalidad de los anarquistas es la revolución social y el comunismo
anarquista, utilizando la acción directa antiparlamentaria y el federalismo
autogestionario.
Las comunidades y las cooperativas rurales y urbanas
en el marco de la sociedad actual y su cometido.
La filosofía y la acción revolucionaria anarquistas tienen
por finalidad la liberación del individuo y la emancipación
de la humanidad.
Existen dentro de nuestra sociedad, dos fenómenos que forman parte
de la expresión y de la acción libertaria: las comunidades y
las cooperativas.
- Las comunidades libertarias buscan la forma de suprimir las relaciones autoritarias
entre los individuos sobre el plano afectivo y humano.
- Las cooperativas están limitadas a la producción y al reparto
de bienes de consumo. Se conocen dos formas:
a) Las cooperativas del siglo pasado, por ejemplo los falansterios, creadas
con el fin de intentar esbozos de socialismo libertario, han degenerado por
una burocratización interna impuesta por el medio capitalista que finaliza
por digerirlas.
b) Hoy día, en ciertos casos, los trabajadores están forzados
en crear una cooperativa con el fin de salvaguardar sus empleos. Con esta
situación, el carácter tomado por el fenómeno cooperativista,
puede ir de la autogestión hasta la burocracia la más compleja,
pasando por la convivencia de los dos aspectos.
Es importante demostrar la convergencia entre esos dos fenómenos sociales
cuyos límites no son estrictos y se barajan con frecuencia.
Las cooperativas y las comunidades demuestran que la anarquía no es
una utopía, sino que es viable, en el plano de las relaciones entre
individuos, como en el de relaciones de producción. Por consiguiente
esas cooperativas y esas comunidades son interesantes como valor de ejemplo
y permiten a algunos sustraerse temporalmente de una parte de nuestra opresión
cotidiana. Estos islotes de libertad y de igualdad, no derrumbarán
ellos solos la sociedad capitalista y estatal, que han sabido y en el transcurso
de la historia y por varias veces, dejarlas vivir, cuando éstas no
las han puesto en peligro.
Evidentemente, por el hecho de poner en causa la autoridad, las tentativas
comunitarias y cooperativistas son molestas para el poder del capital y del
Estado, por ello nuestros opresores harán todo lo que puedan para destruirlas
o bien integrarlas en sus ruedas jerárquicas.
Estas formas de liberación precaria y parcial no hacen de la economía
de una revolución social, que queda como el primer puntal indispensable
a nuestra emancipación. No condenamos las cooperativas y las comunidades,
se puede comprender que anarquistas participen en ellas, pero su presencia,
aún muy desarrollada, no bastará para concretar nuestro ideal.
Estos intentos libertarios no son incompatibles con la penetración
del anarquismo social en el movimiento obrero, condición indispensable
de la revolución social y total.
La juventud y los estudiantes (moción sobre la educación)
La cultura actual, para nosotros anarquistas adheridos a la I.F.A., es la
expresión y el principal vehículo de los valores morales e intelectuales
de la clase dominante. A estas estructuras autoritarias y represivas, los
anarquistas proponemos ciertas críticas y ejes de lucha frente a la
educación y a la escuela.
La escuela, además del sistema selectivo (favoreciendo a los jóvenes
de la burguesía) tiende a servir de vía muerta para los jóvenes
que esperan incorporarse al trabajo.
La sociedad, por conducto de la familia y de la escuela, moldea al individuo
a fin de inculcarle el reflejo de obediencia que aumentarán y utilizarán
posteriormente el ejército y la fábrica.
Partiendo de este análisis, la Internacional de Federaciones Anarquistas:
- Estimula las iniciativas de la lucha radical para contrarrestar la función
y la estructura de la escuela, desechando particularmente su contenido ideológico,
la separación entre la escuela y el trabajo, la limitación,
a un período de la vida y a una minoría, de la instrucción.
- Preconiza el desarrollo de una cultura específicamente anarquista.
Sobre los problemas de las mujeres y su movimiento
La Internacional de Federaciones Anarquistas apoya la rebelión de
las mujeres porque entre los movimientos de protesta, éstas llevan
una parte muy importante de la potencialidad libertaria. Por la doble opresión
que a las mujeres se les impone en nuestra sociedad -explotación económica
y dominación falocrática- sus luchas ponen en evidencia lo nefasto
de las bases fundamentales de la sociedad dominadora:
- El patriarcado y su corolario, la estructura familiar.
- La educación.
- La sexualidad.
La I.F.A. incita al conjunto de sus militantes a emprender una intensa actividad
para impulsar una toma de conciencia poniendo en tela de juicio la sociedad
desde una óptica libertaria. La I.F.A. demanda un trabajo real por
todos los grupos federados, de los problemas fundamentales que plantean las
mujeres a través de sus luchas; la I.F.A. no relega a un segundo plano
el problema de la mujer y no se conformará con una discusión
teórica sin una aplicación en la vida cotidiana.
Esperanto
El Congreso sugiere el estudio y la práctica del esperanto para las relaciones internacionales y para ser utilizado conjuntamente con los otros idiomas empleados hasta aquí.
ACTITUD DE LA I.F.A. FRENTE AL TERRORISMO, A LAS DIFERENTES
FORMAS DE VIOLENCIA, AL "MARGINALISMO" Y A LAS MANIFESTACIONES "REVOLUCIONARIAS"
FOLKLORICAS.
La Internacional de Federaciones Anarquistas proclama, para los anarquistas,
la libertad de escoger todo medio de acción que no esté en contradicción
con los principios libertarios y las finalidades perseguidas por el movimiento.
Que sea individual, minoritaria o de masas, violenta o pacifica, reivindicativa
o revolucionaria, legal o clandestina, la acción anarquista debe reflejar
en ella misma la altura moral de los postulados fundamentales del anarquismo.
El derecho, individual y colectivo, a la insubordinación, a la revuelta
y a la insurrección es imprescriptible e incodificable. Es un hecho
natural y espontáneo.
Los anarquistas, organizados en la I.F.A., que se interesan verdaderamente
por el problema de la revolución, es decir, la supresión del
privilegio económico, social y cultural, tienen conciencia de que se
emplazarán en una situación de violencia.
Para los anarquistas, existe un problema ético en la utilización
de una violencia que no puede confundirse con la fuerza pública, legalizada
por el poder del Estado y del Capital; no tiene equivalente con la brutalidad
que los referidos imponen diariamente y de forma sistemática contra
los individuos. Esta violencia del Estado, cuyo fundamento cultural debe buscarse
en el patriarcado, causa de otra violencia, encuentra su expresión
más consumada a través de la militarización creciente
de la sociedad.
La I.F.A. rechaza las formas de acción política fundadas sobre
la violencia ciega e innecesaria, la ausencia del respeto a la dignidad humana
de sus enemigos mismos y mucho más de los neutros e inocentes. Denuncia
toda forma de manipulación, violencia y terrorismo militarista y estatal,
que se profundizan con frecuencia en la acción de organizaciones políticas,
las cuales, hoy perseguidas y luchando en pro de causas justas, aspiran la
mayor parte de ellas, pos sus métodos e ideologías, a constituirse
en futuro poder de Estado.
El recurso a la lucha armada traduce la transformación de enfrentamiento
de clase en enfrentamiento militar, por una práctica de guerra entre
aparatos especializados, grupos armados y bandas represivas del Estado. La
extensión cotidiana de tales prácticas no demuestra sus éxitos,
al contrario, contribuye al refuerzo de medidas de represión del Capital
y del Estado, quienes después de hacer pagar los gastos de la crisis
a los trabajadores, hacen pesar sobre ellos una represión acentuada.
Y resulta suicida esta práctica cuando no se ha trabajado por la creación
de una capacidad ofensiva en el movimiento obrero. Los anarquistas no creen
que la propaganda por el hecho, concebida como el despertar mítico
de la conciencia del proletariado siempre dispuesto a la réplica, pueda
tener el menor éxito. Si esta línea política se afirmara,
no podría más que profundizar el foso entre activistas y la
población.
La radicalización de los enfrentamientos tiene su punto de partida
tras las grandes esperanzas suscitadas por las luchas de 1968-69, cuando la
creatividad popular chocaba contra el muro de su propia impreparación
a la autogestión, permitiendo el renacer de burocracias neorreformistas
de grupúsculos. La incapacidad de hacer la revolución "enseguida
y a no importa qué precio" ha llevado a numerosos compañeros
y militantes de izquierda o de extrema izquierda, a una práctica cotidiana
hecha de compromisos a la sombra de la política parlamentaria, a un
repliegue individualista del "dejad hacer", a un repliegue basado
en una concepción de clandestinidad. Esto es el fruto de concepciones
que sólo pueden conducir a un reformismo oportunista o a un extremismo
militarizado.
Decimos que es hora de empezar de nuevo la actividad del revolucionario en
el terreno que es suyo, en el seno de las luchas de los trabajadores y paralelamente
de darle cuerpo a la propaganda específica anarquista, buscando hacer
reconocer la profunda validez de nuestro pensamiento.
La solidaridad de los anarquistas significa ante todo defender a todos los
que combaten al Capital y al Estado, practicando correctamente la crítica
y no la calumnia hacia estos militantes. Solidaridad y crítica son
los dos aspectos de nuestra ética, porque somos conscientes de que
a partir de la liquidación física de estos militantes, el Estado
emprende el ataque contra todas las actitudes antirreformistas y antiautoritarias.
Los anarquistas afirman que la revolución social es imprescindible
para la instauración de una sociedad sin clases, sin Estado ni patriarcado,
donde la violencia haya desaparecido. Por lo tanto, no creemos que las clases
dominantes renuncien a sus privilegios económicos, sociales y culturales,
sin que estén obligadas a hacerlo. El enfrentamiento violento está
por tanto inscrito en la fase insurreccional, violencia que no puede ser mas
que colectiva, como siempre han sido las revoluciones pasadas.
En tanto que movimiento organizado, el anarquismo debe establecer una estrategia
de lucha, basada en la inteligencia, capaz de analizar con lucidez las lecciones
de la historia y la situación y devenir de nuestra sociedad. En esto
reside el interés fundamental del concepto de acción directa,
ya sea violenta o pacífica, medio de acelerar la toma de conciencia
de las capacidades de auto-organización y de auto-emancipación
colectivas.
Como Errico Malatesta, no estamos de acuerdo con los opuestos a toda violencia
ni con los compañeros partidarios de cualquier violencia. Ni aprobamos
ni condenamos en bloque toda forma de "terrorismo".
Estamos inducidos a constatar que estos actos terroristas son motivados por
otro terrorismo: el que hace prevalecer una clase dirigente sobre el pueblo;
constatamos igualmente que las consecuencias serían negativas o nefastas
sobre el movimiento obrero en general y el movimiento anarquista en particular.
Pensamos que la práctica de la violencia revolucionaria no puede ser
comprendida y aceptada mas que cuando existe paralelamente un potente movimiento
obrero organizado y ampliamente partidario de las ideas libertarias.
Marginalismo
Marginalismo es un término demasiado genérico. Es necesario
que con este término entendamos los fenómenos que abarcan una
vasta capa popular compuesta de jóvenes que, por su elección
ideológica de vida o por las condiciones objetivas en las que están
obligados a vivir, están situados al margen de la sociedad "oficial".
Los marginales no van más allá del rechazo de la sociedad en
la que viven, plantean solamente un problema de resistencia y supervivencia
en el plano individual, buscando refugio en fenómenos como la droga,
el misticismo, etc. Existen no obstante marginales que van más allá
de esta simple "resistencia" y buscan nuevos modelos de vida, nuevos
sistemas de comunicación, nuevos lenguajes y nuevos métodos
liberadores para remontar algunas de las miserias cotidianas.
En el primer caso, existe entre estos marginales potenciales revolucionarios,
si consideramos su práctica de rebelión y de resistencia cotidiana.
En el segundo caso, existe ya un embrión revolucionario libertario.
Si el marginalismo no se plantea el problema esencial de la transformación
social, al menos aporta una enorme contribución al cambio en las relaciones
humanas.
LA ORGANIZACION DE LA ECONOMIA EN UNA SOCIEDAD ANARQUISTA
O DURANTE LA ETAPA DE TRANSICION REVOLUCIONARIA HACIA LA ANARQUIA
Revolución social libertaria indispensable
La organización de la economía con orientación y finalidad
libertarias y su desarrollo hace indispensable un cambio radical del sistema
capitalista y estatal y asimismo del llamado comunista de Estado imbuido de
todos los principios marxistas-leninistas. Este cambio implica necesariamente
abolir y superar ambos y asentar las bases fundamentales de la nueva economía
y de la sociedad anarquista o del verdadero socialismo en marcha hacia ella.
Ni la sociedad anarquista ni siquiera la comunista libertaria se van a realizar
por arte de encantamiento en un día, ni de manera sincronizada en el
plano mundial, en una fase concreta de la historia universal. La revolución
social no será simultánea en todos y cada uno de los países
del mundo a la vez. Ni tampoco podrá ser uniforme, a base de un tipo
o patrón único, pues las condiciones geográficas, climáticas,
étnicas, demográficas, de desarrollo industrial, de riquezas
naturales, de existencia o no de materias primas, de posibilidades agrícolas,
de ambiente, mentalidad, cultura, etc., influirán en las variantes
constructivas de esta revolución, bajo la influencia libertaria. Según
su implantación y los caracteres específicos señalados,
el sistema aparecerá en cada país con estructuras nuevas bajo
perfiles y aspectos múltiples y diversos, en una búsqueda incesante
de perfeccionamiento y armonía.
Las características esenciales de la sociedad anarquista y de los medios
y procedimientos prácticos y eficaces para llegar a ella, deben manifestarse
clara y vigorosamente para prender en la realidad desde hoy con miras a las
eclosiones futuras.
La finalidad de la nueva economía libertaria y de la sociedad anarquista
debe ser la libertad y el bienestar de todos, en un medio de igualdad social
y de solidaridad humana.
Para realizar este fin se hace indispensable la desaparición del Estado,
así como toda dictadura, aunque se llame transitoria. Hay que suprimir
todas las instituciones autoritarias del capitalismo, la propiedad privada,
todas las formas de explotación y de opresión del hombre por
el hombre, las clases sociales, jerarquías, privilegios y el salariado.
Aunque la revolución social en un país no puede ir, desgraciadamente,
en sus primeras fases, más allá de ciertas condiciones determinadas
que impondrán inevitablemente las características del proprio
país y los medios con que el mismo cuente en el momento que estalle
o se produzca aquella, al menos en el orden económico, pues la economía
globalmente considerada no se crea ni desarrolla en un instante, desde el
primer momento, imprimiendo su huella fecunda y su voluntad realizadora firmemente
definida, por parte de los anarquistas se ha de tener la preocupación
de plasmar en la realidad la máxima esencia, realizaciones y desarrollo
libertarios.
El lema debe ser: libertad, pan, vestido, vivienda, cultura y recreo para
todos. "De cada uno según sus posibilidades, a cada uno según
sus necesidades". Habrá que destruir y borrar todos los obstáculos
interiores que se opongan a la libre organización de la sociedad nueva.
No se podrá contar mucho con la solidaridad revolucionaria mundial
apoyando la revolución social del país que fuere, sobre todo
si se presenta con tipología preponderante definidamente anarquista.
Toda ayuda de los bloques mundiales predominantes tenderá a la satelización.
Además, hay que contar que en todo cambio revolucionario profundo se
produce un periodo de marasmo económico, de tanteo experimental, de
ajuste de las estructuras, y todo ello pone a prueba la capacidad revolucionaria
de un pueblo, sobre todo su capacidad de construir.
Asegurar la existencia y el libre funcionamiento de la sociedad
Desde el primer momento se hace necesario asegurar la producción,
el abastecimiento, incrementar al rendimiento, la productividad, sin explotar
al hombre productor, sin extenuarle, sin aprisionarle en normas de trabajo
alienadoras.
El triunfo inmediato de la revolución social y su consolidación
y las fases futuras de su desenvolvimiento progresivo dependerá en
mucho de la propia capacitación social, económica, cultural
e ideológica de los trabajadores, de la que podríamos llamar
capacidad específica revolucionaria y libertaria, individual y globalmente
considerada. El factor esencial del orden nuevo debe ser el hombre libre y
consciente de sí mismo.
Ningún tipo de economía, desechando todo cuanto puede suponer
sistema capitalista estatal o comunista de Estado, es consustancial con el
anarquismo.
Nuestro fin es vivir en libertad y hacer todo lo posible para que todos los
seres puedan disfrutar de ella y gozar, en igualdad de condiciones, de cuanto
la Tierra, la naturaleza y el esfuerzo solidario de los hombres pueda proporcionar
a todos y a cada uno indistintamente.
Concepto del anarquismo social
Por las mismas razones nuestra concepción del socialismo integral es simple y no exhaustiva, ni uniforme en sus posibilidades y modalidades de aplicación práctica. Y si nuestras preferencias van hacia el comunismo libertario, como sistema abierto y perfectible, no rechazamos absolutamente, aparte de los sistemas burgueses y autoritarios, otras modalidades de organización social, ya sean de tipo mutualista, colectivista, cooperativista, siempre que quede excluida toda explotación del hombre por el hombre. La libertad de experimentar diferentes sistemas económicos en una sociedad en vías de transformación, según principios anárquicos, se debe asegurar a condición de que una planificación libre y federativamente elaborada, así como libremente aceptada, garantice la producción de los bienes necesarios y el funcionamiento normal de los servicios esenciales, a fin de satisfacer las necesidades de todos según las posibilidades de la época.
Libertad de experimentación
La experimentación y coexistencia de diferentes tipos de socialización: mutualista (Proudhon), colectivista (Bakunin-Mella), comunista (Kropotkin-Malatesta), cooperativista (no comercializados), a escala local, comarcal, regional o nacional, puede ser posible, dentro del sistema libertario, salvaguardando el principio anárquico esencialmente antiautoritario, fundamentalmente autónomo y federalista. Y máxime si se entiende, como es lógico, que la evolución humana y la de las formas sociales no se estanca y que ninguna estructura económica podría considerarse definitiva e inmutable. Crear siempre más libertad, más bienestar, más abundancia de todo, mayor perfección, y las más óptimas condiciones para el pleno desarrollo del individuo, del grupo social, del conjunto humano, tal debe ser la orientación y el fin de la sociedad anarquista.
Esbozos sociales y económicos del pensamiento libertario
La economía no puede desarrollarse sin base social. Y donde existe
el ser o el grupo humano, surge la sociedad, de la misma convivencia. Las
necesidades de la vida en sociedad hacen que los hombres se vean en la obligación
de buscar un principio regulador para hacerla al menos compatible. Es preciso
un pacto o contrato libre y conscientemente aceptado, y aplicado de igual
forma.
En la concepción anarquista -al menos en la que admite la base organizadora
por pacto libre- el comunismo libertario es el sistema mas adaptado al desarrollo
de una sociedad que quiere vivir sobre los principios citados.
Base de la nueva sociedad: la comuna libre
La idea de comunas independientes para las agrupaciones territoriales
y de grandes federaciones de oficio para las agrupaciones con funciones sociales
-ambas relacionadas y prestándose apoyo para satisfacer las necesidades
de la sociedad- permite a los anarquistas concebir de una manera concreta,
real, la organización posible de una sociedad libre. No hay mas que
añadir las agrupaciones por afinidad personal -innumerables, efímeras
o de larga duración, surgiendo según las necesidades del momento
y para todo lo imaginable- agrupaciones que ya vemos surgir en la sociedad
actual, aparte de los grupos políticos y profesionales.
Estas tres maneras de agruparse, entrelazándose como una red, permitirán
la satisfacción de todas las necesidades sociales: el consumo, la producción
y el intercambio; las comunicaciones, la sanidad y la educación; la
protección contra las agresiones, el apoyo mutuo y la defensa del territorio;
en definitiva, la satisfacción de las necesidades científicas,
artísticas, literarias y recreativas. Todo lleno de vida y siempre
listo para responder a nuevas necesidades y a las nuevas influencias del medio
social e intelectual.
Si una sociedad de este tipo se desarrollara en un territorio tan amplio y
poblado que permitiera la necesaria variedad de gustos y necesidades, se corroboraría
que la coacción por la autoridad, sea cual sea, sería inútil.
P. Kropotkin: Ciencia moderna y anarquismo
La piedra angular de la nueva organización social libertaria además
del individuo, del grupo, de la colectividad, del sindicato, es la comuna
libre.
La comuna libre, constituida por todos y cada uno de los ciudadanos, puede
tener la función de coordinación social general, en el aspecto
simplemente administrativo, nunca un papel de poder o de institución
política, sino de servicio social, en el plano local. Sus funciones
deben ajustarse a aquellas resoluciones y decisiones que las propias asambleas
libres comunales hayan tomado de consenso mutuo. De la organización
comunal ha de desterrarse todo autoritarismo y toda burocracia.
Las federaciones comarcales, regionales y nacionales de comunas libres podrán
constituirse en el plano general de un país o zona geográfica
y étnica determinada, y confederarse internacionalmente.
La comuna no debe concentrar en sí el poder político, y menos
militar, que debe desaparecer absolutamente. Ni siquiera poder revolucionario.
Todo poder político debe ser abolido y nadie debe ejercerlo. Tampoco
debe haber en la comuna propiedad económica, que haga de su término
geográfico e histórico un coto cerrado o un feudo. Toda comuna
debe estar abierta a la solidaridad, practicarla y recibirla, basándose
en el principio de que toda riqueza natural, creada o fabricada, todo producto,
herramienta o material, es patrimonio común y permanece a disposición
de todos, siendo su usufructo regulado por las normas colectivas establecidas
por todos libremente.
Del sindicato revolucionario y de sus funciones
El organismo que en la sociedad socialista mejor puede asegurar la organización
del trabajo, es el sindicato de carácter sindicalista revolucionario,
constituido por los trabajadores libres de la industria, del campo, de la
mina, de los laboratorios, de los centros de investigación, los de
especialidades técnicas. Los sindicatos, agrupados por ramos de industrias,
en federaciones locales, comarcales, regionales, nacionales e internacionales
y administrando directamente, bajo su responsable control, fábricas,
talleres, campos, minas, puertos, institutos científicos y tecnológicos,
son organismos aptos para asegurar la producción de todos los artículos
y cosas indispensables a la sociedad y a sus componentes, a tenor de las necesidades
que se hagan sentir y se presenten, persiguiendo el objetivo de crear la abundancia
con la aportación de cada uno al esfuerzo común, según
sus fuerzas y capacidades y sin explotación de nadie ni privilegio
alguno. Todos los recursos materiales, económicos y técnicos,
los artículos manufacturados, los productos agrícolas, ganaderos,
de pesca, etc., habrán de ponerse a disposición de todos, por
medio de los organismos adecuados, para la distribución, el cambio
y el reparto más equitativos.
Las federaciones de sindicatos podrán formarse por categorías
de producción, ya sea industrial, agrícola, etc., o de servicios
públicos: correos, comunicaciones, transporte y demás.
La revolución social, con la desaparición de la burguesía
y de las estructuras capitalistas y autoritarias, deberá establecer
un nuevo orden económico, que implicará necesariamente otras
modalidades de trabajo, reajuste de fabricación, reconversiones profesionales,
especialidades distintas de producción.
Los sindicatos por profesión o industria tampoco habrán de disponer
de poder político ni de propiedad de fábrica, de maquinaria
o de productos elaborados. No se debe dejar germinar la propiedad corporativa
en la sociedad anarquista o comunista libertaria.
La autogestión ha de tener por base asegurar la mayor y más
racional organización del trabajo y la función productiva, controladas
por un elevado sentido de responsabilidad individual y profesional consciente
y voluntario.
Los comités o comisiones de autogestión de fábrica, empresa,
taller o colectividad productora serán nombrados directamente por el
propio personal ocupado en las mismas estando sujetos a renovaciones periódicas
y siendo revocables en todo momento.
La burocracia debe desterrarse de los comités y de todas partes. Al
mismo personal técnico no ha de conferírsele en ninguna circunstancia,
categoría de mando.
Nos manifestamos contrarios a admitir el principio de "todo el poder
a los sindicatos", como el de concederlo a cualquier persona técnica
o especializada, encargada responsablemente de un trabajo, quien deberá
considerar a los demás trabajadores en un plano de igualdad moral y
efectiva, como hombres y como productores, cooperando en las labores de una
empresa común al servicio del bien general.
Sobre el salario o remuneración
Si los anarquistas nos hemos fijado como finalidad el suprimir la explotación
del hombre por el hombre, el abolir las clases y el salariado, lógicamente
no podríamos pronunciarnos por el mantenimiento de un tipo de salario
o de categorías salariales por el trabajo efectuado.
Indudablemente son muchos y numerosos los problemas que supone la supresión
del salario. Y buscar procedimientos de remuneración por concepto de
trabajo o unidades y especialidades del mismo, tampoco sería una solución
libertaria y todavía menos compatible con un alto sentido de justicia
y de solidaridad humana.
Partiendo de este razonamiento, nos manifestamos partidarios de la aplicación
del principio "de cada uno según sus posibilidades, a cada uno
según sus necesidades", considerando que el trabajo de cada uno
le da derecho a la satisfacción de sus necesidades personales y a procurarse
libremente el abastecimiento de cuanto sea indispensable, en los almacenes,
cooperativas o centros de distribución común.
El hecho de ser trabajador o productor -como los enfermos, inválidos,
ancianos o niños- dará derecho a beneficiarse de todos los servicios
comunes. La socialización de los mismos, como también los de
la vivienda, sanidad, espectáculo y recreo, ha de considerarse como
una de las fórmulas más accesibles para atender este objetivo.
Cada ser humano válido debe tener asegurada una plaza, un empleo, en
la organización común o colectiva del trabajo. Es un derecho
inalienable e imprescindible reconocido y establecido por la sociedad anarquista,
por la nueva organización social comunista libertaria.
Distribución y consumo
El fin de la organización social que defendemos y preconizamos, no
debe ser el beneficio o el provecho industrial o comercial, manipulado o monopolizado
por un grupo, clan, entidad u organismo cualquiera, sino el bien común,
dentro de la federación o asociación de comunas libres y solidarias.
Por otra parte entendemos que las formas y mecanismos económicos de
la sociedad anarquista no deben encajarse en una rígida armadura, en
un régimen monolítico y de estructuras inamovibles.
Respetando el principio fundamental de no explotación del hombre por
el hombre, de comunidad de riquezas, bienes, tierras, máquinas y productos,
todo ha de ser puesto a la disposición, consumo y utilización
individual y común.
Y así la libertad, el pan, la cultura y la independencia dentro de
la unión solidaria quedarán mejor garantizados y asegurados
para todos.
La distribución general coordinada y detallada de productos agrícolas
y manufacturados podrá ser asegurada por las asociaciones o federaciones
de consumidores, mediante almacenes de abastecimientos y suministros al por
mayor, donde los sindicatos de producción y colectividades podrán
suministrar y depositar los productos, y por medio de las cooperativas de
consumo y de los economatos o centros calificados para la distribución
al consumidor, exentos de todo mercantilismo.
Organismos de la revolución: las colectividades
Las colectividades de producción, y hasta las mixtas de producción
y consumo, sobre todo en el medio rural, pueden ser también un factor
importante entre los medios eficaces de asentamiento de la nueva economía,
como organismos vitales funcionando sobre el principio de libre cooperación
en la nueva economía solidaria, sin mercantilismos ni competencias.
Hasta la fecha, experimentalmente, como ejemplo práctico y eficaz de
realización colectivista-comunista, puede ofrecerse el de las colectividades
de tipo libertario durante la Revolución española, en una situación
dada de trascendental realismo histórico, manifestándose como
organismos eficaces para asegurar el desarrollo económico de un pueblo,
sobre todo porque funcionaron vinculadas a los sindicatos y demás organismos
comunales, complementarios unos de otros y atendiendo las necesidades económicas
y sociales de la nueva sociedad.
Consejos económicos y sociales
Para completar las informaciones y las acciones necesarias para el buen funcionamiento
de esta economía, se pueden añadir a estas colectividades consejos
de economía de ámbito local, regional y nacional. El conjunto
desembocaría en el consejo general de la economía nacional federada.
Estos organismos permitirán una organización más perfecta,
una mejor coordinación de las informaciones sobre experiencias nuevas
y mayores posibilidades para el desarrollo económico y la explotación
de nuevas riquezas en común.
Los consejos económicos no tendrán mas que un carácter
consultivo y de investigación, jamás ejecutivo.
Los componentes de estos consejos, que podrían ser denominados consejos
sociales y económicos, serán designados con carácter
temporal y revocable. Podrán ser elegidos por la comuna, los sindicatos,
las cooperativas y centros de consumo, los organismos técnicos y culturales.
Podemos citar los siguientes consejos sociales y económicos: alimentación,
vivienda, vestido, producción, agricultura, minería, pesca,
transporte, comunicaciones, prensa, ediciones, industria metalúrgica
y siderúrgica, agua, electricidad, energía, industrias químicas
y los diversos ramos del vidrio, la cerámica, la madera, la construcción,
la sanidad, la cultura, artes y oficios, ciencia, investigación, técnica,
intercambios, relaciones exteriores, importación y exportación.
Todos estos consejos conforman, con sus diversas ramificaciones y sin ningún
tipo de centralismo, un consejo general de coordinación y solidaridad.
Este consejo funcionará de abajo a arriba y sin ninguna función
ejecutiva.
Por descontado que esta lista de posibles consejos no es definitiva: según
las necesidades de las diversas especialidades se crearán los consejos
oportunos; todo de común acuerdo entre los interesados, directamente
y sin ninguna imposición.
Consideraciones generales
Al esbozar esta serie de fórmulas lo hacemos con la preocupación
principal de evitar las influencias y reminiscencias autoritarias, las tendencias
centralizadoras y el deseo de dar a la libertad, a la autonomía, contenido
viviente, estructurado, funcional, práctico y estimulante para un progreso
incesante.
Tomamos al ser humano como fundamento de la dinámica social, considerándolo
como unidad autónoma asociado voluntariamente a la comunidad.
En las etapas de realización del comunismo libertario, cuando la producción
todavía sea insuficiente, será necesario regular la distribución
lo más racional y justo que sea posible.
Durante cierto tiempo se puede mantener un sistema de remuneración,
siempre que sea igualitario, ya que si no resurgirían el egoísmo
y la desigualdad y, a la larga, se caería en la injusticia, el rencor
y volvería la desigualdad.
La existencia del dinero, tan controvertida, debe acabar. Con el establecimiento
de un sistema de bonos se evitará la centralización de un organismo
de tipo bancario. Estos bonos, emitidos por la comuna, no deben tener un valor
de adquisición general.
Hay que evitar la acumulación, de la naturaleza que sea. Acumulación
de una comuna, de una colectividad o de una empresa poderosa, una región
más desarrollada, así como la centralización y el monopolio.
Cuando se haga sentir la necesidad de un plan económico general, no
se podrá realizar más que por el acuerdo de todas las partes
interesadas. Pues si la voluntad general se manifiesta y se impone, con la
omnipotencia de un poder eficaz e indiscutible, se crearían las condiciones
para que se diera un nuevo régimen de opresión, surgiendo la
revuelta como reacción defensiva inevitable.
La sociedad debe ser como un organismo vivo en el que todos los órganos
cumplen sus funciones para asegurar la vida. Pero con la diferencia esencial
de que en este organismo social el hombre se manifiesta de forma autónoma,
contribuyendo con su individualidad a enriquecerlo, a darle vida y conciencia
con su inteligencia, su razón y sus conocimientos; dándole un
desarrollo armonioso y creciente.
Lejos de nosotros la idea de definir de manera inmutable las bases sociales,
éticas y económicas del anarquismo. Nuestras definiciones escapan
al menos de un gran peligro: no utilizamos la palabra política a causa
de las confusiones que puede provocar.
Sabemos que la historia no sigue una línea continua ascendente sino
que avanza de forma discontinua resolviendo sus contradicciones. Las formas
sociales y el desarrollo del pensamiento humano pasan y se renuevan sin parar.
La propia dialéctica de la vida crea el germen que hace avanzar a la
humanidad.
Conscientes de ello, nosotros, anarquistas, luchamos por los logros sociales
y mantenemos vivo y activo el espíritu revolucionario. No trazamos
límites a este desarrollo.
DINAMICA TECNOCIENTIFICA DE LA PRODUCCION EN EL PLANO
ECONOMICO Y SOCIAL (PAPEL DE LAS MULTINACIONALES), EN RELACION CON LA LUCHA
CONTRA EL CAPITALISMO Y EL ESTADO Y LA SOLIDARIDAD DE LOS OBREROS EN EL MUNDO
El Congreso de la I.F.A. confirma las causas originales de los problemas
sociales que el anarquismo denunció en todo momento.
El empleo de nuevos términos y conceptos correspondientes a la nueva
evolución de las técnicas no significa en modo alguno que haya
habido ningún cambio en los orígenes y evolución de la
crisis social permanente de la sociedad capitalista y del Capitalismo de Estado.
Nuestro análisis confirma la vigencia de los principios básicos
de la lucha que el anarquismo mantiene, así como sus tácticas
de combate contra la alienación permanente del ser humano.
Producción de los bienes de consumo
La ciencia y la técnica no pueden, solas, condicionar la totalidad
de las estructuras internas de una sociedad. Sin embargo pueden intervenir
como un factor material determinante en la formación de las clases
y de sus luchas.
Si el elemento tecno-científico principal del siglo XIX fue la máquina
del vapor, hoy estamos asistiendo a la intervención progresiva de otros
factores materiales que nos obliga a considerar alguno de los conceptos que
teníamos de la sociedad burguesa. Tenemos cada día una conciencia
más clara del cambio de forma (no de esencia ni de fondo) de las presiones,
de las enajenaciones que sufrimos en nuestra vida cotidiana.
La categoría técnica que se sustituye a la máquina de
vapor como eje en torno al que se articula la estructura de la sociedad, se
definen los grupos sociales, es la electrónica, elemento central de
la producción de las riquezas materiales, sustituyéndose por
ejemplo a la imprenta, instaura el reino de la imagen y de la palabra televisada,
creando así para una ideología dominante nueva, un medio de
difusión. Con la utilización de la máquina electrónica
se pueden delimitar tres conjuntos sociales en función de las relaciones
que se establecen con ella.
1°) El conjunto de los que utilizan el computador electrónico.-
La complejidad técnica y la extremada especialización que implica
su utilización ha condicionado la aparición de un grupo social
específico: los tecnócratas. Hijos de la burguesía o
del proletariado, indiferentemente, formados por el Estado en sus escuelas
especializadas, son los que dirigen, "programan", planifican el
conjunto de la producción ya que son los únicos en dominar completamente
las computadoras. Son ellos los que dan la totalidad de las directivas que
rigen, en los niveles inferiores, la producción: en consecuencia son
ellos los que ejercen el poder activo, real, sin poseerlo; en efecto, si saben
utilizar el computador electrónico (mediatización moderna del
poder) no lo poseen.
2°) El conjunto de los que poseen el computador electrónico.- Capitalistas
en el sentido clásico del término, ya que son propietarios de
los medios de producción, son sin embargo, totalmente diferentes de
los burgueses de las épocas anteriores. Completamente anónimos,
poseedores del capital, en migajas, con "acciones" de sociedades
o bancos, no intervienen en ningún nivel decisivo de la producción.
Si siguen poseyendo el poder, no lo ejercen. Su potencia tiene origen en la
posibilidad que tienen de barrer en todo momento al equipo tecnocrático
que ejerce el poder.
3°) El conjunto de los que obedecen a los computadores.- Compuesto por
los proletarios en el sentido estricto de la palabra, este grupo reúne
a todos los que ejecutan órdenes transmitidas, codificadas y racionalizadas
por los computadores. Lo que les diferencia esencialmente de los proletarios
del siglo pasado es la ausencia de relación personal en los antagonismos
sociales. La división del trabajo ha despersonalizado la lucha de clases.
Observaciones sobre el papel de la tecnocracia en el terreno social
Materialmente, la tecnocracia está totalmente integrada en el ciclo
de la producción. Asimismo puede considerarse que el técnico
es, como el último de los braceros, un proletario, ya que se encuentra
en la imposibilidad de ejercer el menor poder sobre el fruto de su trabajo
y el empleo de su vida. Sin embargo su nivel cultural, las posibilidades económicas
de que dispone y la propaganda de la ideología dominante le inducen
a pensar que es un miembro de ésta o por lo menos un aliado de la clase
dominante. La tecnocracia se encuentra pues, objetivamente, en un estado de
subdeterminación social ya que, por otra parte dispone de un nivel
de vida incomparablemente superior al de los obreros. El trabajo del proletariado
consciente es el de convencer a esta clase intermedia de su condición
esencialmente proletaria, señalándole el carácter real
de su alienación e ilusorio de su bienestar. Este proceso de proletarización
de una parte de la tecnocracia ha podido verse en el Mayo parisino y en el
"malestar de los cuadros".
Está claro que el capitalismo, hoy como ayer, intenta por todos los
medios dividir a sus explotados para lograr sus fines. De no realizarse esta
unión entre obreros y técnicos, los conflictos sociales se limitarán
a una lucha entre estos dos grupos dejando en paz a sus enemigos comunes:
el capitalismo y el Estado. La tecnocracia vendría a ser así
un dique de contención para la clase dominante.
Sobre el papel de la burguesía
La clase burguesa existió antes que el Estado burgués. El proceso
de conquista del Estado por la burguesía no fue sino la instalación
de un aparato de represión disimulado por algunas funciones de carácter
social y que estaba atento a las órdenes de la clase dominante. Su
función era impedir por todos los medios, brutales o sutiles, los anhelos
emancipadores del proletariado. Durante toda esa época, época
del capitalismo puramente liberal, el Estado forma parte del aparato doméstico
de la burguesía. Más tarde, las propias contradicciones del
capitalismo, la competencia, impuso al Estado un papel de regulación
y de hecho, el ejercicio de un poder en el seno mismo de la burguesía.
Cada vez más planificador y centralizador, el Estado va interveniendo
cada día de manera más visible en todos los órdenes de
la producción, lo que nos lleva a afirmar que hoy más que nunca
el capitalismo y el Estado están confundidos y que la lucha contra
uno es inseparable de la lucha contra el otro. Este doble combate contra el
capitalismo y el Estado reúne en un mismo movimiento histórico
a los proletarios del mundo entero, porque las oposiciones entre los Estados
con pretensiones socialistas y los Estados occidentales no son más
que mascaradas, si se tienen en cuenta las buenas relaciones que existen a
menudo entre ellos, para perpetuar el sistema de explotación de los
pueblos.
En relación con el desarrollo del problema de la electrónica
podemos ver que, por una parte el Estado ejerce el monopolio de la formación
intelectual de los técnicos, y por otra ese mismo Estado está
compuesto por hombres que poseen y ejercen el poder. Lo que nos permite apreciar
el formidable desarrollo de la potencia del Estado. Aunque ganan mucho dinero,
sólo se reúnen una vez cada año para discutir la gestión
de una empresa que desconocen por completo, y para renovar su confianza, puramente
interesada, en el equipo dirigente.
El verdadero poder
La asfixia del capitalismo tradicionalmente liberal y la dominación del mundo occidental por el Estado capitalista queda perfectamente ilustrada con la disminución de la importancia del dinero en la estructura social. Con el desarrollo enorme de los cheques para el pago de los sueldos y de las mercancías, el Estado reconoce implícitamente lo que ya sabíamos desde años: el verdadero poder está en la producción de mercancías y no en la posesión pasiva del oro o de cualquier otro valor muerto. El cheque que, no es sino un bono equivalente a una cierta cantidad de bienes de consumo, pone en evidencia al capitalismo en estado de bancarrota permanente, ya que no dispone de la equivalencia monetaria de los valores bancarios que pone en circulación. Sin embargo, este sistema le permite ejercer un control estricto de las posibilidades mercantiles de cada uno y preservarse de las fluctuaciones del patrón monetario, eliminando así una de las principales contradicciones propias. El revés de la moneda es que el proletariado, productor de todos los bienes, ve confirmada por sus propios enemigos la potencia del conjunto de los productores de las riquezas sociales.
Dependencia de la tecnocracia frente al capitalismo y al Estado
Teniendo en cuenta que el poder equivale para una empresa a la producción
de una cierta cantidad de mercancía, ésta se obliga a producir
de una manera desenfrenada. Si, durante algunos decenios (de hecho durante
un siglo entero) la producción del capitalismo -teniendo como motivación
el provecho- tendía a cubrir necesidades efectivas del conjunto de
la población, hoy -cuando todavía podemos considerar que el
pueblo está en estado de subdesarrollo permanente- la producción
ha dejado de tener un carácter utilitario. La democracia estudia qué
producto daría el margen máximo de beneficios en función
de las posibilidades de su empresa y después, sin preocuparse de saber
si este producto es útil o no, se empuja a través de la publicidad
al público a comprarlo.
La competencia entre empresas consiste en encontrar de qué manera la
gente consumirá lo que producen. Esto nos confirma cómo la clase
dominante impone sus opiniones al pueblo.
Producción de la ideología dominante
El Estado, según Marx, tiene por función esencial la representación
simbólica e ilusoria del interés general. Pero no siempre, a
través de la historia, ha tenido la potencia de que dispone hoy, aunque
la creación de ilusiones acompañe siempre al poder.
Estas ilusiones corresponden, en el terreno ideológico, a los órganos
represivos de los que pueden disponer las clases dominantes. Cada categoría
de ilusión o de ficción pertenece propiamente a una clase dominante
de tal forma que su caída implica la caída de la ilusión
que la caracteriza.
La religión, ilusión propia de las sociedades feudales, era
el cemento que ligaba los siervos a la nobleza. La resignación, virtud
esencial de las religiones cristianas, impedía al siervo rebelarse
contra el señor so pena de comprometer su ascensión al paraíso.
La religión motivaba por otra parte, una estructura mental que situaba
al señor en condición esencialmente diferente y superior a la
del siervo.
La burguesía, tras de haberse apoderado del Estado y haber instalado
su poder de hecho en la posesión de la totalidad de los medios de producción,
ha intentado destruir la ficción religiosa o por lo menos reducirla
a un papel subalterno. Era inconcebible que la burguesía, habiendo
liquidado el poder monárquico en todos sus aspectos, dejase subsistir
la preeminencia de la ideología que le acompañaba. Por esta
misma razón intentó simultáneamente limitar la influencia
de la religión e imponer la nueva forma de ilusión que le es
propia: la ilusión política.
Pero, en este doble movimiento, siempre hay un cabo difícil de franquear,
cuando la ideología anterior ha muerto y la nueva es poco segura. Se
notará con interés que la primera época revolucionaria
(Comuna de París, acontecimientos de 1.917 en Rusia) se sitúa
en este lapso de vacío ideológico y que precisamente la contrarrevolución
cogió la forma de ofensiva social-demócrata. Sin embargo, debemos
notar que la ficción política no tiene las mismas cualidades
que las diversas religiones, ya que en estos últimos años hemos
asistido al desgaste progresivo de la política. La oleada de insatisfacción
general que se va concretando en los hechos, acompañada por la defección
hacia el electoralismo, la irrupción de la acción directa en
la lucha de clases, son toques de atención para la burguesía
y el Estado.
Al margen de las posibilidades que se abren en el terreno de la producción
material, la electrónica ha permitido la implantación de un
sistema de difusión de ideologías totalmente nuevo. Elemento
central de la difusión de la ideología estatal, la televisión
ha relevado a todas las ideologías del pasado ya que permite imponer
fragmentos ideológicos en cualquier lugar instantáneamente.
La televisión ha conseguido destruir completamente todas las formas
de agrupaciones humanas, hasta la más antigua: la familia.
Cada individuo establece relaciones unilaterales con el Estado a través
de su televisor. El Estado dispone en cada familia de un propagandista eminente
que distrae el espíritu combativo de los pueblos con las ficciones
políticas que transmite y la invención de polos de interés
con la publicidad. El hombre moderno corre el riesgo en breve plazo de transformarse
en una máquina atontada con las mentiras de los políticos y
perpetuamente buscando un objeto inútil que comprar.
La burguesía, que nunca tuvo una ideología suficientemente fuerte
para resistir a la presión de los hechos, ha tenido la suerte de encontrar
una fuerza técnica que le permite imponer fragmentos ideológicos
suficientes aunque insignificantes, al mismo tiempo que le da posibilidades,
a través de la publicidad, de ocultar su máxima contradicción:
la producción de objetos inútiles. La burguesía compensa
la debilidad de su ideología con la fuerza de su medio de transmisión.
Creer, como lo han creído y siguen creyendo los marxistas ortodoxos,
que el capitalismo morirá asfixiado bajo el peso de sus propias contradicciones,
es un error en el cual no debemos caer. El capitalismo, basándose en
el fantástico desarrollo de los medios técnicos, va resolviendo
sus propias contradicciones o por lo menos las va ocultando tras la aceleración
de la producción de bienes de consumo y de mercancías ideológicas.
Si el movimiento revolucionario comprende que la fuerza del capitalismo moderno
reside en el desarrollo de la electrónica y de sus aplicaciones en
el terreno de las riquezas y de la ilusión ideológica, si sabe
desviar la totalidad de estos medios técnicos para utilizarlos en provecho,
no ya de una clase particular, sino de la totalidad del pueblo, se le abren
perspectivas ilimitadas ya que el desarrollo técnico tal vez sea el
argumento definitivo que pueda asegurar el triunfo revolucionario. La electrónica
permitirá y favorecerá a una sociedad revolucionaria la realización
de las ideologías "utópicas" que soñaron los
revolucionarios del pasado.
A modo de conclusión
Hoy como ayer, la utilización particular de los logros científicos
y tecnológicos por la organización de la clase burguesa y estatal
ha dado, como resultado concreto y contrario a los objetivos humanos, una
dependencia permanente y cada vez más estrecha del hombre a la máquina,
del individuo atado a las técnicas determinantes y absolutas del sistema
social.
La revolución social anarquista, en concordancia con los objetivos
humanos que la guían, entiende y propugna que el progreso de las técnicas
deberá colocarse al servicio del hombre y que aumentando las posibilidades
de producción de riquezas necesarias, le liberará progresivamente
de parte de las obligaciones, para permitirle relacionarse mejor con sus semejantes,
aumentando a la vez su independencia en tanto que individuo.
Para ello es fundamental que la revolución revista las características
que el anarquismo mantiene en sus principios, suprimiendo -con la eliminación
del capital y de la coacción represiva del Estado- la ley del provecho
financiero, palanca motora de la sociedad moderna.
PERSPECTIVAS DE TRANSFORMACION SOCIAL Y LUCHA ANARQUISTA
Para la Internacional de Federaciones Anarquistas la realidad social actual,
en el Este como en el Oeste, en el Norte como en el Sur, se estructura a la
vez alrededor de la explotación del hombre por el hombre y de la opresión
del hombre por el hombre.
Pensamos que un cambio social pasa de forma ineludible por un cambio económico
y por consiguiente por la destrucción de la estructura económica
del capitalismo. Pero pensamos igualmente que nuestra intervención
en el terreno económico, en la fábrica, en la oficina, en el
campo, debe integrar todas las luchas tendentes a cambiar la vida en un sentido
libertario (antimilitarismo, luchas contra la opresión religiosa, ecología,
luchas de las mujeres, luchas de liberación sexual...).
El combate de la I.F.A. se apresta a destruir las estructuras económicas,
políticas, sociales, ideológicas... del capitalismo, a multiplicar
las alternativas a este sistema en el plano económico, político,
social... para que, una vez destruida la estructura económica del capitalismo,
estas alternativas, que hoy no pueden resultar más que embrionarias,
puedan abrazar la totalidad del campo social y estructurar la construcción
del mundo nuevo que llevamos actualmente en nuestros corazones.
Antimilitarismo
La militarización no se reduce al sólo problema del ejército
o de la guerra. Hoy, en el Este como en el Oeste, la militarización
abarca la totalidad del espectro social (refuerzo de los cuerpos represivos,
de las instituciones estatales, del autoritarismo, de la jerarquía...
en la vida social).
Por ello estamos contra todos los ejércitos, contra todos los imperialismos
- tanto los grandes (USA, URSS) como los pequeños (Europa, Sudeste
asiático...).
Por ello no creemos en tratados de paz o de desarme establecidos entre los
Estados.
Por ello, asimismo, creemos en la solidaridad internacionalista de los pueblos
que se desembaracen del capitalismo y del Estado.
Por ello nuestro antimilitarismo se sitúa en el interior y en el exterior
de los cuarteles.
Ecología y nucleares
El capitalismo, privado o estatal, no se contenta con explotar y oprimir
a los hombres. Explota igualmente la naturaleza hasta destruir las condiciones
mismas de la vida (aniquilación de los recursos naturales, poluciones
de todas clases...).
Por ello oponemos a esta lógica un sistema donde la producción
estaría basada en las necesidades reales de la gente. Este sistema,
que excluiría el despilfarro energético, no tendría ninguna
necesidad de energía nuclear.
Por ello oponemos a la lógica actual un sistema autogestionario basado
en el federalismo. En efecto: un sistema autogestionario federal no tendría
ninguna necesidad de una producción energética centralizada,
en la que las nucleares son el ejemplo típico.
Ateísmo
Las religiones, confesionales y laicas, por su creencia absoluta en un ser
supremo o en un paraíso futuro, son un obstáculo para el cambio
de la realidad social actual. Siempre hay un contacto estrecho entre las religiones
y el poder. Actualmente las ideas laicas están de capa caída
y las religiones confesionales, por medio de un vistoso aparato externo, aprovechan
para captar a una nueva juventud.
Por ello rechazamos todas las religiones y combatimos las estructuras de alienación
que ellas vehiculan.
Educación
La escuela, privada o estatal, tiene como objetivo, en tanto que institución,
el mantenimiento y consolidación de la estructura social dominante.
Lo realiza con la imagen de una educación muy determinada que considera
al individuo y al niño como una esponja.
La escuela produce una ideología; su función es permitir al
niño insertarse en el sistema existente.
El objetivo final de la educación actual no es ayudar al individuo
a ser feliz, sino hacerle aceptar la explotación y la opresión
que sufre. Los anarquistas han creado, desde hace mucho tiempo, espacios de
autogestión del saber, de desenvolvimiento autónomo del niño,
de permisividad sexual...
Estas experiencias de educación libertaria permiten al niño
expansionarse libremente y desarrollar la autogestión de su propia
vida, no han querido ser jamás "islas de libertad" en un
océano de opresión. Todas se han producido en relación
estrecha con los momentos de lucha contra el capital, el Estado, la Iglesia,
etc. No son utopías, sino elementos de un enfrentamiento social e instantes
de madurez de la humanidad en marcha hacia su emancipación.
Opresión sexual
La sociedad capitalista (en el Este como en el Oeste) es una institución
patriarcal, dominada por los valores del machismo (opresión de la mujer
por el hombre, asimilación de comportamientos no conformes con las
normas del machismo como desviaciones: homosexualidad...). El poder (Estado,
religión, etc.) produce y explota esta situación que le permite
dividir a los explotados y oprimidos.
La I.F.A., que está por la libertad y la igualdad entre todos los individuos,
rechaza y combate toda discriminación y opresión sexual.
Por ello, estamos por la abolición de la familia patriarcal en tanto
que institución y por la reconstrucción de relaciones humanas
basadas en el libre acuerdo.
Por ello la I.F.A. denuncia y se opone a todas las violencias sexuales hachas
contra las mujeres. La I.F.A. lucha para que las mujeres en el mundo entero
puedan disponer libremente de su cuerpo (contracepción e interrupción
voluntaria del embarazo libre y gratuitamente) y de su porvenir (igualdad
económica y social).
Racismo
El capitalismo, privado o estatal, coloca siempre los problemas de las diferencias
entre los individuos en términos de desigualdad. Y esto con el fin
de dividir a los explotados y oprimidos. Actualmente, y no por casualidad
pues la crisis económica se muerde la cola, el racismo encuentra un
nuevo vigor. La I.F.A. afirma que el racismo no es más que una consecuencia
de la división de la sociedad en clases.
Por ello combate todos los racismos y proclama que, por encima de las diferencias
que pudieren existir entre los seres humanos, todos son iguales.
Antiestatismo y federalismo
El sistema capitalista, ya sea privado o estatal, es una fórmula por
la que se explota y oprime a la mayoría. La institución estatal
es uno de los métodos que le permiten reprimir a los explotados y oprimidos
y, de esa manera, perpetuarse. La institución estatal es a la vez causa
y efecto de la división social.
Por ello la I.F.A. quiere destruir el capitalismo y el Estado por medio de
la acción directa, de la autogestión de las luchas, del antiparlamentarismo,
de la insurrección, etc. Lucha en favor de un sistema social federal
basado en la libre relación de los individuos y los grupos sociales:
el comunismo libertario.
POSICION DE LOS ANARQUISTAS SOBRE
EL MOVIMIENTO OBRERO
La I.F.A. constata que el movimiento obrero organizado juega un papel preponderante
en el desenvolvimiento, y no solamente bajo el aspecto de las reivindicaciones
inmediatas, sino también para crear en el seno mismo de la sociedad
capitalista, lo que mañana serán las formas revolucionarias
de la sociedad futura.
Fueron los sindicatos, en España y otros países que han atravesado
periodos revolucionarios, los instrumentos más adecuados para la reconstrucción
social.
Los hechos históricos muestran que aún cuando el sindicalismo
se limite a una función puramente defensiva de los intereses de la
clase obrera, éste se enfrenta con el capitalismo y con el Estado,
y se ve obligado a hacer frente a situaciones revolucionarias.
Debemos también señalar la situación de una buena parte
del movimiento obrero caído en numerosos países en el reformismo
que, de hecho, ha convertido a los sindicatos en instrumentos del Estado y
del capitalismo privado o estatal. Señalamos, para ilustrar esta comprobación,
lo que son algunos sindicatos en los países del Este, en los Estados
Unidos, en las diversas repúblicas de América Latina y en otros
países. A esto debemos añadir la dependencia en que se encuentran
numerosas centrales sindicales, dirigidas y dominadas unas por los partidos
políticos, otras por la Iglesia.
La I.F.A. declara que los anarquistas no han jugado nunca en las organizaciones
sindicales un papel director o de mando, ni siquiera en los países
en que ellos consiguieron crear organizaciones o sindicatos anarcosindicalistas.
Los anarquistas trabajan como obreros manuales o intelectuales en el seno
de los sindicatos, e intentan convencer a los trabajadores por la propaganda
y por el ejemplo, orientándoles en el sentido revolucionario, mostrándoles
el camino a seguir para llegar a la emancipación integral, respetando
siempre la plena independencia de las organizaciones.
En este sentido es preciso reconocer la obra realizada por las organizaciones
sindicales en España, en Bulgaria, en Italia, en Argentina, en Francia
(no debemos olvidar que la CGT fue fundada por los sindicalistas revolucionarios),
y en otros países, antes la Primera Guerra Mundial. La AIT, continuadora
de la Primera Internacional, aunque aminorada por la destrucción de
alguna de sus secciones por el fascismo y el autoritarismo, continuó
defendiendo los principios y las tácticas de la Primera Internacional,
siendo la sola organización de carácter sindical internacional
que haya escapado a las desviaciones reformistas o totalitarias.
La I.F.A. emplaza a sus federaciones adherentes a participar en las luchas
obreras bajo todas las formas correspondientes a la realidad de cada país.
Esta participación no podrá naturalmente desenvolverse más
que sobre la base de los principios generales del anarquismo, es decir, acción
directa, federalismo y finalidad de revolución social libertaria.
Partiendo del principio de acción directa, entendiendo por tal la solución
de los conflictos entre el capital y el trabajo tratando directamente patronos
y obreros, prescindiendo de la mediación de cualquier burocracia o
autoridad. La I.F.A. aconseja que los compañeros de las diferentes
federaciones no realicen trabajos de gestión o burocráticos
remunerados en el seno de los sindicatos.
A partir de las situaciones en que cada sección de la I.F.A. se desenvuelva,
ésta acción podrá ser de las siguientes formas:
- Acción en los sindicatos anarcosindicalistas miembros de la Asociación
Internacional de los Trabajadores, AIT.
- Acción no burocrática en otras organizaciones sindicales con
objeto de desarrollar concepciones anarcosindicalistas.
- Acción en los comités de lucha, consejos obreros u organizaciones
de parados y de trabajadores precarios, con objeto de crear un movimiento
autónomo autogestionario.
Las federaciones de la I.F.A. no perderán de vista la necesaria solidaridad
en consideración a los compañeros de otras secciones de la I.F.A.
en las luchas obreras que impulsen.
Las federaciones de la I.F.A. se comprometen a sostener con su solidaridad
a las secciones de la AIT y a los movimientos sociales que puedan surgir,
siempre que éstos desarrollen una actuación anarquista en las
luchas obreras.
La I.F.A. constata, a través de los hechos, que cuando las masas laboriosas
están reunidas en organizaciones sindicales independientes y con finalidad
revolucionaria, y que también, cuando los anarquistas puedan apoyarse
en la acción obrera e impulsando otros movimientos sociales, será
posible transformar la condición social de los trabajadores y de todos
los seres humanos en general.
ASPECTOS DE LA DOMINACION
Y LA EXPLOTACION MUNDIALES
La mundialización del capitalismo y la puesta en marcha de organizaciones
estatistas supranacionales (F.M.I., Banco Mundial, etc.) no se han producido
para satisfacer las necesidades de la humanidad. No están concebidas
ni estructuradas para ser controladas por la población mundial.
En el plano económico, este sistema está sostenido por un número
cada vez más restringido de empresas que constituyen oligopolios: las
multinacionales. Estas orientan y rigen el sistema económico mundial,
evidentemente para obtener el máximo de beneficios.
Para lograrlo se apoyan en la capacidad de control social, militar, policial
y religioso de los Estados y en el control ideológico ejercido por
los medios de comunicación. Estos controles garantizan de hecho la
estabilidad política y, por tanto, la estabilidad económica.
La mundialización del capitalismo es el logro a escala mundial del
movimiento secular de concentración de capital inherente a todo sistema
de competencia. Hoy asistimos a un crecimiento global de los intercambios
comerciales y financieros en el planeta. No obstante, este crecimiento global
permanece al menos en parte en el dominio de lo virtual, concerniendo únicamente
a los títulos de propiedad financieros (obligaciones y acciones) y
a la moneda.
Se constata en efecto una cierta desconexión entre, por una parte,
los intercambios financieros organizados a escala planetaria y, por otra,
los intercambios comerciales y un sistema productivo más o menos estructurado
a escala continental. Esto revela las tensiones de competencia que existen
a escala planetaria por el control de la producción y los intercambios.
Por otra parte, esta economía de "casino" nos hace pasar
de un capitalismo con crisis de producción más o menos cíclicas
a un capitalismo de crisis permanente.
Lejos de desembocar en un sistema monolítico, en la constitución
de algunas superempresas fordistas, este movimiento se ha dotado de una estructura
extremadamente flexible y móvil. El aumento del poder de los holdings
va parejo con un desarrollo de las pequeñas y medianas empresas. Esto
no significa que se esté asistiendo a la puesta en marcha de una economía
a dos niveles. Desde la más pequeña de las empresas hasta el
holding más poderoso, existen vínculos, pero, como debe ser
en el sistema capitalista, esos vínculos son las relaciones de dominación
y explotación.
El sistema económico actual es un sistema de explotación en
cascada. Este mecanismo no es nuevo. Ya había sido puesto de relieve
por Elisée Reclus a finales del siglo XIX a propósito de la
explotación colonial de los indios por los capitalistas británicos
a través de los marajás hindúes. De hecho el sistema
capitalista se basa en una jerarquización de los estatus sociales y
los ingresos.
La mundialización del capitalismo no reduce en absoluto las diferencias
entre zonas geográficas ni entre clases sociales. Lejos de unificar
el planeta y la sociedad en una mítica sociedad de consumo y una hipotética
clase media, la mundialización del capitalismo genera de hecho una
fragmentación sin precedentes entre espacios geográficos y clases.
Acentúa las desigualdades económicas y sociales, incrementa
el número de proletarios y los empobrece cada vez más.
En resumen, la mundialización del capitalismo genera un sistema de
explotación complejo, generalizado en el conjunto del planeta, basado
en relaciones de clases y de poder, oponiendo el proletariado (los que sólo
tienen su fuerza de trabajo) a la burguesía (los que poseen y controlan
los medios de producción y de intercambio), pero también enfrenta
a los proletarios entre ellos y a las diferentes facciones de la burguesía
entre sí.
Sin duda, la burguesía de la triada (América del Norte, Europa
Occidental y Asia del Sudeste) domina actualmente el sistema capitalista mundial.
Explota al conjunto del planeta en función de los beneficios que pueda
obtener de él. No obstante, para lograrlo, no están solos en
el mundo. Se apoyan en una red espesa de burguesías locales presentes
en todos los países, tanto los de la triada como los demás.
Esta jerarquía global no está determinada del todo. Las relaciones
de fuerza que existen en el seno de los diferentes estratos de la burguesía
no están fijadas para siempre. Las nuevas burguesías pueden
surgir tanto a nivel local como a escala internacional. En este último
caso, se incorporan simplemente a las oligarquías existentes, se convierten
por un tiempo en las nuevas dominadoras del mundo.
En definitiva, en lo que concierne a la situación mundial, pensamos
que es muy importante subrayar los siguientes puntos:
1.- La competencia económica mundial y la reducción de los
márgenes de maniobra de las empresas se acentúan paralelamente
provocando el deterioro de las condiciones de vida de las clases sociales
proletarias, pobres o marginadas por todo el mundo. La desigualdad social
aumenta, incluidos los países llamados desarrollados.
En la situación actual, el mantenimiento del sistema capitalista depende
cada vez más del consumo de la mercancía bélica, de las
guerras y siempre las guerras. A pesar de las instancias supranacionales (Unión
Europea, A.L.E.A.N., A.S.E.A.N., etc.), el desarrollo de la ideología
y las políticas nacionalistas, militaristas y racistas es una necesidad
vital del sistema capitalista en su época actual para dividir y crear
rivalidades en el proletariado del planeta.
2.- La situación de dependencia en la que se encuentran todas las regiones del planeta frente al mercado capitalista mundial y el nivel de centralización alcanzado por la economía capitalista han transformado el nacionalismo "revolucionario" tercermundista en un simple instrumento de las luchas interimperialistas.
3.- En este periodo de totalitarismo democrático-mercantil, se asiste
a una deriva completa de las diferentes corrientes del "socialismo"
autoritario o estatista (la derecha y la izquierda se confunden y son intercambiables)
y a la transformación de los sindicatos burocrático-reformistas
en instrumentos de aplicación de los planes represivos de los gobernantes
y los capitalistas. Es decir, en instrumentos de la contrarrevolución.
Los sindicatos reformistas, retomando en esto papel ancestral de las religiones,
vienen a gestionar ellos solos o con estas últimas la asistencia pública
social, es decir, una parte del control social.
Debemos hacer una crítica radical, rechazando el modelo sindical impuesto
por los Estados, basándonos en una propaganda que los denuncie constantemente.
Debemos defender un modelo sindical diferente, basado en las asambleas generales
de los trabajadores, en la acción directa y la solidaridad, así
como en el apoyo a las diferentes iniciativas que puedan aparecer con vistas
a crear organizaciones anarcosindicalistas por el mundo.
En este período, el capitalismo recupera todas las luchas sectoriales,
transformándolas en simples piezas de teatro políticas o politico-"revolucionarias".
4.- Particularmente en los países de la periferia del capitalismo mundial, la democracia representativa y el reformismo son, en el periodo actual, medios decisivos para impedir la eclosión y el desarrollo de la guerra social de los explotados y los oprimidos contra los explotadores y los opresores. La democracia y el reformismo son las dos grandes armas ideológico-políticas de los centros dirigentes del capitalismo mundial.
5.- En el marco actual del capitalismo, los problemas ecológicos, sin duda muy graves, tienen aún tendencia a agravarse más. Sin embargo, los proletarios no pueden ser considerados responsables del deterioro del medio ambiente. La responsabilidad es de todos los que gestionan el sistema económico: los capitalistas.
6.- La organización de la violencia contrarrevolucionaria constituye uno de los objetivos prioritarios del conjunto de los gobiernos totalitarios, fascistas o democráticos, de izquierda o de derecha, en el periodo actual.
7.- Los problemas económicos y sociales de las clases pobres y proletarias,
así como el conjunto de las consecuencias de la guerra económica
entre capitalistas, constituyen la base sobre la que puede fundarse una guerra
social, oponiendo directamente a los pobres y a los gobernados a las clases
gobernantes y explotadoras. Eso nos conducirá a la revolución
mundial anarquista.
El combate de ideas es indispensable para unir a los proletarios contra la
burguesía, pero no basta por sí solo. Debemos también
favorecer la formación de organizaciones de lucha múltiples
y plurales. No obstante, no puede tratarse de un esfuerzo único que
pretenda construir un solo tipo de organización. Debemos favorecer
la creación y el desarrollo de un conjunto coherente de estructuras
específicamente anarquistas, pero también sindicales, territoriales
(comités de barrio y de municipio) y de los diversos sectores de lucha
(organización de mujeres, de jóvenes, antimilitarista, anticlerical
y antirreligioso, etc.), respondiendo a las diferentes preocupaciones del
proletariado.
Al igual que la lucha sindical no debe conducir al reformismo sindical, está
claro que las luchas ecologistas y territoriales (especialmente municipales)
no deben en ningún caso confundirse con la simple lucha medioambiental
o con la participación en elecciones locales, a las que nos oponemos
como quiera que sean.
PACTO ASOCIATIVO DE LA INTERNACIONAL
DE FEDERACIONES ANARQUISTAS
La I.F.A. es una organización internacional de federaciones anarquistas
que se vincula, por su pacto asociativo y su acción, en los principios
de la Primera Internacional anarquista, constituida en Saint-Imier en 1872.
La I.F.A. lucha por:
- Abolir toda forma de autoridad, cualquiera que sea, económica, política,
social, religiosa, cultural, sexual, etc.
- Construir una sociedad libre, sin clases ni Estados ni fronteras, fundada
sobre la base del federalismo libertario, la ayuda mutua y la solidaridad.
La acción de la I.F.A. se basará siempre, tanto en la teoría
como en la práctica, en la acción directa contra el parlamentarismo
y el reformismo.
Las federaciones adherentes a la I.F.A. se comprometen a desarrollar entre
ellas la solidaridad más eficaz en todos los campos, a apoyar y coordinar
todas las iniciativas, a suministrar una ayuda regular y constante a la I.F..A.
y a su secretariado, a desarrollar, a escala mundial, la acción anarquista.
Cada federación es autónoma en su desenvolvimiento y en el desarrollo
de la propaganda.
Para adherirse a la I.F.A. una federación debe:
- Identificarse con el pacto asociativo y la acción definidos en sus
congresos.
- Presentar su petición al secretariado de la I.F.A., que se encarga
de comunicarlo a todas las secciones. A falta de oposición por parte
de las federaciones adherentes, formulada en el espacio de seis meses, la
adhesión es efectiva inmediatamente. Deberá ser ratificada,
por unanimidad, en el congreso siguiente. En caso de oposición, sólo
el congreso puede re-examinar la petición de adhesión. La condición
de sección de la I.F.A. implica el pago de una cotización, cuyo
importe será determinado en congreso.
La I.F.A. desea la existencia de una sola federación por país,
pero no reconociendo la geografía política, impuesta por los
Estados, acepta la formación de otras federaciones en un mismo territorio,
siempre y cuando la federación ya adherente no formule oposición.
La I.F.A. acepta la adhesión de federaciones plurinacionales que entienden,
de esta forma, desarrollar en el interior de un área geográfica
o lingüística contigua, la práctica del internacionalismo
anarquista.
En caso de constatación por el secretariado de falta de actividad durable
y confirmada por parte de una federación adherente a la I.F.A., éste
se encarga de comunicarlos a todos los miembros de la I.F.A. En ausencia de
oposición por parte de las federaciones adherentes, formulada en el
espacio de seis meses, la baja será considerada efectiva; deberá
ser ratificada, por unanimidad, en el congreso siguiente. En caso de oposición,
sólo el congreso puede re-examinar esta baja.
En el caso de una vuelta a la actividad que fuese constatada, esta federación
puede volver a proponer su adhesión a la I.F.A. conforme al pacto asociativo.
Ante la inexistencia de organización federada de ámbito nacional,
pueden adherir a la I.F.A. también grupos que se comprometen, en el
área del territorio de referencia, a crear federaciones. Esta adhesión
no puede ser más que provisional. Las federaciones de la I.F.A. se
reservan el derecho de reconsiderar esta adhesión en el marco de su
congreso, si el grupo en cuestión no ha llegado aún a constituir
una federación. En caso contrario, la nueva federación deberá
hacer su petición de adhesión a la I.F.A.
La I.F.A. mantiene lazos cordiales con el conjunto del movimiento libertario
mundial en su lucha contra todas las formas y estructuras de dominación
(cambio de información, solidaridad, etc.) y puede invitar a delegaciones
para asistir a sus trabajos.
La I.F.A. se reúne en congreso por lo menos cada tres años;
el congreso decide las orientaciones y los ejes de acción de la I.F.A.
por unanimidad. Un año antes de su celebración, una reunión
conjunta del secretariado con los delegados encargados de relaciones internacionales
de las diferentes federaciones, define el orden del día, la fecha y
el lugar del congreso de la I.F.A.
El congreso delibera bajo las iniciativas propuestas por la organización
y confía, por unanimidad, el secretariado de la I.F.A., encargado de
la aplicación de los mandados del congreso, a una federación
adherida que nombrará sus miembros. El secretariado, además,
tiene por tarea mantener los contactos con los encargados de relaciones internacionales
en sus diferentes federaciones adheridas, que se reúnen, conjuntamente
o por áreas geográficas, por lo menos cada seis meses.
El secretariado representa a la I.F.A. y tiene la tarea de trabajar a la vez
por su difusión y por su desenvolvimiento. Además:
- Estimula los contactos y el debate interno en la I.F.A.
- Indica los casos en que es necesario desarrollar la ayuda mutua y solidaridad
internacionales.
- Edita el boletín internacional con referencias para la correspondencia
y el debate interno de la organización.
- Se ocupa de la edición de propaganda referida a las resoluciones
y la acción de la I.F.A.
- Percibe y administra las cotizaciones que las federaciones pagan regularmente
para el mantenimiento de la actividad de la I.F.A.
- Informa de sus actividades y de su gestión.
El secretariado presenta su dimisión en los congresos.
El no el respeto de los compromisos materiales y éticos que preceden
constituye una puesta en causa efectiva de la adhesión a la I.F.A.,
que será ratificada en el congreso siguiente.
Toda proposición de modificación del presente pacto asociativo
debe ponerse en conocimiento de todas las federaciones adherentes por lo menos
un año antes del congreso que deberá examinarlas.
- Bases ideológicas del anarquismo social, organizador y revolucionario
- El anarquismo y el marxismo ante la prueba de la experiencia revolucionaria del siglo XX
- Perspectiva para una revolución social de inspiración anarquista
- Perspectivas de transformación social y lucha anarquista
- Posición de los anarquistas sobre el movimiento obrero
- Aspectos de la dominación y la explotación mundiales
- Pacto asociativo de la Internacional de Federaciones Anarquistas