SECCIONES
En recuerdo de la familia Grossi
Despacho nº 140, del 27.09.1929, Casellario Politico Centrale
(Roma). De la Embajda de Italia en Buenos Aires al Ministerio del Interior
(Roma): El responsable Gazzera informa que el abogado subversivo Carmine Cesare
Grossi, con fecha 25.06 del año en curso, se marchó a Montevideo,
junto al anarquista Tognetti, con motivo de una gira de conferencias contra
el gobierno de la nación. Grossi es peligrosísimo. Hay que reforzar
la vigilancia.
En el año 1926, el fascismo del régimen de Mussolini atenazaba
Nápoles, una mal que, más allá de Italia, amenazaba con
transmitirse como la peste por la mayor parte del mundo, por lo que había
que combatirlo con determinación.
Los ataques protagonizados por los camisas negras del fascio llegaron
a tal punto que Carmine Cesare Grossi, nacido el 21 de mayo de 1887, quien,
no obstante su aún joven edad, era ya un prestigioso abogado penalista
de Nápoles, hicieron que abandonase Italia para exilarse en Argentina
con toda su familia. Su compañera, Maria Olandese, y sus hijos Renato,
Ada y Aurelio, todavía niños. Tanto Cesare (todos le llamaban
por su segundo nombre) como Maria eran socialistas puros, entendido esto como
socialistas utópicos, después, socialistas libertarios.
Llegaron a Buenos Aires en noviembre de 1926, ciudad en la que vivirían
durante casi 10 años. Cesare trabajaría como editor y redactor
en el diario LItalia del Popolo, órgano del antifascismo italiano
en Argentina, fundado en contraposición al periódico fascista
Il Popolo dItalia, así como en la destacada revista literaria
Nosotros.
La familia Grossi en Puerto Nuevo, Buenos Aires, el 11 agosto 1936, día de la partida hacia Bélgica
Por otra parte, formaría parte de diferentes comités y círculos
antifascistas que denunciaban activamente por toda Argentina e, incluso, en
Uruguay el régimen de Mussolini y el nacimiento y expansión
del nacionalsocialismo en Alemania. Entretanto, los Grossi, además
de seguir todas las noticias que llegaban de Europa, se informaban con especial
interés de lo que iba aconteciendo en España y, más concretamente,
en Cataluña. Así fue cómo llegó el momento en
que mientras el fascismo y el nacionalsocialismo campaban a sus anchas por
el continente, en España se proclamó la II República
en teoría, social y de trabajadores a consecuencia de las
elecciones de abril del 31. Como es de dominio común, la II República
fue una época conflictiva, plagada de errores y contrasentidos que
darían lugar a hechos execrables, sustancialmente no diferentes a los
padecidos antes de su proclamación. Finalmente, el ala de la ultraderecha
del Ejército, con el beneplácito de los demás poderes
fácticos, fue propiciando un golpe de Estado que estallaría
en la noche del 17 de julio de 1936, desembocando en una guerra civil en la
que, acorde con el ideario de sus autores, subyacería un programa perverso
de genocidio sistemático contra el pueblo insumiso.
Es de todos sabido que los militares sublevados contra el gobierno no conseguirían
sus objetivos con la rapidez que preveían inicialmente. En Barcelona,
a partir del 18 de julio, el pueblo en armas va a paralizar esa insurrección
militar, causando asimismo el derrocamiento del poder político, militar
y económico del Estado. Lo anterior, llevaría a un modelo de
sociedad basado en los planteamientos anarquistas de la FAI y de la CNT, que
eran las organizaciones que tenían una mayor influencia en el movimiento
obrero, a través de las cuales se llevarían a la práctica
los principios inherentes al comunismo libertario. Así, se pondría
en marcha un proceso de colectivización tanto en el sector agrario
como en el empresarial, en la medida en que los respectivos patronos habían
dejado de contar con la fuerza represora del Estado. Muchos fueron los terratenientes
y empresarios que abandonaron sus propiedades, al haber perdido el apoyo institucional
del que gozaban antes de la eclosión de la revolución social.
Los trabajadores mismos van a tomar las riendas de sus lugares de trabajo,
poniendo en práctica la autogestión. Algunos ejemplos, entre
muchos otros, fueron las colectivizaciones de los tranvías de Barcelona,
la cervecera Damm, la Hispano-Suiza, la CAMPSA, etc.
Decisión y salida de Argentina
Antes de pasar a hacer un resumen de la estancia de los Grossi en Barcelona
(1936-1939) es necesario tener en cuenta que todos los movimientos de Cesare
y, también, los de Maria y sus hijos, tan pronto como éstos
fueron adolescentes, se observaban con la frecuencia y detalles requeridos
por la policía política del régimen de Mussolini, la
OVRA (Organización para la Vigilancia y Represión del Antifascismo)
con extensión en el extranjeros en todos los países que mantenían
relaciones diplomáticas con Italia o en los correspondientes centros
de espionaje cuidadosamente camuflados. Existe un elevado número de
expedientes, cartas y despachos respecto a los Grossi, fechados desde los
inicios de 1927 y hasta el año 1943, inclusive. Los originales están
depositados en el Archivio Centrale dello Stato, Roma, Casellario Politico
Centrale.
Los Grossi en Bélgica, comienzos de septiembre de 1936
De hecho, y a modo de ejemplo, el espediente nº 46, del 17/09/1936,
remitido por la Embajada de Italia en Buenos Aires, dirigido al Ministerio
de Asuntos Exteriores (Roma), al Ministerio de Interior (Roma) y con copia
por conocimiento al Consulado de Italia en Amberes (Bélgica), dice
textualmente: Comunico que, de acuerdo con una información confidencial
transmitida a esta Dirección de Seguridad Pública, el día
11 de este mes, el abogado Carmine Cesare Grossi y su familia han llegado
a Amberes a bordo del buque belga Pionner, procedente de Buenos
Aires. El denominado abogado ha llevado a cabo, durante la travesía,
una activa propaganda subversiva. Los Grossi se han alojado en el Hotel Max
de Amberes y parece que en fechas próximas se dirigirán a España.
Aún no se sabe bien.
Firmado: El Embajador
(Anotación a mano: Comuníquese a Nápoles).
La familia Grossi decidió poner término a su residencia en Buenos
Aires después de una asamblea familiar celebrada a raíz de las
noticias que les habían llegado de España. Fue en torno al 20
de julio de 1936. Consecuentemente, abandonarían Buenos Aires como
ya habían hecho en 1926, cuando dejaron Nápoles y todas
sus actividades, así como todo lo que habían conseguido en su
nueva vida en Argentina. Embarcaron rumbo a Barcelona el 11 de agosto de 1936
pasando por Amberes, ciudad a la que llegarían desde Buenos Aires.
Desde esa ciudad portuaria flamenca, se desplazaron a Bruselas y, tras una
breve estancia, viajaron a París en tren. Días después,
otro tren los llevaría a la Rosa de Fuego, donde llegarían
el 30 de septiembre. Tras diversas estancias en hoteles colectivizados para
acoger a los combatientes voluntarios extranjeros, les sería concedido
un piso incautado a una familia fascista que había huido a Zaragoza
el 18 de julio, sito en la calle Córcega, 250.
La Plaza de Cataluña es como un gran puerto donde encuentran
acogida los extranjeros que llegan para intervenir en la lucha de la liberación
de España de la invasión de los reaccionarios, de los marroquíes
y de los fascistas italianos (Cesare Grossi).
Así va a nacer Radio Libertà sita en la Avenida Diagonal,
594, en el mismo edificio en el que se encontraba el Ministerio de Propaganda.
Cesare Grossi la dirigía y escribía para la emisora los textos
que relataban fehacientemente las noticias de los frentes; los hechos de la
guerra minuciosamente detallados y analizados. Su hija, Ada, nacida el 10
de abril de 1917, verbalizaba los textos de su padre, llegando a ser conocida
como la voz de la España ensangrentada. La emisora alcanzaba
Italia, donde se escuchaba clandestinamente. Tanto es así que las autoridades
fascistas dieron orden de interceptar las transmisiones, pero Radio Libertà
cambiando frecuentemente de horario, conseguía ser escuchada por miles
y miles de personas tanto en Italia como en España, repleta de soldados
al servicio del fascio, pasando por Francia. Desde esa emisora, se incitaba
a los soldados italianos a desertar y a unirse a la lucha del pueblo español.
Es sabido que hubo numerosas deserciones en España y que, en Italia,
muchos se negaron a incorporarse a nuevos reemplazos. Las transmisiones provocaron
tumultos en Italia y, por consiguiente, la detención y el castigo de
numerosas personas.
Entre otros hechos, Radio Libertà narró con detalle la derrota
de los fascistas en Guadalajara, con mención especial a Cipriano Mera,
indiscutible artífice de la única gran batalla que ganó
la II República. Este tipo de noticias que se contraponían a
las tendenciosas y sesgadas que se divulgaban en los medios de comunicación
italianos, desataron la cólera del régimen de Mussolini quien,
al cabo de unos años, se vengaría de Cesare Grossi de la forma
más perversa y cruel imaginable
Desde Radio Libertà también se denunciaban los desmanes y los
crímenes de los estalinistas. Entre ellos, el caso del asesinato de
Guido Picelli, fundador de Gli Arditi del Popolo, comandante del Batallón
Picelli, integrado en las Brigadas Garibaldi.
Funeral de Guido Picelli
Cesare Grossi era amigo personal de Guido Picelli, a quien conocía
desde los tiempos de las Barricadas de Parma (1922). Sabía de primera
mano las amargas y desoladoras vivencias de Picelli en su estancia en la URSS
y cómo la NKVD se la tenía jurada. De hecho, el 5 de enero de
1937, unos agentes de Orlov infiltrados en su batallón le tirotearon
por la espalda, causándole la muerte, cuando Guido estaba montando
una ametralladora en el frente de Mirabueno (Guadalajara).
La denuncia de su asesinato, a través de Radio Libertà, y la
presencia de los Grossi en el funeral de Estado que se le rindió en
Barcelona, es no sólo reveladora de sus actividades revolucionarias,
sino, también, una de las claves de lo que le sucedería meses
después a Radio Libertà y a Cesare Grossi, en el transcurso
de los Sucesos de Mayo del 37.
Cesare Grossi, Maria Olandese y Ada Grossi formaban la delegación italiana
en ese funeral de Estado, al que asistieron cientos de miles de personas.
Se situaron a la derecha de Paolina, la viuda de Guido Picelli. A la izquierda
de ésta, junto a dos hombres aún no identificados, se situó
Vladímir Antónov-Ovséyenko, entonces cónsul general
de la URSS en Barcelona. A los seis meses del funeral de Picelli, el proprio
Stalin le llamaría a Moscú, utilizando una argucia a modo de
excusa. Unos meses después de presentarse en el Kremlin, Antónov-Ovséyenko,
estrechamente vigilado, fue arrestado, enviado a prisión, torturado
y, finalmente, fusilado en febrero de 1938.
Maria Olandese, nacida el 1de diciembre de 1889, quien fuera una soprano dramática
excepcional, trabajaba como voluntaria en varios hospitales, ayudando a los
heridos que venían del frente. Asimismo, organizaba conciertos en esos
hospitales, así como espectáculos operísticos en otros
centros de la ciudad para los combatientes que partían al frente o
volvían de permiso a Barcelona. Su hija Ada, pianista y estudiante
de perfeccionamiento de canto soprano lírica, entonces alumna
de Dolores Frau en el Conservatorio Superior de Música de Barcelona
o bien acompañaba al piano a su madre, o bien cantaba junto a ella
cuando sus responsabilidades en Radio Libertà o en el Conservatorio
le permitían participar. Cuando era el caso, entre las dos conseguían
formar una orquesta también compuesta por músicos combatientes
tanto extranjeros como españoles.
Mientras el padre, la madre y la hija luchaban desde la retaguardia, los hermanos
Renato, nacido el 14 de enero de 1916, y Aurelio, nacido el 24 de enero de
1919, ingresaron juntos en las filas del Ejército Popular, en enero
de 1937, en una unidad, de acuerdo con sus ideas, en la que la mayor parte
de los combatientes eran miembros de la CNT. Aurelio tuvo que alterar su fecha
de nacimiento para poder ingresar. Aún no había cumplido 18
años, pero los hermanos querían combatir juntos. No concebían
la idea de separarse. El mayor, Renato, era violinista y estudiante de ingeniería
y el más joven, Aurelio, estudiante de piano y canto. Ambos eran radiotelegrafistas,
oficio que habían aprendido en Buenos Aires y que habían perfeccionado
en Barcelona. Por ello, se les destinaria a primera línea con esa especialidad.
Por su nacionalidad italiana y su marcado acento argentino, cuando hablaban
en castellano o en su incipiente catalán, se les conocía como
los hermanos Tanos (modismo argentino usado para denominar a los
italianos). Lucharon en las provincias de Málaga, Murcia, Albacete
y Teruel, donde la explosión de una bomba dejaría a Aurelio
ciego del ojo derecho a causa de una esquirla de metralla mientras que Renato,
por la explosión cercana, caería en estado de shock. Podrían
haber evitado esa desgracia, echando a correr lejos de allí, pero quisieron
salvar a toda costa el equipo de radiotelegrafía. De otro modo, sus
compañeros se habrían quedado desamparados. Fueron distinguidos
por ese acto de heroísmo en el frente y, una vez que se hubieron restablecido
de sus respectivos graves estados, continuaron combatiendo, siempre como radiotelegrafistas
en primera línea y, finalmente, en la defensa de la provincia de Barcelona.
Tragedia y traición
Con la llegada de la primavera del 37, el mes de mayo va a crear un clima
de convulsión en la retaguardia de Barcelona. Se habían promulgado
leyes progubernamentales que habían devuelto el poder a la Generalidad
y al Estado. Por otra parte, ya se habían incorporado al gobierno cuatro
anarquista de la CNT: Federica Montseny, Juan García Oliver, Juan Peiró
y Juan López, lo que no ayudó en absoluto. Al contrario, fue
una vía propicia para la contrarrevolución y, asimismo, para
la derrota en la guerra. Cabe considerar, también, que Largo Caballero
había sido forzado a dimitir y su puesto lo había ocupado Negrín,
probablemente el personaje más siniestro de la última etapa
de la II República: el servidor incondicional de Moscú y de
sus agentes en España. Del 3 al 8 de mayo, el Estado, así como
la Generalidad, van a recuperar todas las competencias en España, en
Barcelona y en Cataluña. Se presagiaba la tragedia. Una de las primeras
medidas fue la recuperación del edificio de la Telefónica hasta
entonces controlado por un comité formado por la CNT y la UGT
mediante el mandato expreso a la Guardia de Asalto, lo que va a provocar sangrientos
combates y el levantamiento de barricadas por toda la ciudad. En ese contexto,
toda persona considerada antisoviética estaba en el punto de mira.
Andrés Nin, fundador y dirigente del POUM, fue torturado y asesinado
por agentes de la policía soviética. Moscú le consideraba
trotskista. No había más que hablar. Otros asesinatos brutales
fueron los de los anarquistas italiano Camillo Berneri y Francesco Barbieri.
Ambos habían estado, el 4 de mayo, en la sede de Radio Libertà,
colaborando con los Grossi. Fueron secuestrados a última hora
de la tarde del día 5, por una patrulla de unos 15 hombres con brazaletes
de la UGT y dirigida por un mosso desquadra en el
piso que compartían con otras compañeras y compañeros.
De allí, los llevaron a un piso de las inmediaciones utilizado como
checa. Después, en la misma noche del día 5, los
llevaron a la Plaza de Cataluña para ejecutarlos. A continuación,
dispersaron malévolamente sus cadáveres, casi irreconocibles
por las palizas recibidas y los tiros con los que los habían asesinado.
En cuanto fue posible, se dio aviso al compañero Umberto Marzocchi
para encomendarle la peligrosa y dolorosa tarea de la identificación
de sus cadáveres. A Marzocchi, gran amigo de ambos, no le cupo la menor
duda.
El día 6, a media mañana, coincidió la incautación
de Radio Libertà con el secuestro físico de Cesare Grossi por
parte de una patrulla de estalinistas. Una llamada urgente a toda Barcelona,
que corrió como la pólvora por todos los estamentos de la ciudad,
realizada por un compañero de la radio, testigo de los hechos (se cree
que fue el muy noble y valiente corresponsal portugués, a cuyo cargo
estaba la emisora para Portugal sita en esa misma sede, pese a que éste
fuera consciente que, después, también le secuestrarían
la suya, al igual que hicieron, a continuación, con la emisora para
Alemania, a cargo de un compañero de esa nacionalidad, también
combatiente voluntario en la retaguardia de Barcelona), hizo posible que se
encontrara y se liberara in extremis a Cesare, golpeado repetidamente por
haber opuesto resistencia y, con toda probabilidad, poco antes de que lo ejecutaran.
Pero no fue posible impedir que la radio quedara en poder soviético
y perdiera, así, el cien por cien de su contenido revolucionario. Los
agentes de Stalin en Barcelona convirtieron a Radio Libertà en una
esclava arrodillada ante Moscú. Negrín, una vez más,
tenía la oportunidad de frotarse las manos.
Esos hechos brutales no lograron alterar el espíritu internacionalista,
socialista libertario, de los cinco miembros de la familia Grossi. Bien al
contrario, los haría reafirmarse en su natural animadversión
hacia el centralismo autoritario del comunismo soviético, del comunismo
institucionalizado, que temía de una manera que podría calificarse
de enfermiza las consecuencias de las colectivizaciones y de cualquier avance
revolucionario en España, en donde la cruel realidad era que se luchaba
al mismo tiempo tanto contra el fascismo como contra Moscú, palabras
éstas que los Grossi repetirían y difundirían a lo largo
de sus vidas, proyectándolas como pensamiento encaminado a la reflexión
de los hechos históricos. Hasta hace poco, Aurelio, el último
de los Grossi, fallecido el pasado 6 de abril, seguiría siendo el fedatario
italiano de ese execrable escenario. Una perversión llevada a los límites
extremos del genocidio contra un pueblo heroico que estaba luchando contra
cualquier forma de autoritarismo.
Aurelio cantando, febrero 1945, el día después de la liberación del Campo de Melfi
Exilio, dolor y valor
La guerra se perdería de la manera que conocemos bien. Los fascistas
terminarían por ocupar toda España. Entraron en Barcelona el
26 de enero de 1939. La resistencia republicana era escasa. La ciudad quedaría
bajo el mando militar del general Yagüe y se produciría un éxodo
de unas 46.000 personas, prolongándose éste hasta el 10 de febrero.
Los puestos fronterizos con Francia serían testigos de un goteo constante
de derrotados, heridos, de hombres, mujeres, niños y ancianos en condiciones
infrahumanas cuyas miradas reflejaban el miedo y la rabia, así como
un dolor inconmensurable. Todo ello, entremezclado con el hambre, la miseria
y la conciencia colectiva de que no existiría un retorno a lo perdido.
La familia Grossi conocería, una vez más, el exilio bajo los
bombardeos de los aviones Fiat italianos. Cuando llegaron, a pie, a la frontera
francesa, sería, también, el inicio la separación de
Cesare, Maria, Renato, Ada y Aurelio. Los hombres serían internados
en el campo de concentración de Gurs (Pirineos Atlánticos) y
las mujeres en el de Argelès-sur-Mer (Pirineos Occidentales). En este
campo los recintos masculinos y femeninos estaban separados por una alambrada.
Reunía uno por uno los requisitos de un verdadero campo de concentración.
Era un lugar inhabitable, cruel e inhumano. Con todo, no alcanzaba el grado
de perversión del campo de concentración de Gurs, el más
infame que se dio en Francia.
Gurs, une drôle de syllabe / comme un sanglot / qui ne sort pas
de la gorge, Louis Aragon (Gurs, una extraña sílaba /
como un sollozo / que no consigue salir de la garganta).
En el campo de Argelès, Ada conocería a su compañero,
el español Enrique Guzmán de Soto (13 noviembre 1917), a través
de la alambrada mencionada. Sin la interposición de esa alambrada,
se encontraban sólo cuando ella, con labores de intérprete en
el campo femenino, acompañaba a la enfermería, situada en la
zona masculina, a alguna interna. Enrique, el único español
en la enfermería, recubría ahí funciones de auxiliar
de cirugía. Era, entonces, un estudiante adelantado de medicina. Había
sido miembro de las Juventudes Libertarias, después de la FAI y de
la CNT, cuando fue a combatir al frente. Luchó siempre junto a Cipriano
Mera, quien le llamaba cariñosamente Quique. Era un hombre muy inteligente,
generoso y valiente, que pasaría largos años de su vida en prisión.
Ada y Enrique tuvieron dos hijos, Ettore, fallecido accidentalmente en 2010,
y Sylvia, nueve años menor que su hermano, quien vendría al
mundo una vez que su padre hubo salido del Penal de Ocaña, la última
de las cárceles en las que estuvo. A lo largo de su vida, Enrique recordaría
con inmutable emoción que sólo su abuela materna y Mera le habían
llamado Quique.
Los Grossi, fueron deportados a Italia desde Francia, donde el propio Mussolini
pudo culminar su venganza contra el abogado revolucionario internacionalista
Carmine Cesare Grossi, ensañándose con Renato, su primogénito,
quien padecería de por vida la peor de las represalias imaginables.
Renato, además de haber caído en un acusado estado depresivo
a causa de la pérdida de la guerra, padeció en Gurs, al igual
que su padre y que su hermano menor, Aurelio, un sinfín de maltratos.
En ese campo, se ordenaría su ingreso en el Hospital Psiquiátrico
de Lannemezan (Altos Pirineos). De allí, fue deportado a Italia e ingresado
directamente en distintos centros de experimentación psiquiátrica.
Tiempo después, Mussolini recibió una solicitud para el traslado
y confinamiento de Renato a Melfi (Basilicata) donde habían deportado
a Maria y a Aurelio. Una solicitud de carácter humanitario dirigida
personalmente al Duce, para que Renato pudiera estar, al menos, junto a su
madre y hermano. La respuesta fue la devolución de esa solicitud, a
través del Ministerio del Interior, con la palabra NO escrita
a mano, en mayúscula, y una M como firma. La caligrafía
y la firma de Benito Mussolini, lo que determinaría la inhabilitación
mental de Renato Grossi. Los documentos originales se encuentran en el Archivio
Centrale dello Stato (ACS), Roma, Casellario Politico Centrale (Carta a Benito
Mussolini, del 16.08.1941; ACS, Divisione di Confinamento Politico del Mininistero
degli Interni, b.722, carta al Ministero degli Interni, del 23.12.1941).
Después de esos años de prácticas psiquiátricas
infames, la recuperación de Renato resultó imposible, pese a
todos los esfuerzos y sacrificios de la familia por curarlo o, cuando menos,
para que experimentara alguna mejoría. Reducido prácticamente
a la condición de autómata, siguió con vida hasta el
12 de agosto de 2001.
Maria Olandese y Aurelio Grossi en Nápoles, primavera
1945,
pocos meses tras la liberación del Campo de Melfi
En Italia, según iban cruzando esposados la frontera con Francia,
se separaba a los Grossi. Maria pasó directamente al confinamiento
en Melfi. Aurelio, a la cárcel de Poggioreale (Nápoles) y, después,
a Melfi. Cesare, a la cárcel de Poggioreale y, después, a Ventotene.
La familia Grossi no volvería a reunirse hasta después del final
de la II Guerra Mundial. Ada, que había seguido a Enrique a España,
no conseguía obtener visado para viajar a Italia. Una vez reinstaurada
allí la democracia, el comunista Pietro Nenni, ministro
de Asuntos Exteriores de la República italiana entre 1946 y 1947, quien
había sido brigadista en la Guerra de España, se lo denegó
repetidamente. Su padre logró obtenerlo para Ada, a través de
Enrico De Nicola, a principios del 47. Poco después, a mediados de
marzo de ese mismo año, con Ada y Ettore, poco más que un bebé,
ya en Nápoles, volverían a detener a Enrique en Madrid. Le encarcelarían
en Carabanchel y, después, en Ocaña.
Todo aquello que, además, pudiera escribirse sobre los Grossi en estas
u otras páginas, no conseguiría relatar, por extenso y detallado
que fuera, las vivencias que protagonizarían. Aurelio, el último
miembro de la familia, que nos dejó el pasado 6 de abril, a los 98
años, era el único combatiente italiano voluntario en la Revolución
y en la Guerra de España que quedaba con vida. El 21 de diciembre de
2016, recibió de la mano de Luigi De Magistris, alcalde de Nápoles,
el nombramiento y condecoración de Héroe de la Ciudad de Nápoles
por su incansable lucha a favor de las libertades en España e Italia.
Se encontraba acompañado de su sobrina Sylvia, miembro de la CNT de
Vigo, y de su sobrino nieto Aitor, anarquista, residente en París,
hijo de Sylvia. Ahora, ellos dos son los únicos descendientes y testigos
directos que quedan de esa noble familia de combatientes; aquellos que lo
perdieron todo en pro de una lucha internacionalista por la libertad de los
pueblos, de la justicia social para la devolución de la dignidad que
los Estados les han arrebatado.
Tres generaciones de Grossi, Capri, septiembre de 1955
Este texto se ha escrito con la intención de honrar a la única
familia extranjera que, al completo, combatió voluntariamente en la
Guerra Civil, desde sus inicios y hasta la derrota final, lo que supondría
la victoria del fascismo en España.
De todo corazón: ¡Qué la tierra os sea leve a todos vosotros!
T. F. (en colaboración con S. G.)
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