SECCIONES
El 8 de diciembre, los diputados israelíes votaron la disolución del Parlamento. El gobierno de Netanyahu no tiene ya la mayoría. Los centristas se retiraron, no estaban de acuerdo con la propuesta que hizo el primer ministro de judaizar aún más Israel. Según él, este era el objetivo de su proyecto: "Quiero dejar establecido en esta ley, que será una ley fundamental, que el Estado de Israel ha nacido y existe sobre la base de la Torá y la tradición judía". Eso habría traído como consecuencia añadir el Talmud y la Guemará, comentarios sagrados, a los textos jurídicos y constitucional del Estado de Israel, volviéndolo definitivamente a su sionismo originario. Esta ley es una llamada a la parte más extrema de la derecha israelí. Pero ¿qué pasa en Jerusalén?
El giro
La clase dirigente de Israel está con el agua al cuello. La "victoria"
obtenida sobre Hamas y Gaza se revela como un engaño. El 20 de diciembre,
en represalia por el envío de misiles, aviones israelíes atacan
de nuevo la franja de Gaza. Es una situación sin paz y sin guerra.
Protegida tras las murallas, frente al mar, la población judía
vive cerrando ojos, orejas y boca, a la vez tranquila y a la vez muerta de
miedo. Pero eso no es suficiente. Más que las armas y las bombas o
quizás a pesar de ellas, la desesperación invade a la población
árabe que vive en Israel. Contra ese sentimiento, ninguna fuerza policial
o militar puede hacer nada. El pasado 18 de noviembre, un hombre armado con
un hacha atacó a unos judíos en una sinagoga. No es cuestión
de explosivos pasados de contrabando, sino de una herramienta casi doméstica.
¿La próxima vez será con un tenedor? Las amenazas de
Netanyahu de destruir las casas de los terroristas no lo solucionarán.
Ante este estancamiento, el miedo alcanza a los medios dirigentes. Shabtai
Shavit, antiguo dirigente y miembro del Mossad, también tiene miedo.
Escribe lo siguiente en le gran periódico liberal israelí Haaretz:
"Hoy estoy verdaderamente preocupado por el futuro del proyecto sionista".
Cuando describe una sociedad en busca de barritas de chocolate o de pasaportes
extranjeros, añade "me preocupa ver aparecer, por primera vez,
el desprecio y la arrogancia, aliados a una buena dosis de pensamiento mesiánico
obligado a hacer virar el conflicto hacia la guerra de religiones". Habría
que aceptar hablar con los palestinos. El responsable del Shin Beth (servicios
de seguridad interior) ha dicho, el pasado noviembre, a propósito de
Mahmud Abbas, "el terrorismo no le interesa y no conduce a nada [a su
pueblo]. Ni siquiera a escondidas". Entonces, para salir de la situación
se recurre a las elecciones, que no cambiarán nada. A no ser que en
ese momento estalle una tormenta.
Avigdor Lieberman, la paz de la extrema derecha
Este político de extrema derecha cree que le ha llegado el momento
de acceder al poder. Lanza su proyecto Going against the stream (A contracorriente)
que ha tenido el efecto de una bomba en los medios de la derecha, religiosa
o no. Para él, el mayor peligro que amenaza a Israel sería la
creación de un Estado binacional en el que los judíos serían,
de hecho, minoritarios. Cada vez hay más voces en Palestina en este
mismo sentido. También es lo que acaba de anunciar Mahmud Abbas. En
caso de fracaso del proyecto de resolución sometido a la ONU, no tratará
con el gobierno israelí "que se verá obligado a asumir
sus responsabilidades como invasor". En este contexto, Lieberman afirma
que hay que renunciar a la idea de un Gran Israel que englobe la Cisjordania.
Hay que ofrecer a los árabes israelíes que no sienten afinidad
con el Israel judío la posibilidad de encontrarse en Palestina. Plantea
cambios territoriales y de población. Haciendo así, reconoce
de facto la necesidad de un Estado palestino y rechaza la esperanza de lograr
algún día el Gran Israel. ¿Por qué ha tomado esta
decisión? Está claro. La existencia de grupos radicales del
tipo islamista le da miedo.
¿Un nuevo Parlamento?
Las negociaciones entre partidos van por buen camino. No se excluye ver una
coalición entre centristas laicos y el partido de Lieberman. Por otra
parte, un simple cálculo demuestra que esa alianza no cambiaría
gran cosa. Existe una salida a la situación de bloqueo actual. Haría
falta que la izquierda israelí aceptara gobernar con las fuerzas árabes
israelíes y que estas aceptaran participar en el gobierno de Jerusalén.
Ese es el sentido del alegato de Oudeh Basharat, militante del movimiento
judeoárabe aparecido en Haaretz a mediados de diciembre. Las próximas
elecciones tendrán lugar el 17 de marzo de 2015. Mientras, la degradación
de la situación puede continuar, para satisfacción de los fanáticos
de ambos lados. Eso ha llevado a Shabtai Shavit a decir: "El Estado de
Israel galopa ciegamente hacia una guerra a la Bar Kojba contra el Impero
Romano. Conflicto que tendrá como desenlace un exilio de dos milenios".
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