SECCIONES
Mijaíl Aleksándrovich Bakunin nació en Pryamújino
(Tver), Rusia, el 31 de mayo (el 18 según el antiguo calendario ruso)
de 1814. La casa estaba en la hacienda que su abuelo, también llamado
Mijaíl, había comprado con los ingresos de su cargo de consejero
de Estado y vicepresidente del Colegio de la Cámara de la zarina Catalina
II.
Su tercer hijo, Alexandr, el padre de nuestro Bakunin, se doctoró en
Filosofía en la Universidad de Padua (Italia) y estuvo destinado en
el servicio diplomático. En estos círculos intelectuales se
empapó de las ideas liberales de su tiempo.
Pronto dejó el servicio estatal y se dedicó a la administración
de la hacienda familiar donde vivían también sus hermanas solteras.
Alexandr se casó con Varvara Muraviev y tuvieron once hijos. Esta gran
familia raramente abandonaba la casa, solamente por motivos de estudios o
ya cuando se casaban.
En la casa paterna, a Mijaíl Bakunin le faltaron influencias radicales
pero, sin embargo, estuvo permanentemente en contacto con el pensamiento humanista.
Su padre había abandonado en cierta manera su liberalismo de juventud
pero seguía manteniendo raíces rusonianas y enciclopedistas
que fueron calando en el pensamiento de su hijo, todo acompañado con
lecturas filosóficas y, en sus primeros años, de obras sobre
la religión.
Esta característica de Mijaíl, sus lecturas y pensamientos,
hicieron de él, ya desde muy joven, guía indiscutible de sus
hermanos y hermanas. Se fue creando un microcosmos de libertad y solidaridad,
una pequeña sociedad donde se favorecía el perfeccionamiento
individual y donde afloraba un deseo de compartirlo con los demás,
una voluntad de hacerlo partícipe a la humanidad entera.
EL 25 de noviembre de 1828 fue enviado a San Petersburgo para ingresar en
su escuela de artillería. Sería un internado largo, aburrido
y aborrecido.
En Petersburgo conoció a Nicolai Muraviev, pariente de la familia,
que por medio de la poesía rusa le introdujo un sentimiento nacionalista
eslavo que no llegó a desarrollarse gracias a la educación cosmopolita
que había recibido en su casa y a su propio bagaje cultural. De todos
modos fue algo que siempre le acompañaría.
En agosto de 1833 visitó a su familia en Pryamújino y tuvo un
enfrentamiento con su padre al salir defensor de su hermana mayor que se negaba
a casarse con un hombre que no amaba y sin embargo así lo habían
acordado sus padres. Este enfrentamiento disipó la ilusión en
la armonía y la felicidad de la familia patriarcal.
También la carrera militar era para él algo no deseado y tuvo
problemas con sus superiores. Esto le supuso destinos en lugares lejanos y
difíciles. Se sentía absolutamente aislado y soñaba con
dedicarse al estudio de la Ciencia.
Consiguió al fin abandonar el ejército en diciembre de 1835.
Rechazó un puesto de funcionario civil en Tver, obtenido por recomendación
de su padre, ya que su propósito entonces declarado era instruirse
para desarrollar una actividad científica, conseguir una cátedra
y difundir el conocimiento obtenido con sus estudios.
En el otoño de 1835 visitó la hacienda de su amigo Stankovich,
a quien había conocido en Moscú en marzo de ese año.
Este joven sentía un gran interés hacia la filosofía
de Kant y Schelling y este interés se transmitió a Bakunin.
La visita produjo algunos sobresaltos sentimentales en los que intervino Bakunin.
Era característico en él el inmiscuirse con fogosidad en esos
problemas que deberían haber solucionado los afectados por sí
mismos. Este rasgo lo mantuvo hasta el fin, se sentía una naturaleza
intensamente social.
En 1836 se produjo la ruptura con su padre. Mijaíl se marchó
a Moscú y se puso a estudiar para conseguir la tan anhelada cátedra
de Filosofía. Para obtener dinero se dedicó a dar clases de
matemáticas como profesor particular a la vez que acudía como
oyente a la universidad. Estudió a Fichte, Schiller, Jean Paul, Hoffmann
y Goethe. A pesar de todo, su proyectada independencia no se materializó
entonces, de la misma manera que las dificultades económicas habrían
de ser constantes en su vida.
A finales de mayo tuvo que volver a Pryamújino donde permaneció
largo tiempo, la relación con su padre se había suavizado. Aprovechó
esta estancia para convertir a sus hermanas y hermanos a la doctrina del Idealismo
de Fichte, haciendo que poco a poco abandonasen la religiosidad formal que
practicaban.
Llegó a concebir la idea de formar un pequeño círculo,
ligado por la unidad de ideas y fines; sería en cierto modo la primera
de sus futuras sociedades secretas.
En los siguientes años, hasta la década de los 40, su vida se
fue cruzando con otras personas que habrían de influir en su desarrollo.
Conoció a los círculos socialista y radical de Herzen y Ogarev.
También contactó con grupos eslavófilos, en especial
con Aksakov y Chaadev.
Realmente fue un tiempo de espera, con frecuencia muy penoso y siempre pensando
en marcharse al extranjero.
Tenía ya 26 años cuando pudo dejar Rusia. Las circunstancias
y fecha de su viaje se contienen con detalle en su conocida carta a Herzen
(Tver, 20 abril 1840) quien le prestó dinero para su viaje a Berlín.
No conocemos todos los detalles de su evolución durante su estancia
en Alemania hasta finales de 1842, pero está claro que se desarrolló
hasta ser un revolucionario consciente.
Bakunin decidió trasladarse a Dresde en la primavera de 1842, después
de tres semestres en la Universidad de Berlín. Aquí entró
en contacto con el socialismo tal como venía desarrollándose
en Francia y que se conoció en Alemania por el libro de Lorem Stein,
que trazaba una perspectiva de las diversas tendencias socialistas y de sus
respectivos argumentos.
El Gobierno ruso vigilaba a sus emigrantes y pronto se fijaron en Bakunin,
lo que condujo a su marcha a Suiza acompañado por el poeta alemán
George Herwegh. Se establecieron en Zúrich, por entonces un punto central
de la propaganda literaria, política y revolucionaria.
Allí llegó a conocer la vida política del cantón
y le defraudó de tal forma que le hizo perder sus ilusiones republicanas.
Durante su estancia coincidió con el comunista alemán Wilhem
Weittling, conoció la doctrina comunista pero no pudo darle su aprobación,
aunque siempre mantuvo buenas relaciones con algunos militantes. Bakunin sentía
instintivamente la falta de libertad del comunismo.
Viajó a Ginebra, Lausana, Berna, todo le servía para ir conociendo
a muchas personas.
En ese tiempo tuvo lugar una desgraciada aventura amorosa, la cual es casi
desconocida por todos.
La policía suiza hizo público un informe sobre Weittling y el
nombre de Bakunin salió a relucir. Esto alertó a la Embajada
rusa, que le remitió la orden de regresar inmediatamente a Rusia.
Bakunin prefirió marcharse a Bruselas. Aquí tomó contacto
con nacionalistas polacos y conoció sus aspiraciones de una Polonia
libre e integrada por los territorios históricos de Polonia, Lituania
y por partes de Rusia. Estos postulados ya no casaban con su mentalidad, ya
en este momento internacionalista y federativo. Concurrían además
factores religiosos y aspectos referidos a la propiedad de la tierra que separaba
aún más sus posturas. Por su parte, los polacos lo consideraban
como alguien poco fiable. De todos modos, ambas partes se tenían como
factores útiles para la revolución. Las divergencias nunca se
declararon con franqueza, pero todos los ensayos de acción común
estaban condenados al fracaso.
En julio de 1847 persuadió a su amigo Reichel, a quien conocía
desde Dresde, para establecerse en París. Allí se acercó
en primer lugar a los círculos radicales alemanes cercanos al semanario
Vorwaerts, donde conoció a Marx y Engels. Surgieron conflictos entre
Marx, Ruge y Herwegh y como consecuencia el periódico desapareció.
A Bakunin no le interesaron estas polémicas y tampoco se involucró
en el movimiento, lo que sí hizo fue relacionarse con gusto con algunos
comunistas alemanes, sobre todo con Herwegh y Karl Voge.
A la vez fue conociendo a socialistas franceses y a gente de la literatura
y la política. Sintió un profundo afecto por Proudhon, cuyas
ideas y personalidad le atrajeron grandemente. Se vio también con exiliados
y visitantes rusos, italianos y de otros países, todos con sus ilusiones
e ideas de una próxima revolución.
Podemos detenernos ahora en el desarrollo de su biografía y hacer una
pequeña reflexión.
A pesar de la vida agitada e interesante de los años 1845, 1846 y 1847,
Bakunin no podía sentirse satisfecho, no encontraba un campo de actividad
práctica, las tendencias socialistas eran hostiles unas con otras y
se limitaban a una vida artificial de publicaciones de libros, periódicos
y reuniones. Es imposible presentar a Bakunin como miembro de una determinada
tendencia, de quien más cercano se encontraba era de Proudhon, con
sus planteamientos y su defensa del valor absoluto de la libertad, su empeño
en abolir el Estado y su oposición a no reconstruirlo en nuevas formas
le parecían los planteamientos adecuados.
Volvamos a su vida. En diciembre de 1844 el zar Nicolás, a propuesta
del senado, promulgó un decreto por el cual Bakunin perdía todos
los derechos civiles y nobiliarios, se confiscaban sus posesiones y se ordenaba
su arresto y destierro a Siberia en caso de ser detenido en Rusia.
Esta amenaza no le frenó y volvió a aproximarse a los círculos
conspirativos polacos cuya aspiración era la consecución de
una república federativa de todos los países eslavos. También
acabó alejándose de estos grupos, pero sus relaciones con el
exilio polaco permitieron que un grupo de jóvenes polacos, fugitivos
de Cracovia, le invitaran a participar en un mitin en recuerdo de la insurrección
de 1830, el 29 de noviembre de 1847. Ese día leyó el famoso
"Discurso a los polacos" para una reconciliación revolucionaria
de polacos y rusos.
Esto molestó a la Embajada rusa, y a solicitud del embajador el Gobierno
francés lo expulsó de su territorio.
El 19 de diciembre se dirigió a Bruselas. Allí volvió
a acercarse a los círculos alemanes que gravitaban alrededor de Marx,
quien ya por entonces le era profundamente antipático.
El embajador ruso al tiempo que solicitaba su expulsión propagó
el rumor de que Bakunin era un agente provocador al servicio del Gobierno
ruso. Bakunin lo negó en una carta, pero todo esto arrojaría
una sombra de duda durante toda su vida.
El año 1848 llegó y es innecesario describir la alegría
de Bakunin cuando al fin estalló la anhelada revolución. Esta
alegría se mezclaba con la amargura al ver la completa ausencia de
cualquier hecho revolucionario en Rusia. No solo era eso, sino que el Gobierno
ruso colaboraba con Gobiernos de otros países para aplastar las insurrecciones
en esos lugares.
Bakunin estaba dispuesto a todo para que la mecha revolucionaria prendiera
también en su tierra. Consiguió un préstamo de 2.000
francos de varias fuentes, uno de los que contribuyeron fue el revolucionario
francés Louis Blanc, y se dirigió a Alemania. Su viaje le llevó
de Baden a Fráncfort y Colonia, después a Berlín, a Leipzig
y a Breslau. Después acudió al Congreso de los eslavos en Praga.
Siguió la Semana Sangrienta de Pentecostés en junio, a la que
trató de dar una completa expansión e intensidad, aunque sin
conseguirlo.
Siguieron unos meses de ciudad a ciudad, unas veces por su propia voluntad
y otras, expulsado por las autoridades.
Cuando la insurrección se volvió a intensificar se dirigió
a Leipzig, de allí a Praga y finalmente a Dresde. En mayo estalló
la insurrección en la ciudad y Bakunin puso toda su energía
en ella hasta que es sofocada y tiene que huir a Chemnitz (Sajonia), donde
es arrestado con otros compañeros en la noche del 9 al 10.
Se puede decir que la actividad de Bakunin en la Revolución de 1848
estuvo marcada por su implicación con grupos nacionalistas, de todos
modos fue una suerte que la insurrección de mayo en Dresde le proporcionara
una ocasión para unos planteamientos y unos fines objetivamente revolucionarios.
Sus ideas por aquel tiempo hay que estudiarlas en sus documentos, escritos
y cartas. Está comprobado que están en una posición radical
a favor de la lucha de los pueblos contra los Gobiernos que los oprimen.
Siguió un año en las prisiones sajonas hasta la celebración
del juicio. Fue condenado a muerte y después le conmutaron la pena
por cadena perpetua. Más adelante fue extraditado a Austria, donde
tuvo un nuevo juicio por su actividad revolucionaria en el Imperio y de nuevo
fue condenado a muerte, conmutada la pena y a continuación extraditado
a Rusia.
En San Petersburgo fue recluido en la Fortaleza de Pedro y Pablo. Al cabo
de dos meses, en agosto de 1851, el zar envió al conde Orlov para pedir
a Bakunin que escribiera una confesión de su vida y actividad. Así
lo hizo, pero este largo escrito no cambió para nada su destino ya
que Alejandro II no observó ningún arrepentimiento en la carta.
Se puede interpretar de muchas formas esta "Confesión", pero
objetivamente no contiene nada comprometedor, todo lo que puede parecer desagradable
a nuestros ojos, es producto de la psicosis nacionalista que Bakunin todavía
arrastraba.
El aislamiento en la Fortaleza y después en Schlusselburgo supuso para
Bakunin un tormento moralmente insufrible. Por mediación de su familia
le fue conmutada la prisión por el destierro en Siberia, una pena más
liviana ya que podría disfrutar de una libertad mayor dentro de los
límites de su lugar de destino. También se le permitió
despedirse de su familia en la granja de Pryamújino.
El lugar de destierro era la ciudad de Tomsk, en Siberia Occidental. Allí
conoció y trató a otros desterrados que estaban condenados en
la misma zona.
Ocurrió que el gobernador general de Siberia Oriental era Muraviev-Amurski,
un familiar de su madre, quien lo visitó en Tomsk y consiguió
que lo trasladaran a la ciudad de Irkutsk, en Siberia Oriental, en marzo de
1859. Bakunin esperaba que las condiciones de su destierro mejoraran, incluso
que Muraviev le consiguiese la amnistía. También creía
que aunque todo fracasara, las probabilidades de fugarse eran mejores allí.
Al cabo de un tiempo, Muraviev dejó el cargo de gobernador y abandonó
Siberia. Bakunin decidió entonces fugarse y en junio de 1861 huyó
por el rio Amur y consiguió abordar un barco americano y allí
escondido pudo salir de Rusia. Viajó por Japón, San Francisco,
Panamá, Nueva York y llegó a Londres el 27 de diciembre. Se
hospedó en la casa de Herzen y Ogarev e inmediatamente retomó
su actividad revolucionaria. Su interés principal era conseguir que
se produjera un movimiento revolucionario en Rusia, pero en ese momento no
estaba tan solo como en 1848 y contaba con algunos aliados. Existían
importantes movimientos sociales con el mismo objetivo: Chernishevski y su
grupo, el movimiento "Zemlya i Volia" (tierra y libertad), los liberales
y también los nacionalistas polacos. Esta situación en 1862
y 1863 propició innumerables oportunidades para la actividad de Bakunin,
que continuó viajando por Francia, Alemania, Dinamarca y Suecia. Pero,
una vez más, surgieron complicaciones que no permitieron el éxito.
Estos continuos contratiempos le hicieron ver que en todos los países
por donde pasaba las condiciones revolucionarias no eran las apropiadas. En
su optimismo aún creía ver un lugar donde todavía era
posible. Ese país era Italia y en la primera mitad de 1864 se estableció
en Florencia.
En agosto de 1864 volvió a viajar a Londres, donde lo visitó
Marx, y a Suecia. Estuvo en Bruselas y en París, donde se entrevistó
con Proudhon.
Desde París volvió a Florencia, donde vivió hasta el
verano de 1865, desde allí se dirigió a Sorrento y Nápoles
donde se estableció hasta agosto de 1867.
Con sus experiencias se convenció de que los movimientos nacionalistas
estaban ligados con los planes propios de los Estados y de esta manera Napoleón
III y el Estado francés estaban favoreciéndolos para de esta
forma debilitar a sus rivales como eran Rusia y los Estados alemanes. Fue
abandonando sus simpatías hacia los nacionalistas eslavos y se decidió
a formar, mediante la propaganda, a una serie de individuos para crear un
movimiento revolucionario, antiestatal y libre de cualquier sentimiento religioso
o de raza. Su propósito era conseguir adeptos en todos los países
y hacer posible acciones simultáneas en muchos lugares.
Intentó servirse para ello de la masonería, pero esta colaboración
no fructificó. Lo intentó por sí solo y consiguió
formar un círculo de personas, una especie de sociedad secreta y que
se conoció como Fraternidad Internacional. Fue incansable en su propaganda,
tanto en persona como por correspondencia y reunió a un grupo de personas
unidas por una idea y con un fin común.
Esta actividad implicó una ordenación ideas, ahora ya nitidamente
antirreligiosas, antiestatales y ya claramente anarquistas y, naturalmente,
la formulación de sus ideas socialistas
Cuando en septiembre de 1867 se constituyó en Ginebra la Liga de la
Paz y la Fraternidad, Bakunin consideró a esa organización apropiada
para difundir sus ideas y en ese sentido las expuso en su Congreso de 1868.
Tuvieron poca acogida y Bakunin y sus compañeros la abandonaron y fundaron
la Alianza de la Democracia Socialista.
En 1968 se presentaron para su ingreso en la Internacional, pretendieron mantener
su "fraternidad" como grupo secreto dentro de ella. Con esta estrategia
entró Bakunin en el movimiento obrero.
La Asociación Internacional de Trabajadores se había creado
en 1864 y su militancia aumentaba muy lentamente. Desde 1869 fue ganando en
espíritu revolucionario y en sus planteamientos teóricos (a
través de huelgas y en el Congreso de Bruselas).
El momento es pues muy apropiado y Bakunin y sus correligionarios le dieron
un gran impulso en su tendencia antiautoritaria y así se declararon
muchas secciones de la Internacional: el Jura suizo, Francia, España,
Italia, etc.
Bakunin era incansable en la propaganda y la Internacional recibió
de él su verdadera vida y dimensión. Hay numerosos documentos
sobre estos años, los principales asuntos en que tomó parte
fueron la redacción del periódico L'Egalité, su implicación
en los sucesos de la Comuna de 1871, también estuvo activo en relación
a la guerra Franco-Prusiana, propaganda en Italia y España y por supuesto
la publicación del libro Estatismo y anarquía.
Su defensa de la Comuna ante los ataques de Mazzini con un anuncio aparecido
en Milán tuvo como consecuencia que gran número de jóvenes
italianos se relacionaran con su grupo y se constituyeran como Alianza Revolucionaria
Socialista, que llegó a ser el alma de la Internacional italiana. Un
núcleo idéntico se formó en España siguiendo el
impulso del compañero Fanelli, quien se desplazó hasta aquí
llevando la idea antiautoritaria.
Dos veces, en 1870 y en 1873, estuvo Bakunin a punto de viajar a España,
pero las circunstancias se lo impidieron.
Se sabe suficientemente que toda su actividad tenía por objeto la difusión
y realización de las ideas del anarquismo colectivista. Esta pretensión
era odiada por Marx y sus compañeros ya que su pretensión era
la creación de partidos obreros socialistas demócratas que presentándose
a las elecciones en los diferentes países, llegado el caso, podrían
formar Gobiernos ya con tintes autoritarios. Por esto, Bakunin y toda su actividad
revolucionaria y libertaria, eran un gran obstáculo para sus planes.
Todo esto desembocó en ataques personales, calumnias y maniobras desde
el aparato de la Internacional en Londres, completamente en manos de Marx.
El punto culminante lo constituyó el Congreso de la Internacional de
La Haya, del 2 al 7 de septiembre de 1872, donde consiguieron la expulsión
de la facción bakuninista. Este hecho tuvo como consecuencia la agrupación
de las federaciones antiautoritarias que inmediatamente convocaron un Congreso
en la ciudad suiza de Saint-Imier donde se consiguió la unión
de todos los elementos revolucionarios libertarios, aparte de sentar las bases
del anarquismo.
En agosto de 1874 se preparó en Italia un movimiento insurreccional
en varias ciudades. Bakunin participó en el de Bolonia. Al fracasar
tuvo que huir a Suiza. Este sería su último viaje revolucionario.
Su vida transcurriría entre periodos de cierto bienestar económico
y fases de pobreza. Su salud, ya muy deteriorada por su azarosa vida y sus
años en prisión, le hizo marchar a Berna para ser cuidado por
su amigo el doctor Vogt.
Bakunin murió en esa ciudad el 1 de julio de 1876.
Una curiosidad: Spaghetti alla Bakunin
El pintor siciliano Vella, entusiasta bakuninista, quiso dedicar al gran revolucionario este plato de pasta donde no podían faltar las sardinas -utilizadísimas en Sicilia- ni el tomate, empleado con profusión en el sur de Italia y que da al guiso el color rojo de la rebelión. Ofrecemos la receta para cuatro comensales:
Dorar en la sartén, con 3 cucharadas de aceite de oliva, 2 dientes de ajo, que hay que quitar en cuanto tomen color. En este aceite aromatizado meter 4 filetes de sardina salados y troceados; añadir 1 kg de tomates picados, 1 cucharadita de pimentón picante, sal y pimienta. Cocer a fuego medio durante 10 minutos y después espolvorear orégano en abundancia. Añadir esta salsa a 700 gramos de espaguetis cocidos al dente.
(Receta de Antonio Cardella publicada en el libro de Rino de Michele et al., Ricette anarchiche, La Fiaccola y ApARTe, Noto - Mestre 2008)