La lucha por el socialismo
en la actualidad
Una discusión acerca de la lucha por el socialismo
hoy en día debería comenzar por ver qué es y qué
no es el socialismo. Es importante tener claridad política acerca
de las falsas alternativas, así como de los componentes básicos
de una sociedad socialista. Este ensayo abordará el asunto analizando
críticamente tres de las ideologías antisocialistas más
influyentes que se dicen abogar por una izquierda renovada y proponen un
enfoque socialista alternativo. Este análisis seguirá con
una discusión de la vía militante al socialismo y una crítica
de las ilusiones que rodean a la política electoral. La última
sección se centrará en la discusión del contexto mundial
actual y de los retos y oportunidades que enfrenta la Izquierda de cara
a la ofensiva imperial de Washington.
Lo que NO es el socialismo
La Izquierda se enfrenta esencialmente a tres alternativas falsas de
socialismo:
-
"La Tercera Vía" promovida por Tony Blair,
-
la Socialdemocracia europea y del Tercer Mundo y
-
#el "socialismo de mercado" al estilo chino.
La "Tercera Vía" propuesta por el líder
del Partido Laborista Británico Tony Blair, pretende definir una
"tercera vía" entre la
propiedad pública de los medios de producción y de los
servicios sociales y el mercado liberal no regulado. De hecho, combina
lo peor de ambos mundos, una burocracia estatal grande y cara al servicio
de las poderosas instituciones financieras y la banca, y una legislación
autoritaria que viola las libertades individuales. En la práctica,
la "Tercera Vía" de Blair es un camino
directo hacia las guerras, las crisis y la profundización de
las privatizaciones a expensas de los consumidores, el medio ambiente y
los trabajadores. El régimen de Blair ha sido un activo colaborador
subalterno de Washington en los salvajes
bombardeos de civiles en Yugoslavia, Afganistán e Irak, y de
la conquista y ocupación de Afganistán, Kosovo y Macedonia.
La Tercera Vía promovió la desindustralización de
Inglaterra, la burbuja especulativa de las telecomunicaciones y su colapso,
precipitando la actual recesión. El programa de privatizaciones
de Blair ha minado el plan nacional de salud, perpetuado el
peor sistema de transporte e infraestructura de Europa Occidental,
y puesto a los trabajadores ingleses en el peor lugar en lo que respecta
a los derechos sociales. Claramente, la "Tercera Vía" es un simple
eufemismo para el neoliberalismo autoritario y el militarismo.
La segunda versión burguesa del socialismo
es la socialdemocracia. Durante los últimos 20 años, los
partidos socialdemócratas y populistas de Europa y América
Latina han abandonado sus programas reformistas, de bienestar social, en
favor de las políticas neoliberales, la subordinación a la
hegemonía imperial de los EE.UU., y en Latinoamérica, la
adopción de los programas de ajuste estructural del FMI. En breve
tiempo, los socialdemócratas y los populistas se han convertido
al
neoliberalismo, redistribuyendo el ingreso hacia las clases altas y
el capital extranjero. Ya no son partidos reformistas de las clases trabajadoras,
son partidos reaccionarios, proimperialistas y neoliberales. Los mejores
ejemplos de esta conversión son el PSDB de Cardozo en Brasil, y
el partido Peronista en Argentina.
El tercer ejemplo de socialismo fantasma es el así
llamado "socialismo de mercado" practicado en China. La realidad política
de la China es la de la subordinación de la propiedad social al
mercado capitalista. No queda absolutamente nada del socialismo chino:
los trabajadores tienen las jornadas más largas, los peores salarios
y los menores derechos sociales de todos
los trabajadores asiáticos. Los capitalistas chinos y sus socios
de ultramar extraen las ganancias más altas y envían ilegalmente
al otro lado del mar entre 30.000 y 40.000 millones de dólares al
año - creando las desigualdades más grandes del Asia. El
estado socializa las deudas de las empresas privadas y de elites estatales
corruptas roban millones del tesoro público para financiar sus inversiones,
sus cuentas en el extranjero y sus estilo de vida de un lujo obsceno. El
"Socialismo de Mercado" es una ideología para justificar la transición
de la propiedad colectiva al capitalismo salvaje.
Lo que el socialismo significa hoy en día
Contra esos ejemplos de "falso socialismo," el socialismo de verdad hoy,
ante todo implica la socialización de los medios de producción,
la transformación de la propiedad y el control de los bancos, las
fábricas, la tierra, los servicios sociales, el comercio exterior
y la transferencia del poder de los capitalistas a los productores directos,
a los consumidores y a los defensores del medio ambiente. El socialismo
significa la oposición a todas las guerras imperialistas, a las
intervenciones militares, y el apoyo a la autodeterminación de las
naciones y a los movimientos de liberación nacional. Bajo un régimen
socialista, la representación y las elecciones tendrían lugar
en los lugares de trabajo, en los barrios y en las cooperativas, y conducirían
a una asamblea nacional que rendiría cuentas directamente ante las
organizaciones de trabajadores, campesinos y consumidores. El socialismo
promoverá profundas reformas en la familia, en el trabajo y en los
servicios sociales para facilitar la igualdad de género. El gasto
público se transformará, de subsidiar a los capitalistas
y pagar la deuda externa, a proveer de forma gratuita y amplia salud, educación
y entornos recreativos en una escala masiva.
Las diferencias entre el falso socialismo y el verdadero
son fundamentales e insoslayables. No hay bases para una alianza o "cohabitabilidad."
Los antagonismos sociales entre las clases se expresan en el conflicto
entre el falso y el verdadero socialismo. Las distinciones no son sólo
intelectuales; son prácticas.
La Vía Militante al Socialismo
El camino hacia el socialismo implica una serie de actividades
prácticas que enfrentan a los militantes socialistas contra las
prácticas elitistas de los jefes políticos del falso socialismo.
En la lucha por el socialismo, los militantes actúan en varios niveles
de acción:
-
se comprometen directamente en las luchas cotidianas en el barrio, el lugar
de trabajo y el mercado callejero;
-
organizan movimientos de masas, no sectas políticas, para llevar
a cabo una reforma agraria integral, la socialización de las fábricas,
la propiedad pública de los bancos y el control estatal del comercio
exterior;
-
los militantes se organizan para conseguir el poder político - no
se la pasan todo el tiempo en foros internacionales, reuniéndose
con otros turistas de izquierda que no tienen ninguna base social en sus
países de origen; (4) los militantes se reúnen para resolver
las cuestiones que están a la orden del día, para resolver
los problemas de las masas y para estudiar los procesos políticos,
las estructuras de poder y la creación de alternativas revolucionarias;
-
combinan la lucha de masas con la creación de formas de organización
socialistas y de participación de estilo asambleario;
-
los militantes rechazan a los líderes que cultivan el "culto a la
personalidad" y que subordinan las luchas y las organizaciones populares
a su poder personal; (7) los militantes y los movimientos invierten tiempo
y recursos educando a dirigentes y organizadores capaces de tomar decisiones
difíciles, discutiendo las tácticas y las estrategias en
las asambleas;
-
# los dirigentes siempre comparten los mismos riesgos que aquellos a quienes
dirigen - en primera fila de la lucha, sin diseñar estrategias "desde
abajo de la cama." Para inspirar la acción resuelta en la lucha
de masas es importante "mostrar la cara." La historia y la experiencia
nos muestran que la acción popular directa de masas es la única
vía para lograr cambios fundamentales en el poder, la propiedad
y en la autoestima. Las elecciones para parlamentos impotentes no han conducido
a ninguna reforma digna de ese nombre en el último cuarto de siglo.
Los dirigentes populares que comienzan en la izquierda, y son elegidos
para el parlamento, son asimilados por el sistema y terminan hablándole
al pueblo y trabajando para el capital. El caso de la trayectoria de Lula
confirma este análisis. Él comenzó liderando las luchas
populares y terminó abrazando a la derecha neoliberal en una coalición
electoral.
Combatir ilusiones: Elecciones, La Vía
Parlamentaria y las Reformas
El abrazo abierto a la política neoliberal por
el Partido de los Trabajadores de Brasil, y la selección por parte
del candidato presidencial Lula de un gran empresario derechista (Alencar)
como socio en la vicepresidencia, ilustran la decadencia de la izquierda
parlamentaria y su evolución hacia la derecha. Durante los últimos
25 años de elecciones parlamentarias, en los que los medios de masas
de manera uniforme han servido a los políticos capitalistas y a
los grandes financieros en todas las campañas electorales, la gran
mayoría de la clase trabajadora, de los campesinos y de los desocupados
han sufrido una severa
regresión de sus niveles de vida. Las campañas electorales
burguesas han servido de fachada para legitimar el poder y las decisiones
de elites no-electas del FMI, el Banco Mundial y los funcionarios locales
al servicio de la clase local capitalista en el poder. Como resultado de
ello, los líderes políticos electos llevan adelante políticas
regresivas: la concentración de la tierra a expensas de los campesinos
sin tierra y los pequeños productores, la erosión de los
derechos democráticos del pueblo al gobernar por decreto y apoyar
una legislación anti-trabajadores, y la imposición de una
política macroeconómica (el "neoliberalismo") que destruye
el mercado doméstico, mina el control público nacional y
erosiona la propiedad de los sectores estratégicos de la producción,
las materias primas y las finanzas. En contraste con los fracasos de las
políticas electorales, la política de la acción directa
abrazada por los movimientos sociopolíticos en Brasil, Ecuador,
Argentina y en otros lugares ha tenido éxito al lograr cambios sociales
y políticos significativos. El Movimiento de los Trabajadores Sin
Tierra en Brasil, a
través de su política de ocupaciones de tierras ha asentado
a más de 250.000 familias. La CONAIE de Ecuador ha derribado a dos
presidentes. En Argentina, las fuerzas combinadas de los movimientos de
trabajadores desempleados (Piqueteros), las organizaciones vecinales (Cacerolas)
y los jóvenes activistas han obligado al no-pago de la deuda externa,
han derribado a 5 presidentes y creado un movimiento popular nacional de
masas contra toda la clase política burguesa.
El contraste entre los logros prácticos de
los movimientos sociopolíticos comprometidos con la acción
directa de masas y la impotencia, la corrupción y la cooptación
de la izquierda electoral salta a la vista. El proceso electoral no tiene
impacto sobre las políticas de los funcionarios electos. Repetidas
veces, durante las campañas electorales, los candidatos burgueses
y de izquierda prometen crear empleo, atacar al "neoliberalismo" y crear
un sistema económico más equitativo. Sin embargo, cuando
los políticos asumen sus cargos, profundizan y extienden las privatizaciones,
imponen nuevas políticas de ajuste estructural y aumentan la represión
contra los movimientos populares. Los candidatos electos por los partidos
de izquierda se quedan impotentes en la oposición o, peor aún,
evolucionan hacia las alianzas y la colaboración con la derecha,
reciben grandes sueldos y, de manera creciente, se divorcian de las luchas
de las masas, priorizando la actividad en las instituciones. En muchos
casos, los políticos de izquierda convierten a los activistas que
les ayudaron a ser elegidos en funcionarios de bajo nivel y convierten
a los movimientos en maquinarias electorales. La conversión de los
partidos socialdemócratas y populistas y sus líderes en neoliberales,
significa que las principales organizaciones que luchan por reformas (reforma
agraria, cancelación de la deuda externa, sistema nacional de salud,
etcétera) son los movimientos sociales de la acción directa.
Los viejos partidos socialdemócratas y populistas ya no son reformistas.
Son liberales que trabajan con el capital local transnacional e imperial.
El declive del reformismo socialdemócrata
esta basado en el hecho de que la clase burguesa dominante ya no es "nacional"
- producen para los mercados extranjeros, depositan sus ganancias en el
extranjero, dependen de financiamiento extranjero y de tecnología
extranjera. Están integradas en los circuitos imperialistas del
capital. Los Socialdemócratas dependen del capital transnacional
y no pueden implementar reformas sociales sin sufrir fugas de capitales,
presiones financieras, etcétera.
Enfrentados a la elección de abandonar las políticas
de la colaboración de clases y construir poderosos movimientos clasistas
de masas para realizar "reformas," los socialdemócratas han rechazado
las reformas y se han acomodado a los intereses de sus socios capitalistas
transnacionales. El abandono de los socialdemócratas de sus programas
reformistas de "bienestar social" ilustra su subordinación a y su
dependencia de la orientación de la clase capitalista hacia los
mercados, las finanzas y las redes imperiales.
Para los movimientos sociopolíticos, los
sindicatos y los marxistas, el continuar apoyando "críticamente"
a los partidos ex-socialdemócratas es convertirse en rehenes de
la burguesía neoliberal y traicionar su compromiso con la transformación
social.
Con el colapso del proyecto neoliberal - ilustrado
por la total bancarrota de la Argentina y la recesión mundial-,
las posibilidades de reformas sociales y de una recuperación del
estado del bienestar capitalista son remotas. Las reformas del
estado de bienestar tuvieron lugar en un período de expansión
capitalista en Europa y los EE.UU. durante el período de 1950-72,
y en América Latina entre los 1940s e inicios de los 1970s. Hoy
las clases capitalistas ven a los obreros y campesinos como un costo de
producción para los mercados extranjeros, no como un consumidor
para el mercado interno.
La polarización mundial provocada por la
actual ofensiva militar de Washington desvaloriza cualquier intento de
las fuerzas reformistas por organizar coaliciones progresistas. El apoyo
de los socialdemócratas a la cruzada contrarrevolucionaria de Washington
refuerza a los cuerpos represivos del estado y a la legislación
represiva dirigida contra las reformas propuestas por los movimientos sociopolíticos.
Los socialdemócratas, atrapados en la polarización cada vez
más profunda entre el imperialismo y los movimientos sociopolíticos,
abandonan su oposición al militarismo, el ALCA y la deuda externa.
La recesión y el declive de los ingresos presupuestarios hacen imposible
para los socialdemócratas el subsidiar las exportaciones y las empresas
en quiebra, sacar de apuros a los bancos, pagar la deuda externa y al mismo
tiempo financiar reformas sociales para las clases populares.
El declive de los mercados de exportación,
la disminución de la inversión extranjera y los recortes
a la producción local significan que el proyecto reformista, de
apoyar el neoliberalismo e incrementar el gasto en los pobres, no es viable.
El
compromiso socialdemócrata para trabajar con un modelo neoliberal
en un momento en el que los estados imperiales aumentan el proteccionismo
y expanden sus subsidios agrícolas significa que la crisis socioeconómica
en América Latina se profundizará y que su régimen
político estará en una crisis perpetua. La posibilidad de
combinar reformas sociales con regímenes neoliberales es virtualmente
nula.
Sólo los movimientos sociopolíticos
revolucionarios o radicales pueden llevan a cabo reformas, en el transcurso
de una acción directa de masas que construyan nuevas formas populares
de representación. Las reformas duraderas sólo son posibles
bajo un nuevo estado revolucionario de obreros y campesinos.
La coyuntura actual: Obstáculos y Oportunidades
La lucha por el socialismo en esta coyuntura requiere
que evitemos dos concepciones erróneas. La primera es la de suponer
que el imperialismo estadounidense es omnipotente y omnipresente - que
lo que Washington dice y hace automáticamente tendrá éxito.
El segundo error es el de asumir que el ascenso popular de las luchas en
América Latina, particularmente en Argentina, significa que estemos
entrando en un período revolucionario - una lucha por el poder del
estado.
La ofensiva militar mundial de los EE.UU. (su rechazo
unilateral de los tratados de Kioto, de misiles, de armas biológicas,
etc., su marginación de Europa/OTAN en la masacre afgana, su apoyo
incondicional a la masacre israelí de los palestinos, las
nuevas guerras propuestas contra Irak, Irán y Corea del Norte,
su intervención militar en gran escala en Colombia y la campaña
de desestabilización contra Chávez y el enorme aumento de
los gastos militares) están dirigidos a revertir el declive de su
poder e influencia en el mundo. Antes del 11 de septiembre, Irán
erosionó el boicot de los EE.UU. desarrollando lazos deinversiones
y comercio con Europa y Asia. Irak se convirtió en miembro activo
de la OPEP y de la organización internacional de países islámicos.
La Intifada Palestina y Hezbollah en el Líbano desafiaban al poder
israelí. En América Latina, Chávez rechazó
las políticas imperiales de los EE.UU. -su bombardeo de Afganistán,
el Plan Colombia, los vuelos estadounidenses sobre el espacio aéreo
venezolano y el cronograma estadounidense para el ALCA. Los avances militares
y políticos de las FARC y el deterioro del régimen cipayo
de Pastrana, amenazaban la dominación estadounidense y su control
sobre Colombia. El colapso del régimen cliente de los EE.UU. en
Argentina, en diciembre, y el levantamiento popular amenazaron la dominación
de los EE.UU. en un país clave en América Latina. En Brasil,
la radicalización del electorado, las crecientes protestas anti-ALCA,
el crecimiento de los movimientos sociopolíticos como el MST y el
deterioro del régimen de Cardozo reflejaron el declive de la influencia
de los EE.UU. en el país más grande y más importante
en América Latina.
La consolidación de la Unión Europea
y del euro amenazaron la supremacía del dólar y las ventajas
de los EE.UU. como santuario para las fugas de capitales. Los conflictos
comerciales con Europa resultantes de los subsidios y el proteccionismo
estadounidenses desafiaron la retórica de mercados libres de
Washington.
La militarización de las política
de los EE.UU. y su unilateralismo reflejan un giro hacia el imperialismo
neomercantilista. En respuesta a los retos antes mencionados, Washington
adoptó una nueva estrategia: el neo-mercantilismo. El ALCA está
basado en la idea de un bloque comercial diseñado para desplazar
a la competencia europea y para privilegiar a los inversionistas y exportadores
de los EE.UU. La defensa de las posiciones económicas monopólicas
de los EE.UU. depende de la militarización cada vez mayor y de la
intervención estatal de los EE.UU., para proteger y subsidiar a
los sectores no-competitivos de la economía estadounidense. El neo-mercantilismo
y la intervención militar son serias amenazas para los movimientos
sociopolíticos populares. Pero las bases del poder imperial de los
EE.UU. son vulnerables y las contradicciones y crisis del imperio estadounidense
son profundas y crónicas, creando oportunidades para el avance de
la lucha por el socialismo.
Mientras que los EE.UU. expanden su poder militar
a lo largo y ancho del mundo y amenazan a países de cuatro continentes,
la economía de los EE.UU. está en una posición precaria.
Los EE.UU. financian el enorme déficit de sus cuentas con el exterior
emitiendo dólares y no a través de la producción.
Algunos de sus mayores gigantes corporativos (Enron, Qwest, Crossways)
han colapsado, y los inversionistas han perdido su confianza en los asesores
de inversiones y las agencias contables de Wall Street. Los beneficios
se han reducido y los mercados de ultramar han caído. El excedente
del presupuesto de los EE.UU. se ha convertido en un déficit creciente.
Mientras que el gasto militar ha aumentado, hay menos recursos para subsidiar
y/o salvar a las multinacionales en quiebra. Lo que es más importante,
los bancos de los EE.UU. y las agencias de
crédito están amenazadas por crashes financieros al estilo
Argentina y negativas al pago de la deuda que podrían erosionar
el imperio financiero de Wall Street.
Las dos fuerzas motrices del imperio de los EE.UU.
se están moviendo en direcciones opuestas: su economía va
en declive, mientras que el gasto militar se expande -lo que produce un
efecto tijera insostenible. Más aún, los costos de las conquistas
militares no traen consigo beneficios en el corto o medio plazos. Los costos
de las guerras interminables a escala mundial sólo agravarán
cada vez más la diferencia del efecto tijera entre las inversiones
improductivas en la expansión militar y la actividad económica
en declive.
La segunda contradicción se centra en la
transición de los EE.UU. hacia un imperio neomercantilista. En la
versión actual del imperio, el estado imperial juega un papel central
en establecer la primacía económica de las corporaciones
y bancos de los EE.UU. El estado imperial aumenta los subsidios agrícolas
para conquistar mercados de ultramar, mantiene o introduce nuevas barreras
arancelarias, y asegura contratos de construcción para las multinacionales
estadounidenses en los países clientes al terminar las guerras imperiales.
El estado imperial provee subsidios para sus exportadores y establece barreras
arancelarias y cuotas para proteger sus industrias cada vez menos competitivas
(acero, automóviles, etc). EE.UU. insiste en el Acuerdo Latinoamericano
de Libre Comercio, que es un tratado comercial promovido por el estado
y diseñado para privilegiar a los inversionistas de los EE.UU. a
expensas de los competidores europeos y japoneses.
La mejor explicación de la postura militarista
y unilateral de Washington se encuentra en el giro hacia el neo-mercantilismo:
el intento de asegurarse ventajas mercantiles - no a través de la
competencia del mercado, sino a través de los decretos de estado
unilaterales y la intervención militar que intimida a los competidores
y mina o perturba el desarrollo de sus economía.
Sin embargo, el neo-mercantilismo agudiza los conflictos
y provoca mayores rivalidades interimperialistas. Europa ha denunciado
las amenazas militares de los EE.UU. contra los estados productores de
petróleo del Golfo Irak e Irán, con los que han aumentado
las inversiones y el comercio de petróleo. Los países asiáticos,
como China y Corea del Sur, han rechazado las amenazas militares de los
EE.UU. contra Corea del Norte -que deterioran el comercio y la ampliación
de inversiones interasiáticas. La alianza militar de los EE.UU.
con sus estados árabes clientes, es contrarrestada por los esfuerzos
de la UE de forjar relaciones más cercanas con la Asociación
de Estados Islámicos. En América Latina, la UE está
promoviendo un
acuerdo de integración y libre comercio con el MERCOSUR, la
organización regional de comercio que incluye a Brasil, Argentina,
Uruguay, Paraguay y Bolivia. Mientras que la brecha en poderío militar
entre los EE.UU. y la UE se ensancha, el mercado integrado de la UE y sus
vínculos con el exterior proporcionan un reto formidable a la construcción
del imperio neo-mercantil. A medida que se incrementan las tensiones y
se profundizan los conflictos, las rivalidades podrían tener un
impacto al erosionar las bases económicas del imperio militar de
los EE.UU. y los esfuerzos estadounidenses para minar a la sociedad europea.
Por ejemplo, en Afganistán y luego de las conquistas militares de
los EE.UU., estos se niegan a cooperar con Europa en la erradicación
de los cultivos de drogas que tienen un potencial de producción
de 4,500 toneladas de opio y 450 toneladas de heroína - de las cuales
150 toneladas inundarán Europa y amenazarán su tejido social
(Financial Times 18 de febrero de 2002, p. 3).
Segundo, la invasión militar de los EE.UU.
y los bombardeos victoriosos no producen áreas de inversión
que den beneficios: destruyen áreas potenciales de ganancias y crean
economías corruptas, tribales y gangsteriles como en Kosovo, Albania,
Macedonia y Bosnia.
En Afganistán, los señores tribales
de la guerra están combatiendo salvajemente a lo largo y ancho del
país, incluyendo Kabul. Los regímenes clientes de Washington
terminan como estados fallidos sin ley, incapaces de establecer las condiciones
mínimas de seguridad, mucho menos de un clima para las inversiones.
Mientras que Rumsfeldt puede comparar favorablemente a la conquista militar
de alta tecnología de Afganistán con la blietzkrieg de los
Nazis en Europa (Financial Times 18 de febrero de 2002, p. 4), el uso innovativo
de las armas guiadas por láser no tiene el menor impacto para sacar
a los EE.UU. de una recesión industrial que ya lleva dos años.
El imperio de Washington, precisamente porque ha vinculado a sus estados
clientes de ultramar con el mercado estadounidense, ha transmitido sus
crisis a todo el mundo.
Todos los así llamados "estados clientes
neoliberales" han visto reducirse sus mercados de exportaciones, caer los
precios de sus mercancías, y muchas de sus plantas de ensamblaje
ir a la quiebra. La bancarrota de la estrategia de crecimiento "guiada
por las exportaciones" significa que los estados clientes tienen severas
insuficiencias en sus rentas e ingresos, que les impiden importar alimentos
básicos y productos acabados o semiacabados, lo que provoca tasas
negativas de crecimiento, niveles de vida en declive y un aumento de la
demanda para la renacionalización de las industrias estratégicas
y los bancos, junto con un cambio hacia la producción para el mercado
doméstico.
La oposición a la dominación estadounidense
y europea se ha extendido, desde los desempleados urbanos y los pobres
rurales, a una clase media empobrecida y de movilidad social descendente.
Esto es especialmente evidente en la Argentina, donde el régimen
cliente en colaboración con los bancos extranjeros confiscaron los
ahorros de toda la clase media. Como resultado, la clase media ha radicalizado
sus exigencias para incluir un amplio conjunto de demandas antiimperialistas
por primera vez en su historia reciente.
Por último, y lo que es lo más importante,
la intervención militar de los EE.UU. en defensa de sus clientes
y su dependencia casi exclusiva de la guerra y de las amenazas militares,
esta creando una polarización favorable a la Izquierda, lo que aumenta
la oposición y aísla a los aliados de los EE.UU.
Las 50.000 personas que marcharon contra el Acuerdo
de Libre Comercio en el Foro Social de Porto Alegre el 4 de febrero de
2002, sólo son la punta del iceberg de la creciente oposición
popular. Los cientos de millones de dólares de ayuda militar dirigidos
a las fuerzas militares y paramilitares de Colombia no ha cambiado el equilibrio
de fuerzas entre la guerrilla y los militares en ese país. Al contrario,
ha distorsionado aún más la economía del país
y ha incrementado la oposición de las organizaciones cívicas.
En Bolivia, Paraguay y Ecuador, las movilizaciones
de masas, las huelgas generales y los bloqueos de carreteras han sido más
extensos y efectivos al paralizar la economía y desacreditar a los
regímenes clientes.
En Brasil, el papel activo de los movimientos sociopolíticos
y de los partidos marxistas en las luchas de masas aún ejercen una
poderosa influencia entre importantes sectores de la población.
Aún más importante, la continua masivadad del levantamiento
popular en la Argentina y la obligada renuncia de cinco presidentes son
indicadores del potencial revolucionario en ese país clave.
Sin embargo, esta contraofensiva popular, que continúa
a pesar de la política de militarización global de Washington,
tiene sus limitaciones. Muchos de los movimientos de masas están
atados a demandas en su mayoría limitadas (comida y trabajo para
los desempleados en Argentina); los movimientos son regionales y sectoriales,
y por lo tanto no cuentan con una dirigencia nacional capaz de plantearse
el reto de la toma del poder estatal. Muchos de los dirigentes activistas
desafían a los regímenes clientes, y luego negocian acuerdos
de corto plazo (la mayoría de los cuales nunca son cumplidos por
el estado) -creando de esta forma un proceso cíclico de movilización
- acción directa - confrontación - negociación - acuerdos
- promesas rotas - movilización, etcétera. Sin embargo, hay
signos importantes de un gran adelanto en lo político. Muchos de
los activistas y
militantes en toda América Latina están totalmente desilusionados
con los líderes electorales de izquierda. El pacto de Lula con el
Partido Liberal y su abierto apoyo a la política procapitalista
obligan a la mayoría de la izquierda consecuente a dar el giro hacia
la acción directa de masas y, posiblemente, hacia una nueva formación
socialista. En Argentina, las luchas en los barrios, en los suburbios empobrecidos
de la clase trabajadora, entre los desempleados, entre las clases medias
de movilidad social descendiente y entre los sectores de los empleados
públicos, la fecha significativa no es el 11 de septiembre como
lo quisiera Bush, sino el 19 y 20 de diciembre, los días de las
barricadas y del derrocamiento del régimen cipayo neoliberal en
el poder.
Conclusión
Estamos viviendo un período de guerras imperiales,
levantamientos populares, crecientes militarización y polarización
política y social.
El intento de Washington de formar una alianza contrarrevolucionaria
mundial muestra fisuras cada vez más profundas. Las bases económicas
del imperio tienen profundas fallas. La resistencia popular en los estados
colonizados se está extendiendo. Las alternativas reformistas, al
tiempo que aún presentes, ya no son viables. Los políticos
electoral-parlamentarios se encuentran cada vez más al margen de
las grandes confrontaciones históricas. Los grandes aparatos sindicales
ya no controlan ni contienen a la lucha de las masas. Al interior de las
luchas de masas, el socialismo reemerge, tanto de las cenizas de la experiencia
estalinista derrotada y desacreditada como de una socialdemocracia igualmente
corrupta y servil, inmersa en el lodazal neoliberal. La lucha por el socialismo
emerge inicialmente como una serie de cambios estructurales: reforma agraria,
renacionalización de la banca, de los sistemas de telecomunicación
y de los recursos estratégicos. Sin embargo, el avance socialista
no se desarrolla de modo lineal: hay derrotas y retiradas; dirigentes históricos
de la clase trabajadora, como Lula y el Partido de los Trabajadores del
Brasil se lanzan a la reacción y desorientan a sus partidarios entre
la clase obrera. Un régimen neoliberal es derribado (De La Rúa)
y reemplazado por otro (Duhalde) en la Argentina. Cortes masivos de carreteras
y huelgas en Bolivia desafían al estado y terminan abruptamente
sin tocar las cuestiones fundamentales. En Colombia, la insurgencia popular
se desarrolla de manera despareja - poderosa en el campo, débil
en las ciudades. Las rivalidades personales y divisiones entre
"reformistas" y revolucionarios continúan.
La coordinación internacional entre los movimientos
nacionales y la organización de manifestaciones internacionales
son parte integrante del calendario político. Las luchas nacionales,
los levantamientos locales, llevan a la formación de militantes
revolucionarios conscientes al interior de los movimientos. El imperio
no puede estar siempre en todos lados. A medida que la lucha por el socialismo
se extiende de los militantes a las masas, la amenaza de las bombas y de
la propaganda masiva ya no intimidan a los movimientos de masas. Los desempleados,
los empobrecidos, los destituidos, con los ojos hambrientos y los puños
cerrados, avanzan: la cuestión es quién organizará
la lucha por el poder socialista del estado.