James Petras
Introducción
En
la década de los 90 la mayor parte de los escritores, periodistas
y académicos influyentes escribieron, hablaron y polemizaron sobre
dos temas preponderantes: la "globalización" del capital y la "Nueva
Economía" (NE) basada en el crecimiento de la tecnología
de la información (TI), la "revolución" de la biotecnología
y las telecomunicaciones. La expansión del capital a los países
ex-comunistas, la conquista neoliberal de economías del Tercer Mundo
que solían ser proteccionistas y la amplia privatización
de las empresas públicas, en el Norte y el Sur, llevaron a muchos
autores a escribir sobre la dominación global del capital.
Sin embargo, el movimiento de capital en gran escala,
a largo plazo, a través de las fronteras nacionales, llevó
a muchos analistas a concluir que el capital había dejado atrás
a la nación-estado, que la economía mundial se basaba ahora
en el "capital global", un concepto vagamente definido que enfatizaba la
disociación del capital de toda ubicación "nacional" o "estatal"
y su autonomía de todo control o ubicación geopolítica.
Al enfatizar los movimientos de capital y sus múltiples
emplazamientos, esos analistas pasaron por alto la estructura del capital,
--sus oficinas centrales y sus orígenes nacionales y los centros
de toma de decisiones que son determinantes para identificar quién
se beneficia y quién pierde-- y los centros principales de organización,
en los que se sitúan las decisiones estratégicas fundamentales
sobre la ubicación, los beneficios y los sitios de acumulación.
La afirmación de la existencia de un nuevo
capital globalizado y, por deducción, de un nuevo proceso apodado
"globalización," llegó a dominar la discusión de las
relaciones interestatales, interregionales e inter-económicas. Siguiendo
esta misma línea de argumentación, muchos economistas y periodistas
argumentaron que este proceso de globalización era impulsado por
la Tercera Revolución Científico-Tecnológica (TRCT),
que era vista tanto como una causa de la globalización --al facilitar
los flujos de capital-- como un producto de una economía global.
La TRCT era vista como la inauguración de una "Nueva Economía"
(NE) emergente, basada en el enorme crecimiento de la inversión
en TI, biotecnología y fibras ópticas y el aumento vertiginoso
del valor de las acciones. Se dio crédito a la NE por la terminación
del ciclo empresarial asociado con la "vieja economía" (produciendo
bienes tangibles y servicios), promoviendo un crecimiento ilimitado, alta
productividad y la desconcentración de la riqueza y el poder. Con
el comienzo del nuevo milenio, casi todos los argumentos presentados a
favor de la "globalización" y de la Nueva Economía se han
vuelto sospechosos.
La contra-tesis argumenta que aunque no cabe duda
que el capital privado se ha expandido a nuevas regiones, conquistando
mercados anteriormente restringidos y sectores económicos en los
países ex-comunistas y nacionalistas del Tercer Mundo, continúa
reteniendo una conexión evidente con las naciones-estados, --particularmente
con los estados imperiales-- en la economía mundial.
En segundo lugar, el TRCT no formó una nueva
economía. En la medida en la que estaba divorciado de la vieja economía,
se trataba en buena parte de una actividad especulativa, sin ningún
fundamento sólido, es decir, carecía de un producto vendible,
y presentaba poco potencial para beneficios.
El Financial Times describe la fiebre especulativa
de la TI como "una euforia del milenio", y sigue señalando que,
"El Índice Compuesto del NASDAQ, el fanal de la nueva economía,
llegó a una cima de 5048,62 el 10 de marzo de 2000. Un año
más tarde había bajado cerca de un 60%. El reventón
de la burbuja de las .com fue sólo el comienzo del problema. El
colapso de... [los valores] tecnológicos, mediáticos y de
las telecoms se extendió... a los "operadores establecidos". La
volatilidad de los sectores especulativos de la economía afecta
a todos los sectores de la economía, así como a los fundamentos
económicos del imperio. El ascenso y la caída de la economía
especulativa influencian claramente las estrategias económicas de
la construcción del imperio.
En resumen, este trabajo argumentará que
el crecimiento y la conquista de mercados extranjeros es hoy en día
el producto de empresas gigantes ligadas a poderosos estados euro-americanos
y que puede, en el mejor caso, ser considerado como parte de un proceso
de construcción de un imperio, en vez de algo que parezca globalización.
Las pretensiones de una Tercera Revolución Científico Tecnológica
son muy dudosas. La economía de la TI, sigue siendo un sector económico
muy reducido, en el que unas pocas empresas gigantescas emergen de la rápida
caída de las compañías de papel. La TI no es vista
como el factor dinámico que explica la expansión en ultramar,
sino más bien como una fuente de inestabilidad, crisis y disminución
de la productividad. La expansión del capital es vista más
como un producto de la especulación, la conquista imperial y de
la actividad ilícita.
El mito de la corporación global Un reciente
estudio empírico comparativo de Doremus, Kelley, Pauly y Reich,
sobre las multinacionales estadounidenses, alemanas, y japonesas, concluyó
que en los aspectos vitales de las inversiones, la investigación
y el desarrollo, la gran mayoría de las decisiones son hechas en
las oficinas centrales de las compañías multinacionales (CMNs).
Respecto a la investigación y el desarrollo
(I&D) de las CMNs estadounidenses mostraron que un 88% de los gastos
totales de I&D son hechos en el país "madre", y sólo
un 12% en las subsidiarias con participación mayoritaria en el extranjero.
El desarrollo tecnológico sigue centralizado en las oficinas centrales
de las CMNs. En el otro sector clave de la estrategia de una CMN, las decisiones
sobre inversiones directas y el comercio entre compañías,
los autores concluyeron que predominan las prioridades de las oficinas
centrales. Los resultados y las conclusiones de los autores refutan el
mito de las corporaciones multinacionales "globales", demostrando sus lazos
con la nación-estado y la estructura centralizada en la nación
matriz del proceso de toma de decisiones. Aunque las CMNs producen en muchos
países y dividen sus operaciones y su producción en sitios
múltiples, el control y los beneficios son centralizados en naciones-estados.
La expansión y el control por CMNs no han
cambiado su carácter permanente como relacionadas a naciones-estados;
ni han transformado sus operaciones internacionales su carácter
de construcción de un imperio centralizado.
Monarcas de la economía mundial
La mejor fuente, a pesar de importantes deficiencias,
para comprender las fuerzas económicas que dominan la economía
mundial, es la lista de las 500 mayores compañías del mundo
del Financial Times (FT) (FT 11 de mayo de 2001). La medida del poder económico
está basada en la capitalización del mercado que es determinada
por la cantidad de acciones que la compañía ha emitido, multiplicada
por el precio de mercado de esas acciones en el día en el que se
hizo el estudio. El estudio del FT está basado en datos reunidos
el 4 de enero de 2001. Hay varias deficiencias importantes en este enfoque:
considerando la volatilidad del mercado, hay cambios bruscos que ocurren
en breves períodos de tiempo, particularmente en los valores de
tecnología, deformando así la clasificación; en segundo
lugar la clasificación excluye a las empresas de propiedad familiar
y a los negocios de propiedad estatal que no son cotizados en las bolsas
de valores; en tercer lugar, las adquisiciones extranjeras, especialmente
por capitales euro-estadounidenses de empresas de países ex-comunistas
y del Tercer Mundo, continúan siendo mencionadas con su ubicación
nacional, subestimando así el poder euro-estadounidense y exagerando
el grado de diversidad.
A pesar de estos aspectos metodológicos,
la clasificación por capitalización nos provee una medida
aproximada de la concentración del poder en la economía mundial.
Examinando las 500 firmas mayores, vemos claramente de qué países
provienen las empresas que controlan la mayor parte de la producción,
las finanzas y la distribución, ya que la mayor parte de la producción
y el comercio del mundo son realizados por empresas de gran escala.
El hecho más impresionante de la economía
mundial es la dominación por las empresas euro-estadounidenses:
un 79% de las 500 mayores multinacionales están ubicadas en EE.UU.
o Europa Occidental. Si incluimos a Japón, la cifra aumenta a un
91%. En otras palabras, más de un 90% de las mayores empresas que
dominan la economía mundial están en EE.UU., Europa y Japón.
Entre los imperios en competencia, EE.UU. es el
poder dominante. Un 48% (239) de las 500 firmas mayores son estadounidenses,
comparadas con un 31% (154) de Europa Occidental y sólo un 11% (64)
para Japón. Los continentes combinados del Tercer Mundo, de Asia,
África y América Latina, tienen sólo un 4% (22) de
las mayores corporaciones y la mayor parte de éstas han sido adquiridas
por multinacionales euro-estadounidenses. Si examinamos las mayores de
las grandes empresas, la concentración de fuerza financiera es aún
más unilateral: las 5 firmas que encabezan la lista son todas estadounidenses;
8 de las 10 mayores son estadounidenses y un 64% (16) de las 25 mayores
son estadounidenses, seguidas por un 28%(7) que son europeas y un 8%(2)
japonesas. En otras palabras, en la cúspide del poder global, las
CMNs estadounidenses-europeas prácticamente no tienen rivales. Entre
1999 y 2000, el porcentaje de firmas estadounidenses aumentó de
un 44% a un 48%.
Esta concentración de poder económico
mundial tiene más que ver con un imperio mundial que con cualquier
noción de globalización en la que las corporaciones privadas
son independientes de la nación-estado. El crecimiento y la expansión
del capital estadounidense y europeo están basados en adquisiciones,
y fusiones en el Norte, así como a través de la compra de
antiguas empresas públicas en el Tercer Mundo y en los países
ex-comunistas.
La distribución entre las mayores 25 empresas
estadounidenses revela dos modelos significativos. Por un lado, la re-emergencia
de la vieja economía –las empresas industriales, bancarias, aseguradoras,
petroleras y farmacéuticas—encabezadas por General Electric y la
decadencia relativa de la "nueva economía"—en particular las empresas
de tecnología de la información. Los datos, reunidos en enero
de 2001, subestiman la declinación de la economía de la TI
durante 2001. Considerando la volatilidad de los precios de las acciones
y la creciente recesión económica, muchas compañías
de TI sufrieron una severa declinación. Por ejemplo Lucent Technologies,
otrora el principal productos de telecoms de EE.UU., ha sufrido una caída
en su capitalización de mercado de 52 mil millones de dólares
a 34 mil millones entre enero y abril de 2001. Una declinación similar
ha ocurrido con Cisco Systems. El 4 de enero de 2001 tenía un valor
de 294 mil millones de dólares, mientras que a fines de abril había
descendido a 124 mil millones. Aunque las corporaciones gigantes de TI
y comunicaciones como Microsoft y Cisco aún están entre las
mayores 10, la mayor parte de las otras corporaciones de TI han caído
fuera de las principales 500 y muchas han quebrado.
Es más exacto hablar de imperialismo que
de "globalización" cuando los propietarios y directores de la mayoría
de las corporaciones y de los bancos que controlan los flujos internacionales
de capital son estadounidenses. "Globalización", en estas circunstancias,
es una ideología que confunde la verdadera estructura del poder
y de la dominación.
La concentración y centralización
del capital –el crecimiento de las mega-fusiones está dirigido por
un grupo limitado de instituciones financieras e inversionistas que tienen
una posición clave. De las asesorías para fusiones y adquisiciones
en todo el mundo, 11 de las principales 15 son de propiedad estadounidense
y basadas en ese país. Una de los aspectos más reveladores
de la dominación de EE.UU. se encuentra en la concentración
sin precedentes de beneficios en manos de las CMNs de propiedad estadounidense;
en 1990, las CMNs estadounidenses recibieron un 36% de los beneficios mundiales,
mientras que en 1997, las CMNs de EE.UU. aumentaron su parte de los beneficios
mundiales a un 44%.
La evidencia más impactante contra la noción
de una "economía global interdependiente" y a favor de la noción
de imperialismo son la naturaleza y las consecuencias de las crisis económicas
de 1997 a 1999 (que continúan.) Mientras Asia, América Latina
y África sufrieron severas recesiones, la disminución de
sus niveles de vida, y aumentos catastróficos en el desempleo, las
CMNs de EE.UU. expandieron su influencia y su alcance. Lo que fue una crisis
económica en el Tercer Mundo fue una bendición para las firmas
estadounidenses en el extranjero, beneficiando a algunas empresas de EE.UU.
en un grado sin precedentes. Más de 50 mil millones de dólares
en fondos estadounidenses fueron dirigidos a la compra de empresas en Corea
del Sur, que previamente eran de propiedad de inversionistas coreanos.
Aunque las CMNs estadounidense-europeas dominan
la economía mundial, lo hacen sobre fundamentos frágiles.
Gran parte de su crecimiento está basado en fusiones y adquisiciones,
4 de las mayores 25 son, en efecto, "corporaciones fusionadas," confrontando
deudas y mercados en contracción. En segundo lugar, las gigantescas
compañías petroleras y farmacéuticas están
basadas en "precios monopolistas" en lugar de grandes innovaciones o aumentos
en productividad. Los beneficios resultantes del monopolio de los productos
farmacéuticos están basados en patentes de propiedad intelectual,
y las ganancias de las compañías se basan en estructuras
y prácticas oligopolísticas.
En tercer lugar, aunque las CMNs de EE.UU. tienen
una posición mundial dominante, la economía nacional estadounidense
es crecientemente vulnerable por su déficit comercial galopante.
Según el Departamento de Comercio de EE.UU. el déficit comercial
para el año 2000 fue de 435 mil millones de dólares – el
mayor déficit anual en la historia. Los ahorros extranjeros han
permitido llenar el hueco –haciendo que la economía de EE.UU. se
haga vulnerable a cambios bruscos en la inversión extranjera. La
mayor parte de los inversionistas no piensan que este nivel deficitario
sea sostenible.
El mito de la tercera revolución científico-tecnológica
Se ha demostrado que las afirmaciones de los ideólogos de la globalización
que argumentaban que la nueva revolución tecnológica ya no
estaba sometida a crisis cíclicas eran erróneas por varias
razones. Comenzando a fines de 2000 y continuando en 2001, una profunda
recesión ha afectado a las compañías de TI, llevando
a numerosas bancarrotas y a una declinación vertical en la capitalización
de mercado.
Japón que "robotizó" sus fábricas
temprano y construyó y aplicó muchos de los nuevos productos
de TI, ha estado estancado (crecimiento promedio de cerca de 1 por ciento
en los últimos 11 años) y ha entrado en una profunda recesión
en el segundo trimestre de 2001.) El sector manufacturero de EE.UU. ha
tenido un crecimiento negativo desde julio de 2000, que continúa
pasado el segundo trimestre de 2001. La economía en su conjunto
entró en una recesión en el primer trimestre de 2001, y se
espera que ésta continúe durante un período indeterminado
--las estimaciones van de 1 a 3 años--. El ritmo de crecimiento
de la TI cayó a cifras negativas en el primer trimestre de 2001.
Las perspectivas para una recuperación rápida son tenues,
ya que una tasa de ahorros negativa, déficits inmensos, y un dólar
fuerte, inhiben el crecimiento interno o impulsado por la exportación.
Al coincidir las crisis estructural y cíclica, es altamente posible
que la recesión continúe por algún tiempo más.
La recesión desautoriza totalmente a los ideólogos de la
TI que declaraban que la "Nueva Economía" ha convertido en anticuados
los ciclos económicos. En realidad, las compañías
de TI han sido las más afectadas en el bajón actual. Más
de un 80 por ciento de las dot.com no son lucrativas.
En segundo lugar, la economía de la TI de
hoy es menos competitiva y más concentrada que nunca antes, con
unos pocos gigantes que han sobrevivido y muchos que han fracasado. Mientras
miles de dot.coms sucumbían, las 5 principales compañías
de la TI retuvieron su sitio entre las 10 principales del mundo. La revolución
de la productividad --un crecimiento de un 2,8%-- se basó en un
breve intervalo de cuatro años (1996- 2000) y fue seguida por una
disminución en la productividad a un porcentaje negativo de 1,2%
durante el primer trimestre de 2001. Mirando el cuadro general, la productividad
fue mayor antes de la "edad de la información" que durante ésta.
Entre 1953 y 1972 la productividad creció en un promedio de 2,6%
comparado con un 1,1% entre 1972 y 1993.
El problema en la medición de la productividad
se complica aún más por la exclusión de la mano de
obra itinerante ilegal, que asciende, según algunos cálculos,
a 5 millones de trabajadores que producen bienes y servicios que son atribuidos
a la cantidad de mano de obra más reducida del recuento oficial.
Hay un amplio consenso en la actualidad de que los
argumentos y firmaciones sobre la productividad de los ideólogos
de la "Nueva Economía" tienen pocos méritos. La excepción
es Alan Greenspan que es citado diciendo, en un discurso en Nueva York
a fines de mayo de 2001, que "Hay todavía, pienso, amplia evidencia
de que estamos experimentando sólo una pausa en la inversión
en una amplia serie de innovaciones que han elevado la tasa decrecimiento
subyacente en la productividad."
La inversión de muchos miles de millones
de dólares en la TI significó una sangría en las inversiones
para usos más productivos, llevó a una vasta sobrecapitalización
en un sector que tenía bajos rendimientos y pocos efectos indirectos.
Más aún, el mayor impulso para la TI vino de la intriga del
Y-2 --el bombo publicitario sobre el colapso de un sistema, con el comienzo
del nuevo milenio--. Cientos de miles de millones fueron gastados en la
TI de 1996 a 1999, para evitar una amenaza dudosa, virtualmente sin efectos
a largo plazo. No se realizó ninguna evaluación crítica
o análisis comparativo entre países como Rusia, China, Finlandia
y algunos otros que gastaron sólo parte de lo que fue gastado en
Europa y América del Norte para enfrentar el Y-2, sin sufrir un
"colapso catastrófico," lo que lleva a preguntarse si la burbuja
misma de la TI no pudiese haber sido parte de un fraude promocional masivo.
En todo caso, la base de datos para las pretensiones de la TI sobre una
revolución en la productividad, es extremadamente limitada y problemática.
Un reciente estudio por Paul Strassman, uno de los
principales críticos de los ideólogos de la TI, basado en
un estudio de 3000 compañías europeas, demuestra que no hay
relación entre la inversión en ordenadores y la rentabilidad.
En consecuencia, las tres afirmaciones básicas de la revolución
de la TI: que ha enterrado el ciclo económico, que ha generado una
revolución productiva sostenida, y que produce altos beneficios,
no corresponden a la realidad. En realidad, las irracionalidades del capitalismo
han sido amplificadas por la burbuja de la TI: el ciclo económico
opera con toda su fuerza, la productividad tiende a estancarse, y hay una
tendencia a la disminución de la tasa de beneficios.
Un artículo reciente de Robert Gordon que
analiza el aumento en la productividad (entre 1995-1999) presenta serias
dudas sobre las afirmaciones respecto a la TRCT. Argumenta que casi un
70% de la mejora en productividad puede ser debida a mediciones mejoradas
de la inflación, (cálculos más bajos de la inflación,
significan necesariamente un mayor crecimiento de la producción
real, por lo tanto de la productividad) y la reacción de la productividad
al crecimiento excepcionalmente rápido de la producción del
período de 3 ½ años. Así que sólo un
30% del aumento de un 1% en la productividad (o sea un 0,3%) durante el
período de 1995 a 1999, puede ser atribuido a la informatización
de la llamada "revolución de la información," lo que constituye
difícilmente una revolución.
En lo que es aún más devastador para
los defensores de la TRCT, Gordon suministra un argumento convincente al
establecer que la mayor parte del aumento de la productividad atribuido
a la informatización, ¡se originó en realidad en el
área de la producción de ordenadores! Las mejoras dramáticas
en la productividad pretendidas por los apólogos de la TRCT se han
realizado en la producción de ordenadores –con poco efecto sobre
el resto de la economía. Según el estudio de Gordon, el crecimiento
de la productividad en la producción de ordenadores ha aumentado
de un 18% por año entre 1972 y 1995, a un 42% por año desde
1995. Según Gordon, esto incluye todas las mejoras en el crecimiento
de la productividad en bienes duraderos. En otras palabras, el ordenador
ha producido una "revolución" en la producción de ordenadores
–con un efecto insignificante en el resto de la economía. La razón
básica es que los ordenadores tomaron simplemente el lugar de otras
formas de capital. Según un estudio reciente, el crecimiento en
las aportaciones de ordenadores excedió el de otras aportaciones
en un factor de 10 en el período entre 1990 y 1996. La sustitución
de una forma de capital por otra no necesita elevar la productividad de
la economía en su conjunto. Las mediciones básicas de una
revolución tecnológica son lo que los autores llaman la "productividad
de factores múltiples," el aumento en producción por unidad
de todas las producciones. El problema básico posado por la TRCT,
no es si los ordenadores han revolucionado la producción de ordenadores,
sino cómo lo llamada "revolución" de la información
ha afectado el 99% restante de la economía Según el estudio
longitudinal de Gordon del progreso técnico en el período
entre 1987 y 1996, el período de máximo progreso técnico,
manifestado en el crecimiento anual de la productividad de múltiples
factores, fue en el período entre 1950 y 1964, cuando alcanzó
aproximadamente un 1,8%. El período de menor crecimiento de la productividad
de múltiples factores, en este siglo, fue entre 1988 y 1996, un
crecimiento de aproximadamente 0,5% (¡la mitad de un 1 por ciento!)
Es evidente que las innovaciones de principios y mediados del siglo 20
fueron fuentes mucho más significativas de mejoras de la productividad
en toda la economía, que los sistemas electrónicos de información
computarizada de fines del siglo.
Los fabricantes de ordenadores representan un 1,2%
de la economía de EE.UU. y sólo un 2% del capital social
(1997). Aunque las corporaciones gastan sumas substanciales en ordenadores,
es en su mayor parte para reemplazar otros anticuados. No hay evidencia
que respalde las afirmaciones de los defensores de la TRCT. La Tercera
Revolución Científico Tecnológica no ha existido --por
lo menos sobre la base de cualquier medida empírica de un aumento
de productividad en la economía de EE.UU.-- A pesar del vasto aumento
en el uso de ordenadores, el desempeño productivo de la economía
de EE.UU. sigue estando bien por debajo de los niveles alcanzados en la
época anterior a los ordenadores en 1945-1972, en realidad, el crecimiento
anual multi-factores de la productividad (AMCP) entre 1988 y 1996 es el
más bajo de los últimos 50 años. Lo que es aún
más significativo, la tasa de crecimiento entre 1950 y 1996 ha estado
disminuyendo a un ritmo constante: entre 1972 y 1979 creció un 1,1%,
entre 1979 y 1988, un 0,7%, y entre 1988 y 1996, un 0,6%.
La industria de la biotecnología, junto con
la TI y las fibras ópticas, fueron consideradas como las tres fuerzas
impulsoras de la Revolución Científico Tecnológica
que impulsaría la Nueva Economía. La industria de la biotecnología
ya tiene más de un cuarto de siglo y no ha producido un flujo constante
de nuevos tratamientos y beneficios. Según Arthur Levinson, Presidente
y Director General de Genetech, la mayor y más exitosa de las compañías
de biotecnología –"no ha habido ninguna revolución en la
medicina en los últimos 25 años." Según otro Presidente
de otra compañía de biotecnología, Kevin Shaner de
Amgen, de los miles de millones de dólares invertidos en el sector,
han salido sólo 63 drogas al mercado. Los analistas de mercado señalan
que sólo 25 de las más de 400 compañías bio-farmacéuticas
de EE.UU. producirán beneficios. La mayor parte de los grupos fundados
hace más de una década, todavía tienen que llegar
a la rentabilidad. La mayor parte de los grupos de biotecnología
de la década de los 80 ya no existen. Toda la publicidad promocional
alrededor de las secuencias del genoma humano, que atraen actualmente más
miles de millones, va a ser probablemente desmentida, según Levinson.
Como el fraude de la TI, la revolución biotecnológica
atrajo miles de millones de dólares, desviando inversiones de usos
productivos, mientras llevaba a muchos por el camino de la bancarrota.
En los años 90. el presidente Clinton y los
dirigentes europeos occidentales, los inversionistas y los académicos,
vieron un futuro brillante para las fibras ópticas --la tercera
fuerza en la Revolución Científico Tecnológica--.
Entre 1999 y 2000, más de 100 millones de millas de fibras ópticas
fueron instaladas en todo el mundo, mientras las compañías
gastaban 35 mil millones de dólares para construir redes de comunicación
inspiradas por Internet. En la actualidad, sólo un 5% de esas fibras
están en uso, pero los costos astronómicos de iluminación
y de entrega al destinatario final, han llevado a una disminución
dramática de las inversiones en la industria de la comunicación.
Como en la biotecnología, el colapso ha hecho impacto en el resto
de la economía: miles de millones invertidos en las compañías
de telecomunicaciones, parecen haber sido desperdiciados.
La consunción de capitales es una razón
por la que la economía se ha paralizado. Los gigantes en la producción
de equipos de comunicación como Lucent Technologies y Nortel han
anunciado pérdidas de miles de millones de dólares, Nortel
anunció una pérdida de 19 mil millones de dólares
en el primer trimestre de 2001. En la primera mitad de 2001, compañías
no pagaron 13900 millones de dólares en obligaciones de telecomunicaciones,
resultando en pérdidas para los inversionistas de 12800 millones.
Una vez más la Revolución Científico Tecnológica
terminó reventando como una burbuja especulativa.
La "supremacía global" de EE.UU. y Europa
está basada en 3 pilares inestables e insostenibles. Uno reposa
sobre un sector altamente vulnerable y especulativo, propenso a gran volatilidad
y que entra en profundas recesiones. El segundo pilar es el alto nivel
de transferencias de beneficios, pagos de intereses y royalties de sus
respectivas áreas colonizadas. En el caso de América Latina
sola, más de 700 mil millones de dólares fueron transferidos
como pagos a bancos y multinacionales en Europa y EE.UU. entre 1990 y 1998.
El tercer soporte del imperio es el poder político (incluyendo el
poder de imprimir dinero para cubrir déficits) y la seguridad que
EE.UU. y Europa dan a los nacionales extranjeros que transfieren fondos
a esos estados, incluyendo miles de millones obtenidos ilícitamente
en sus respectivos países. El poder político y la seguridad
de los estados imperiales, dependen de la aquiescencia o el consentimiento
de sectores económicos estratégicos que son vulnerables a
la competencia del libre mercado por países rivales imperiales y
no-imperiales. Por ejemplo, a causa del fuerte dólar, las corporaciones
siderúrgicas estadounidenses tienen dificultades para exportar bienes
o incluso para competir en el mercado de EE.UU.
El problema para los gobernantes de Europa y EE.UU.
es ¿cómo dirigir sus imperios frente a una creciente recesión,
un sector de la TI decaído y el creciente desempleo en sectores
económicos que no son competitivos en el mercado mundial?
El nuevo imperialismo: del neoliberalismo al neo-mercantilismo
El libre mercado o el imperialismo neoliberal siempre
fueron un mito: los estados imperiales nunca han abierto completamente
sus mercados, eliminado todos los subsidios o dejado de intervenir para
apuntalar o proteger a sus sectores económicos estratégicos,
sea por razones políticas o sociales. El imperialismo neoliberal
siempre ha significado la apertura selectiva a países seleccionados,
durante períodos de tiempo especificados, para áreas de productos
seleccionados. Los mercados fueron abiertos por el gobierno de EE.UU. a
productos producidos por subsidiarias de EE.UU. en países extranjeros.
El "libre comercio" en el país imperial no estaba basado en criterios
económicos, sino que políticos. Por otro lado, los encargados
de la política euro-estadounidenses y sus empleados en el FMI y
el Banco Mundial predicaban "fundamentalismo de mercado" al Tercer Mundo,
la eliminación de todas las barreras al comercio, de los subsidios
y de las regulaciones para todos los productos y los servicios en todos
los sectores. Las prácticas selectivas de libre mercado de los estados
imperiales permitieron a sus multinacionales que capitalizaran sobre las
oportunidades de mercado en los países-objetivo, practicando el
fundamentalismo de mercado, mientras protegían sus sectores económicos
interiores que incluían electorados políticamente importantes.
Un conflicto mayor estalló cuando los dos rivales imperiales, EE.UU.
y Europa (ambos libre-mercaderes fundamentalistas) intentaron abrir los
mercados del otro, protegiendo al mismo tiempo importantes electorados
políticos.
Con la llegada de las crisis triples de recesión,
colapso especulativo y competencia intensificada, los países imperiales
han recurrido a una mayor intervención estatal en una cantidad de
sectores: mayores subsidios estatales, agrícolas y otros –30 mil
millones de dólares en EE.UU. en 2001; recurso intensificado a la
interferencia en el comercio para imponer "cuotas" a las importaciones
(el compromiso de Bush con la industria del acero de EE.UU.) y la explotación
intensificada de las regiones del Tercer Mundo para aumentar el flujo de
beneficios, intereses y ventajas comerciales (la proposición de
EE.UU. para el "Libre Comercio de las Américas".)
El comercio dirigido por el estado, combinando la
protección de los mercados internos y la intervención agresiva
para asegurarse ventajas monopolistas en el mercado y beneficios para las
inversiones, define el contenido del imperialismo neo-mercantilista. El
imperialismo neoliberal con su retórica de libre mercado y la apertura
selectiva de mercados, está siendo reemplazado por un neo-mercantilismo
que busca la mayor monopolización de zonas de comercio regional,
más decisiones políticas unilaterales para maximizar las
ventajas comerciales, la protección de productores internos, y la
mayor dependencia en estrategias militares para profundizar el control
sobre economías neoliberales en crisis, dirigidas por clientes desacreditados.
Tal como EE.UU. fue el líder en el desarrollo
de su imperio neoliberal y Europa fue una región seguidora, EE.UU.
también juega un papel dirigente en la transición a un imperio
neo-mercantilista.
En sustancia, si no en estilo, la transición
al neo-mercantilismo comenzó durante el régimen de Clinton,
y se convirtió en la estrategia dominante de la construcción
del imperio durante la administración Bush.
Durante la era de Clinton, EE.UU. "compartió"
la toma de los mercados y de las empresas latinoamericanas con los europeos.
Por ejemplo, los bancos y las compañías energéticas
y de telecomunicaciones de EE.UU., compitieron con las multinacionales
españolas en la adquisición de empresas públicas y
bancos nacionales. Sin embargo, el régimen de Clinton, trató
de debilitar a la competencia europea y japonesa firmando el Tratado de
Libre Comercio de América del Norte [NAFTA/ALENA] que dio privilegios
a las empresas de EE.UU. en México. El éxito de EE.UU. en
la monopolización del mercado mexicano, estuvo en contraste con
la relativa disminución de su participación en las empresas
y mercados nuevamente privatizados en América Latina.
La proposición de Clinton de extender el
control monopolista a través del Acuerdo de Libre Comercio de las
Américas (ALCA) recibió mayor ímpetu con la administración
Bush --particularmente en la cumbre de las Américas de Québec
en abril de 2001--. El propósito del ALCA es dar privilegios a las
compañías y exportadores de EE.UU. que operan en América
Latina, mientras se restringe el acceso latinoamericano a los mercados
estadounidenses. Aunque el ALCA es presentado como una doctrina comercial
recíproca, la administración Bush se negó a hacer
cualquier concesión respecto a las llamadas regulaciones anti-dumping
que son habitualmente evocadas para limitar la entrada de productos latinoamericanos
competitivos, que pudieran obtener parte del mercado de las compañías
de EE.UU. Además, la "reciprocidad" es un concepto sin sentido cuando
las dos regiones que comercian tienen desigualdades tan inmensas en la
capacidad productiva y en el tamaño de muchos sectores económicos,
y cuando industrias nacientes tienen que competir con grandes empresas
establecidas. En esas circunstancias, la "reciprocidad" se convierte en
una fórmula para las adquisiciones estadounidenses y la bancarrota
de las empresas latinoamericanas. Como hemos visto, las empresas de EE.UU.
en los sectores bancarios, energéticos, de las telecomunicaciones,
de la minería y en el transporte, tienen inmensas ventajas que han
utilizado para desplazar a la competencia latinoamericana. El ALCA destruirá
decisivamente lo que queda de las economías nacionales latinoamericanas
e impondrá una estructura de toma de decisiones económicas
que estará concentrada en las oficinas centrales de los bancos y
las corporaciones multinacionales de EE.UU.
Lo que es de igual importancia, es que EE.UU., como
estado, dictará las reglas y regulaciones que regirán el
comercio, las inversiones y las leyes de propiedad intelectual que reinarán
en las Américas. Esto pondrá al gobierno de EE.UU. en la
posición de combinar el proteccionismo en el interior, la exclusión
de los europeos, y tener mercados libres en América Latina.
Un ejemplo evidente de los elementos proteccionistas
del imperio neo-mercantilista son las promesas de la Casa Blanca de proteger
las plantas siderúrgicas estadounidenses contra la competencia extranjera
--incluyendo a Brasil--. En la primera semana de junio de 2001, la administración
lanzó una acción (una investigación bajo la Sección
201 de las "prácticas comerciales injustas") para proteger a los
productores de acero de EE.UU. contra la competencia extranjera. Tanto
Donald Evans, el Secretario de Comercio de EE.UU., como Robert Zoellick,
el Representante de Comercio de EE.UU., defendieron públicamente
la intervención estatal para proteger a los productores no-competitivos
de acero de EE.UU. contra el "comercio injusto". La verdadera razón
para la pérdida de competitividad de la producción estadounidense,
es la fortaleza del dólar y los mayores costos operacionales en
EE.UU. Como indicara la Asociación Nacional de Fabricantes de EE.UU.
en una carta al Secretario del Tesoro de EE.UU. [los actuales niveles de
cambio del dólar estaban] "teniendo un fuerte impacto negativo sobre
las exportaciones industriales, la producción y el empleo." La carta
señalaba que el dólar estadounidense había subido
un 27% desde principios de 1997, con el resultado de que "puso los precios
de los productos fuera de competencia en el mercado tanto en el interior
como en el extranjero."
El fuerte dólar, sin embargo, es una estrategia
preferida del poderoso sector financiero de EE.UU. y es vital para mantener
el vasto flujo de capitales extranjeros a EE.UU., para financiar el creciente
déficit comercial.
El lavado de fondos ilícitos por los principales
bancos estadounidenses es una fuente importante de flujos externos hacia
EE.UU. Cálculos de un subcomité del Senado de EE.UU. van
de 250 a 500 mil millones de dólares por año. Como el antiguo
imperio mercantilista dependía en parte de compartir el botín
de sus piratas depredadores, a la economía neo-mercantilista le
sientan de maravilla los gobernantes corruptos que saquean economías
y transfieren sus fondos ilícitos a los imperios de Europa y EE.UU.
El fuerte dólar es uno de los atractivos para los depredadores y
los gobernantes corruptos.
No es sorprendente que la administración
Bush haya debilitado ignificativamente su apoyo para una iniciativa internacional
que refuerce la regulación financiera para combatir el lavado de
dinero.
El imperialismo mercantilista en el que el estado
imperial combina el proteccionismo en casa, los monopolios afuera, y el
libre comercio dentro del imperio, es por lo tanto, la estrategia escogida
para mantener el imperio y desarrollar el apoyo político interno,
a un costo horrible para América Latina y produciendo la consternación
de sus competidores europeos. En su lucha por el imperio neo-mercantilista,
Washington debe basarse crecientemente en decisiones y políticas
unilaterales. Por su naturaleza monopolista, el neo- mercantilismo depende
de la exclusión de aliados competidores y de maximizar las ventajas
comerciales, mediante decisiones estatales unilaterales.
El rechazo unilateral de la administración
Bush del acuerdo de Kioto, su decisión unilateral de proceder con
el nuevo programa de misiles, en violación de acuerdos existentes,
sus crecientes subsidios a la agricultura de EE.UU., su intento de acelerar
el ALCA, son ejemplos de unilateralismo al servicio de la construcción
del imperio neo-mercantilista.
El enfoque abiertamente contencioso de EE.UU. hacia
Europa Occidental, va más allá de su estilo unilateral en
la toma de decisiones. El nombramiento de Richard Perle, un militarista
de la línea dura, por la Administración Bush, para que dirija
el Consejo de Política de Defensa, es una indicación de la
tendencia de EE.UU. hacia el "militarismo mercantilista". Su postura imperial
se evidencia en su rechazo arrogante de la crítica europea contra
la escalada estadounidense en la carrera de los misiles. "Vamos a proceder
con la defensa con misiles, y lo haremos si ellos (la UE) se unen a nosotros
en ese esfuerzo, o pueden sentarse en las tribunas y lamentarse." La estrategia
anti-europea de Washington está relacionada con la ampliación
de la OTAN. Como lo describe Perle, "Mi solución a la ampliación
de la OTAN es --como sea, traigamos a algunos miembros nuevos, y si perdemos
a algunos de los antiguos, tengo un candidato"--. El mercantilismo, con
su considerable énfasis en los beneficios de los monopolios, la
acción unilateral y particularmente la intervención estatal
para favorecer los intereses empresariales contra los rivales exteriores
y una vasta colección de choques internos en América Latina,
han sido acompañados históricamente por conflictos armados
y grandes gastos militares. El neo-mercantilismo contemporáneo no
constituye una excepción.
Acompañando al ALCA, hay un aumento importante
de los gastos militares de EE.UU. en América Latina, nuevas bases
militares, la colonización del espacio aéreo, de las costas,
los ríos y los estuarios. El Plan Colombia, la Iniciativa Andina
y los gastos militares relacionados con la militarización de las
fronteras de Ecuador con Colombia y de Panamá con Colombia, implican
más de 1500 millones de dólares y cientos de agentes militares
de EE.UU. La subcontratación de oficiales militares latinoamericanos,
fuerzas paramilitares y mercenarios estadounidenses, es una parte integral
de la protección y expansión de la construcción del
imperio neo-mercantilista. En todo el mundo, la política de EE.UU.
de provocar a China con ostentosos planes de vuelos espías a lo
largo de sus aguas costeras, y la escalada de la carrera armamentista con
Rusia, forman parte de la política de proteger el poder militar
unilateral.
Conclusión
No se trata de una revolución impulsada por
la tecnología, la ciencia o los ordenadores, lo que ha llevado a
la "globalización" sino que de una expansión política,
económica y militar, que ha creado un nuevo orden mundial imperial
dominado por EE.UU.
La fuerza impulsora que abre las puertas para la
expansión de EE.UU. y Europa no es la llamada TRCT sino que el poder
militar y la guerra de clases "desde arriba." El mundo contemporáneo
enfrenta dos factores de importancia: el uso irrestricto del poder militar
por EE.UU. en la imposición de su hegemonía global, y un
ataque a fondo de Europa y EE.UU. contra las limitaciones socio-políticas
a la expansión de sus corporaciones multinacionales.
El bombardeo de Yugoslavia por EE.UU. y la OTAN,
los continuos ataques aéreos contra Irak, los ataques con misiles
contra Somalia y Afganistán, la expansión de la membresía
de la OTAN para incluir a países en la frontera rusa, la incorporación
de 23 nuevos clientes como "asociados de paz" de la OTAN, la hegemonía
indiscutida de EE.UU. sobre Europa Occidental a través de la OTAN,
son indicadores de la creciente militarización y el ejercicio unilateral
del poder policial de EE.UU. sobre el mundo. El resurgente poder imperial
está íntimamente relacionado con el tremendo crecimiento
de la dominación económica de EE.UU. durante la década
del 90. Los sistemas informáticos, la computarización y los
medios electrónicos juegan un papel importante y subordinante al
servicio de las necesidades del poder imperial. Los planificadores del
Pentágono utilizan bombardeos dirigidos por ordenadores (no siempre
muy exactos) para lograr sus objetivos militares. Las CMNs utilizan ordenadores
para transferir pagos en las adquisiciones de firmas extranjeras. La llamada
"revolución informática" es, por lo tanto, nada más
que una nueva herramienta en el fomento de la influencia imperial, histórica.
Lejos de derribar las fronteras nacionales, aumentan el alcance imperial
de los poderes hegemónicos y refuerzan la división del mundo
entre países imperiales y dominados, acreedores y deudores, especuladores
y productores locales.
El alcance de las corporaciones globales de EE.UU.
ha sido estimulado mucho más por la guerra de clases contra los
trabajadores estadounidenses que por cualquier gran adelanto científico-tecnológico;
la reducción en la asistencia social, el régimen tributario
regresivo, los subsidios a las corporaciones, la reducción o eliminación
de la asistencia sanitaria, de las pensiones, de los pagos por incapacidad
por parte de las corporaciones, el aumento de la inseguridad de los puestos
de trabajo, han creado oportunidades lucrativas sin precedentes para el
capital estadounidense, tanto en el interior como en sus inversiones en
el extranjero. La disminución de la productividad de la economía
de EE.UU. está correlacionada en alto grado con el imperialismo
--concretamente con la transferencia de superávit económicos
al extranjero, resultando en adquisiciones, nuevas inversiones y operaciones
especulativas--. Cualquier impacto potencialmente positivo que la informatización
pudiera haber tenido en el aumento de la productividad, es más que
compensado por el flujo de capitales al exterior, en lugar de reinvertirlo
en la mejora de la productividad en EE.UU. En la medida en que la informatización
y los nuevos sistemas informáticos están al servicio de las
corporaciones multinacionales en sus movimientos de capital al extranjero,
contribuyen a reducir la productividad en EE.UU.
Hay poco fundamento desde el punto de vista económico,
para argumentar que ha tenido lugar una Revolución Científico-Tecnológica.
La transformación de los sistemas de comunicación no ha elevado
la productividad en la economía en general o incluso no ha logrado
invertir el sentido de la tendencia a la disminución de la productividad.
El mito de la TRCT como la fuerza impulsora de la globalización,
ha servido de cobertura ideológica para oscurecer el resurgimiento
del imperialismo estadounidense y la expansión del capital de EE.UU.
y Europa, basado en la guerra de clases y las guerras imperiales. Los nuevos
sistemas de información, enganchados al carro de las instituciones
económicas y militares del imperio, han contribuido a los movimientos
de capitales y al logro de objetivos militares. En el último análisis,
son los intereses y los poderes económicos y militares los que influencian
la utilización y la aplicación de las tecnologías
informáticas y no al revés. Aunque EE.UU. continúa
siendo la potencia económica dominante en el mundo, este imperio
confronta la competencia de Europa y de los sectores económicos
de bajos costos en Asia, América Latina y en menor grado de los
países ex-comunistas, especialmente debido a la fortaleza del dólar.
En defensa del imperio de EE.UU., la administración
Bush se ha lanzado en un nuevo modelo altamente conflictivo --un imperio
neo-mercantilista basado en el ALCA (Área de Libre Comercio de las
Américas), proyecciones unilaterales del poder, la militarización
de América Latina, y la intimidación militar de rivales potenciales--.
El imperio neoliberal, parece haber agotado sus posibilidades históricas,
tanto económica como políticamente. Los déficit comerciales
de EE.UU. están creciendo, el proteccionismo selectivo es insuficiente,
el malestar social en gran escala y la resistencia nacionalista están
creciendo, la burbuja especulativa de la TI se reventó, y hay sectores
de la economía interior que se encuentran bajo asedio. El crecimiento
externo de los gigantes económicos privados de EE.UU., está
basado crecientemente en fundamentos nacionales debilitados. El estado
imperial ha tratado de cabalgar sobre dos caballos: un dólar fuerte
para Wall Street, y el aumento de las exportaciones de los fabricantes
estadounidenses. Esto ya no es posible.
El mercantilismo provee un sitio privilegiado para
los exportadores de EE.UU., mientras mantiene un dólar fuerte para
trasvasar recursos financieros del mundo. La transición a un imperio
neo-mercantilismo, sin embargo, ha provocado una amplia oposición
incluso entre los aliados / competidores europeos. Ha aislado a EE.UU.
en los foros internacionales. La militarización de América
Latina puede "defender el frente" sólo por el momento --el ALCA
va probablemente a profundizar las crisis y aumentar la oposición--.
Los movimientos populares de masas que se están radicalizando en
Colombia, Brasil, Argentina y Bolivia. El apaño de relaciones públicas
utilizado por la Casa Blanca, involucrando visitas presidenciales, consultas
ministeriales y la participación estadounidense en conferencias
internacionales, no convencerá a mucho gobiernos y provoca la oposición
pública. El régimen de Bush tampoco quiere o puede cambiar
su orientación. Considerando la crecida competencia europea, la
dependencia de EE.UU. de la extracción de superávit cada
vez mayores de América Latina ante las crisis internas, y los lazos
estrechos entre la administración estadounidense y el gran capital,
particularmente en los sectores extractivos, la única solución
para Washington es militarizar y reforzar su control, aunque polarice y
radicalice a América Latina.
En los siglos 18 y 19, el mercantilismo llevó
a las guerras revolucionarias por la independencia. ¿Se repetirá
la historia? ¿Llevará la resistencia nacionalista a nuevas
revoluciones socialistas? Las respuestas a estas preguntas son de un interés
más que académico --configuran la agenda política
contemporánea--.
Traducción: Germán Leyens