Introducción
Para comprender el presente y el futuro
de la política revolucionaria se requiere un análisis histórico
del medio siglo pasado. Un examen de la Izquierda es un proyecto complejo,
reconociendo el desarrollo irregular de las luchas en los diferentes continentes,
las tendencias contradictorias, los logros y las limitaciones, los legados
a corto y largo plazo, la relación entre la economía y la
política (el impacto del crecimiento o de las crisis sobre la revolución),
en una palabra, un análisis matizado que desafíe las pautas
intelectuales que pretenden definir los 'procesos mundiales' basándose
en puntos de vista economistas y etnocéntricos.
Los intelectuales,
incluyendo los académicos, están tajantemente divididos a
través de generaciones, entre aquellos que han suscrito, aunque
sea de manera crítica, el 'neoliberalismo' o se han prosternado
ante "la ideología más exitosa de la historia de la humanidad"
y su "visión coherente y sistemática" y aquellos que han
estado activamente escribiendo, luchando y edificando alternativas, sean
socialistas u otras.1
El papel de los intelectuales en el proceso de la transformación
social es complejo y significativo, pero nunca decisivo. Han reflejado
más a menudo los cambios en las relaciones de poder entre las clases
que definido posiciones 'independientes' y 'realistas' como reivindican
a veces, engañándose a si mismos. Históricamente,
la gran masa de intelectuales se ha solidarizado, en el mejor caso, con
movimientos democráticos y nacionalistas, contra regímenes
coloniales, dictatoriales o fascistas. Su apoyo a los movimientos y acontecimientos
social- revolucionarios ha sido transitoria, contradictoria y limitada.
La mayor parte de la intelectualidad rusa se opuso a la Revolución
Rusa de octubre, tal como lo hizo la china, la vietnamita y la cubana,
cuando esas revoluciones se volcaron hacia políticas igualitarias
y confrontaron los bloqueos imperialistas estadounidenses, etc.
Durante los períodos
de ascenso contrarrevolucionario, siguiendo derrotas temporales o históricas,
muchos de los antiguos intelectuales radicales vuelven a sus 'orígenes
de clase', buscando ventajas privadas, descubriendo las virtudes de las
ideologías de derecha (el espiritualismo, como en Rusia entre 1906
y 1910) y convirtiendo su sentido de desesperación y aislamiento
privado en una doctrina de la invencibilidad y la irreversibilidad del
dominio de la Derecha. Concomitante con su prosternación ante el
poder, el realismo y la elocuencia de la Derecha, es su denigración
de la Izquierda, sus derrotas, errores, fracasos, ilusiones, autoengaños,
etc.2
De esta posición 'arrepentida' emerge lo que C. Wright Mills llamó
un realismo descabellado, lo que es una manera de teorizar que construye
una configuración unidimensional, en particular del poder contemporáneo,
como si fuera realidad3
y de la derrota histórica de la Izquierda como punto de partida
de un nuevo pensamiento político.
Esta clase de
seudo-teorización de los desarrollos pasados, presentes y futuros
de la Izquierda carece de toda profundidad histórica. A través
del lente del entusiasmo juvenil perdido y de la impotencia intelectual
de la mediana edad, emerge una visión contemporánea de un
horizonte desértico de la Izquierda, vacío de toda característica
redentora, fuera de la luz magnífica que emana de los amigotes intelectuales
del derrotismo histórico. El propósito de este ensayo es
argumentar que la visión del pasado de la Izquierda es mucho más
compleja y contradictoria que el paisaje de la conformidad de los años
50, la ebullición revolucionaria de los 60 y 70 y la derrota y la
disolución de 1980-2000.4
Argumentaré que las fuerzas culturales e ideológicas que
actúan en esos períodos tenían contrapuntos y reflejaban
realidades políticas contradictorias, las que, por su parte, jugaron
un papel en la definición de la futura dirección de la Izquierda.
Una re-evaluación crítica del pasado y su relación
con la Izquierda de hoy da la perspectiva para una comprensión sistemática
de la supremacía y de las contradicciones del imperialismo euro-estadounidense,
de sus limitaciones y de los desafíos radicales y revolucionarios
que lo confrontan, tanto externa como interiormente.
Un análisis del contexto contemporáneo requiere un análisis,
basado en principios, de las realidades objetivas y subjetivas, que resista
la tentación de magnificar la configuración actual del poder
y de reducir al mínimo a la Izquierda en una especie de autoflagelación
para expiar la exuberancia excesiva del pasado (una especie de mea culpa).
Es importante evitar cualquier pretensión de moverse más
hacia la derecha o hacia una clase de intelectualismo apolítico
o un arcano intelectualismo autocompasivo.5
Histórica: los años 50 y 60.
El desarrollo
dispar de la política de Izquierda entre el norte y el sur nunca
fue más agudo que en los años 50: en África, Asia
y América Latina tuvieron lugar estallidos izquierdistas de importancia.
En Argelia, Indochina, Cuba y Corea (entre otros países) tuvieron
lugar luchas de importancia histórica mundial involucrando a millones
de combatientes revolucionarios, confrontando al imperialismo euro-estadounidense
y a sus clientes neocoloniales. En los EE.UU. e Inglaterra hubo un período
de relativa 'inactividad'. Pero es una deformación monstruosa referirse
a los años 50 como un período de ´conformismo´.6
Incluso en Europa, en Italia, Francia, Grecia (a pesar de la derrota en
la Guerra Civil), y Yugoslavia poderosos partidos comunistas de masa impulsaron
la lucha de clases (con la excepción de la lucha anticolonialista).
Incluso en Europa Oriental, revueltas contradictorias de trabajadores tuvieron
lugar en Alemania Oriental, Polonia y Hungría y apareció
una cinematografía clandestina crítica. Sólo un euro
centrismo ciego subestimaría la importancia de la lucha de los años
50 para así subrayar la resurrección de la izquierda en los
EE.UU. e Inglaterra. La interconexión de estas luchas (la acción
extraparlamentaria contra la Guerra de Argelia a principios de los años
60) creó la atmósfera necesaria para los levantamientos de
fines de los años 60 como sucedió con las primeras victorias
de los vietnamitas en los años 50 que prepararon el terreno para
la emergencia del movimiento contra la Guerra de Vietnam en los EE.UU.
El materialismo
histórico describe la interconexión de los procesos políticos
a través del tiempo y el lugar; no tiene nada que ver con relatos
anecdóticos que escogen y eligen 'hechos' para que se ajusten a
un humor conservador. La cuestión teórica es que el desarrollo
irregular de la política de Izquierda a través del tiempo
y el lugar desafía las prescripciones políticas, reflejando
las coyunturas políticas particulares en regiones específicas.
Metodológicamente, el desarrollo de las luchas de masas sin teóricos
(por lo menos sin reconocimiento de nombre anglo-estadounidense) no disminuye
su importancia como movimientos de definición histórica,
como Sartre y Sweezy7
reconocieron más adelante durante sus visitas a Cuba a principios
de los años 60. Desde la perspectiva marxista, el que las luchas
revolucionarias emergieran en países donde el nivel general de las
'fuerzas productivas' era bajo, pero el nivel de las relaciones sociales
explotadoras era alto, reforzó las perspectivas teóricas
que consideraban el agente humano como el punto central, desacreditan el
argumento mecanicista sobre las 'fuerzas productivas' utilizado por los
socialdemócratas y los comunistas europeos para justificar sus políticas
pro colonialistas activas o pasivas (teorizadas más tarde por Bill
Warren en NLR/Verso y, reafirmadas mucho más tarde, lo que
no es sorprendente, por el Profesor Anderson).8
Si los años 50 no constituyeron un período de conformismo
en todo el mundo, tampoco fueron los 60, en todas sus manifestaciones,
una época de alzamiento revolucionario uniforme.
Aunque hubo claramente
un aumento de las luchas de masas en América del Norte, Europa y
regiones del Tercer Mundo, hubo importantes reveses en países de
importancia y hubo severas contradicciones y tendencias conflictivas dentro
de los movimientos de masas. En lo que a la teoría se refiere, llevaron
a una re-evaluación positiva y un desarrollo creativo del pensamiento
marxista y su extensión a nuevas áreas de trabajo intelectual
y a nuevos tipos de problemas.
La enérgica
actividad de los movimientos sociales y de guerrillas basadas en trabajadores
agrícolas y campesinos en Indochina, China y otros países
llevó a unos pocos marxistas a re-evaluar el papel de los campesinos
y de la lucha rural en sus teorías de la revolución.9
Igualmente, las sangrientas intervenciones imperiales euro-estadounidenses
en Cuba, Indochina, Congo y en otros sitios obligó a algunos marxistas
occidentales a volver a considerar el imperialismo en sus análisis.
Nuevos teóricos-activistas como Fanon, Cabral, Guevara fueron leídos
e influenciaron a militantes euro-estadounidenses y a un grupo no insignificante
de intelectuales occidentales. El lado negativo de este 'intercambio intelectual'
fue la influencia que algunos marxistas occidentales tuvieron en las luchas
en el Norte y el Sur. El libro de Regis Debray, "Revolución en la
Revolución" con su teorización mal informada y deformada
de la Revolución Cubana y sus recetas militaristas-elitistas, causó
pérdidas importantes en la izquierda en América Latina.10
Su intento posteriormente engañado y abortado de unirse al movimiento
guerrillero del Che Guevara llevó a su captura, interrogación
y a la delación subsiguiente de la posición de las guerrillas,
resultando en su destrucción. Debray fue liberado más adelante
y devuelto a su país, para pasar a convertirse en un consejero del
régimen neoliberal de Mitterand, en un apologista de la fuerza nuclear
francesa y en un autoproclamado chauvinista francés. Lo que no impidió
que siguiera siendo un intelectual altamente respetado en algunos sectores
de la Izquierda anglo-estadounidense, sobre la base de algunas cavilaciones
banales sobre los medios de masas y una entrevista bastante arrogante con
el subcomandante Marcos de los zapatistas.11
Si Debray fue emblemático de las influencias negativas de la Izquierda
europea sobre el Tercer Mundo, Althusser y sus seguidores elaboraron un
artificio teórico vacío de todo significado operacional,
un conjunto de proposiciones abstractas de elegante lógica deductiva
e irrelevante para cualquiera lucha práctica o realidad empírica.12
E.P. Thompson, Poulantzas, Miliband participaron en discusiones teóricas
que contribuyeron a ampliar la comprensión de las esferas 'políticas'
y 'culturales', ignorando el problema del imperialismo, en especial el
estado imperial. Thompson, en un ataque de amnesia etnocéntrica,
menospreció la importancia de las luchas entre el imperio y el Tercer
Mundo como la mayor fuente de peligro de guerra nuclear. Para Thompson,
la amenaza de guerra nuclear residió en la Guerra Fría entre
la OTAN y la URSS.13
Sostuvo sus puntos de vista euro céntricos a pesar de informes publicados
que revelaban que las mayores amenazas de guerra nuclear ocurrieron durante
el bloqueo estadounidense de Cuba en 1962, en 1954 durante los principios
de la guerra de Corea y en Vietnam a fines de los años 60. Cuando
publiqué un ensayo para Spokesman (publicado por Ken Coates)
criticando la tesis de Thompson, prefirió no responder.14
Leyendo los debates de Miliband y Poulantzas sobre el estado capitalista,
uno nunca llegaría a saber que las mayores instituciones y recursos
ideológico/económicos en el 'estado capitalista' EE.UU. estuvieron
involucrados en una guerra imperialista de importancia. Los años
60 mostraron una gran creatividad intelectual, con importantes limitaciones
políticas e intelectuales.
Los masivos movimientos
contra la guerra y las insurrecciones negras urbanas así como los
movimientos por los derechos civiles en los EE.UU. y con más importancia
la insurrección estudiantil-obrera en Francia e Italia, presentaron
problemas políticos fundamentales, y en estos dos últimos
países, la problemática del poder estatal. La resurrección
de la Izquierda puso fin a los ideólogos del "fin de la ideología"
como Daniel Bell, las evaluaciones pesimistas de teóricos de la
"elite del poder" radical como C. Wright Mills y los proponentes del "Siglo
Estadounidense" como Henry Luce de Time. Igualmente, la Izquierda
resurgente marginó y desacreditó a ideólogos socialdemócratas
que han unido su suerte a la del imperialismo occidental en nombre de los
"valores democráticos".15
De manera bastante curiosa, muchas de esas ideas desacreditadas, como la
dominación sin precedentes y total de los EE.UU., la ausencia de
oposición y la desaparición de la ideología izquierdista,
fueron recientemente recicladas en un artículo de Perry Anderson
irónicamente titulado "Renovaciones".
Emergió
una nueva generación de escritores y activistas marxistas y de la
Nueva Izquierda que se unió con lo mejor de la antigua generación
de intelectuales-activistas: Lelio Basso, Ernest Mandel, J.P.Sartre, Herbert
Marcuse, Bettleheim, Hal Draper, Sweezy, E.P. Thompson, para nombrar a
unos pocos. La Izquierda de los años 60 tenía muchas facetas,
a pesar de que publicistas e historiadores posteriores sólo vieron
y describieron una dimensión: que fue apodada la "Nueva Izquierda".
Las efímeras celebridades del rock así como los místicos
y poetas apolíticos traga drogas.16
En realidad, la esfera política y cultural de la Izquierda de los
años 60 fue un rico mosaico de movimientos contradictorios y conflictivos.
En los EE.UU., por ejemplo, un importante comité de movilización
contra la guerra fue fuertemente influenciado por trotskistas, especialmente
en New York City, las campañas antirracistas en el área de
San Francisco fueron influenciadas por el grupo juvenil comunista, el W.E.B.Dubois
Club - Los intentos subsiguientes de comparar a la Izquierda de los
años 60 con la "Nueva Izquierda" y a esta última con los
Estudiantes por una Sociedad Democrática (SDS en inglés)
fue fundamentalmente un ejercicio egoísta de ex-miembros del SDS,
convertidos en historiadores académicos, pretendiendo conocimientos
íntimos de un movimiento que se marginó deliberadamente de
los principales movimientos contra la guerra, que no fue aceptado como
un aliado equivalente por los sectores más militantes del movimiento
del "Poder Negro", y que fue un factor insignificante en el movimiento
estudiantil de Berkeley.17
Dentro de la Izquierda intelectual, hubo varios estilos intelectuales definidos:
una tendencia estaba activamente empeñada en relacionar los principales
temas del régimen de propiedad con las luchas en las que estaba
directamente involucrada. Otra tendencia incluía a los altos sacerdotes
de la teoría abstracta ("Estructuralistas") que prepararon el terreno
para los 'post-estructuralistas' que hilaban teorías y conducían
debates interminables e inconsecuentes sobre cuántos modos de producción
podrían ser "articulados" en una formación social. Una tercera
tendencia involucraba intelectuales 'populistas' anti-intelectuales que
se unían y teorizaban sobre los manifestantes apolíticos
y sus empresarios de rock como el 'nuevo medio más importante para
la política'. Finalmente, estaban los socialdemócratas anticomunistas
marginados, profesionales, que publicaban páginas y páginas
en los medios pro-imperiales lamentándose de las ilusiones de la
Izquierda estudiantil sobre el "estalinismo", queriendo decir el apoyo
de la Izquierda a las luchas por la liberación del Frente Nacional
de Liberación del Vietnam.
La Izquierda
programática, que combinaba su trabajo intelectual con la actividad
práctica, se empeñó en una difícil lucha en
dos frentes: por un lado contra los oficiantes anti-intelectuales de la
'música de rock revolucionaria' y por el otro contra el "aparato"
abstruso e indolente de los teóricos "estructuralistas" de salón.
El llamado movimiento de la contracultura fue de manera muy deliberada
un individualismo retrógrado e invertido, que se prestó (así
como muchos de sus fieles) más tarde a ser captado fácilmente
por los ideólogos del "populismo de mercado": corredores de valores
bursátiles esnifeando drogas, mercachifles de cabellos largos de
la tecnología de la información y escritores de disparatados
eslóganes publicitarios para las compañías de relaciones
públicas.
En los EE.UU.
la política de facto de laissez faire del Gobierno Federal en cuanto
a las drogas llevó a un influjo y consumo masivo de drogas en los
ghettos y en la Izquierda activista, llevando a muchos a retirarse de la
política. El opio se convirtió en el opio de la Izquierda.
Burroughs y Ginsberg y sus acólitos, impulsaron una filosofía
más cercana de las ideas místicas reaccionarias de Ayn Rand
que de Carlos Marx. Lo que pasaba por una "crítica radical" del
capitalismo era en realidad una reflexión pasajera sobre un estilo
de vida que adoptaba un 'individualismo' egocéntrico y que llevó
directamente a la auto llamada "derecha empresarial" de los años
90.18
La Izquierda del rock, las drogas y el sexo tuvo una profunda influencia
en el movimiento político, sus sonidos estentóreos y su fervor
evangélico atrajeron inmensas 'multitudes'. Pero la naturaleza de
las multitudes es llegar fácilmente e irse pronto. La mayor parte
de los escritos académicos de la contracultura no fue más
que una adulación de las hormonas adolescentes y de adolescentes
retardados de mediana edad. Lo que es importante es la rapidez y decisión
con la que los roqueros se unieron a la clase capitalista en su visión,
sus ingresos, sus acciones y su estilo de vida. Mick Jagger y Cía.,
con su activo de 250 millones de dólares, sigue agitando su menudo
trasero ante las multitudes cantando "Street Fighting Man", mientras
se codea con los agentes de bolsa en las suites. Jerry Garcia, el solista
de moda de The Grateful Dead, fue informante de la policía
durante muchos años, denunciando una y otra vez a sus amigos y seguidores.
Los Beatles, los proletarios de Liverpool, más tranquilos, perforan
cupones, vestidos informalmente, un modelo para los nuevos millonarios
de moda de la tecnología informática.
La música
de rock, los músicos y los contraculturales 'no crearon' el movimiento
político, vivieron de él y luego abandonaron los ocasionales
conciertos de beneficio para la Izquierda cuando disminuyó la lucha,
reteniendo los trajes y la retórica 'populistas' mientras realizaban
sus giras cobrando montañas de dólares. El aspecto analítico
crucial es que el estilo "evangélico" de la cultura del rock despolitizó
considerablemente a un electorado emergente juvenil de izquierda, minó
la política programática en nombre de 'formas de vida' radicales
y destruyó física y mentalmente a muchos jóvenes con
sus excesos con drogas y su seudo espíritu anti-trabajo. Mientras
los roqueros tenían el dinero necesario para divertirse, entrar
a una clínica de desintoxicación, contratar abogados caros
para no ser encarcelados, la mayoría de sus seguidores vagabundeaban
sin propósito, dormían sobre paletas, terminaban haciendo
trabajo de jornaleros 'lumpen', o condenados a largas sentencias en la
cárcel o en asilos.
El punto teórico
es que hay una relación entre algunas variantes de la vida intelectual
y cultural en los años 60 y 70 y el giro a la derecha en los 90:
las diferencias sustantivas en la actividad política en los dos
períodos, especialmente en el mundo anglosajón, son salvadas
por las prácticas y los valores culturales individualistas seudo-radicales
en ambos períodos.
En Inglaterra,
la herencia en los años 90 de la cultura del rock de la década
del 60, fue un "street fighter" [combatiente callejero, N.d.T.]
millonario armado caballero. En los EE.UU. fue Jerry Rubin, el promotor
de drogas y de política izquierdista en los años 60, que
dirigió la conversión en masa de yippies a yuppies. La "rebelión"
contracultural de los 60 portaba las semillas del mercadeo del consumo
juvenil de los 90.
Los adelantos
político-culturales importantes en los años 60 y a principios
de los 70 fueron la politización de los conscriptos militares y
la extensión de la ideología antimilitarista en las Fuerzas
Armadas [estadounidenses] y en el público en general, llevando a
la parálisis virtual del Ejército [en EE.UU.], que contribuyó
al fin de la guerra de Indochina. Esta transformación político-cultural
llevó al fin de la conscripción y a la mayor reducción
de los presupuestos militares en el período de la Guerra Fría.
Igualmente, contribuyó al debilitamiento a largo plazo del uso de
tropas terrestres de los EE.UU. en combates en ultramar. En el terreno
de la música, cantantes de folk contra la guerra como Báez
y Phil Ochs fueron influencias importantes. Malcolm X, Che Guevara y cientos
de activistas-intelectuales hicieron contribuciones importantes a la formación
de la cultura antimilitarista.
Poderosos movimientos
sociales emergieron entre las mujeres, las minorías raciales, y
los ecologistas, que ampliaron y profundizaron el pensamiento y la práctica
radicales. Aparecieron importantes divisiones dentro de estos movimientos,
entre los liberales que presionaban por un ajuste limitado al poder capitalista
y aquellos que desafiaban el régimen de propiedad. Estas divisiones
continúan durante toda la segunda mitad del siglo XX, con un ala
que adopta una posición post-modernista seudo-radical enfatizando
una política de "identidad", mientras otros se acercaban más
a una perspectiva de análisis clasista. Al respecto hay que enfatizar
dos puntos. Incluso en los años 60 los 'nuevos movimientos sociales'
estaban políticamente divididos entre radicales y liberales. En
segundo lugar, el arrimo al poder de algunos dirigentes era un reflejo
de su origen histórico y no de la totalidad de los movimientos,
ni era una novedad particular de la ascendencia capitalista de los 90,
como argumenta Anderson.
En el cine los
intelectuales políticos académicos-apolíticos miraban
hacia las tendencias elitistas de Cahiers du Cinema y de la Nouvelle
Vague para adoptar sus poses de vanguardia, mientras que los intelectuales
activistas miraban hacia las películas y los documentales cubanos,
Gillio Portocarrero, Costa Gravas, Litten, y películas como la Batalla
de Argel, Burn, Z, Desaparecido, la Batalla de Chile. Esas películas
y cineastas lograron alcanzar a decenas de miles de activistas, sirviendo
de catalizador a un nuevo camino estético que ligaba el arte con
la política.
Profundas divisiones
aparecieron entre los marxistas occidentales y los escritores antiimperialistas.
Los primeros negaban la importancia de las luchas revolucionarias de masas
en Indochina, América Latina y África del Sur. El "Tercermundismo"
se convirtió en una etiqueta insultante entre los marxistas occidentales,
que se concentraban exclusivamente en los acontecimientos en los "países
capitalistas avanzados," y particularmente en sus propias campañas
nucleares, en la investigación en biblioteca y en riñas polémicas
en sus revistas literario-políticas. Los antiimperialistas contribuyeron
a la teoría, el análisis y la discusión de las contradicciones
entre el imperialismo y el Tercer Mundo, las estructuras internas de las
clases y las perspectivas revolucionarias. Algunos escritores escribieron
desde una perspectiva 'globalista' abstracta,19
otros desde un 'enfoque de análisis clasista'. Los primeros virtualmente
menospreciaron las luchas de clases y políticas en los países
imperiales, un rebote de sus adversarios 'marxistas occidentales'. Los
últimos preveían con optimismo un eventual vínculo
de clases a través de la división imperial, basándose
en la revuelta francesa de 1968 e italiana de 1969.
Lo que importa
es señalar que los intelectuales entraron en masa tardíamente
en la escena política, después que los movimientos de masa
ganaron energía y dimensiones nacionales, y se alejaron rápido
de la participación activa. Para ellos el mayor logro fue que los
administradores de las universidades fueran obligados a aceptar a los intelectuales
de izquierda como académicos. Por otro lado, muchos intelectuales
de izquierda convertidos en académicos 'institucionalizaron' el
pensamiento de izquierda como parte de su vida profesional: dejaron de
escribir desde una perspectiva política. El marxismo académico,
con sus publicaciones, conferencias y debates, ayudó a llenar currículos,
facilitó los ascensos e incluso llevó a centros de investigación
financiados por el estado, y hasta condujo a distinguidas cátedras
a los más emprendedores. Los movimientos y luchas se convirtieron
en 'objetos' sobre los que se escribe, pero no se participa. Los intelectuales
institucionales en Occidente, sobre todo después de los golpes militares
en América Latina, introdujeron a sus semejantes exiliados del Tercer
Mundo al mundo del izquierdismo financiado por las fundaciones, un mundo
en el que la 'existencia material' de la componenda, y las normas para
lograr el éxito asegurarían una evolución hacia un
izquierdismo apolítico literario-político y la asimilación
resultante.
Los 60 constituyeron
un período complejo de participación política de los
intelectuales. La apertura de las instituciones académicas se convirtió
en un 'terreno de lucha' y en vehículo para la movilidad social
y el acceso a las prestigiosas publicaciones de la cultura dominante.
Contrarrevolución en la Revolución
Incluso en la
cima del auge de los años 60, ocurrieron procesos ominosos: los
golpes apoyados por los EE.UU. en Indonesia y Brasil diezmaron a millones
de activistas en el primer país y debilitaron a la Izquierda en
el segundo, dos de los países más grandes y promisorios del
Tercer Mundo. La Revolución Cultural china, que comenzó como
un desafío igualitario al poder burocrático, se convirtió
en un juego de guerras entre facciones de la elite, alienando a los activistas,
vaciando el contenido de las consignas revolucionarias y preparando el
terreno para la ascensión de las fuerzas restaurativas capitalistas
a fines de los años 70. Las revelaciones post-estalinianas de Jruschov,
debilitaron el aparato represivo estalinista, y al mismo tiempo alentaron
la emergencia de una nueva generación de profesionales, funcionarios
y negociantes en el mercado negro pro-occidentales avariciosos.
A pesar de que
el 'marxismo soviético' se convirtió en una ideología
de estado manipulada por una elite relativamente privilegiada, los niveles
de vida de la población soviética subieron considerablemente,
con empleo universal, atención médica gratuita y accesible,
viviendas a bajo costo, educación gratuita y semanas de vacaciones
en centros turísticos de propiedad de los trabajadores. Importantes
mejoras socioeconómicas y políticas en la Unión Soviética
pasaron, sin embargo, desapercibidas por importantes sectores de la Nueva
Izquierda, que continuaron basándose en la vieja retórica
'antiestalinista' en lugar de hacer un análisis más prolijo
de la compleja y contradictoria realidad soviética. Como me dijo
un redactor de New Left Review durante el romance trotskista con
el movimiento de Solidaridad en Polonia financiado por el Vaticano y la
CIA, "Cualquier cosa es mejor que el estalinismo."20
De esta manera, se sembraron las semillas ideológicas de la catástrofe
rusa de los años 90 en medio de la estalinofobia de los 60 y los
70.
Hubo intelectuales
destacados que hablaron y actuaron en contra de las presiones y tentaciones
imperialistas: : El rechazo por J.P.Sartre del Premio Nobel y su colaboración
con Bertrand Russell y Lelio Basso en la organización de los Tribunales
Russell sobre Indochina (y más adelante sobre Latinoamérica),
creó una plataforma europea para las víctimas y los luchadores
contra el genocidio de los EE.UU.
Cualquier intento
valedero por considerar y comparar el período actual con las cuatro
décadas previas tiene que ir más allá de simplificaciones
dicótomas, que no ven las contradicciones y las contracorrientes,
las potencialidades así como las limitaciones en cualquier crecimiento
o descenso en las luchas populares. Esto es particularmente verdadero si
se contemplan los movimientos culturales e intelectuales, donde uno tiene
que tener cuidado de separar las preferencias personales por ciertos tipos
de filmes o música con su verdadero impacto e influencia política.
Lo que es intelectualmente deshonesto es dejar de notar las contra-tendencias
del pasado, (sobre todo en los años 60 y 70) y en el período
actual para pintar un cuadro en negros y blancos. Esta metodología
define las luchas y los movimientos por decreto intelectual dictando que
el ambiente político de los 60 fue revolucionario y el de los años
90 fue un período en el que la Izquierda, el marxismo, y las luchas
sociales de categoría no tuvieron importancia, y en el que la hegemonía
de los EE.UU. reina suprema y sin disputa.21
Esto no es sólo una política reaccionaria apenas disimulada,
constituye también un análisis político y social chapucero,
sin base histórica o teórica alguna. Basar una teoría
en una sola dimensión, deformada por un humor pesimista y una infatuación
mal informada con la ciencia, lleva a un método anecdótico,
más parecido a un resumen para un abogado, en el que hechos seleccionados
reemplazan a un análisis cuidadoso de las realidades complejas y
cambiantes de los años 90 y del nuevo milenio.
Restauración, Imperialismo y Revolución en los Años 90.
La década
del 90 no puede ser comprendida con la simple publicación de un
'manifiesto político' que proclama que la hegemonía de los
EE.UU. domina suprema, que las luchas revolucionarias ya no existen,22
la ideología de la Derecha es coherente y sistemática,23
que las ideas de izquierda han sido cooptadas, son fragmentarias e irrelevantes.24
Tampoco podemos hablar de la década como de un 'todo' coherente,
sin considerar las crisis que la iniciaron, la burbuja especulativa que
reventó a fines de la década y la volatilidad inestable prevaleciente
en su transcurso. No se puede dejar de considerar la oposición aguda
y profunda a la intervención imperial de los EE.UU. que precedió
a la Guerra del Golfo y la marea creciente de resistencia a la dominación
económica europeo-estadounidense a fines de la década. Es
el colmo de la miopía intencional que se ignoren las derrotas imperiales
y la emergencia de movimientos antiimperialistas importantes en el Tercer
Mundo y las luchas de masas que cuestionan todo el repertorio de políticas
imperiales 'neoliberales', sus patrocinadores financieros internacionales
y sus apuntalamientos políticos nacionales.
Sin duda ha habido
victorias importantes del imperio, y severas derrotas de la Izquierda que
deben ser consideradas. Pero por cierto sólo un juicio an-histórico
y apresurado puede argüir que la década fue un período
de derrotas históricas sin precedentes, que sobrepasa todo en la
historia anterior.25
Desde el comienzo de los años 30 al principio de los 40, la Izquierda
fue totalmente destruida en la mayor parte de Europa (Alemania, Italia,
Rusia, España, Hungría, Japón, Polonia, etc.), reducida
a un vestigio de su influencia anterior (Francia, Noruega), aislada de
los principales centros del poder (China, Indochina, etc.) o cooptada por
regímenes imperialistas (Gran Bretaña, EE.UU.). Decenas de
millones de obreros, campesinos y otros fueron asesinados; cientos de millones
fueron gobernados por tiranos sanguinarios que no toleraban ni siquiera
las organizaciones de clase más elementales. Hubo teóricos
en aquel entonces que, tanto en la Derecha como en la Izquierda, consideraban
que el nuevo poder fascista o 'burocrático' (Burnham)26
como "la ola del futuro" (Lindbergh), impregnable y todopoderoso. Algunos
intelectuales se tornaron hacia ejercicios filosóficos y literarios
en las áreas ocupadas (Sartre, Camus). El fascismo y el imperialismo
surgieron de la crisis económica del Oriente y el Occidente y de
la pasividad de la Izquierda. Los socialdemócratas en Alemania y
Austria ofrecieron compartir el poder con los nazis hasta que fueron físicamente
eliminados del poder, algunos encarcelados, otros huyeron al exilio, unos
pocos permanecieron en Alemania sin problemas.
Nada similar
ha ocurrido durante los años 90, a pesar de la represión
sangrienta y los bombardeos imperiales en Irak (un millón de muertos)
y en otras partes. En todo caso, la reacción violenta de los EE.UU.
fue más severa en los años 60 y 70 y en los 80. Durante la
década de 1965 a 1976 cuatro millones fueron muertos en Indochina,
50.000 en el Cono Sur (Chile, Argentina, etc.). Durante la década
de 1979 a 1980, los EE.UU. con sus escuadrones de la muerte y sus regímenes
terroristas clientes, asesinó a cerca de 300.000 obreros, campesinos
y otros sólo en América Central, para no hablar de los millones
asesinados en guerras por testaferros en Angola, Mozambique, Afganistán
y Camboya. Toda discusión seria de la "hegemonía" de los
EE.UU. en los 90 no puede dejar de considerar las sangrientas guerras de
clases e imperiales que precedieron a la década, ni puede eludir
el examen de las relaciones de clase altamente expoliadoras y los regímenes
serviles que emergieron para servir el poder imperial.27
La "hegemonía"
de los EE.UU., un concepto bastante vacuo que infla el papel de la 'persuasión
política', es totalmente inadecuado cuando uno considera la dimensión
y la profundidad de la violencia en el pasado reciente y su uso continuo
en el presente sobre una base selectiva pero demostrable.28
El punto teórico es que el poder imperial ha sido cíclico,
basado en relaciones políticas y sociales y la violencia estatal
y nunca 'totalmente dominante' (incluso en los llamados regímenes
'totalitarios) y fue ciertamente más destructivo y dominante en
otras décadas de este siglo. Desde esta perspectiva histórica
podemos rechazar algunas de las observaciones declamatorias que emanan
de los marxistas occidentales, postrados ante el imperio de los EE.UU.29
Pero no son sólo
los argumentos históricos que militan contra los prosternados, hay
más y más evidencia que desmiente categóricamente
la tesis del poder imperial indisputado de los EE.UU. -tanto en las esferas
socio-políticas como en las diplomáticas y económicas.
En toda la década
del 90, y en la mayor parte del mundo, importantes movimientos antiimperialistas,
socialistas y populistas de izquierda disputaron el régimen de los
clientes del imperio, las instituciones internacionales financieras del
poder imperial y, más específicamente, de la agenda política
neoliberal. Manifestaciones de masas de sindicalistas, organizaciones comunitarias,
ecologistas, de campesinos y agricultores, estudiantes, feministas y muchas
otras contra las clases gobernantes imperiales se realizaron en Seattle,
Washington, Melbourne, Praga, Niza y muchas otras ciudades occidentales.
Cientos de miles de campesinos en India se organizaron para derrotar la
intrusión de las corporaciones biotécnicas, químicas
y del agro-comercio basadas en los EE.UU. y en Europa, que tratan de apropiarse
de variedades locales y de imponer el control 'monopolista' de las semillas
(difícilmente calificables de 'movimientos arcaicos' como quisieran
hacerlo algunos marxistas occidentales.) En todos los continentes, agricultores
y campesinos, organizaciones de consumidores y sindicalistas (a pesar de
sus dirigentes) han combatido contra las multinacionales, cortado carreteras,
ocupado parlamentos y suministrado una comprensión más profunda
del papel del FMI y del Banco Mundial de lo que hasta ahora ha existido
en la historia. La dimensión, la profundidad y la consecuencia de
estos movimientos varían según la región y el momento
histórico. Algunas manifestaciones son duraderas y en gran escala,
otras son masivas y formadas por coaliciones diversas, pero todas comparten
una oposición común a la dominación imperial. En algunas
regiones han ocurrido progresos importantes, victorias políticas
y económicas, llevando a la acumulación de fuerzas y a la
radicalización de la lucha. En otras, olas de acción social
masiva han sido seguidas por un descenso y un reagrupamiento de fuerzas.
Estos movimientos
revolucionarios y radicales son diferentes del período anterior
y tienen que ser examinados en un nuevo contexto. Algunos de los movimientos
de los años 90 se basan en los antiguos programas marxistas, otros
han introducido una integración más extensiva y profunda
de una multiplicidad de luchas en el torbellino de los movimientos anticapitalistas
o por lo menos contrarios al gran capital. Fuera de los crecientes movimientos
de consumidores (la oposición a los alimentos manipulados genéticamente,
la enfermedad de las Vacas Locas y otras "innovaciones" provocadas por
las corporaciones) ha emergido una nueva ola de defensores de la ecología,
de la justicia social y del feminismo que cuestionan el régimen
de propiedad. El intento de Anderson de amalgamar a los "Verdes" con los
jefes del Partido Verde alemán y a las feministas con las feministas
pro-Clintónicas está envuelto en erudición barata
y polémicas políticas inmorales poco éticas.30
Nuevas redes internacionales y luchas internacionales organizadas van más
allá de las acciones similares en los años 60.
Metodológicamente
es una acción falsa enumerar el fracaso de las instituciones y el
tipo de actividades de la Izquierda en los años 60 e identificarlo
con la ausencia de una Izquierda en los 90. Es como contar naranjas y olvidar
las manzanas. Sólo alguien totalmente divorciado de las realidades
de los 90 o con un salto mental en el tiempo a los años 60 puede
realizar semejante acto de incomprensión descarada.
Aunque haya desaparecido
el "bloque soviético", ni siquiera era parte de una "cultura marxista"
en la práctica - en el interior o en el exterior. Sus teorías
habían dejado de ejercer mucha influencia, no sólo en Europa
Occidental o en América del Norte, sino que en todo el Tercer Mundo.
La importancia del bloque soviético residía en su calidad
de contrapeso contra el poder imperial de los EE.UU., una alternativa como
mercado, fuente de comercio, inversiones, créditos y armas ¾
importante estratégicamente para el apoyo a los países no-alineados,
y a algunos regímenes revolucionarios, incluso cuando imponía
anteojeras y en algunos casos políticas destructivas a los partidos
que lo seguían. En los años 90, no existe la pretensión
de un centro revolucionario u oráculos falsos de verdades revolucionarias.
Hay, sin embargo,
poderosos ejércitos revolucionarios de guerrilla como el Ejército
de Liberación Nacional (ELN) y las Fuerzas Armadas Revolucionarias
de Colombia (FARC) desafiando al poder del estado, reconocidos por Washington
como un desafío mayor al poder imperial de los EE.UU., aunque algunos
intelectuales izquierdistas, más papistas que el Papa, predican
la hegemonía indisputada de los EE.UU. Juntos los dos ejércitos
guerrilleros suman 20.000 combatientes y el apoyo de muchas veces esa cantidad
entre partidarios campesinos y unidades de guerrilla urbana. En comparación
con los desafíos guerrilleros al imperio estadounidense de los años
60, las guerrillas colombianas de la década del 90 son más
vigorosas que todo lo anterior, tanto en influencia territorial, estrategia
político-militar, dirigencia y lo que es más importante,
sostenibilidad.31
Tanto en tamaño, población, ubicación geopolítica
como en recursos económicos, la confrontación estadounidense-colombiana
es mucho más importante que las revoluciones cubana o nicaragüense.
Lo mismo puede
decirse de la lucha revolucionaria de masas del Movimiento de Trabajadores
Rurales Sin Tierra del Brasil (MST). Con más de medio millón
de miembros y simpatizantes, decenas de miles de activistas políticamente
conscientes - 12000 delegados participaron en su último congreso
nacional en julio de 2000 - las banderas de reforma agraria, liberación
nacional y socialismo del MST han servido como un núcleo de organización
para una buena parte de los movimientos urbanos, sindicalistas disidentes
de izquierda, católicos radicales e intelectuales marxistas. Ningún
movimiento rural en los años 60 tuvo la capacidad de acción
exitosa que el MST ha demostrado durante los 90: ocupando miles de latifundios,
estableciendo a más de 200.000 familias (un millón de personas)
y creciendo a pesar de cientos de asesinatos de activistas rurales. Ninguno
de los movimientos extraparlamentarios de los años 60 fue capaz
de construir alianzas tan amplias, estratégicas y durables con grupos
de la iglesia, universitarios, parlamentarios, sindicales y de derechos
humanos como el MST. Pocos, si hubiera alguno, movimientos de masas en
los 60 invirtieron tanto tiempo y esfuerzo en la educación política
de sus activistas, cuadros, dirigentes regionales y nacionales como el
MST.
No se trata de
que el MST esté en condiciones de desafiar hoy en día el
poder estatal o que lo vaya a estar en el futuro cercano; el punto teórico
es más bien que en una buena parte del país más grande
del hemisferio occidental hay un movimiento social reconocidamente marxista
heterodoxo desafiando exitosamente la dominación imperial de los
EE.UU. y de Cardoso, su régimen cliente. La peculiaridad de la situación
brasileña en la década del 90 es la posición perversa
tomada por uno de los principales teóricos marxistas de Europa Occidental32
que anteriormente declaró que "Cardoso podría ser el mejor
presidente de Brasil en este siglo," un juicio hecho ignorando la alianza
de Cardoso con las fuerzas terratenientes más retrógradas
de Brasil y la obstinada oposición del MST y toda una continuidad
de la Izquierda. Sobra mencionar la ávida venta por Cardoso de los
recursos más lucrativos del país al capital extranjero a
un 'precio político,' que lo convierte en el... mayor entreguista
del siglo. No es sorprendente que esos marxistas o ex-marxistas europeos
y estadounidenses que pusieron su fe en los Cardosos del Tercer Mundo que
terminaron por no satisfacer sus expectativas, son los mismos que creen
en el "poder indisputado de la hegemonía de los EE.UU".
Si Brasil y Colombia
son dos de los ejemplos más significativos de desafíos al
poder imperial de los EE.UU., hay numerosos otros movimientos sociales
importantes que vale la pena mencionar. Ecuador, Bolivia y Paraguay han
vivido masivas huelgas generales organizadas por coaliciones de sindicatos
indígenas campesinos que han derribado a regímenes pro-EE.UU.
, paralizado medidas neoliberales dictadas por el FMI y polarizado políticamente
el país.33
Ahora bien, no
cabe duda que los prosternados argumentarán que esas luchas son
'episódicas' (a pesar de sus repeticiones), que no 'se basan en
partidos' (los movimientos extraparlamentarios no cuentan) y que carecen
de "teoría" revolucionaria (no tienen agendas programáticas
detalladas, algo obviamente diferente de los ejercicios escolásticos
sobre el exotismo cultural que se encuentran en los círculos literario-políticos
políticamente irrelevantes de ciertos intelectuales euro-estadounidenses.)
A fin de cuentas, los prosternados argumentan que las exigencias de estos
movimientos de masas pueden ser 'asimilados' al capitalismo, y que sus
dirigentes pueden ser 'cooptados' (según su versión 'idealizada'
de la "hegemonía" de los EE.UU.)34
Estos intelectuales occidentales que babosean sobre la "hegemonía"
olvidan los continuos asesinatos en masa y los homicidios de dirigentes
populares, los masivos aparatos represivos y los escuadrones de la muerte
organizados por el imperialismo estadounidense que confía más
en la violencia tradicional del poder imperial que en la persuasión
asociada con la "hegemonía" de los EE.UU. Algunos intelectuales
occidentales pueden aceptar que hay algún tipo de desafío
a la hegemonía de los EE.UU. en el Tercer Mundo (aunque ya se avergüenzan
de utilizar esa expresión) pero definitivamente no en los 'países
capitalistas avanzados', argumentarían, donde se toman todas las
principales decisiones que afectan el poder mundial. Como Debray dijo una
vez a unos amigos de Bolivia cuando era un funcionario francés,
"El Tercer Mundo es como un tambor: mucho ruido, políticas sin consecuencias."
Una vez más,
los prosternados no ven el importante crecimiento de los pujantes movimientos
sociales en los países imperiales, cuyo alcance y profundidad en
la oposición al poder de las corporaciones excede movimientos comparables
en los años 60 en cuanto a impacto y a victorias parciales. Los
obvios acontecimientos emblemáticos de esta nueva orientación
incluyen las manifestaciones de masas contra el capital internacional en
Seattle, Melbourne, Praga, Washington, Londres y otras partes. Con todos
sus elementos contradictorios (proteccionistas contra internacionalistas),
estas manifestaciones golpearon más duro a los elementos centrales
del capitalismo que las vagas consignas de 'fuera de Vietnam' de la década
del 60. A diferencia de los 60, hubo importantes relaciones de trabajo
entre sindicalistas, agricultores, estudiantes e intelectuales. Naturalmente
hay intelectuales espectadores que no ven el potencial (y la realidad)
radical de estas luchas porque no corresponden a sus ideales preconcebidos
de lo que debiera ser un movimiento revolucionario, ilustrando una vez
más la total ausencia de realismo y la incapacidad de los prosternados
de situarse en las realidades políticas cambiantes respecto a los
años 60.
Esto está
claramente ilustrado por la poderosa oposición en todo el mundo
contra los alimentos genéticamente manipulados por las compañías
químicas imperiales. De India a Francia y más allá,
consumidores, agricultores, campesinos, estudiantes, y obreros han combatido
contra los alimentos genéticamente modificados y los estados y regímenes
que los promueven, con una pasión entusiasta e informada que ha
impuesto exitosamente una importante retirada de Monsanto y de otras corporaciones
multinacionales. La polarización de la gente contra el gran capital,
el contenido anti-imperial, la ideología anti-corporativa y la fuerza
de sostenimiento de estos movimientos, pasando de un área de actividad
a otra, otorga a estas luchas más que un carácter simbólico,
transitorio y cooptable. Resulta extraño a este respecto que un
importante marxista occidental critique este movimiento y la investigación
empírica que lo informa y se una a los panfletos de la prensa pro-genética,
publicada por las corporaciones químicas más reaccionarias,
como si fueran las verdaderas fuerzas revolucionarias, basándose
en la propaganda mercantil populista de los ideólogos de la nueva
economía.35
Los nuevos movimientos
radicales involucrados en las luchas extra-parlamentarias, han visto sus
filas aumentadas con el resurgimiento de los activistas sindicales y de
los trabajadores en el rechazo del consenso existente entre la Nueva Derecha,
(ex-partidos socialdemócratas y democráticos) y la Vieja
Derecha. Estas luchas en Francia, Alemania, Noruega y Dinamarca ponen un
signo de interrogación ante la agenda neoliberal de mercados libres
y el debilitamiento del estado de bienestar. Estos movimientos no son revolucionarios
en teoría, pero constituyen por cierto puntos de partida para la
reconstrucción de una política basada en el concepto de clases.
Muchos marxistas
comprenden que las reformas constituyen el punto de partida para todas
las revoluciones en el Siglo Veinte; la pregunta es cómo se logran
las reformas y cómo se asocian con luchas más amplias. Para
los intelectuales prosternados, las reformas son simples ajustes al capital,
que, argumentan, tiene un poder ilimitado y que concederá reformas,
aunque no se han aceptado reformas importantes en el último cuarto
de siglo.36
Incluso en los
Estados Unidos, el grado de hostilidad popular al capitalismo de libre
mercado se muestra en todas las encuestas de la última década.
Una mayoría favorece un plan nacional de salud, jubilaciones pagadas
por las compañías, seguridad social, una política
de pleno empleo, y el control estatal de los servicios públicos.
Mayorías substanciales se oponen al libre comercio, al envío
de tropas estadounidenses a combatir al exterior, al grado actual de desigualdades,
a la dominación de las corporaciones en las campañas electorales
y en la política gubernamental. Existen movimientos sociales importantes
respecto a muchos de estos temas. Estas actitudes anti-neoliberales ponen
en duda la noción de una "hegemonía" de la clase gobernante
en los EE.UU. (las ideas de la clase gobernante no son las ideas de la
mayoría popular.) La verdadera cuestión no es la "hegemonía"
sino la ausencia de una democracia representativa: la laguna entre los
intereses (valores) expresados por la población y las políticas
de la clase política que defiende los intereses de la clase gobernante.
Fuera de las
acciones colectivas y de las actitudes mayoritarias que ponen en duda la
"hegemonía" del libre mercado de los EE.UU., su dominación
imperial ha sufrido varios reveses en la arena diplomática. En una
región de la mayor importancia estratégica (el Oriente Próximo)
y entre los países productores de petróleo, el Departamento
de Estado ha sufrido varias derrotas. Irán e Irak han roto efectivamente
el boicot auspiciado por los EE.UU. y han participado conjuntamente en
conferencias internacionales con Arabia Saudita, el mayor proveedor de
petróleo de los EE.UU. Además, Libia ha roto el boicot orquestado
por los EE.UU. y ha intensificado sus lazos con Europa, especialmente con
Italia. Venezuela, bajo Chávez, ha revitalizado la OPEC y ha desarrollado
lazos comerciales y políticos con Cuba, a pesar del antagonismo
de Washington contra dicho país. Esto ha aislado totalmente a los
EE.UU. en la ONU, en la Cumbre Iberoamericana e incluso en la OEA respecto
al bloqueo económico de los EE.UU., Helms-Burton y otros temas regionales.
Entretanto, están
emergiendo rivalidades agudas y crecientes entre la Unión Europea
y los EE.UU., a pesar de que ocurre una creciente interpenetración
entre las multinacionales de ambos. Igualmente, aunque la OTAN aún
sigue dominando (y, desde luego, a través de ella el poder de los
EE.UU.), los países de la Unión Europea se están esforzando
por crear su propia fuerza militar de despliegue rápido para proteger
sus intereses imperiales. El punto es que aunque estas iniciativas europeas
no tienen nada de progresistas, contrariamente a las elocuentes elucubraciones
del nacionalista literario francés Regis Debray, reflejan desafíos
a la noción de la hegemonía indisputada de los EE.UU.
Las regiones más susceptibles a ser mal comprendidas por los intelectuales
occidentales impresionistas prosternados son los antiguos países
comunistas, especialmente China, Indochina e incluso Rusia y Europa Oriental.
Aunque superficialmente China pareciera arrastrarse bajo la hegemonía
occidental (de por sí algo dudoso ya que la mayor parte de la inversión
proviene de los plutócratas chinos de ultramar y de Japón)
y por cierto su entrada en la OMC acelerará fuertemente las adquisiciones
euro-estadounidenses de acciones, compañías y ahorros locales,
el reverso de la situación es la ola creciente de protestas masivas
por parte de los desempleados, los trabajadores industriales mal remunerados
y explotados, los campesinos y los jornaleros. Las crecientes desigualdades,
la amplia red de corrupción partidaria-estatal-privada y la ostentosa
opulencia asiática frente al crecimiento de la miseria, ofende a
una población que aún está compenetrada y consciente
de los valores comunistas de igualdad, rectitud y su núcleo esencial
- el pleno empleo, la atención médica gratuita y las políticas
educacionales de la era comunista. La entrega descarada de la soberanía,
de los mercados y de las industrias estratégicas chinas, las humillaciones
que han acompañado a los actos brutales de agresión militar
deliberada como el bombardeo de la Embajada China y el aumento del cerco
con misiles alrededor de China (apodado de manera previsible por Washington
el escudo de misiles) han despertado sentimientos populares nacionalistas
incluso entre los intelectuales y los estudiantes, o sea los grupos más
notoriamente pro-occidentales y pro-capitalistas. Los cimientos estructurales
para una nueva guerra civil están todos presentes. La oposición
a la agenda liberal, es amplia, dispersa, localizada y, a pesar de ser
constantemente reprimida, creciente. Incluso gurus occidentales de la apertura
del mercado chino, prevén una seria resistencia social y la posibilidad
de reversión si (como se espera) ocurre un desempleo masivo.
Considerar simplemente
a China como si fuera otro ítem en la suma de países bajo
la hegemonía estadounidense es demasiado cómodo. Significa
ignorar las profundas contradicciones estructurales, el empuje igualitario
de la Revolución Cultural y retrocediendo aún más
en la historia, las bandeadas cíclicas entre nacionalismo/socialismo
y liberalismo desde la mitad del siglo 19. Además ignora el hecho
que bajo el nivel de la dirigencia y de las elites ricas, privadas, hay
cientos de millones de chinos que rechazan la restauración de la
dominación occidental y el retorno de lo que Marx llamaba "toda
la vieja porquería": humillación, desempleo, enfermedades
crónicas, opiatos, feudos regionales, etc. Incluso dentro del aparato
del Partido Comunista hay un sector de neo-partidarios del estado y nacionalistas,
que podrían aprovechar la ocasión de manera oportunista si
la cosecha actual de neoliberales fracasa.
En Europa Oriental
y en Rusia, los más descarados sirvientes de la hegemonía
euro-estadounidense han sido frecuentemente rechazados en las urnas. El
partido de Walesa no logró cifras de dos dígitos en la última
elección presidencial. En Rumania, Polonia, la República
Checa, Belarus, y en otras partes, los neoliberales más fanáticos
fueron derrotados por demagogos ex-comunistas que prometieron medidas socialistas
(pleno empleo, fin de las imposiciones occidentales - particularmente las
medidas de austeridad del FMI) y luego implementaron políticas liberales.
Mientras a un nivel la alternancia entre liberales y seudo-nacionalistas/ex-comunistas,
ha confirmado la hegemonía euro-estadounidense, al nivel de la conducta
de las masas, las tendencias de rechazo a la dominación imperialista
y a las economías de libre mercado es palpable. La liquidación
del estado de bienestar y del pleno empleo, y la decadencia catastrófica
sin precedentes de los niveles de vida, de la producción y de la
salud en Rusia y en el resto de la URSS ha claramente socavado la fe en
las ventajas de la hegemonía de los EE.UU. en la masa del pueblo.
Cualquier discusión
de la hegemonía de los EE.UU. no puede basarse en relatos despreocupados
de turistas sobre desarrollos en Cuba.37
Transferir al
público general la conducta y las perspectivas de las elites clientes
es una asunción injustificada - tanto sobre una base metodológica
como empírica. Asumir que los procesos electorales suman los intereses
del electorado y reflejan y representan de alguna manera los intereses
mayoritarios es pasar por alto la gran concentración de poder institucional,
especialmente en los medios de masa, la manipulación flagrante de
las finanzas de las campañas electorales y el uso de la fuerza,
la corrupción y la pobreza para pervertir y manipular los resultados
de la votación y la conducta de los funcionarios elegidos.
Hegemonía Mundial de los EE.UU. y Decadencia Doméstica
La clave para
comprender la fortaleza relativa de la hegemonía de los EE.UU. es
examinar sus fundamentos estructurales así como las limitaciones
externas que hemos discutido. Involucrarse en proyecciones generales basadas
en una mala interpretación de los hechos fundamentales puede llevar
al tipo de contrasentido monumental que predice un siglo asiático
poco antes del crack asiático (Arrighi)38
Tras las afirmaciones sobre una hegemonía global sin precedentes
y absoluta de los EE.UU. se encuentran los argumentos de los ideólogos
de los Nuevos Economistas que describen un período sin precedentes
de expansión económica de los EE.UU. y su superioridad económica
basada en su avanzada tecnología de la información, y su
mayor productividad (léase: competitividad.) La convergencia de
los puntos de vista entre los intelectuales de izquierda prosternados y
los ideólogos charlatanes del populismo de mercado, es el resultado
del mismo método: generalizaciones bombásticas y celebraciones
del poder global de los EE.UU. basadas en la exigua hojarasca de conjeturas
limitadas y datos anecdóticos altamente selectivos. En realidad,
los prosternados muestran un respeto inmerecido por los maestros truculentos
de las globalidiotizaciones y su retórica sobre la Tercera Revolución
Científica Tecnológica. Como lo describe un admirador marxista
occidental "... Controlando el campo de las construcciones políticas
directas de la época, la Derecha ha suministrado una visión
fluida tras la otra sobre dónde va el mundo, o dónde se ha
detenido... ".39
Estos ideólogos de derecha, se nos dice, "unen una sola tesis poderosa
con un estilo popular fluido."
Escrito unas
pocas semanas antes del crack en la burbuja del NASDAQ, el año 2000
suministró una demostración vívida de la vacuidad
de la "poderosa tesis" de la supremacía económica de los
EE.UU., a pesar del "fluido estilo popular."
Cada aserción
afirmada por la Derecha Vieja o la Nueva Derecha (los gatillos rápidos
de la Nueva Economía) sobre la economía de los EE.UU. (adoptada
por la Izquierda prosternada) fue en el mejor caso dudosa, y en el peor,
puro aire caliente sin relación alguna con la economía real
(simplemente una inmensa tomada de pelo à la Ponzi comparable con
los esquemas de pirámides en la Albania de mediados de los 90.)
En primer lugar,
las pretensiones de una revolución de la tecnología de la
información simplemente no logran explicar el crecimiento por debajo
del promedio en la productividad entre 1975 y 1994 en comparación
con los 20 años previos, antes de la llamada "Revolución
en la Información". En segundo lugar, el aumento de la productividad
entre 1995 y 1999 fue comparable al período anterior (1955¾1974)
y se concentró sobre todo en el campo específico de los ordenadores
con pocos efectos a través de la industria. En otras palabras, los
fabricantes de ordenadores se hicieron más eficientes en la producción
de ordenadores. En tercer lugar, los estudios mostraron que las pretensiones
de aumentos provenientes del intercambio interactivo de informaciones fueron
fundamentalmente falsas: más de un 60% de la información
recibida o intercambiada dentro de las compañías tuvo poco
que ver con los proyectos existentes.40
Lo que es más
decisivo, la mayoría de las compañías de tecnología
de la información nunca generaron un producto, una ganancia y algunas
nunca produjeron un ingreso. El ritmo de quiebras se aceleró a través
del año 2000 al romperse la burbuja especulativa. El NASDAQ cayó
un 40% y el valor de las compañías más importantes
y mayores declinó precipitadamente en el nuevo año. El desarrollo
más singular - la superioridad global de los EE.UU. en el campo
de la tecnología de la información - citado por los ideólogos
derechistas, en su fluido estilo populista, como la principal fuente de
crecimiento sostenido en los años 90, se derrumbó. Millones
de pequeños inversionistas, atraídos por los ideólogos
de mercado populistas, perdieron todos sus ahorros, sus pensiones e incluso
su capacidad de pagar sus seguros de salud.
Pero la profunda
debilidad estructural de los EE.UU. no se limitó a la economía
especulativa de la tecnología de la información. La expansión
estadounidense en ultramar y la exportación de retorno a los EE.UU.
exacerbó un déficit comercial y de cuentas corrientes insostenible.
La economía de los EE.UU. se basa en el consumo, que asciende a
75% del PNB. El creciente déficit comercial fue cubierto por el
influjo de 400 mil millones de dólares al año. Con la economía
orientándose hacia la recesión y un debilitamiento del dólar,
es altamente improbable que los inversionistas continúen apoyando
el dólar estadounidense. A pesar de un bajo desempleo récord
a fines del año 2000, también fue el período del mayor
crecimiento de la cantidad de trabajadores con bajos salarios, viviendo
de caridad, sin ninguna protección médica (cerca de 50 millones)
con costos educacionales que se disparan y con deudas domésticas
insostenibles. El crecimiento obsceno de las desigualdades sociales bajo
el régimen de Clinton (la relación entre los ingresos de
un director ejecutivo y de un obrero aumentó a 470 a 1) fue en gran
parte el resultado de los lazos estrechos con funcionarios sindicales millonarios
que estaban más preocupados de tener un Ministro de Justicia tolerante
para evitar juicios, que de hubiera un Ministro del Trabajo favorable a
las demandas de los trabajadores. La posibilidad de revivir la economía
inyectando dinero a la industria, o estimulando la demanda, se encuentra
fuera de los parámetros políticos actuales.
La crisis económica
ya ha afectado varios sectores de la economía (la industria automóvil,
la tecnología de la información, las telecomunicaciones,
etc.) y se está extendiendo rápidamente al resto de la economía.
El desempleo está creciendo. Los "ahorros negativos" y la economía
de acciones perdidas no ofrecen recursos que no hayan sido utilizados para
estimular los gastos de los consumidores. En el comercio, las inversiones,
las finanzas y la tecnología, la economía de los EE.UU. se
está moviendo hacia una "crisis de convergencia" que amenaza el
frágil edificio neoliberal construido alrededor de (y para) los
EE.UU. en todo el mundo. Todos los países del Tercer Mundo que han
aceptado las estrategias basadas en las exportaciones, sufrirán
severamente como resultado de una profunda recesión en los EE.UU.
La sobreproducción de bienes de consumo y transporte (sobre todo
automóviles) está llevando a despidos masivos en Ford, General
Motors y Chrysler-Daimler, que tendrán un efecto multiplicador sobre
los sectores de proveedores y servicios,
La economía
militar podría ser revivida pero no alcanza, considerando el uso
del superávit del presupuesto para reducciones masivas de impuestos
para el gran capital. El superávit mismo desaparecerá probablemente
con la recesión y con una pronunciada baja de los ingresos.
Lo que impresiona
sobre las debilidades de los hechos económicos fundamentales del
poder imperial de los EE.UU. es la falta de toda percepción o comprensión
coherente por parte de la Derecha. Ni Huntington, Brzezinski, Fukuyama,
y menos aún Yergin, Luttwick o Friedman tuvieron idea del inminente
colapso especulativo, ocupados como estaban propagando su engañosa
creencia sobre la capacidad de sostenimiento del imperio de los EE.UU.41
Huntington se hallaba lejos en su propio mundo auto-inventado de las "civilizaciones
en conflicto" (Musulmana contra cristiana), en una época en la que
los aliados más decididos de Washington eran los estados musulmanes
Turquía y Egipto en el Mediterráneo Oriental, Marruecos en
África del Norte, Arabia Saudita en el Medio Oriente, Pakistán
en Asia del Sur, etc. Fukuyama confrontaba la bancarrota de su noción
del "fin de la historia" dando marcha atrás en su celebración
de la democracia liberal y los libres mercados, sin desarrollar ningún
nuevo brillo teórico para embellecer el poder del Imperio en el
nuevo período. Entre paréntesis, es una ironía que
Fukuyama haya comenzado a poner en duda la solidez de la hegemonía
de los EE.UU., cuando algunos de sus homólogos que se suponía
pertinentes en la Izquierda (los prosternados), tratan de revivirla.
Brzezinski ya
sin la Unión Soviética, tuerce visiones estratégicas
de nuevos desafíos y amenazas sin sustancia, ignorando la podredumbre
económica interna, a unas pocas manzanas de sus antiguos campos
de estridencia en la Universidad de Columbia. Es cierto que aún
puede suministrar una base histórico-teórica para las operaciones
clandestinas en Chechnia y en otras ex-repúblicas soviéticas,
para mantener a los clientes de la mafia de Washington que están
en el poder. Entre los otros Yergin y Friedman (el periodista), tienen
poco que decir ante el colapso de su visión de unos EE.UU. de alta
tecnología reteniendo el poder mundial. Las visiones en las que
millonarios con mentalidad provinciana, operadores de bolsa y de Wall Street
adolescentes compartían la creciente riqueza, se han ido al diablo.
Mientras más y más millones de jubilados estadounidenses
pierden sus planes de seguro médico privado, y otros millones de
antiguos receptores de ayuda social no pueden vivir con trabajos con salarios
ínfimos, y los ingresos provenientes de la bolsa de decenas de millones
de estadounidenses se convierten en un recuerdo amargo, la arrogancia de
las pretensiones de Yergin y Friedman respecto a la superioridad de los
EE.UU. frente a una Europa atrasada porque mantiene el bienestar social
(especialmente Francia), se convierte en un mal chiste de auto-engaño.
Los progresos
de la Izquierda y sus desafíos a la dominación mundial de
los EE.UU. así como el derrumbe de los delirios sobre la supremacía
económica sostenible de los EE.UU., basada en la "revolución"
de la tecnología de la información, llaman a terminar con
las políticas de postración de la Izquierda.
Hay en la actualidad
muchos activistas e intelectuales críticos de los años 60
a los 90 que han estado suministrando críticas y construcciones
directas de dónde ha estado el mundo, y dónde se encuentra,
así como elaborando alternativas en un estilo popular fluido. En
los Estados Unidos, y en Canadá trabajos de intelectuales activistas
como Jim O'Conner sobre las crisis ecológico-capitalistas, la brillante
desmitificación de la globalización como globaloney
[globalidiotización, N.d.T.] por Bob Fitch, de Maurice Zeitlin sobre
la estructura de clases de los EE.UU., Chomsky y Petras sobre la política
exterior de los EE.UU., Magdoff sobre el imperialismo de los EE.UU., Meiksin
sobre el análisis de clases, Howard Zinn, Leo Panitch, y Mike Parenti
sobre la historia, la política y los medios. Internacionalmente
está el fotógrafo de clase mundial del trabajo humano, Sebastián
Salgado, el novelista José Saramago, el crítico político-literario
Michel Lowy, y numerosos otros intelectuales políticos que suministran
críticas profundas y alternativas detalladas a la dominación
imperial de los EE.UU., al mismo tiempo que participan profundamente en
las luchas populares. La Izquierda de los años 90 posee muchos de
los estrategas políticos destacados del medio siglo, incluyendo
al brillante dirigente político-militar de las FARC Manuel Marulanda,
probablemente el mejor en esta área desde el comandante vietnamita
Giap; el brillante táctico del movimiento militante de los agricultores
franceses Bove; el brillante teórico del Movimiento de los Trabajadores
Sin Tierra del Brasil, Joao Pedro Stedile, y Ralph Nader, el populista
y antiimperialista estadounidense de principios (capaz de cosechar tres
millones de votos contra todos los obstáculos.)
El poder es una
relación, no una posición estática en una jerarquía
organizativa. El imperio de los EE.UU. está basado en una relación
inestable y cambiante con una vasta gama de fuerzas heterogéneas.
El poder de las ideas, incluyendo las ideas de la clase imperial gobernante,
está arraigado en esta relación conflictiva de clases. Aunque
es cierto que la (disputada) ascendencia del poder imperial incluye el
control sobre los medios de masas para proyectar sus ideas, (y seducir
a sectores de la ex-intelectualidad de izquierda con la persuasión
del poder), el dogma neoliberal ha estado bajo constante ataque de todos
los lados. Esto hasta tal punto que las clases gobernantes han tratado
de disfrazar su papel mediante la cooptación del lenguaje de la
Izquierda que algunos entendidos llaman "populismo de mercado."42
Perspectivas para el Futuro
En la próxima
década la Izquierda tiene que continuar desarrollando un enfoque
sistemático y específico, y evitar el pesimismo romántico
que se empeña en generalizaciones indiscriminadas y difusas vacías
de sustancia. La intelectualidad de izquierda debe identificar a los agentes
de clase de las victorias y derrotas del neoliberalismo, las relaciones
de clase y la violencia estatal detrás del velo de persuasión
que mantiene el imperialismo euro-estadounidense. Sobre todo, debe analizar
las nuevas y crecientes contradicciones y las crisis emergentes tanto en
los EE.UU., como las actuales crisis en Asia, América Latina y en
los antiguos países comunistas y qué impacto tendrán
en la Unión Europea.
La Izquierda
debe rechazar el despliegue de lo novedoso como una excusa para adaptar
la ascendencia neoliberal. La doctrina de la Tercera Vía tiene sus
raíces en versiones anteriores en el siglo 20, más reformistas
y fracasadas. Ni Bernstein ni más tarde Kautsky comprendieron la
relación entre capitalismo e imperialismo y las guerras imperialistas,
ni las tendencias inmanentes a la crisis, la polarización de clases,
y el poder fascista. La versión actual de la "Tercera Vía"
no contiene ninguna de las perogrulladas evidentes de la versión
anterior y todos sus vicios reaccionarios: sino que es la extensión
de la agenda neoliberal mientras socava los niveles de vida y profundiza
las desigualdades. En la actualidad existen pocas ilusiones sobre la naturaleza
reaccionaria de la "Tercera Vía" de Blair, Clinton et al. Apenas
se habla de ella en la actualidad, cuando los mercados de valores se derrumban
y los superávit presupuestarios se achican. También el itinerario
derechista de la socialdemocracia europea es fácilmente comprensible
para todo intelectual crítico, excepto para aquellos que sufren
de amnesia crónica y que buscan cimentar sus tesis de que no hay
alternativas.43
Uno no necesita retornar a las ofertas que destacados socialdemócratas
alemanes (Schneiderman, Noske, etc.) hicieron al Estado Mayor del Káiser
en 1918. Nos queda más próximo el papel de los socialdemócratas
británicos, franceses y belgas en la violenta defensa de sus imperios
coloniales en Argelia, Kenia, Chipre, Indochina, Congo y otras partes.
Su colaboración servil con los EE.UU. en la construcción
de la OTAN, sus inalterables posiciones atlánticas provocaron una
fuerte crítica hasta de la derecha tradicional. Argumentar que la
adopción por parte de los socialdemócratas del modelo estadounidense
es una novedad "de importancia histórica mundial," es olvidar el
legado histórico de la socialdemocracia, su adulación pronunciada
y avanzada sobre todo entre los laboristas británicos. Todo el edificio
del estado de bienestar tiene menos que ver con la socialdemocracia programática
y más que ver con los desafíos del bloque comunista, la militancia
sindicalista después del fin de la Segunda Guerra Mundial, y la
presencia de Partidos Comunistas y de movimientos extra-parlamentarios
que presionaban desde la izquierda. Con la desaparición del bloque
soviético, la disminución de la izquierda extraparlamentaria
y la transformación de los dirigentes sindicalistas en clientes
del estado, los dirigentes socialdemócratas europeos, con unas pocas
excepciones notables, son capaces de competir con la Derecha por la lealtad
de los potentados financieros e industriales. Jospin en Francia es una
excepción parcial que confirma la regla. Elegido después
de una huelga general de los empleados públicos, presionado por
fuertes movimientos extra-parlamentarios y el Partido Comunista parlamentario,
concedió en principio la semana de 35 horas, combinándola
con una privatización agresiva, la liberalización y una legislación
laboral "flexible".
Si el hecho más
importante de los años 80 fue la desintegración del bloque
soviético y de los regímenes comunistas, el hecho más
destacado de los 90 fue las catastróficas condiciones socio-económicas,
los niveles sin precedentes de pillaje y corrupción y las instituciones
represivas que resultaron de la transición al capitalismo en Rusia
y en los antiguos países de la Unión Soviética. Rusia
sola está "echando de menos" a 10 millones de personas que normalmente
debieran habitar el país según las proyecciones demográficas
de 1987. Millones han muerto prematuramente por enfermedad, stress, suicidio
y alcoholismo, como resultado de la pérdida de puestos de trabajo,
la pobreza, y la destrucción del sistema de salud pública.
Mientras desde el punto de vista táctico el régimen pro-capitalista
de Putin permanece firmemente en el poder, el fracaso total de la transición
capitalista bajo la "hegemonía" de los EE.UU. ha llevado evidentemente
a un contraste agudo con las características positivas de la previa
economía planificada, colectivista.
El pillaje occidental
de las economías de los países ex-comunistas, el comercio
masivo con la esclavitud de la trata de blancas y los emigrantes, el reino
de una oligarquía parasítica multibillonaria que lava sus
riquezas ilícitas en Europa, los EE.UU. e Israel, ha ciertamente
dado sustancia a las nociones de la rapacidad del imperialismo y capitalismo
occidentales. Más convincente que una tonelada de volantes de la
era comunista, la experiencia del pueblo de la ex-URSS con el imperialismo
euro-estadounidense realmente existente, ha destruido años de desconfianza
en la retórica de los burócratas soviéticos y de confianza
crédula en la propaganda occidental. Este cambio histórico
mundial en las creencias populares, tiene una importancia estratégica
fundamental en la reconstrucción de una perspectiva socialista en
el Este. Incluso en Europa Oriental, bastión de los estados clientes
pro-occidentales, su incorporación y subordinación a la OTAN
y a la UE, ha provocado oposición, manifestaciones y en algunos
casos el resurgimiento de la influencia comunista. En el caso de la República
Checa, S.E. Arrastrado Havel es más favorito entre los literatos
en Londres y Nueva York que en Praga, donde el Partido Comunista se está
convirtiendo rápidamente en el mayor partido de oposición.
El amplio rechazo del liberalismo y del imperialismo de los EE.UU. y el
crecimiento del socialismo programático sin estalinismo es un evento
histórico de categoría histórica mundial. El punto
teórico no es apuntar con precisión a un tiempo y a un sitio
para un nuevo auge revolucionario, sino determinar la dirección
de la historia y rechazar la creencia fácil de que cada fracaso
de la Izquierda es una derrota irreversible de categoría histórica
mundial.
El propósito
de este ensayo no es empeñarse en un juego intelectual de comparar
punto por punto los avances de la Izquierda con la lista de compras de
las derrotas manejada por los intelectuales prosternados. Considerando
la superficialidad de estos últimos, sería una contribución
fácil y no muy importante para la clarificación del presente
y para el progreso en la lucha del futuro. Lo peor sería recurrir
al balbuceo psicológico barato utilizado por los prosternados para
justificar su inacción y su falta de compromiso con la lucha actual.
Al enfrentar el futuro debemos reconocer que hay numerosas calles intelectuales
que no tienen salida. Debemos reconocer las barbaridades cometidas en la
actualidad en nombre de las victorias occidentales, la hegemonía,
la democracia y los libres mercados; la muerte prematura de 10 millones
de rusos, los 20 millones de víctimas del SIDA en África,
a las que las corporaciones farmacéuticas occidentales niegan las
medicinas, respaldadas por sus gobiernos; el asesinato de 1 millón
de niños iraquíes por la guerra y el bloqueo anglo-estadounidenses;
los 300 millones de latinoamericanos que viven en la pobreza, las decenas
de miles de colombianos asesinados gracias al entrenamiento y a la ayuda
de los EE.UU. Uno podría agregar a la lista, pero el punto está
claro: en el Oriente y en el Sur, la barbarie es un aspecto integral del
imperio de los EE.UU.
Al discutir,
lo que hay que hacer frente a la barbarie imperial, es útil recordar
los últimos días del imperio romano. Un tiempo como el nuestro,
de tiranos, saqueo, corrupción, y de un despliegue descarado de
riquezas frente a la miseria. Las similitudes con la barbarie contemporánea
son obvias igual que muchas de las respuestas de aquellos que consideran
igualmente repugnantes el imperio o aspectos de éste. Hay muchas
y variadas respuestas a la barbarie imperial, dependiendo de las condiciones
sociales y las predisposiciones políticas de cada cual. Los estoicos
entre nosotros se asquean por la irracionalidad del imperio, su brutalidad
militar y su inmoralidad que todo lo invade. Sin embargo, se sienten políticamente
impotentes y declaran que toda respuesta política es fútil.
Se tornan hacia pequeños círculos de amigos o individuos
que comparten sus opiniones para conservar la llama del raciocinio. Retienen
sus lealtades personales en los intersticios del sistema, con un mínimo
de confort, distantes de los poderes imperiales y distantes de las masas
degradadas. Sus debates sobre los estudios culturales y la relación
del post-modernismo y del marxismo son tolerados e ignorados por la elite
y son incomprensibles y remotos para las masas. En una palabra, viven por
y para sí mismos.
Los cínicos
no niegan la barbarie sangrienta, la vulgaridad cultural y el pillaje predatorio
del imperio... sólo que amalgaman a las víctimas y las ejecuciones.
Condenan tanto a las víctimas del imperio como a los depredadores
imperiales como igualmente avariciosos (afligidos de "consumerismo".) Para
los cínicos la solidaridad social de los explotados es un subterfugio
ideológico de los débiles para buscar ventajas para invertir
los roles. Para los cínicos la diferencia entre los explotados y
los explotadores es sólo una cuestión de oportunidad y circunstancias.
Los cínicos apuntan a las revoluciones fracasadas, a la circulación
de las elites, a los explotados que se vuelven explotadores, a las víctimas
de genocidio que practican el genocidio para justificar la introducción
de su sensible narizota en el abrevadero del imperio. Casi siempre los
cínicos son izquierdistas arrepentidos: su especialización
ocupacional es proveer testimonios sobre las perversiones de los movimientos
de liberación. Es una especialización que consigue honorarios
lucrativos y muchas veces una cátedra erudita en una prestigiosa
universidad euro-estadounidense.
Otra pose intelectual
familiar es la del izquierdista (o ex-izquierdista) que se baña
en derrotas históricas y las utiliza como un pretexto para lo que
apoda un nuevo ajuste realista o pragmático con el status quo. Mientras
dramatiza las pérdidas políticas, como derrotas históricas
profundas e irreversibles, no reconoce las nuevas luchas revolucionarias
que emergen en el Tercer Mundo y en Occidente, los nuevos movimientos sociales
que se oponen a la OMC, los movimientos de agricultores militantes y de
trabajadores del transporte, los movimientos masivos de productores y consumidores
que rechazan a los patrocinadores corporativos de alimentos y semillas
genéticamente alterados, etc. Un patetismo pesimista se convierte
en una coartada para la inacción y el distanciamiento o como un
pasaje de ida a la política liberal, ya que es percibida como la
única de moda. Los ideólogos del imperio no son adversos
a suministrar una plataforma ocasional a los pesimistas, esperando que
su posición crítica pueda atraer a una audiencia entre los
jóvenes rebeldes y que su pesimismo pueda desmoralizar, desorientar
y desarmarlos.
Los intelectuales
críticos con una rodilla en el suelo han logrado una cierta relevancia
entre las clases educadas. Estos intelectuales se horrorizan ante el despliegue
de riqueza en medio de la pobreza. El horror del neoliberalismo evoca indignación
ante las prácticas bárbaras del imperio. Esta indignación,
sin embargo, es acompañada por un quejido cuando es cosa de articular
una alternativa. Después de todos sus gritos indignados, apelan
a las elites para que cambien su conducta. Florece la retórica,
la denuncia de las mentiras del imperio es reemplazada por nuevos engaños.
La idea es que alguien, en algún sitio de la estructura del poder,
transforme la barbarie en un generoso estado de bienestar. Esta combinación
de indignación violenta y de llamados a la mala conciencia de los
conductores del poder imperial, no es más que una abeja sobre el
gorro de los factores de políticas a bajo nivel, una fórmula
excelente para un bestseller. Expresa una indignación que tiene
resonancia en las clases educadas sin pedirles que sacrifiquen algo.
En agudo contraste
con las poses intelectuales mencionadas, se encuentran los intelectuales
irreverentes, irreverentes hacia los protocolos académicos y no
impresionados por los títulos y los premios prestigiosos. Por otra
parte, respetan a los militantes en las primeras filas de las luchas anticapitalistas
y antiimperialistas. Son consecuentes y productivos en su trabajo intelectual
que es motivado en gran parte por los grandes problemas que enfrentan las
luchas del movimiento. Son héroes auto-irónicos cuyo trabajo
es respetado por la gente que trabaja activamente por una transformación
social básica. Son objetivamente partidistas, y partidistas objetivos.
Los intelectuales irreverentes discuten y escuchan a los pesimistas y a
los demás intelectuales, a pesar de sus títulos y pretensiones,
para ver si tienen algo que decir que valga la pena escuchar.
Para el intelectual
irreverente y comprometido, el prestigio y el reconocimiento vienen de
los activistas y de los intelectuales del movimiento, que están
involucrados en las luchas populares. Trabajan con estos intelectuales
y activistas. Realizan la investigación buscando fuentes de datos
originales. Crean sus propios indicadores y conceptos, por ejemplo, para
identificar la verdadera profundidad de la pobreza, la explotación
y la exclusión. Reconocen que hay unos pocos intelectuales en instituciones
prestigiosas y receptores de distinciones que están claramente comprometidos
con las luchas populares, y reconocen que esas excepciones deben ser notadas,
aunque reconocen que muchos otros que suben la escala académica
sucumben a los atractivos de la certificación burguesa. Los intelectuales
irreverentes admiran a Jean Paul Sartre que rechazó un Premio Nobel
en medio de la Guerra de Vietnam. Sobre todo, los intelectuales irreverentes
luchan contra la hegemonía burguesa dentro de la Izquierda, integrando
sus escritos y su enseñanza con la práctica, evitando los
conflictos de lealtades.
El imperialismo
euro-estadounidense combina la violencia y las amenazas de violencia contra
los movimientos de masas y los regímenes que se oponen a su orden
mundial y la disuasión y la neutralización contra los grupúsculos
intelectuales marxistas occidentales. Típicamente los últimos
universalizan su condición, tratando al Imperio como una inmensa
sociedad de debates. Como señalara Perry Anderson "la fuerza de
este (hegemónico) orden no consiste en la represión sino
en la disuasión y la neutralización."44
¡Qué novedad para los cientos de palestinos ultimados,
los miles de yugoslavos muertos, las decenas de miles de colombianos y
los cientos de miles de iraquíes asesinados!45
Objetivamente,
el poder imperial de los EE.UU. está construido sobre fundamentos
muy frágiles: una economía de burbuja que se está
abatiendo, una economía casi tributaria dependiente de flujos externos
de capital especulativo en gran escala para compensar los déficit
insosteniblemente altos del comercio de mercancías, una economía
interna alimentada por el consumo en la que los hogares ya están
súper endeudados y con ahorros negativos, un imperio sin respaldo
público para las guerras terrestres en ultramar, y una "Nueva Economía"
à la Ponzi que se basa en empresas casi sin productos, sin utilidades
y sin muchos ingresos.
Igualmente importante
es que la polarización de clases ha aumentado entre los propietarios
billonarios de los medios de finanzas, la producción y la especulación
y la gran mayoría de la población; la relación de
ingresos entre los directores generales y los trabajadores ha incrementado
de 80:1 a 470:1 en 3 décadas; más de un 80% del público
estadounidense no cree que sus votos importen y consideran que el gran
capital domina la esfera política, lo que algunos analistas políticos
llaman una crisis de legitimidad. Los beneficios sociales a través
de las generaciones, los niveles de capacitación y las ocupaciones
han sido saqueados. La desregulación ha llevado a una extorsión
de los precios a los consumidores en los servicios públicos.
El imperialismo
de la actualidad no ha creado una "aristocracia obrera". Una clase media
proletarizada ha perdido la seguridad en el puesto de trabajo y ha sido
recompensada con beneficios de privilegio pero sin valor (opciones de acciones
en el NASDAQ son usadas para empapelar paredes o, por los más prácticos,
como papel higiénico.) Los dirigentes de la guardia vieja de los
movimientos de raza, género y ecología de los años
60 y 70 y los intelectuales prosternados de mediana edad que se han subido
en el carro de la Tercera Vía, han sido reemplazados por un nuevo
liderazgo que es más militante, anticorporativo, anti-neoliberal
y por una cantidad creciente de activistas extraparlamentarios y anticapitalistas.
Es cierto que
no existe un consenso sobre las alternativas que van desde las economías
basadas y controladas en la comunidad al socialismo basado en el consumidor-trabajador,
desde cambios en los regímenes de propiedad al retorno a la regulación
pública. Es pura miopía argumentar que los movimientos de
sectores no llegan a ser un movimiento colectivo idealizado, a la medida
de los intelectuales de Soho cuando toman su cafecito. La emergencia de
coaliciones factibles y acciones conjuntas, los foros y diálogos
comunes no llegan a formar una nueva versión del partido de la clase
obrera de Lenin o Keir Hardy, pero es un comienzo. El creciente internacionalismo
(sin oráculos de ultramar o centros revolucionarios), evidenciado
en las acciones conjuntas de Norte-Sur de los campesinos del Tercer Mundo
y los agricultores de Europa, es prometedor. Hay desafíos inmensos
en la creación de una nueva conciencia socialista revolucionaria,
generalizándola para que llegue a los millones que están
en movimiento; organizando y suministrando una nueva teoría inclusiva
para proveer una diagnosis y una dirección estratégica. Una
cosa está muy clara. El progreso intelectual de esta Izquierda pujante,
no depende de las modas y flaquezas de los intelectuales prosternados que
lanzan guijarros desde los puestos de comando de las publicaciones de Izquierda
que han perdido contacto con la realidad. La lucha por las reformas en
este movimiento está ligada a cambios estructurales del imperio
y en algunos casos del régimen de propiedad. Han emergido múltiples
agencias colectivas de mayor o menor fuerza que ponen en duda el Nuevo
Orden Imperial, luchando en unos pocos casos por el poder estatal.
Mientras los
escribidores de Relaciones Públicas montan una campaña de
propaganda, usurpando incluso el lenguaje de la Izquierda, para promover
una ciencia ligada al control y explotación de genes, plantas, etc.,
la Izquierda ha contraatacado denunciando la naturaleza manipulativa e
irreflexiva de la ingeniería genética corporativa. Contra
el abrazo irresponsable del desarrollo de las fuerzas productivas (o destructivas)
por parte de los escribidores corporativos (y de un puñado de izquierdistas),
la Izquierda ha llevado al foro la centralidad de las relaciones sociales
de producción como la definidora del significado, contenido y consecuencias
del trabajo científico y de la investigación básica.
En este sentido, la Izquierda emergente continúa y profundiza el
trabajo intelectual y la práctica del pasado medio siglo. Queda
mucho por hacer, particularmente en el campo de la clarificación
ideológica, pero ya se ha logrado mucho en la diagnosis del imperio,
descubriendo sus defectos y creando nuevos movimientos radicales.
Notas
Especial
para Rebelión
Traducción
para Rebelión: Germán Leyens