No es Casualidad que las Luchas se Desarrollen Contra el G-8 o el FMI, el Centro del Imperio
Roma, Italia. La
trayectoria política e intelectual de Antonio Negri ha sido siempre
sugerente y polémica. Autor de tratados notables sobre el pensamiento
de Spinoza, Descartes y Marx; profesor universitario; animador cultural,
y dirigente político, Negri fue uno de los teóricos mas destacados
de la izquierda extraparlamentaria italiana de los años sesenta
y setenta.
Nacido
en la ciudad de Padua en 1933, fue detenido en abril de 1979, acusado de
ser el jefe de las Brigadas Rojas, del asesinato de Aldo Moro y de haber
fomentado la insurrección contra las instituciones. Pese a una primera
absolución en 1980, permaneció en prisión preventiva
durante cuatro años y medio, hasta que en julio de 1983 fue elegido
como diputado.
Tras el
retiro de su inmunidad parlamentaria se refugió en Francia durante
casi 20 años. ¿Habéis oído hablar de un tal
Toni Negri? -decía Michel Foucault- ¿No está en prisión
simplemente por ser un intelectual?" Las graves anomalías jurídicas
de su caso fueron denunciadas por Amnistía Internacional.
En 1997
regresó a Italia, donde fue detenido. Su objetivo era poner en el
centro de la discusión la cuestión de una amnistía
general para los prisioneros políticos italianos. Actualmente se
encuentra en detención domiciliaria en su casa en Roma.
Inspirados
destacado del debate político y filosófico sobre el futuro
de la democracia; pensador riguroso y ordenado de los procesos de cambio
de la economía y la política en el mundo, Toni Negri conversó
con La Jornada en la sala de su departamento.
Autor junto
con Michael Hardt de un polémico libro sobre el imperio, reflexionó
sobre la naturaleza del nuevo orden mundial, sus conflictos y las nuevas
luchas anticapitalistas. Estas son las ideas centrales de esa charla:
- Usted acaba de escribir recientemente un libro sobre el imperio, que aborda el problema de la globalización, de las transformaciones del capital. ¿Nos podría explicar brevemente qué idea del mundo moderno se dibuja en ese texto?
El punto de partida
es la crítica del derecho internacional existente en nuestros días,
en el sentido de que a este mercado global le corresponde una figura del
derecho internacional que regula sujetos que están desfasados respecto
del mercado.
El mercado
precisa un orden; mejor dicho, no existiría si no tuviese ya un
orden. La idea de la mano invisible del mercado espontáneo es un
mito. Lo que en realidad existe son siempre fuerzas que lo organizan. El
mercado, que cuanto más grande se vuelve más necesario, tiene
un ordenamiento jurídico, que prevé un poder.
Identificación de los procesos
El problema que nos planteamos Michael
Hardt y yo -compañero con el que he escrito el libro- fue identificar
cuáles podrían ser los procesos a través de los cuales
un nuevo tipo de soberanía venía formándose al interior
del proceso de globalización, de la mundialización de los
intercambios de mercancías. Se nos planteó, además,
el problema de considerar las grandes modificaciones productivas ocurridas
en el mismo proceso.
Nos encontramos
frente a un cambio de la forma del mercado y, por lo tanto, de un desplazamiento
de la soberanía de los Estados a cualquier otra cosa, que llamamos
imperio.
Además,
encontramos la intensificación del comando capitalista sobre el
mercado, un comando que empieza a tocar no sólo los intercambios
materiales, sino también los inmateriales, las mercancías
tangibles e intangibles.
Todos éstos
son elementos que hacen urgente la construcción de ordenamientos
simultáneamente jurídicos y políticos para dar forma
a la globalización.
El conjunto
de estos fenómenos nos permitió precisar la nueva forma de
soberanía que comenzamos a reconocer; es decir, por una parte tenemos
la crítica del derecho internacional existente, y por la otra la
identificación de procesos que conllevan una mayor homogeneización
de las prácticas, de la organización y la estructuración
del mundo de los intercambios a nivel global, además de las fuerzas
tecnológicas biopolíticas que se introducen cada vez más
en este mundo.
Al llegar
a este punto nos encontramos con uno de los primeros problemas que se enmarcan
en la consistencia del Estado-nación. Nos pareció que en
este desarrollo, el Estado-nación estaba perdiendo muchas de sus
características soberanas.
Si la soberanía
en el Estado moderno se establece a partir de parámetros fundamentales
como el monopolio de la fuerza legítima -es decir, de la capacidad
de guerrear-, de la capacidad de acuñar dinero-moneda y de controlar
la lengua, la cultura y todo lo que le rodea, pareciera ser que estas características
están menos presentes en el Estado-nación actual.
Estas características
fundamentales del Estado-nación, de soberanía, se están
transfiriendo hacia otros lugares, sitios por cierto no identificables.
Aquí
comienza nuestra polémica con algunos compañeros, que sostienen
que Estados Unidos es el gran centro de este proceso imperial. A nosotros
nos parece evidente que la hegemonía de esa nación es muy
importante, en particular cuando se recuerda que es la única potencia
que posee una fuerza militar absolutamente definitiva en el comando sobre
la vida y la muerte de los hombres; que tiene una moneda que se llama dólar,
y que la única medida del dólar es el dólar; que la
cultura anglosajona, desde la lengua hasta la concentración de instrumentos
lingüísticos, pasando por la capacidad de proponer formas simbólicas,
es hegemónica.
Sin embargo,
nos parece que esta hegemonía también está atravesada
por otra serie de poderes que son fundamentalmente multinacionales. Por
decirlo de otra manera, la globalización es un proceso extremamente
importante, definitivo e irreversible; es una situación en la cual
el poder capitalista se reforma ante la imposibilidad de sobrevivir con
las viejas formas.
El Estado-nación,
que es el lugar esencial de control de la lucha obrera, ha sido desbordado
completamente como consecuencia de la misma lucha obrera. La guerra civil
que ha atravesado el siglo XX ha tenido como resultado la disolución
del Estado-nación, que siempre ha sido un enemigo fundamental de
la clase obrera, de los trabajadores, de los campesinos, de todos aquellos
que acumulaban para el capital. Y todo esto ha sucedido lo mismo a nivel
central que de los países coloniales, de los del tercer mundo.
Nosotros
interpretamos el 68 como un punto nodal en el siglo, en el cual el viejo
equilibrio fundado sobre los Estados-nación se deteriora. Fue un
momento en el que el Estado-nación fue atacado tanto en su papel
de regulador de la producción capitalista dentro de cada país,
como de su función imperialista.
La gran
diferencia que existe entre imperio e imperialismo es que el segundo era
la continuación, la extensión de la acción del Estado-nación
fuera de sus fronteras; era un intento de expandir las propias fronteras,
de ocupar espacios, cercarlos, de extender su cultura. A la mitad del siglo
XX, alrededor del 68, explotó esta doble realidad: dejó de
ser posible controlar a la clase obrera dentro del espacio nacional; no
es posible controlar el impulso reformista que se encarna tanto en el centro
del capitalismo desarrollado en el símbolo del 68, como en Vietnam.
Estos son los dos símbolos fundamentales de este tipo de desarrollo.
Entonces
nos encontramos ante la situación en la cual se debe reformar este
mundo, y el capital anticipa esta reforma, y lo hace a través de
operaciones que son ante todo tecnológicas.
La gran revolución
tecnológica lo que impone es una revolución informática,
de automatización, el desmantelamiento de los barrios obreros que
habíamos vivido como espacio de lucha, la construcción de
redes, de net, de producción social del valor y, por lo tanto, de
un alargamiento social, de colonización de espacios internos.
- Esta visión que ustedes describen del imperio hace suponer que no existe más la tradicional separación entre metrópoli y periferia.
Cuando se
dicen estas cosas se habla de tendencias. En diversas ocasiones se ha reprochado
la desvalorización del tercer mundo y de la periferia capitalista
que se refleja en nuestro libro. Estoy de acuerdo con las críticas
que hemos recibido, salvo en dos puntos. Uno es el de la unificación
de la clase dirigente, de las elites.
Está
fuera de duda que la elite rusa o la del sudeste asiático, incluso
las africanas que han acumulado tanto, y que han podido mandar a sus hijos
a Harvard e invertir en Wall Street, forman parte de la elite imperial.
Y dos,
es verdad que aparte de todas las diferencias que es necesario hacer, hay
situaciones en que la línea de separación entre países
del tercer mundo y las metrópolis de las naciones avanzadas son
cada vez más dentro del mundo global. Podríamos decir que
son más bien verticales que espaciales; es decir, que la división
del trabajo y estratificación no se encuentran solamente distribuidas
sobre todo el globo, sino que son también extremadamente duras y
consistentes en los puntos más altos del imperio.
No creo
que verdaderamente existan actualmente grandes diferencias entre el proletariado
de Los Angeles y de otras ciudades del sur del mundo.
- Desde esta visión, ¿las luchas contra la globalización en los países del primer mundo pueden ser entendidas como respuestas de resistencia de sectores a la pérdida de conquistas que han tenido en el terreno de la regulación del medio ambiente, de las conquistas laborales y de su nivel de vida?
Sin ninguna duda que ha habido un periodo en el cual era fundamentalmente esto, pero también es evidente que el proceso que se está olfateando cada vez más comienza a identificar nuevos elementos, luchas de resistencia que empiezan a desplazar el propio discurso de aquello que era la pérdida de una dinámica reformista, que de todos modos era una dinámica de control que estaba en las manos de ciertos sectores de la clase obrera o de sus organizaciones, de la izquierda en general; sin embargo, es una reinvención de una democracia absoluta, una democracia a dimensión del hombre, aunque, quizás, la palabra democracia está tan descalificada que no se puede usar más. En este caso necesitamos inventarnos otra.
- ¿De qué otra forma se pueden caracterizar estos movimientos de protesta?
Pienso que sobre
este terreno hay tres grandes cuestiones, que en nuestro libro subrayamos.
La primera es la que nosotros llamamos, de manera provocadora, el salario
garantizado, pero que no es evidentemente un salario garantizado en tanto
a la forma salario tal y como se relaciona con un cierto modo de luchas
y cierto modo de funcionamiento del sistema industrial y capitalista. Cuando
se dice salario garantizado se dice el derecho a la vida para el género
humano.
El segundo
es la cuestión de la movilidad, de la libertad de desplazarse, moverse.
Nosotros tenemos una única manera para evitar que el imperio se
convierta en una jerarquía de tipo medieval, con una organización
jerárquica a varios niveles que determinen distintos costes decrecientes
en el trabajo Hay que decir que este intento ya se hizo en los años
setenta y ochenta.
Estamos
en una fase en la que se quiere reclasificar jerárquicamente los
niveles de los costes del trabajo y su estratificación. La única
manera de resistir consiste en ganar el máximo de movilidad, el
derecho a desplazarse a cualquier lugar, el derecho de ciudadanía
universal.
El tercer
elemento es la reapropiación de las nuevas tecnologías. Se
trata de un elemento absolutamente fundamental. La reapropiación
de las nuevas tecnologías significa la lucha por la cuestión
de la propiedad intelectual; la posibilidad de intervenir en la construcción
de sistemas; la capacidad de dar a la cooperación un significado
de libertad. Y significa, sobre todo, descargar de las manos del capital
su capacidad de fijar el capital intelectual, que está en manos
del nuevo proletariado.
Estos son
los tres filones fundamentales. El análisis de cada uno de ellos
muestra otros elementos adicionales. Pero pienso que sobre el elemento
del salario de la reproducción, la movilidad y la apropiación
de las nuevas tecnologías, y, por lo tanto, sobre una radical democratización
-palabra que es cada vez más falsa-, es decir sobre una real reapropiación
por parte de la multitud de la ciencia, existen efectivamente algunos caminos
que se pueden recorrer.
- Los movimientos de protesta contra la globalización desde Seattle parecen tener un componente en el que se reivindica una política proteccionista. En ese sentido son movimientos que apuntan en una dirección diferente hacia la que usted señala.
Es evidente
que en Seattle había sindicatos americanos que se oponían
al ingreso de China a la Organización Mundial del Comercio, y que
éstos están en el interior de grandes organizaciones como
ATTAC. Creo que estas cosas son profundamente negativas desde un punto
de vista político. Estoy, sin embargo, convencido que en este momento
lo fundamental es la lucha del movimiento y que muchas de sus cosas se
pueden modificar al interior, aunque, evidentemente, no todas.
Durante
otra gran fase de luchas, el 68, se encontraban también al interior
del movimiento fuerzas corporativas del mundo obrero, fuerzas ligadas a
un proceso de modernización que excluía a las organizaciones
que promovían la propia producción de saber.
El problema con
las luchas actuales es ¿cómo representar algo que profundice
y unifique el movimiento, impulsándolo y llevándolo más
lejos? De todos modos es un momento en el que se está produciendo
una fuerte acumulación de fuerzas. Hay compañeros que me
cuentan que se está saliendo de la selva para construir caminando
un gran movimiento, y me agrada tanto que me cuenten estas cosas... espero
que sea así. Pero evidentemente estamos en una fase de fractura.
Ahora se trata de saber si estamos todavía nadando bajo el agua,
si hemos inventado un modo para poder respirar en el agua o bien podemos
respirar en la superficie y ver tierra.
- Estas tres tendencias que describe de la lucha: el salario garantizado, movilidad, reapropiación de las tecnologías, parecen indicar la lucha por una ciudadanía universal. Esa ciudadanía universal implicaría entonces la construcción de organizaciones o instituciones políticas transnacionales.
El imperio
es
el lugar en el cual nosotros debemos conquistar estas instituciones. Hasta
que no nos pongamos el problema de la radical transformación del
sistema político, económico y social de cualquier tipo a
niveles más altos del desarrollo, nuestro discurso será inexistente.
El internacionalismo ha existido siempre en la clase obrera. En la vieja
fase del movimiento ha sido un elemento absolutamente central: no se podía
ser revolucionario si no se era internacionalista.
Hoy el
internacionalismo se transforma en esta acción de ciudadanía
mundial, y está claro que ésta no puede más que atacar
el centro del imperio. No es casualidad que estas luchas se desarrollen
contra el G-8 o el FMI. No es casualidad: quiere decir que el DNA de este
nuevo movimiento toma la globalización como su territorio.
A mí
me parece que llamar a este movimiento como el movimiento contra la globalización
es no sólo una falsedad, sino una provocación. Este es un
movimiento anticapitalista a nivel del globo, y es esto lo que le hace
interesante. Y espero que se transforme en algo importante.
- Usted ha trabajado muchos años de su vida alrededor del pensamiento de Baruch. Para concluir ¿qué nos puede decir Spinoza hoy en día con relación a todas estas luchas?
Spinoza siempre
pensó que los sistemas políticos deberían ser sistemas
políticos de libertad, donde todos participaran; que cada individuo
que hubiera sido separado del sistema político estaba muerto. Spinoza
odiaba la muerte, y a todos aquellos que introducían vías
de muerte en el lenguaje, en la relación pasional, en el mundo simbólico,
eran considerados verdaderos enemigos. Los patrones, los curas, etcétera.
Evidentemente Spinoza nos dice que existe la necesidad de construir un
mundo en el cual efectivamente las vías de muerte no existirían
nunca más. Y que no sólo hay una necesidad porque está
unida a la vida del hombre y sus pasiones, sino que existe una posibilidad
de hacerlo, porque no realizarlo es ir contra natura.
Después
tenemos el amor. Spinoza considera que después que se ha comido
y bebido es necesario amar, y que amar no es sólo simplemente amarse
para reproducirse, es amarse para organizarse, para estar juntos, para
inventar el lenguaje, para producir. Este amor no es cualquier cosa que
conlleva tan sólo pasión; también conlleva razonamiento,
vida natural, vida mental.
Y si todo
esto no bastase, Spinoza dice que la libertad es expresión. Y esto
es bastante importante, pues significa que nosotros reconocemos en cada
hombre el derecho de expresarse, que en cada institución, en cada
forma en la que los hombres se organizan (pues las instituciones son necesarias),
añadimos esta tensión hacia el enriquecimiento del individuo
a través de la expresión que puede ser colectiva.
Luis Hernandez
Navarro - La Jornada
(Colaboración como traductor:
Sergio Ruiz Azcoaga)