Por Andre Vadska
Con mi nieto Joaquín tomábamos desayuno
temprano esta mañana. Mi plan era el de andar con el recuerdo a
cuesta todo el día, reparar cada minuto de aquel Once del 73.
Mi nieto a mi lado, sería un símbolo,
a él, le transmitiría la fuerza de las emociones, dejar como
herencia no el odio, si no que el recuerdo, la impotencia, el desastre,
la masacre, la injusticia de una alianza macabra, los empresarios chilenos,
los DC, la derecha y las fuerzas armadas. Ese era mi plan para este Once
de septiembre.
Todo cambió cuando prendo la TV y me encuentro
con una torre incendiada, un periodista narrando el accidente y la ridícula
Paulina Nin de Petaccia tratando de meter cuchara, opinar.
El gordo periodista seguía hablando y en
un momento interviene la Nin insinuando la posibilidad de un atentado.
Y mientras seguían hablando, la figura de un hermoso avión,
en vuelo de gaviota, se mete en la segunda Torre.
Estupor. Emoción. Sorpresa. Choc. Y entonces
no había duda, este era un ataque al corazón mismo del Imperio.
Luego vendría el ataque al Pentágono y la espectacular caída
de ambas Torres.
Eramos testigos en directo, del primer ataque al
corazón del Imperio.
¿Un sueño? ¿Una pesadilla?
¿Un ¿film? Los hechos nos obligan a ser testigos de la caída
del Imperio. ¿Quién puede garantizar al gendarme del mundo
su seguridad? ¿Que país ayuda a los EEUU? ¿Qué
país le declaró la guerra a los gringos?
Estados Unidos está en guerra desde hace
muchos años, con varios países de América Latina,
con Japón, con países árabes. Declarado, de mutuo
propio, como Amo y Señor del mundo, gendarme, represor, castigador
de los desvaríos de cualquier arranque independentista del más
humilde país.
Nixon le dijo a Kissinger, ‘hay que hacer crujir
a Chile para que el hijo de puta de Allende caiga’.
Estados Unidos siempre está en guerra. Lo
último o casi último, fueron los bombardeos a Irak, esa guerra
que vimos en directo por televisión.
Todo el mundo censura al terrorismo. Todo el mundo
defiende la democracia y es curioso, pues diría que al definir el
terrorismo, está hablando de los gringos y su maldito uso de la
fuerza.
Los símbolos, las 2 Torres, el Pentágono
y los ataques frustrados a otros lugares es la mayor señal de un
país que aprobaba en un 85% al Busch viejo cuando bombardeaba Bagdad.
No es un placer ni un regocijo saber que murieron miles de neoyorquinos,
pero el mundo olvida los 200 mil japoneses de Hiroshima y los otros miles
de Nagasaki, los miles en Africa, en Palestina, los miles en Chile, Nicaragua,
los Latinoamericanos de Argentina, Uruguay, Guatemala, El Salvador, los
de Colombia, todo esto, apoyado y encubierto por agentes del gobierno norteamericano.
La soberbia, la prepotencia, el mal vivir, la acción
rapiña, la compra de Presidentes, senadores, ministros han sido
esta mañana golpeados.
¿Servirán para algo los ataques? ¿Serán
capaces los norteamericanos de obligar a sus gobiernos a cambiar la rapiña
y el crimen contra la humanidad? ¿No servirán a los propios
gringos y sus gobiernos y empresarios para asumir el papel de víctimas?
Y la última hipótesis: ¿Y si
vinieran del interior estos ataques? El fascismo militante existe y goza
de muy buena salud en el país de las banderas de barras y estrellas.
Las bandas integristas, poderosas, apoyadas por
grandes empresarios no son un invento. ¿Quién sabe como se
llaman los autores del crimen de Kennedy?
El primer Gendarme del mundo tiene fecundo vientre
de alimañas, asesinos fríos y preparados. El crimen es algo
cotidiano y el amor a la pólvora es parte espiritual de la mismísima
Constitución. El enemigo, o esos aviones misiles, están,
o entre los millones de víctimas de los gobiernos yankees, o en
los grupos internos.
La cara de Busch, demacrado, blanco como un papel,
difiere de la de su padre cuando victorioso, invadía y bombardeaba
Irak.
Nada será igual a partir de hoy, los poderosos
ya no podrán seguir durmiendo tranquilos.
Y volviendo a nuestro casero 11 de septiembre, otra
vez los aviones, otra vez el fuego viene o vino desde el aire.
En aquel Once del 73, los gringos brindaron con
Champaña; hoy, preparan miles de sepelios.
Tendremos que recordar en el futuro, juntos, ambas
masacres.