'Nos negamos a permitir que usted, Sr. Bush, hable
en nombre de todo el pueblo estadounidense. No renunciaremos a nuestro
derecho a preguntar. No entregaremos nuestras conciencias a cambio de vacías
promesas de seguridad. Nosotros decimos: en nuestro nombre, ¡no!.
Rechazamos formar parte de esas guerras, y repudiamos cualquier conclusión
que sostenga que son guerras que se libran en nuestro nombre o en defensa
de nuestro bienestar. Tendemos una mano a todos aquellos que a lo largo
y ancho del mundo son víctimas de esta política; les demostraremos
nuestra solidaridad, con palabras y hechos'
Que no se diga que la gente de Estados Unidos no
hizo nada cuando su gobierno declaró una guerra sin límites
e institucionalizó una serie de severas medidas represivas. Los
firmantes de esta petición hacemos un llamamiento al pueblo de EEUU
a resistir frente a estas medidas y a la línea de actuación
política general surgida después del pasado 11 de septiembre,
porque constituyen un serio peligro para los pueblos y habitantes de todo
el mundo.
Creemos que los pueblos y las naciones tienen derecho
a decidir su propio destino, libres de la coacción militar de las
grandes potencias. Creemos que todos los individuos detenidos o sometidos
a un proceso legal por parte del gobierno de EEUU deberían gozar
de los derechos inherentes a un proceso justo. Creemos que hay que valorar
y proteger la capacidad de criticar, disentir, y formular preguntas. Entendemos
que estos derechos y valores son atacados siempre, y que debemos luchar
por ellos.
Creemos que la gente concienciada debe asumir la
responsabilidad de las acciones de sus gobiernos; antes de nada, debemos
oponernos a las injusticias que se cometen en nuestro nombre. Por lo tanto,
hacemos un llamamiento a todos los estadounidenses para que resistan frente
a la guerra y la represión que en todo el mundo ha desatado la Administración
Bush. Es injusto, inmoral, e ilegítimo. Hemos elegido hacer causa
común con la gente de este mundo.
Nosotros también asistimos conmocionados
a los terribles acontecimientos del 11 de septiembre. Nosotros también
lloramos por los miles de inocentes que murieron, y no podíamos
dejar de lamentarnos antes las terroríficas escenas de la carnicería,
aún cuando estuviéramos recordando escenas similares que
habían tenido como escenario Bagdad, la ciudad de Panamá
y, hace una generación, Vietnam. Nosotros también nos unimos
al angustiado cuestionamiento de millones de estadounidenses millones de
estadounidenses que no dejaban de preguntarse cómo algo así
podía haber ocurrido.
Sin embargo, cuando apenas habíamos iniciado
nuestro luto, los líderes del país desataron el espíritu
de la venganza. Sacaron a la luz un guión simplista del "bien contra
el mal" que los medios de comunicación, intimidados y flexibles,
absorbieron. Nos dijeron que preguntar por qué acontecimientos tan
terribles habían tenido lugar rayaba con la traición. No
habría ningún debate. Por definición, ninguna pregunta
política o moral tendría validez. La única respuesta
posible era: guerra en el exterior, y represión en el interior.
En nuestro nombre, la Administración Bush,
con la aprobación casi uniforme del Congreso, no solamente ha atacado
Afganistán, sino que además se ha arrogado, para sí
y sus aliados, el derecho de exhibir su poderío militar en cualquier
parte y en cualquier momento. Las brutales repercusiones se han dejado
sentir, desde Filipinas hasta Palestina. El gobierno se prepara ahora,
abiertamente, para desatar una guerra total contra Iraq, un país
sin conexión alguna con el horror del 11 de septiembre. ¿En
qué clase de mundo vivimos si el gobierno de EEUU tiene carta blanca
para enviar comandos, asesinos, y bombas donde le apetezca?
En nuestro nombre, el gobierno ha creado dos categorías
de personas dentro de EEUU: aquellos que al menos tienen la promesa de
poder disfrutar de los derechos básicos que les otorga el sistema
judicial de EEUU, y aquellos otros que parecen no tener ningún derecho.
El gobierno ha cercado a más de 1.000 inmigrantes y los mantiene
detenidos en secreto y con carácter indefinido. Cientos de personas
han sido deportadas y otros cientos languidecen a fecha de hoy en prisión.
Por primera vez en las últimas décadas, los procedimientos
de inmigración han distinguido a ciertas nacionalidades sobre otras
con un trato desigual.
En nuestro nombre, el gobierno ha extendido un manto
de represión sobre la sociedad. El portavoz del gobierno avisa a
la gente de que "sean cuidadosos con lo que dicen". Artistas, intelectuales
y profesores disidentes ven cómo sus puntos de vista son distorsionados,
atacados, y suprimidos. La denominada Patriot Act [Ley Patriótica],
junto con otra serie de medidas adoptadas a escala estatal, concede a la
policía poderes contundentes a la hora de realizar registros y detenciones,
únicamente supervisadas (y no siempre es el caso) por una serie
de procedimientos secretos antes tribunales también secretos.
En nuestro nombre, el Ejecutivo ha usurpado progresivamente
el papel y las funciones que corresponden a otras ramas del gobierno. Con
cada orden firmada por el poder ejecutivo, se establecen tribunales militares
en los que la presentación de pruebas sigue procedimientos laxos
y no existe el derecho a recurrir ante un tribunal ordinario. De un plumazo,
el presidente decide qué grupos son declarados "terroristas". Cuando
los máximos responsables de la Administración hablan de una
guerra que se prolongará durante una generación y de un nuevo
orden interno, debemos hacerles caso. Nos enfrentamos a una nueva política
abiertamente imperial hacia el mundo, y a una política interna que
manufactura y manipula el miedo para restringir los derechos.
La trayectoria mortal que viene marcándose
con los acontecimientos de los últimos meses debe ser interpretada
como lo que es, y debemos resistirla. En demasiadas ocasiones a lo largo
de la historia, la gente ha esperado, hasta que ya era demasiado tarde
para resistir. El presidente Bush ha dicho: "O están con nosotros,
o contra nosotros". He aquí nuestra respuesta: nos negamos a permitir
que usted hable en nombre de todo el pueblo estadounidense. No renunciaremos
a nuestro derecho a preguntar. No entregaremos nuestras conciencias a cambio
de vacías promesas de seguridad. Nosotros decimos: en nuestro nombre,
¡no!. Rechazamos formar parte de esas guerras, y repudiamos cualquier
conclusión que sostenga que son guerras que se libran en nuestro
nombre o en defensa de nuestro bienestar. Tendemos una mano a todos aquellos
que a lo largo y ancho del mundo son víctimas de esta política;
les demostraremos nuestra solidaridad, con palabras y hechos.
Nosotros, los firmantes de esta declaración,
hacemos un llamamiento a todos los estadounidenses para que se unan a nosotros
a la hora de hacer frente a este reto. Aplaudimos y apoyamos el proceso
de cuestionamiento y protesta que sigue su marcha, si bien reconocemos
que es mucho, muchísimo más, lo que hace falta para detener
esta vorágine de destrucción. Nos inspiran los reservistas
israelíes que, arriesgando sus propias personas, declaran que "hay
un límite" y se niegan a servir bajo la ocupación en Gaza
y Cisjordania.
Nos inspiran los numerosos ejemplos de resistencia
y conciencia que encontramos en la historia de EEUU: desde aquellos que
combatieron la esclavitud con rebeliones y utilizando el ferrocarril de
manera clandestina, hasta aquellos que desafiaron la guerra de Vietnam
negándose a obedecer órdenes, resistiendo la conscripción
obligatoria, y permaneciendo al lado de quienes resistían. No permitamos
que ese mundo que nos mira se desespere con nuestro silencio y nuestra
incapacidad para actuar. En su lugar, dejemos que el mundo escuche nuestro
compromiso: resistiremos frente a la maquinaria de la guerra y la represión,
y reuniremos a muchos más para, entre todos, hacer todo lo posible
por detenerlas.
Firmado por:
Michael Albert
Laurie Anderson
Edward Asner, actor
Russell Banks, escritor
Rosalyn Baxandall, historiadora
Jessica Blank, actriz y guionista
Medea Benjamin, Global Exchange
William Blum, escritor
Theresa Bonpane, director ejecutivo, Oficina
de las Américas
Blase Bonpane, director, Oficina de las Américas
Fr Bob Bossie, SCJ
Leslie Cagan
Henry Chalfant, escritor y productor de cine
Bell Chevigny, escritor
Paul Chevigny, profesor de Derecho, New York
University (NYU)
Noam Chomsky
Stephanie Coontz, historiador, Evergreen State
College
Kia Corthron, guionista de obras teatrales
Kevin Danaher, Global Exchange
Ossie Davis
Mos Def
Carol Downer, miembro del consejo de dirección
del Feminist Women's Health Centre, Chico (California)
Roxanne Dunbar-Ortiz, profesor, California State
University (Hayward)
Eve Ensler
Leo Estrada, Profesor de Planificación
Urbana, UCLA
John Gillis, escritor y profesor de historia,
Universidad de Rutgers
Jeremy Matthew Glick, editor de Another World
Is Possible (Otro Mundo Es Posible)
Suheir Hammad, escritor
David Harvey, profesor emérito de antropología,
CUNY Graduate Centre (City University of New York)
Rakaa Iriscience, cantante hip-hop
Erik Jensen, actor y guionista
Casey Kasem
Robin DG Kelly
Martin Luther King III, presidente de la Conferencia
del Liderazgo Cristiano del Sur (Southern Christian Leadership Conference)
Barbara Kingsolver
C Clark Kissinger, de Refuse & Resist
Jodie Kliman, psicóloga
Yuri Kochiyama, activista
Annisette & Thomas Koppel, cantantes y compositores
Tony Kushner
James Lafferty, director ejecutivo del Gremio
Nacional de Abogados, Los Ángeles (California)
Ray Laforest, Haiti Support Network
Rabbi Michael Lerner, editor de la revista judía
y progresista estadounidense Tikkun
Barbara Lubin, Middle East Children´s
Alliance
Staughton Lynd
Anuradha Mittal, codirector del Instituto para
la Alimentación y el Desarrollo (Institute for Food and Development
Policy/Food First)
Malaquias Montoya, artista plástico
Robert Nichols, escritor
Rev E Randall Osburn, vicepresidente ejecutivo
de la Southern Christian Leadership Conference
Grace Paley
Jeremy Pikser, guionista
Jerry Quickley, poeta
Juan Gumez Quiones, historiador, UCLA
Michael Ratner, presidente del Centro para los
Derechos Constitucionales (Centre for Constitutional Rights)
David Riker, director de cine
Boots Riley, cantante hip-hop (The Coup)
Edward Said
John J Simon, escritor y editor
Starhawk
Michael Steven Smith, Gremio Nacional de Abogados
en Nueva York
Bob Stein, editor
Gloria Steinem
Alice Walker
Naomi Wallace, autora teatral
Rev George Webber, presidente emérito
del Seminario de Teología de Nueva York
Leonard Weinglass, abogado
John Edgar Wideman
Saul Williams, artista
Howard Zinn, historiador