ALGUNAS VERDADES SOBRE EL
TERRORISMO
La
impresionante imagen del gigantesco avión introduciéndose
lentamente en una de las torres neoyorquinas, como si fuera un proyectil
disolviéndose suavemente en su interior, hasta aparecer por el otro
lado del colosal edificio convertido en una gigantesca bola de fuego, quedará
atrapada para siempre en la memoria colectiva de la humanidad. Un miedo
paralizante y aún indescifrable continúa envolviendo a gran
parte del pueblo norteamericano. La moderna tecnología, la inmediatez
de la imagen y el uso posterior que están haciendo los medios masivos
de difusión completan un cuadro aterrador.
Otra cosa son las conductas
oficiales, las decisiones políticas, militares y económicas
que están asumiendo los que hoy encabezan la dirección del
Imperio agredido. Hasta ahora poco importa el por qué se cometió
tamaña operación.. Con una simpleza extraordinaria y aún
con mayor rapidez ya se lanza una guerra "contra el terrorismo" como acto
reflejo calculado y delirante. Los EEUU tienen en las torres destruidas
y en sus consecuencias una inigualable razón que justificará
sus conductas.
Los estadounidenses comunes
y corrientes hoy ya no sólo pueden imaginar sino sentir en carne
propia el miedo de niños, mujeres, ancianos como los iraquíes,
yugoslavos y palestinos ante el silbido de las bombas y el terror psicológico
que causan los ataques "inteligentes" de sus fuerzas militares o aliadas
en la población civil de países lejanos. Hoy es posible que
puedan comprender el dolor de familiares y amigos ante tanto niño
muerto por falta de medicamentos a consecuencia de los bloqueos económicos;
y tantos otros dramas creados por sus denominados "intereses vitales".
¿Se sabrá algún día el número de niños
y mujeres muertos por los bombardeos norteamericanos en Serbia y Kosovo?
¿Quién puede olvidar las atrocidades cometidas en Vietnam
-donde murieron 4 millones de personas -, y cuyas consecuencias perduran
hasta el día de hoy en incontables niños que nacen con deformaciones
por causas de las armas allí empleadas?. ¿Los dirigentes
de los EEUU recordarán el gran genocidio cometido en Cambodia o
en el Congo?. Si una hija pequeña de Bush hubiese muerto en el ataque,
sin duda sería la "víctima mayor"; la hija del Kadafi es
un lamentable "error". Es imposible estimar los muertos de hambre, miseria
y enfermedades curables de los pueblos africanos y de todos los pueblos
del tercer mundo mientras sus riquezas van a parar al mundo desarrollado.
Nunca se sabrán los daños y muertos causados a los sudaneses
ante la destrucción de su más importante industria farmacéutica
por bombardeo norteamericano. Los niños palestinos tiran piedras
defendiendo sus hogares mientras armamento y respaldo yanqui es el empleado
para matarlos y arrasar con sus casas. Los norteamericanos en 1945, no
arrojaron sus bombas atómicas en terrenos deshabitados del Japón,
sino que recurrieron al terror máximo para forzar la rendición
incondicional. Los intereses a garantizar del Imperio norteamericano en
la post guerra exigían más de 250 mil muertos de "todas las
edades" y los encontraron en las ciudades de Hiroshima y Nagasaki.
Por otra parte, en nuestro
continente; ¿cuántos panameños, granadinos, salvadoreños,
dominicanos, mexicanos, guatemaltecos, nicaragüenses han muerto por
la acción directa o indirecta de los gobernantes norteamericanos?.
¿Cuánto daño le han infringido durante más
de cuarenta años al pueblo cubano? Nunca se sabrán los cientos
de miles de torturados, muertos y desaparecidos que dejaron en toda América
Latina las dictaduras surgidas, respaldadas y entrenadas por los EEUU.
A los gobernantes del Imperio
poco les importan estas víctimas. Estiman que en esos pueblos del
tercer mundo no hay "víctimas" ni hay derecho a la respuesta. El
pueblo norteamericano tal vez no tiene idea del inaudito terror que ha
sembrado EEUU en el tercer mundo. Con tales antecedentes en tantas partes
del planeta cualquiera pudo haber sido él o los responsables del
atentado, para este enfoque eso casi no tiene importancia. Si "fundamentalistas
religiosos" pudieran ser los autores, "gracias a Dios" debieran dar los
norteamericanos a que en la mayoría de esos pueblos no exista el
suicidio como un arma de lucha, pero no pueden soslayar que sí existe
la desesperación y el cansancio ante tanta indignidad acumulada.
Todos esos millones de seres humanos son "víctimas" del terror,
víctimas de la acción consciente y premeditada del imperialismo
norteamericano.
Nuestra experiencia
Ante los hechos terroristas ocurridos
específicamente en Nueva York, la más elemental humanidad
exige lamentar la pérdida de tantas vidas. En nuestro país
sin embargo, entre los comentarios de connotados políticos y analistas
chilenos se puede observar una profunda diferencia entre los que hacen
un objetivo análisis del terrorismo en toda su dimensión
en comparación con todos aquellos que no quieren reconocer o avalaron
las caras más sobrecogedoras del terror institucionalizado por la
dictadura militar, la cual además llegó al poder gracias
al decidido apoyo del gobierno norteamericano.
A cientos de miles de chilenos
de los barrios populares nunca se les olvidarán las imágenes
de todos los hombres de una población reunidos en la cancha de fútbol
mientras las tanquetas rodean el sector y se sitúan soldados uno
a continuación de otro de tal manera que nadie pueda entrar o salir
del lugar cercado. Piquetes de civiles groseros y prepotentes acompañados
de uniformados van casa por casa desmantelando colchones y desbaratando
estantes de cocinas miserables. Los niños no pueden dejar de sentir
pavor. "Golpea a inocentes para infundir terror entra la población
civil y así castigar, indirectamente al enemigo", señala
un cientista político a propósito de lo ocurrido el 11 de
septiembre último, y sin que sea su propósito, la idea se
adapta perfectamente al terrorismo institucionalizado que se ejerció
en Chile.
Muchos de los participantes
en las famosas jornadas de protesta recuerdan con nitidez las camionetas
sin patentes y con "civiles no identificados" que en medio de estados de
sitio o de emergencia ametrallaban a los pobladores en las barricadas hechas
de neumáticos y defendidas con botellas incendiarias, "miguelitos"
y piedras. La imagen de dos jóvenes quemados en una de ellas nunca
pudo ser olvidada. Un cura muerto sobre su Biblia con una bala en medio
de su cabeza es tal vez la imagen más escalofriante y patética
de ese terror.
La ruma de cadáveres
de Lonquén es terror, las personas con los estómagos abiertos
volando hasta caer al mar es terror, las desapariciones y enterramientos
clandestinos posterior a inenarrables torturas es terror, las miles de
violaciones con traumática perversidad a mujeres y hombres vendados
en un ritual escalofriante de indefensión y orfandad es terror.
Las persecuciones, los secuestros, los degollamientos, las amenazas, los
seguimientos, la sociedad controlada, la imposibilidad de reclamar, de
sindicalizarse, de organizarse, el temor al despido, todo eso es terror.
El terrorismo del Estado chileno y sus autores materiales tuvieron cómplices,
promotores y pusilánimes que nunca reconocerán su participación
en ese demencial terror ejercido.
"El ataque no es a las
torres de Nueva York o al Pentágono, ése es un ataque a todos
los edificios de cada una de nuestras ciudades" "los países latinoamericanos
deben enfrentar conjuntamente el terrorismo", ha señalado recientemente
el presidente Lagos y evidentemente nos lleva a recordar el terror "continental"
ejercido por las dictaduras hace pocos años.
Bajo la denominación
de "Plan Cóndor" se organizó por parte de las dictaduras
latinoamericanas el aniquilamiento y desaparición de revolucionarios
y luchadores antidictatoriales. Hasta hoy no se sabe cuantos latinoamericanos
desaparecieron en esa lucha que también fue tipificada como en contra
del terrorismo. Los automóviles despedazados de Letelier en Washington
y de Prat en Buenos Aires volando por los cielos de América son
el mejor ejemplo de "esa lucha continental".
Ya está la experiencia.
Entre las tantas perversiones
del terrorismo institucionalizado resalta la más oprobiosa cobardía
de las huestes ejecutantes que al amparo del poder, del control organizado,
se mueven con total impunidad y seguridad para cumplir sus objetivos. La
masividad aplastante que logran en sus acciones les garantiza un mínimo
riesgo. Por otra parte todos esos personajes amparados por la institucionalidad
y coludidos con el terror de Estado no limpian sus conciencias por mucho
que hoy se lamenten ante tan imborrable barbaridad. El daño ya está
hecho y aún son demasiados los chilenos que quedaron neutralizados
o derrotados por el terror y su sistema.
Ante una posible e irracional
"guerra mundial contra el terrorismo" de incalculables consecuencias para
todos los pueblos del mundo y particularmente para todos los luchadores
antiimperialistas, sus organizaciones en Latinoamérica y para las
organizaciones sociales antiliberales es lo más probable que asistamos
otra vez y de modo creciente a todo el arsenal de formas y métodos
de lucha que emplea el "Terrorismo de Estado" ahora en una versión
"globalizada", una guerra sucia a escala planetaria.
Desde el término de
la Segunda Guerra Mundial el Imperio persuadió a muchos que "el
comunismo era el principal enemigo de la libertad y la democracia" justificando
así sus fabulosos gastos militares en los años de la llamada
"guerra fría". Casi de manera sorprendente en 1990 desaparece la
URSS y en menos de un año se evaporó el enemigo y las "razones"
del por qué tan exorbitante poder militar. Poco duró la "post
guerra fría", hoy el "terrorismo" ocupa aquel lugar de "enemigo
de la democracia" para dar paso a una nueva etapa donde EEUU con nitidez
consolida su absoluta hegemonía militar mundial por encima de todas
las instituciones y leyes que la humanidad había logrado. Hoy el
imperio decide quién es terrorista y quién no, así
pretende dividir al mundo entre los amigos de Estados Unidos y los amigos
del terror. Asistimos hoy a una trascendental maniobra política
y militar de consolidación del poder imperial de los EEUU.
Ante tantos abrumadores antecedentes
apenas enunciados no cabe duda que EEUU es el principal promotor y ejecutor
del "Terrorismo de Estado", como acción concertada y sistemática
de todos los aparatos del poder establecido que ejercen el uso de la fuerza
independiente de sus formas y métodos con el propósito de
salvaguardar sus intereses. En otras palabras se trata de derrotar al enemigo
escogido, romper la unidad de los pueblos, quebrando su voluntad de lucha
mediante la introducción de un terror colectivo donde pierde seguridad
la conservación de la vida como el más elemental e instintivo
de los derechos. Como respuesta a esta política los pueblos se organizan
y reaccionan de mil maneras y necesariamente deberán unirse para
luchar ante tan abrumador y soberbio poder. Y cuando decimos pueblo nos
referimos a sus segmentos más combativos, a esos sectores que se
organizan, a esos hombres concientes de esta historia, a los críticos
del sistema, a los postergados, a los que sufren, a los que luchan con
todos los medios a su alcance.
Por otra parte sabemos que
en el mundo importantes sectores burgueses y sus gobiernos comparten intereses
económicos con los EEUU. Por esta razón o ante presiones
y temores no quieren reconocer este terror institucionalizado. Sectores
no despreciable de gente común por ignorancia o embrutecidos por
años de bombardeo propagandístico pro norteamericano no ven
estas caras oscuras del terrorismo de estado. El Imperio Romano también
tuvo sus lacayos.
Ante todo lo planteado sigue
a la orden del día la necesidad de prepararse, relacionarse y emprender
la más absoluta solidaridad con todos los pueblos agredidos. Es
imprescindible rechazar esta nueva maniobra a la que el imperialismo pretende
arrastrar a nuestros países, tal cual lo ha hecho desde que asumió
el rol de garante principal del capitalismo. Ante las nuevas condiciones
creadas el Imperialismo Norteamericano profundiza su carácter de
gran
enemigo de los pueblos del mundo...
¡ RESISTIR, SUMAR Y
FORTALECER EL MOVIMIENTO POPULAR !
FRENTE PATRIÓTICO
MANUEL RODRÍGUEZ
octubre de 2001