Entrevista con Antonio Vargas, líder de la rebelión ecuatoriana

El presidente indio


Masiosare

   Una vez más, enero; una vez más, Ecuador. Otra vez la gente en la calle, los balazos, la represión. Otra vez la lucha por sobrevivir a las medidas gubernamentales que empobrecen y debilitan. Otra vez el sueño de indios y mestizos por liberarse de un capitalismo feroz que no se entiende a cabalidad, pero domina y llama a la rebelión.
    Hace un año, aquella era la noche del triunfo. Los indios de Ecuador estaban por fin adentro, en el palacio de gobierno. Con ellos, en el triunvirato, un representante de las fuerzas armadas y "un civil": el gobierno de salvación nacional. Hace un año... Antonio Vargas, el indio presidente, recuerda los momentos porque sólo fueron eso, instantes de un sueño que Ecuador vivió despierto.
    Después de los discursos frente a la gente que llenaba la plaza mayor, llegó la hora de "empezar a hacer los decretos. Entonces llamaron al general: -Salga un momento -le avisaron-, lo llama el Comando Conjunto. Regresó luego de dos horas y dijo: -Antonio, yo renuncio, me voy porque mi familia no acepta". Antonio, el indio quechua, sintió entonces el filo de la traición. "Dijimos: ya fracasó el asunto", pero hoy, bajo la lupa de la experiencia, los indios de Ecuador se sienten más fuertes y decididos, "porque con el nuevo gobierno, al que no reconocemos, la cosas siguen igual". La lucha sigue.
    "Cuando nos dimos cuenta ya eran las tres o cuatro de la mañana y afuera, en la plaza, ya estaba todo botado. La gente se había ido a festejar, ya no había nadie para apoyarnos". Antonio habla con voz apagada de la tragedia de aquellas horas en las que "el pueblo había triunfado". Repasa los errores, mira hacia el futuro y deshoja el calendario de la lucha indígena en Ecuador.
    Para el 21 de enero del año pasado los factores económicos y sociales habían creado las condiciones para el triunfo de la rebelión indígena. El 60 por ciento de la población se hallaba en extrema pobreza y la política de dolarización, impuesta por el presidente depuesto, Jamil Mahuad, había desatado una inflación que cada día iba en aumento. Sindicatos y organizaciones sociales estaban junto a la subversión india y la oficialidad joven, los coroneles del ejército, respaldaban el movimiento.
    De todas las nacionalidades indígenas de Ecuador había llegado gente: quechuas, shuar, achuar, otavalos, saraguros, cañares, cholos, quechuas amazónicos y tscháchilas, junto con la población golpeada por la crisis neoliberal, decidieron aquel viernes del primer mes del año 2000 asumir su destino lejos de los intereses de los partidos políticos y en contra de la constante amenaza del gobierno estadunidense.
    Antonio Vargas, moreno, bajito, con la barba muy rala y los ojos pequeños, negros y vivaces, estaba al frente de aquella responsabilidad, apoyado en lo que él llama su "espiritualidad". Ahora, por primera vez, revela qué ocurrió el 21 de enero.
    "Hay que ver la parte espiritual, porque algunas veces sólo se ve el aspecto folclórico. Esa parte espiritual ya nos había dicho, unos seis meses antes, lo que iba a pasar. Nos dijo, por ejemplo, que no iba a haber muertos, que todo iba a ser pacífico, y el discurso de nosotros siempre fue sin violencia. Un compa sabio me recomendaba: 'Antonio, cuando tomes la dirección, la cabeza, la asumes hasta el último'. Yo aflojé, me di cuenta de que aflojé cuando fui a dialogar con los generales. Ahí perdí el control del movimiento al dar, confiado, un poco de mando al ejército".
    La historia de los militares en el levantamiento del 21 de enero del 2000 tiene sus propios cauces. En diciembre de 1999, el levantamiento nacional ya era una hecho, asegura Antonio, quien señala que fue en ese mes cuando la oficialidad joven y los "pasivos" (generales retirados) se acercaron a la dirigencia indígena.
    La segunda semana de enero, dice Antonio, "unos 25 mil indígenas tomaron la ciudad de Quito. La estrategia del gobierno era que los indios no subieran a la capital, retener a los indios solamente en las provincias, pero los indios, como tenían su propia estrategia, después de dos días llegaron a la capital por varios lados, pero llegaron porque ese era el objetivo y en la medida en la que nosotros estuvimos avanzando, a nivel nacional la fuerza ya estaba hecha y había paralizado al país, y bueno, habíamos dialogado con algunos coroneles, especialmente, y después con algún general.
    "Ocho días antes del 21, también se formó el Parlamento del Pueblo en la escuela Politécnica Nacional de Quito, donde se participó a nivel nacional con los pueblos indígenas y con los sectores sociales organizados, y entonces hablamos ya del gobierno de Salvación Nacional entre el Ejército, los civiles, los religiosos y el pueblo indígena, y del triunvirato.
    "Cuando nosotros lo planteamos, mucha gente no estaba cierta de lo que íbamos a hacer, estaban preocupados porque todo parecía que iba a ser un fracaso e iba a haber cualquier cantidad de muertos. El pueblo indígena, a las dos de la tarde, ya estaba listo para tomar el Congreso, pero sólo hicimos un cerco a la Suprema Corte de Justicia, a la Contraloría y al propio Congreso; esperábamos la decisión para que hubiera una alianza con el Ejército. La fuerza terrestre ya nos apoyaba.
    "A eso de las siete de la noche vinieron tres capitanes a decir que ellos habían tomado la decisión de participar en la toma del Congreso, pero pidieron que fuera al día siguiente, aunque los indios estaban preparados para tomarlo a las dos de la mañana, pero la hora se pasó para el siguiente día, aunque la confusión aumentaba, la prensa estaba, casi toda, en contra de nosotros y los políticos también y con ese ambiente, a las 10 de la mañana, se tomó el Congreso.
    Para la prensa ecuatoriana e internacional se trataba de un golpe de Estado y la mayoría de los despachos descalificaba la acción y daba la voz al coronel Lucio Gutiérrez, de quien se trasmitían unas primeras palabras después de la ocupación del Congreso: "Las tres ramas del Ejército (Fuerza Aérea, Marina y Fuerza Terrestre) dan su apoyo a los indígenas y le pedimos al pueblo honrado de Ecuador que nos acompañe. Estamos aquí para romper las cadenas que nos atan a la más espantosa corrupción y para derogar ese modelo ignominioso, para cambiar las estructuras del Estado y fortalecer las instituciones democráticas.
    Antonio no deja de jugar con sus dedos, tiene la vista puesta en las manos que ahora entrelaza sin levantar la cara. "Y ya cuando estuvimos en el Congreso de una vez por todas tuvimos que armar el triunvirato, el gobierno de Salvación Nacional y yo estuve al frente encomandando el Parlamento del Pueblo, yo fui presidente de éste a nivel nacional.
    Y después, cuando llegué al Congreso Nacional, el pueblo ya había tomado la decisión de que formara parte del triunvirato, pero antes de llegar al Congreso, como ya habíamos hablado con algunos coroneles y estuvo Lucio Gutiérrez, el más cercano con nosotros ?él no comandaba nada pero estuvo más cerca del grupo del Ejército, donde la mayor parte eran jóvenes, totalmente jóvenes de una tendencia de cambio? y pues cuando ya entramos se armó el triunvirato por un decreto que hicimos y nada más por la desesperación que teníamos y lo encabezaba yo. Estuvo el coronel Lucio Gutiérrez, el abogado Carlos (Solórzano, ex presidente de la Corte Suprema) del que ya se me olvidó el apellido, que era guayaquileño.
    "Una vez armado, el parlamento proclamó todo y después comenzamos a ejercer ya dentro del Congreso Nacional. En la medida en que pasaba el día, en el Congreso Nacional hubo problemas, especialmente con el Ejército, no todo el Ejército estaba consolidado. La Marina y la Fuerza Aérea estuvo en contra, con nosotros estuvo solamente la fuerza terrestre, pero cada día, cada hora, cada minuto, de cada batallón, de cada brigada, iban consolidándose.
    "Entonces, cada momento iba consolidándose, pero toda la gente presionaba que había que tomar la Presidencia, que la Presidencia es donde hay que gobernar, y a las 4 de al tarde, el ex presidente, el doctor Jamil salió del Palacio rumbo a no sabíamos dónde. Y él estaba por coger el avión para salir, pero entonces como ya comenzamos a dar instrucciones desde el Congreso al ex presidente lo detuvieron en el aeropuerto con todo y la avioneta, en la pista, en el Aeropuerto Mariscal de Quito y cuando nosotros caminábamos hacia la presidencia, a esas horas, cuatro o seis de la tarde, el pueblo se volcó totalmente hacia la movilización, o sea que íbamos hacia la presidencia a posesionarnos, a tomar el mando por ahí, ¿pero qué pasa?, que antes de llegar nosotros todos los generales, que son 45, ya se habían tomado la presidencia. No estaba en nuestro programa que ellos estuvieran allí y en la medida en que íbamos avanzando nos decían: 'Están los generales en la casa presidencial'".
    El relato de Antonio no se detiene. Es como un rosario donde las pausas no existen y los recuerdos y las emociones se conjugan en un amasijo de frases que parecen transportarlo al instante mismo de la vivencia.
    "Alrededor de las 8 de la noche, ya el pueblo entró a la plaza de la Independencia y los del triunvirato tuvimos que subir a la casa presidencial y donde ya estuvimos adentro, temíamos que ya todos los generales nos estaban esperando.
    "Entonces los objetivos de ellos eran primero que entráramos al diálogo, o sea que ahí perdimos fuerza cuando entramos al diálogo y cuando entramos, nos llevaron a reunirnos y nos dijeron que bueno, que ellos estaban de acuerdo con el proceso del gobierno de Salvación Nacional, del triunvirato pero lo que no estaban de acuerdo era con que el coronel Lucio Gutiérrez fuera parte del triunvirato.
    "Les discutimos dos o tres horas, casi hasta las 12 de la noche y los generales plantearon que no sea Lucio Gutiérrez y dijeron que fuera un general. De tanto estar discutiendo y discutiendo decidimos que los coroneles que estuvieron con nosotros decidieran y les dijimos que si no estaba el coronel, que fuera el general Carlos Mendoza.
    "Decimos que si los coroneles estaban de acuerdo, que fuera el general y si ellos nos garantizaban que el proceso camina, entonces no habría ningún problema. Entonces se dio y los generales estuvieron, los de las cuatro armas, de la policía, del Ejército terrestre, de la Marina, de la Fuerza Aérea y los comandantes del Comando Conjunto allá adentro tomando la decisión.
    El coronel Lucio Gutiérrez, líder visible de los militares que apoyaron el levantamiento popular declinó a favor del general Carlos Mendoza: "Con gusto cedo mi cargo al general Mendoza en aras de la unidad de las fuerzas armadas. No me mueve ambición alguna, ya he cumplido con mi deber histórico de estar al lado del pueblo (La Jornada, 22 de enero, 2000). Después, ¿qué pasó?, se pregunta Antonio y se responde rápidamente: "Nos sentamos a trabajar, a hacer los decretos y nos preguntamos: ¿por dónde iniciamos?. Y ahí teníamos un vacío nosotros. En los decretos estuvimos trabajando más de 45 minutos y de hecho el único decreto era el desconocimiento de los tres poderes del Estado y un cierre de todos los aeropuertos, de todos los límites, un poco para controlar que todos los pícaros no salgan y luego vendría cómo nombrar al gabinete y todo eso.
    "Y justo en ese rato le dijeron al general que salga un momento, que el Comando Conjunto lo llamaba y volvió después de dos horas, casi a las tres o cuatro de la mañana. El general Mendoza vino a decir: 'Antonio, yo renuncio, me voy porque mi familia no acepta. Ya está decidido, busquen a otro general y que asuma el triunvirato.
    "Entonces dijimos, bueno ya fracasó el asunto, ya la traición estaba hecha. Ya cuando nos dimos cuenta a esas horas de la mañana, cuando vimos afuera no había ni un alma, o sea que todo estaba botado, es decir, todo vacío, toda la gente que estuvo ahí había salido a festejar, supuestamente en todo el Ecuador hubo festejos, digamos que hasta las seis de la mañana y en algunas provincias la gente ya había armado su propio gabinete de gobernación, los alcaldes estaban tomando posesión y todo.
    "A las 5.30 de la mañana vino el coronel Brito y nos dijo: Antonio, el Comando Conjunto quiere hablar con nosotros y tuvimos que salir a las 5.30 de la mañana de la presidencia. Nos fuimos al Comando Conjunto y textualmente nos dijeron que había cambiado la situación y que ellos habían decidido apoyar a la vicepresidencia, que el vicepresidente asuma la presidencia porque eso era, decían ellos, la democracia.
 

El Comando Conjunto traicionó al pueblo

    "Fue una discusión de media hora o más pero todo estaba hecho y nosotros les dijimos:
'Ustedes fueron los traidores al pueblo. El pueblo tenía la gran esperanza de este cambio'. Hablamos de todo y los mandamos al diablo, pero ese ya era un lamento en el aire, sin tener efecto. Tuvimos que salir a las 7 de la mañana del Comando Conjunto y fuimos al congreso y les informamos lo que pasó.
    "A las siete de la mañana, a la misma hora, el actual presidente estaba tomando posesión dentro del Comando Conjunto, ni en el Congreso ni en la presidencia".
    La ilusión se rompió apenas en dos horas, "muy pocas para le triunfo del pueblo", termina Antonio, pero sentencia: "No nos han derrotado, sólo se termino un sueño".

KARINA AVILES Y MIGUEL ANGEL VELAZQUEZ


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