CON EL ARMA DE LA AUTORIDAD MORAL

Harry Villegas (Pombo)
 
 

    ERA YA EL CHE Un hombre épico, el comandante invencible, un ejemplo, cuando lo conocí al incorporarme al Ejército Rebelde en La Sierra Maestra. En esas cualidades residía la gran atracción que ejercía sobre los jóvenes que estabamos allí.
    Quienes hemos combatido y trabajado a su lado, primero en Cuba, luego en Africa y en Bolivia, siempre nos referimos a un Che exigente y estricto, para quien la disciplina era algo fundamental, pero una disciplina consciente, que el hombre la interiorizara. Esto, que tenía un alto sentido político para él, comenzaba por autoaplicárselo, y desempeñaría un papel importante en los combates en el Congo.
    En 1965, a su regreso del periplo por Africa, ya el Che traía la convicción de haber cumplido su parte con nosotros los cubanos, quería continuar su misión en "otras tierras del mundo" y estaba decidido a marcharse. Aunque su objetivo no era entonces ese continente sino América. Como una manera de realizar su deseo de ayudar a otros pueblos accede a la propuesta de integrarse, de modo transitorio, a la lucha en el Congo Leopoldville y ponerse al frente del grupo de militares cubanos que la apoyarían allí; entre ellos Víctor
    Dreke (Moya) y José María Martínez Tamayo. (Mbili) ocupaban también altas responsabilidades.
    Fidel fue consecuente con el acuerdo al cual había llegado con el Che en México, respecto a dejarlo irse de Cuba cuando él lo deseara, independientemente de las circunstancias económicas, políticas y revolucionarias que existieran. Pero además, fue profundamente humano y trató de retribuirle en alguna medida todo cuanto el Che había hecho por Cuba. Fidel se planteó cumplir ese compromiso moral dándole seguridad, cuidando que en cada lugar no estuviera sólo y contara con el apoyo de los cubanos. Por eso también nos encontrábamos muchos de nosotros allí, de forma voluntaria; pagando de un modo u otro nuestra deuda con la humanidad. ¿Y qué era aquel continente cuando nosotros llegamos?
    Al grupo le fue difícil, prácticamente imposible, asimilar aquel estadio social; era para nosotros un choque demasiado fuerte de costumbres, agravado por el deficiente nivel cultural que teníamos la mayoría, aunque a decir verdad, tampoco les fue fácil a los pocos que contaban con nivel superior.
    Era una mezcla de comunidad primitiva con feudalismo, esclavitud, matriarcado. La mujer garantizaba el sustento familiar; cultivaba la tierra, con el hijo cargado a la espalda, mientras el hombre se mantenía en la casa. Y nosotros éramos muy machistas, no estábamos habituados a eso, no lo entendíamos y nos resistíamos.
    Estaban también los problemas religiosos, la famosa dawa, el fetiche, con diferentes formas y rituales en cada zona, en cada tribu. Cuando por ejemplo uno decía voy a comer chivo, nos advertían, no, el chivo es sagrado; pero teníamos que comérnoslo y tratar de que nos comprendieran, algo engorroso para ellos. Así terminaron por concluir que nosotros teníamos una dawa universal, más fuerte que la de ellos, la cual nos inmunizaba para siempre, y por eso quien nos lo había hacho, Fidel Castro, era el mejor muganga del mundo.
    Ahora, ellos si no podían combatir sino tenían el resguardo de este fetiche. Formaban una hilera Inmensa para hacérselo, y entonces nosotros ocupábamos las posiciones defensivas, convirtiéndonos en el escudo para evitar la llagada del enemigo y que daría tiempo a que finalizara al ritual da la dawa.
    Todo resultaba muy complejo. A mí, que era el jefe de retaguardia, me tocó organizar la comida, había casi 3000 hombres y todos reclamaban cocinarla individualmente; lo cual nos ponía en peligro de ser descubiertos desde miles de kilómetros, por la humareda tremenda que se habría formado. A pasar de ello, lo más que se logró fue que se cocinaran por pelotón, unos 25 hombres más o menos.
    De modo que la primera tarea del Che, su lucha permanente, era persuadirnos y hacernos comprender esta Situación: que nos encontrábamos en un pueblo sumamente atrasado, sometido durante más de cuatro siglos por los colonialistas.
    Cuando se observa su comportamiento con los africanos, uno se percata una vez más de la grandeza del Che, de su humildad extrema. Él creía en el principio de que la colaboración conllevaba un grado da subordinación, aunque más tarde la experiencia del Congo lo hizo reconsiderar su táctica para al caso de Bolivia, donde ya fue más exigente con Mario Monje.
    Por asa disposición suya a la subordinación incondicional es que podía vérsele, después de haber sido Ministro de Industrias de Cuba, Presidente del Banco Nacional, de la Junta Central de Planificación, de haber sido una personalidad influyente de la construcción del socialismo en Cuba, sentado en una choza esperando durante mesas a que pudiera realizarse la entrevista con los principales dirigentes del Ejército de Liberación Nacional del Congo (ELNC). Sólo pudo sostener un diálogo fugaz con Laurent-Desire Kabila, segundo jefe del movimiento.
    Unicamente era necesario que un nativo asumiera la conducción del movimiento en Kibamba. Al arribar a este sitio, el Che había encontrado a un hombre valiente y capaz, Leonard Mitoudidi, quien era el jefe de operaciones, pero por azares da la vida murió a los pocos días de estar allí. Más tarda fue enviado a responsabilizarse como jefe del Estado Mayor, Idelphonse Massengo, quien halló cierta aceptación en los jefes del frente, mas no toda la requerida. El se quedó el resto del tiempo, y posteriormente a la salida del Che, continuó la lucha. Murió allí combatiendo según me han informado.
    Es bueno apuntar que antes de nuestra partida hacia el Congo, de acuerdo con los informes recibidos en Cuba, más de la mitad del país debía de haberse liberado. Sin embargo, eso no era real, la información falló; hubo algunas apreciaciones inexactas, incluso geográficas: según los primeros reportes las montañas estaban casi pegadas al lago Tanganika y no era así, quien elaboró la información había observado la costa a distancia desde el lago.
    Llega el momento en que el Che determina que no podía esperar más por la Dirección del movimiento y se decide ir hacia el frente de batalla; comienza una etapa distinta de marchas, emboscadas, ataques. Es el asalto a Front de Force, el combate mas fuerte, donde perdimos a algunos compañeros.
    Los cubanos pensábamos que no era conveniente atacar, también el Che, pero fue flexible y acató la propuesta del jefe del frente de asaltar a Front de Force. Falló la coordinación de las acciones y no se cumplieron como se había previsto; fundamentalmente, el combate debía iniciarse con un impacto de lanzacohetes sobre la cortina de la presa de una hidroeléctrica. Esto no se ejecutó, pero todas las demás fuerzas prosiguieron el avance hasta penetrar dentro da los sectores del fuego enemigo.
    Las tropas enemigas, acantonadas en el puente, tenían bien colimadas de antemano con los morteros todas las áreas de acceso y precisados todos los fuegos sobre las vías. Cuando comenzaron las accionas les fue muy fácil acometer una exacta preparación artillera de morteros, porque tenían todas las correcciones hachas, lo habían practicado varias veces y tenían bien elaborada su defensa. Esto, unido a la falta da coordinación y a que muchos combatientes se replegaron espontáneamente, nos obligó a retirarnos sin conseguir los objetivos.
    Este resultó un golpe duro para el mantenimiento de la moral de nuestra gente. En cualquiera de las versiones escritas sobre la presencia del Che en Africa, entre ellas por ejemplo, la del general William Galvez. El año que no estuve en ninguna parte, pueden apreciarse valoraciones muy fuertes del Che, en las cuales está presente su concepto del papal que nos correspondía desempeñar a los cubanos; el de un educador, un reformador social. Por ello exigía que siempre fuéramos ejemplo y nos convocaba a asumir una gran humildad, capacidad de sacrificio y de comprensión de aquel caso, todos los problemas de actitud comportaban una base social sicológica, dada por la diferencia cultural entre un grupo y otro.
    En medio da una coyuntura en la que un conjunto da compañeros querían retornar a Cuba, donde faltaba cohesión interna entre grupos del movimiento congolés y existía dentro de esta desconfianza con relación a los ruandeses, el Che buscaba incesantemente aglutinar a los diferentes grupos; mantener la disciplina y la moral combativas indispensables para garantizar la unidad de lucha que aseguraba conducir la guerra. Esto requirió ser firme y exigente, no podía dejar que se originara el caos.
    Ante la obligación de solucionar estos conflictos en los cuales estaba envuelto, apelaba a la persuasión, a convencimiento, a su autoridad moral. Se lo permitía al prestigio ganado en Cuba y ese alto grado da rigurosidad, en primera instancia consigo mismo, que lo hacía capaz incluso de autosancionarse si cometía un error.
    Un día amanecimos con una montaña de fusiles, los combatientes los habían tirado al suelo. El Che llamó a un congolés y acordó con él que lo iba a increpar, que este debía reaccionar dándole la razón y recogiendo su arma. El Che comenzó su plática en francés y al hombre se le olvidó todo, entonces le dijo: "Oye, chico, ¿tú no habías quedado conmigo en coger al fusil?" El congolés tomó su arma y todos los demás lo imitaron. Eso da la idea del estado sicológico reinante en aquellos momentos.
    Adentrados ya en la profundidad del territorio congolés, cuando por una necesidad imperiosa se decide nuestra salida y el Che analiza todos aquellos conflictos internos, quería ir en busca de Pierre Mulale, jefe de uno de los tres frentes de batalla, quien se hallaba en el otro extremo del país. Había que trasladarse prácticamente hasta Brazzaville. La idea del Che era atravesar todo Zaire, en una invasión parecida a la que realizamos los combatientes del Ejército Rebelde desde el Oriente de Cuba hasta Las Villas (zona central); paro más grande, una gran marcha de casi mil hombres, cruzando un país de tres millones de kilómetros cuadrados aproximadamente.
    No hay que olvidar que la presencia de la columna cubana en al Congo Leopoldville dependía en cierta medida de la política trazada por la OUA, en su reunión de Addys Abeba, en el sentido de brindar apoyo solamente a los movimientos de liberación nacional y no a luchas intestinas. A la altura de noviembre de 1965 ocurre un cambio interno que depone al dictador Moisé Tshombe (autor del asesinato da Lumumba), y la OUA reconsidera nuestra presencia allí.
    El Che fue facultado para decidir si nos marchábamos y, cumpliendo con el mandato da la OUA, dispuso al repliegue, lo más organizadamente posible. Pero al propio tiempo se afanó en buscar a alguien que se encargara del movimiento y le firmara un documento donde se solicitara ea retirada de nuestras fuerzas, porque él quería sentar bien claro que los cubanos no estábamos dejando a los congoleses voluntariamente, sino que nos obligaba la coyuntura creada en ase país.
    No apareció nadie para firmar el documento. Nosotros empezamos a retroceder hacia al lago, bajo una gran presión, esquivando desembarcos aerotransportados en la profundidad y persecuciones. Recuerdo las palabras del Che acerca de evitar psicológicamente el concepto de la derrota, de cómo la pérdida de combatividad erosiona la moral y se convierte en el enemigo más peligroso. Nos habló de una novela rusa, donde un destacamento guerrillero sufre a esos efectos al chocar con la realidad del revés.
    La salida fue bastante compleja. El plan era haber cruzado el lago en la madrugada, en dos lanchitas que se agenció el capitán Lawton (Changa), pero esto fue imposible y tuvimos que partir de día; nos cogió a pleno sol en medio de ese mar de agua dulce, ea gente no podía más del agotamiento.
    En las lanchas instalamos un cañón, con el cual no podíamos disparar porque solamente el rebufo los hubiera destruido y acabado con toda aquella cantidad de hombres que íbamos sobre ellas. Sin embargo, esta estratagema nos sirvió para que, cuando los congleses enemigos comenzaron a dar vueltas alrededor nuestro en dos lanchas rápidas Petit Vedette tripuladas por belgas, creyeran que estabamos en capacidad de combatir, eludieran ea confrontación y nos dejaran pasar. Si hubieran decidido enfrentarnos, nada más con cuatro tiros nos habrían despedazado a todos. Al final da la jornada logramos salir.
    Hoy yo pienso que la presencia del Che en el Congo desempeñó un papel muy importante desde el punto de vista sociológico, realmente contribuyó de modo muy positivo a la vez que conllevaba un simbolismo fuerte. Lo más trascendental es el mensaje ideológico, el mensaje revolucionario de confraternidad, de cooperaci6n, de sacrificio, llevado por él allí, y que expresaba la esencia humanista de la Revolución Cubana y de Fidel.

vover