AMERICA LATINA

HERENCIA Y VIGENCIA DEL DE LA OBRA DE CHE

Luis Suárez Salazar *

A la vuelta de tres décadas y tras un hondo análisis de la realidad latinoamericana y caribeña, el autor propone una interpretación dialéctica del ideario del Che para rescatar el valor programático de su patrimonio revolucionario

ES UNA verdad de Perogrullo que la actual situación del mundo, y en particular de América Latina y el Caribe presenta mas de una notable diferencia respecto a las circunstancias en las que el Comandante Ernesto Che Guevara produjo, hace mas de tres décadas, sus principales reflexiones sobre el programa, la estrategia y la táctica de la revolución latinoamericana.(1)

Para ser fieles al modo dialéctico, teórico-práctico, que unifica la obra guevariana, esas disimilitudes inexcusablemente habrán de ser tomadas en consideración en cualquier esfuerzo (como el que me propongo en este ensayo) por dilucidar -sin nostalgias, apologías, ni dogmatismos- la actualidad, las herencias y vigencias del patrimonio revolucionario del Guerrillero Heroico.

Sin embargo, sería una simplificación de marca mayor aseverar que los problemas actuales del continente, son radicalmente distintos a los que existían en aquellos definitorios años '60, en los cuales el Che desplegó sus profundas reflexiones sobre las injusticias generadas por el capitalismo dependiente en la región, como uno de los fundamentos de su vertical antiimperialismo, de su arraigado tatinoamericanismo y de su inclaudicable internacionalismo.

Por el contrario, todas las evidencias indican que a pesar de (o quizás por) todos los cambios mundiales y regionales acaecidos desde entonces hasta acá -incluyendo, por supuesto, las vicisitudes del movimiento popular y revolucionario-, la mayor parte de las naciones de América Latina y el Caribe, aunque han "modernizado" sus economías y sus sociedades, así como obtenido ciertos márgenes de autonomía en sus relaciones políticas y económicas internacionales, esencialmente no han podido superar su "desarrollo desigual y distorsionado".

Y ello -como 10 previo el Che (2)- porque el continente tampoco ha podido modificar su posición marginal en el sistema capitalista mundial, ni mucho menos trascender su dependencia respecto al imperialismo norteamericano. Por ejemplo, Si en 1960 América Latina y el Caribe, con casi un tercio de su población actual, producía el 4,77% del producto mundial bruto, en 1992 solamente participaba en un 4,55% de este. De otra parte, en 1950 el continente originaba el 10,1% y el 9,6% en las importaciones y exportaciones mundiales; en 1990 sólo lo hacia en un 3,1% y un 3,4%, respectivamente.

Asimismo, a diferencia de los anos '60 y '70, hoy América Latina y el Caribe sólo capta el 31,8% de todas las inversiones extranjeras directas (lED) dirigidas a los países subdesarrollados. El 75% de ellas, por demás, las realizan empresas transnacionales norteamericanas. Ello propicia que Estados Unidos continúe siendo el destino del 40% de las exportaciones de la región, el proveedor del 42% de sus importaciones y el principal prestamista de la cada vez más abultada deuda externa (625 mil millones de dólares).

Esto último -como advirtió el Che (3)- ha colocado a la banca privada transnacional, a las agendas financieras norteamericanas (como la AID), al FMI y al Banco Mundial en una posición altamente privilegiada en la definición de las políticas económicas y sociales de la mayor parte de los estados y gobiernos de América Latina y el Caribe. Estos, sobre todo

a partir de la "contrarrevolución neoliberal, neoconservadora y monetarista" iniciada en los anos '80, han entregado crecientes cuotas de soberanía en la implementación de sus estrategias de desarrollo.

Ello, junto a los irresolutos problemas estructurales endógenos que se develaron en la llamada "década perdida", ha agudizado todas las contradicciones y las brechas internas y externas del "mal desarrollo" regional. El crecimiento de la economía, aunque positivo respecto al decenio 81-90, continúa siendo inestable; y la capacidad de ahorro interno, una de las mas bajas del mundo. Su tasa de inversión solamente supera la del Africa subsahariana. Las manufacturas, mayormente vinculadas a procesamiento de productos primarios, poseen una importancia decreciente en la actual división internacional del trabajo. A consecuencia de esa escasa diversificación exportadora, la inserción Latinoamericana y caribeña en el comercio mundial sigue teniendo un sesgo predominantemente importador.

Al igual que en los anos '60, la región no ha dejado de ser compulsivamente "adicta" a los capitales y empréstitos externos, lo cual produce y reproduce diariamente, un círculo vicioso que hipoteca cualquier proyecto de desarrollo autónomo socialmente sostenible ecológicamente sustentable y democrático, de la mayor parte de los países de esta parte del mundo.

A lo anterior se añade la vulnerabilidad e inestabilidad proveniente de la dolarización de sus economías, del persistente intercambio desigual, de la desnacionalización y privatización de importantes riquezas nacionales con el objetivo de "honrar" la deuda, y las constantes transferencias de utilidades hacia los principales centros del capitalismo mundial. Ello, como se conoce, determinó que durante buena parte de la última década, América Latina y el Caribe se convirtiera en una exportadora neta de capitales.

En todo esto ha tenido una influencia decisiva -y así lo avizoró el Che (4)- la incapacidad histórica de las clases dominantes locales (en particular de los sectores de la burguesía financiera transnacionalizada, que hoy hegemoniza el bloque del poder) para, impulsar y materializar proyectos nacionales, independientes, de transformación económica, social y política.

De hecho, ni siquiera los proyectos nacional-reformistas que, conducidos por los "sectores modernizantes" de dichas burguesías, se realizaron a lo largo de estas tres, décadas, lograron romper las deformadas estructuras económicas, sociales y políticas heredadas de la dominación colonial y neocolonial; ni tampoco las redobladas dependencias externas derivadas de la multiforme penetración imperialista. En el mejor de los casos, solamente consiguieron algunos avances "modernizadores" en las formas de dominación preexistentes o contribuyeron a la expansión desigual, y distorsionada de las relaciones capitalistas de producción en el continente.

Las contradicciones de la Integración

Esta situación ha pospuesto, una y otra vez, el anhelado desarrollo regional y la cristalización de las utopías de unidad latinoamericana y caribeña presentes en la memoria histórica y el imaginario colectivo de importantes sectores de Latinoamérica y el Caribe. A tal grado, que los variados proyectos de integración que actualmente se desarrollan, más allá de su retórica, están atravesados por una profunda contradicción: integrarse de una manera subordinada y dependiente al mercado norteamericano (mediante la llamada Area de Libre Comercio para las Américas, aprobada par la Cumbre de Miami de 1994), o generar formas autónomas de concertación política, integración y cooperación económica que, cuando menos, les posibiliten diversificar sus dependencias externas.

Lamentablemente, esta última posibilidad es cada vez más difícil. Quizás a excepción del MERCOSUR, la mayoría de los proyectos en aplicación se orientan a "integrarse" como exportadores-importadores de bienes, servicios, tecnologías y capitales, en el mercado estadounidense.

Todos, por demás, arrastran la carencia de políticas industriales que promuevan el progreso económico autosostenido. También están lastrados por grandes déficits democráticos y sociales. En resumen, los Procesos de integración en curso no han resuelto ninguno de los problemas estructurales ce la economía y de las sociedades del continente. Por el contrario, tienen como telón de fondo la creciente desregulación y desprotección de las economías internas, del comercio y de los mercados financieros.

Los costos sociales y humanos del neoliberalismo

A todo ello hay que agregar los inmensos costos sociales que siempre han acompañado ña reproducción del capitalismo de pendiente en la región, ahora multiplicado como efecto de los programas de ajuste y reestructuración neoliberal.

A comienzos del decenio de los '90, la pobreza invadió un universo estimado en 196 millones de seres humanos. Según el Panorama Social de América Latina y el Caribe de 1995, la reducción de la pobreza entre 1990 y 1994, ni siquiera pudo alcanzar los niveles de los años '70, cuando un 42% de la población latinoamericana y caribeña (110 millones de personas) vivía en condiciones de pobreza critica y crónica; a pesar de ser una de las regiones del orbe, con mayores índices de crecimiento relativo después de la Segunda Guerra Mundial.

En esa persistente situación sigue influyendo, además de la profunda crisis de la agricultura capitalista del área, la desigual e inequitativa distribución del ingreso: en 1994, el 20% de sus habitantes con mayores recursos, disfrutaba de casi el 60% del PIB; mientras que el 20% más pobre de la población apenas tenía acceso a un 3% de éste, casi un 1% menos que una década atrás.

Ello es la consecuencia de la aplicación de "modelos de desarrollo" que privilegian el libre y salvaje funcionamiento de la economía de mercado, la minimización del Estado, la dramática reducción de los gastos sociales, el despliegue de la propiedad privada y el incremento de las tasas de ganancias para los capitales "invertidos" productiva o especulativamente.

En esa lógica, los movimientos del mercado interno (indicadores de las condiciones de vida de decenas de millones de seres humanos) son sólo una variable absolutamente supeditada al propósito mayor: crear nuevos ejes de acumulación capitalista acorde con las modificaciones ocurridas en la división internacional del trabajo, lo0 que de facto tiende a fortalecer las subordinaciones de América Latina y el Caribe a los transnacionalizados capitales estadounidenses.

La explosiva expansión de la pobreza y la marginalidad social y política a ella asociada, ha acentuado los rasgos de desintegración nacional y social que, de una u otra forma, han estado históricamente presentes en la morfología y la fisionomía de las sociedades del continente. También han generado serias dudas sobre la gobernabilidad democrática de los procesos socio-políticos de la región.

La crisis de credibilidad y representatividad de los partidos y las fuerzas políticas tradicionales, la apatía electoral de importantes sectores ciudadanos, las inoperancias del presidencialismo, las impotencias de los poderes legislativos y la corrupción de todos los poderes del Estado liberal (incluyendo el poder judicial), no son sino expresiones de la irresuelta crisis por la cual atraviesa la consolidación de las democracias liberales burguesas -las llamadas democracias de libre mercada o poliarquías- que en Latinoamérica sucedieron a las dictaduras militares de los años '60 y '70.

Una breve mirada al futuro

De no superarse las condiciones estructurales determinantes de tal situación, esta propenderá a agravarse en los próximos años. Según las proyecciones demográficas, si se mantienen las tendencias actuales, la población latinoamericana y caribeña alcanzarán en el primer lustro del próximo siglo los 550 millones de habitantes; de los cuales 390 millones estarán en edad activa y 189 millones pugnaran por mantenerse o incorporarse a los mercados laborales. Todo esto sin que se observe ninguna posibilidad para que la agricultura, la industria y los "modernos" sectores de servicios, absorban ese "exceso" de mano de obra.

Se acentuará así el carácter estructural del desempleo, el subempleo, la galopante informalidad rural y, sobre todo, urbana. Como la población latinoamericana y caribeña tendrán una edad media particularmente joven y será predominantemente citadina, se generaran agudas demandas sobre todos los servicios sociales en momentos en que, por lo visto, los depauperados estados de la región no se hallaran en condiciones de rebasar las serias limitaciones financieras de los últimos años.

Por ello, se estima que al comenzar el siglo XXI existirán en el continente más de 250 millones de pobres y más de 115 millones de indigentes. La marginalidad social y política asociada a la pobreza -el hambre del pueblo, como la definió el Che- acentuara la tendencia de los actuales sistemas políticos liberales a tornarse cada vez más autoritarios y excluyentes, a convertirse en democracias de apartheid.

Se ahondarán así las severas contradicciones entre la globalización de la economía del área, los excluyentes modelos de regionalización-integracion hoy dominantes, y el anhelado desarrollo socioeconómico sostenible, sustentable democrático e independiente, de la mayor parte de las naciones latinoamericanas y caribeñas.

A partir de ahí, quizás, nuevamente se abra una intensa etapa de convulsiones políticas y un nuevo momento de auge de las luchas populares y revolucionarias, similar al que vivió la región entre 1950 y 1990. Ya que en últimas -como aseveró el Che- las revoluciones surgen y crecen "...de las contradicciones entre un régimen social, que ha llegado al fin de su existencia, y el pueblo que ha llegado al fin de su paciencia".(5)

Restaurando las utopías

En todo caso, lo cierto es que independientemente de los reflujos polóitico-ideológicos actuales, las punzantes contradicciones internas y externas presentes en la mayoría de las sociedades de Latinoamérica y el Caribe, se mantendrán planteadas la necesidad y el espacio sociopolítico para la organización y el despliegue de proyectos populares alternativos al capitalismo subdesarrollado y periférico en esta zona del mundo. Tales proyectos, de uno u otro modo, tendrán que identificarse -confirmando los análisis del Che- con las luchas par el socialismo.

Ciertamente, la utopía socialista ha sufrido un golpe de consideración como consecuencia, entre otras causas, del derrumbe de los falsos, deformes, mal iniciados y mal realizados socialismos europeos. (6) Y que, par tal, esas experiencias, dejaron de ser los paradigmas de los cambios sociales y políticos necesarios y deseados en América Latina y el Caribe.

Asimismo, es verdad que el socialismo asiático presenta particularidades no siempre atractivas para la cultura occidental. Por otro lado, la única revolución socialista de este hemisferio atraviesa momentos muy difíciles, debido a la adversa correlación de fuerzas internacional y continental, que la rodea y al impacto de errores acumulados, propios o ajenos.

No se trata de defender incondicionalmente esos errores; tampoco de reproducir en todas partes y a pie juntilla las singulares experiencias del socialismo cubano. Pero Si de reconocer que pese a sus desaciertos internos y a la redoblada agresión imperialista la mayor de las Antillas ha logrado superar gran parte de las inequidades e injusticias que agobian a la mayoría de los pueblos de esta parte del mundo. El Ello, unido a las frustraciones de los reformismos burgueses y a las adversas experiencias de otros procesos populares, verifican el ineludible carácter anticapitalista y antiimperialista que, en el futuro, entrañaran las genuinas revoluciones latinoamericanas. También confirman este juicio del Che: "Casi todos los países de este continente, están [históricamente] maduros para una lucha de tipo tal que para resultar triunfante, no puede conformarse con menos que la instauración de un gobierno de corte socialista. No hay mas cambios que hacer: o revolución socialista o caricatura de revolución". (7)

El socialismo: ¿Qué es el socialismo?

Tenemos pues que volver a una lectura dialéctica de la obra del Che, para hallar en ella, por sobre todas las cosas, el significado de sus utopías, entendidas como verdades del futuro, y de sus esperanzas de constructor. Para rescatar el valor programático y la dinámica creadora de sus pensamientos y acciones. Para recrear, acorde a las nuevas coyunturas, su antiimperialismo y su internacionalismo. Para afirmar, desarrollar y actualizar sus reflexiones sobre la profunda crisis estructural y moral del capitalismo, especialmente del capitalismo periférico.

Para enriquecer constantemente sus análisis acerca de las contradicciones propias de las transiciones socialistas, sobre todo en las circunstancias de países subdesarrollados. Debemos volver al Che para reencontrar aquellas premoniciones y advertencias que nos ayuden a dilucidar las causas últimas que determinaron el derrumbe de los "modelos" socialistas europeos, y a no confundir éstas con malformaciones innatas de esa formación económico-social.

Desde mi perspectiva, esas casualidades deberán ser oportunamente consideradas por los liderazgos de las transiciones socialistas subsistentes y por aquellas que reaparezcan más temprano o más tarde. Estos, en todo momento, como demando el Che, deberán huir "al máximo de los lugares comunes de la democracia burguesa"; inventar y reinventar una institucionalidad que "permita la perfecta identificación entre el Gobierno y la comunidad en su conjunto" y que garantice la "participación consciente, individual y colectiva en todos los mecanismos de dirección y producción". (8)

En ese contexto, debernos rememorar con el Che que la genuina utopía socialista y comunista no persigue solamente un modo distinto de creación y distribución de la poca o mucha riqueza existente, sino que conlleva fomentar una constante transferencia de poder hacia las masas y los individuos. Que no puede haber una adecuada planificación socialista sin la participación consciente y organizada de los trabajadores, y especialmente de los productores. Y que ello debe ir unido a una metamorfosis radical en la cultura, los valores, motivaciones, en las relaciones cotidianas entre el Estado y la sociedad, entre estos y los grupos sociales, entre los hombres y las mujeres, entre las generaciones, razas, etnias y naciones.

En fin, que el proyecto socialista y comunista entraña una inmensa revolución democrática, participativa, ideológica y moral que, en su dialéctica con el cambio científico-técnico y la edificación de la base material, fecunde nuevos hombres nuevos, capaces de ser protagonistas y dueños plenos de la transformación individual y social, dispuestos a defender, en cualquier lugar del mundo, los más nobles ideales de la humanidad: "...No puede existir socialismo si en las conciencias no se opera un cambio que provoque una nueva actitud fraternal frente a la humanidad, tanto de índole individual, en la sociedad que construye o está construyendo el socialismo, como de índole mundial en relación con todos los pueblos que sufren la explotación imperialista" (9).

El problema del poder y de la vanguardia

Obviamente, cualquier solución anticapitalista de los problemas de la región continúa pasando par la solución de los problemas políticos y militares implicados en la lucha por el poder; así como por la selección y adecuada combinación de todas las formas de luchas, ajustadas a cada circunstancia concreta. Y en ello siempre convendrá evocar al Che:

"Los revolucionarios no pueden prever de antemano todas las variantes tácticas que puedan presentarse en el curso de la lucha par su programa liberador. La real capacidad de un revolucionario se mide por saber encontrar tácticas revolucionarlas adecuadas en cada cambio de situación, en tener presente todas las tácticas y explotarlas al máximo. Sería un error imperdonable desestimar el provecho que puede obtener el programa revolucionario de un proceso electoral dado; del mismo modo que sería imperdonable limitarse tan sólo a lo electoral y no ver los otros medios de lucha, incluso la lucha armada, pare obtener [y preservar] el poder, que es el instrumento indispensable para aplicar y desarrollar el programa revolucionario, pues si no se alcanza [y se defiende] el poder, todas las demás conquistas son inestables, insuficientes, incapaces de dar las soluciones que se necesitan, por más avanzadas que estas puedan parecer". (10)

Mucho más porque la conquista y defensa del poder -según ha demostrado la historia también pasa por la conformación (sin reduccionismos, ni sectarismo) de un gran bloque popular que, hegemonizado política o ideológicamente por la clase obrera, en estrecha alianza con los campesinos y otros sectores de la sociedad explotados y marginalizados, puede generar los imprescindibles cambios económicos, sociales y políticos que exigen los pueblos latinoamericanos y caribeños.

Precondición para tales transformaciones -como probó la Revolución cubana y como insistió el Che- es la ruptura de los vínculos estructurales de dependencia hacia el sistema capitalista mundial y en particular respecto a imperialismo norteamericano. Es cierto que en la presente coyuntura, esto comporta muchísimas dificultades. La destrucción del campo socialista europeo cerró la posibilidad (visualizada por el Che) de contar con un mercado alternativo al mercado capitalista mundial, y los socialismos subsistentes no pueden asumir esa responsabilidad. También es verdad que el poder multidimensional de Estados Unidos a ratos parece imbatible; sobre todo en el hemisferio occidental.

Hoy, únicamente parece viable utilizar cuanto se pueda las contradicciones interimperialistas existentes entre los integrantes de la tríada (o la pentarquía) del poder en el orbe, las inciertas posibilidades que podrían derivarse de la multipolaridad económica en gestación, y la aun pobre cooperación Sur-Sur; incluida la incierta integración política-económica de América Latina y el Caribe.

Válidos o no estos caminos, lo real es que solamente un Estado nacional, democrático, redistributivo, participativo y genuinamente representativo puede plantearse la compleja tarea de reelaborar sobre bases diferentes, sus múltiples interdependencias con los diversos sujetos nacionales, estatales, no estatales, supranacionales y transnacionales que actúan en el mercado capitalista mundial.

Nadie puede garantizar a priori el éxito del empeño; pero nadie podrá reclamar el título de revolucionario, si no se propone la búsqueda de los caminos teórico-prácticos con los cuales resolver las inmensas contrariedades que plantean a las revoluciones populares esas nuevas y desfavorables realidades que acaso no fue ese el reto, en otras circunstancias históricas, afrontado por la Primera Revolución Socialista del mundo, por la revolución china, la vietnamita y la cubana?

En la solución de todas esas complejidades, desempeñará un papel capital la fundación o refundación de las vanguardias políticas, "unitarias" o "colectivas", de la revolución latinoamericana.

No se trata de reproducir (al menos no en todas partes) el tipo de organización centralista y, a ratos, burocrática que caracterizó a la mayor parte de los desaparecidos partidos comunistas y obreros en América Latina y el Caribe. Tampoco de imitar en todos los lugares las organizaciones políticomilitares surgidas a estimulo de la Revolución cubana y del pensamiento del Che, ni de reeditar acríticamente las "vanguardias colectivas" que, con desigual éxito, se desplegaron en otras experiencias revolucionarias de la región.

Se trata de reconocer esencialmente, junto a los fundadores del marxismo-leninismo y a sus más visionarios seguidores que cualquiera sean las formas organizativas y funcionales adoptadas, no habrá cambios revolucionarios sin la acción consciente y organizada de un movimiento político capaz de elaborar, en cada circunstancia especifica, el programa, la estrategia y la táctica que propicien acercar la victoria:

"No podernos decir cuánto va a durar esta lucha. Son luchas muy largas, o procesos a veces o casi siempre muy lentos, de sacrificios muy grandes, pero que van acumulando en forma geométrica, las fuerzas del pueblo, y apenas la correlación de fuerzas ofrece un pequeño margen a partido del pueblo se precipitan rápidamente las soluciones". (11)

En ese esfuerzo, el estudio del pensamiento guevariano nos aporta valoraciones substanciales sobre el lugar y el papel de la(s) vanguardia(s) política(s) en la formación de las condiciones objetivas y subjetivas para tomar el cielo per asalto, y en todo el bregar, nacional e internacional, que habrá de emprenderse luego. Ese examen nos ayudara a criticar por igual el "vanguardismo" y el "movimientismo", repensar los rasgos y normas de funcionamiento interno que deben tener las organizaciones políticas populares, estén o no en el poder, y cuales deben ser sus imprescindibles relaciones con las masas, con sus organizaciones representativas, con los nuevos y los "viejos" sujetos y movimientos populares involucrados en la búsqueda de salidas anticapitalistas y antiimperialistas a los inmensos conflictos del mundo y del continente de nuestros días, y así continuar forjando la unidad entre todos estos actores.

No podemos sino releer a Che para recordar el papel dinámico de la conciencia, de la voluntad (sin voluntarismos) y de los factores subjetivos (sin subjetivismos) en los hechos revolucionarios, así como el sitio protagónico de los plurales sujetos sociales, las clases y las luchas de clases en el devenir histórico.

La crisis del marxismo

Desde esa enriquecida convicción podremos evitar las recurrentes tentaciones a abandonar el legado de los fundadores del marxismo, y encarar críticamente tanto las posturas de quienes quieren convencernos de que vivimos una supuesta crisis terminal de la principal teoría revolucionaria, como la de aquellos que de forma escolástica la visualizan como una idea absoluta, la cual espontáneamente se recompondrá y desarrollara.

En América Latina y el Caribe es preciso retornar al Che para tener presente siempre que "el marxismo es sólo una guía para la acci6n", y que el único modo de resolver la crisis por la cual éste transita es consagrarnos, como el propia Che, a desentrañar, y desarrollar creadoramente en la teoría y la praxis, sus reservas conceptuales y metodológicas, en especial aquellas que proporcionen la comprensión de las nuevas realidades y las que nos faciliten identificar, organizar y movilizar en cada situación y lugar específico, todas las fuerzas motrices de las batallas por la democracia, la naturaleza, la vida, la igualdad, la liberación nacional y social, en fin, por el socialismo. Sólo así, como indicó el Che, se podrá recuperar el carácter subversivo del pensamiento científico de los clásicos y de sus más preclaros continuadores.

Es cierto que en estos años casi todos los intentos revolucionarios latinoamericanos y caribeños no culminaron con éxito, fueron destruidos a sangre y fuego par el imperialismo y sus aliados de dentro y fuera de la región. Y que en tales derrotas influyeron los errores cometidos (a veces en nombre del marxismo y del leninismo) por sus correspondientes vanguardias políticas. Sin embargo, existe alguna ley universal que indique que los reveses nunca se convertirán en futuras victorias?

El decursar de la historia está cargado de múltiples alternativas, de avances y retrocesos, de conflictivas e inevitables interacciones entre la revolución, la reforma y la contrarrevolución. Pero, en últimas, ha evidenciado que ningún sistema de ideas, ninguna doctrina económica, política y social (incluido el arte militar) pierde validez mientras no se modifiquen as circunstancias históricas en las cuales éstas se enraizaron, o aparezcan nuevos conceptos, verificados por la práctica, que demuestren los desaciertos de las tesis anteriores. Ni una ni otra cosa ha ocurrido con las experiencias esenciales de la Revolución cubana, ni con ninguna de las ideas medulares que inspiradas en ésta y en el liderazgo del Comandante Fidel Castro, cohesionaron el pensamiento y la obra del Guerrillero Heroico.

¿Cómo y para qué honrar al Che?

En resumen, independientemente de los aciertos y desaciertos teóricos o prácticos que aparecen en cualquier obra humana, los revolucionarios latinoamericanos y caribeños tenemos el imperativo de recupera y enriquecer el legado del Che para preservar su símbolo, su peso ideológico, emotivo y moral como un imperecedero impulso subversivo contra toda injusticia. Corno una energía que siempre nos impulse a la crítica y la autocrítica de nuestras propias obras. Como una fuerza telúrica que siempre nos recuerde la necesidad de realizar periódicas revoluciones en las revoluciones y que nos haga tener presente que el deber de los revolucionarios es y será siempre, en todas partes, en todas las épocas y en todas las circunstancias, hacer la revolución... Y desde esa actitud enfrentar la degradante globalizacion capitalista con la más continental y universal solidaridad emancipadora entre todos los oprimidos.

Sólo en esas batallas cotidianas, ejercitando el sano arte de pensar con cabeza propia las nuevas circunstancias, empleando el espíritu y el método del Che, pero sin copiar extemporáneamente ni sus actos ni su letra, es donde podremos honrarlo como se merece y donde mejor hallaremos las herencias y vigencias de su imperecedera obra.

Corno expresó el Comandante Fidel Castro: "...Podrá morir el artista, sobre todo cuando se es artista de un arte tan peligroso como es la lucha revolucionaria, pero lo que no morirá de ninguna forma es el arte al que consagró su vida y al que consagró su inteligencia..."(12) "Los que ven en el desenlace de su lucha en Bolivia el fracaso de sus ideas, con el mismo simplismo pudieran negar la validez de las ideas y las luchas de todos los grandes precursores y pensadores revolucionarios, incluidos los fundadores del marxismo, que no pudieron culminar la obra y contemplar en vida los frutos de sus nobles esfuerzos".(13)

NOTAS

1. Cfr. Luis Suárez Salazar, "Che: artista de la lucha revolucionaria". En: Pensar al che, Centro de Estudios sobre América. Editorial José Martí, La Habana, 1989, pp. 136-192.

2 Cfr. Eugenio Espinosa, "El pensamiento de Ernesto Che Guevara sobre la economía internacional". En: Pensar al Che, ed. cit, pp. 356-398.

3 Cfr. Osvaldo Martínez, et. al., "Notas sobre el pensamiento de Ernesto Che Guevara en las relaciones económicas internacionales". En: Pensar al Che, ed. cit. pp.400-430.

4 Cfr. "Che: artista de la lucha revolucionaria", op. Cit.. ed cit.

5 Ernesto Che Guevara, "Conferencia de prensa en Montevideo, Uruguay, el 9 de abril de 1961." En: Escritos y Discursos en 9 Tomos, Editorial Ciencias Sociales, 1997, t. IV, p.22.

6 Carlos Rafael Rodríguez, "Intervención en la inauguración del XVIII congreso de a Asociación Latinoamericana de Sociología" (ALAS). En: Estado, nuevo orden económico y democracia en América Latina, ALAS/Centro de Estudios sobre América (CEA)/Editorial Nueva Sociedad, Caracas, Venezuela, 1992, p.21.

7 Ernesto Che Guevara: "Guerra de Guerrillas: un método." Obras (195767), Casa de las Américas, La Habana, 1970,T 1, p.161.

8 Ernesto Che Guevara, "El socialismo y a hombre en Cuba", Ibídem, T. II, p.372.

9 Ernesto Che Guevara, "Discurso en el Seminario de Solidaridad Afroasiática", Argel, 24 de febrero de 1965, Ibídem, t. II, p.574.

10 Ernesto Che Guevara, "Cuba: Excepción histórica o vanguardia de la lucha anticolonialista?" Ibídem, t. II, pp.413-414. Los subrayados y los corchetes no pertenecen a esa cita del Che; pero esos conceptos están presentes en otras partes de su obra: LSS.

11 Ernesto Che Guevara, "Solidaridad con Viet Nam del Sur.. Ibídem, T. II, p.509.

12 Fidel Castro, "Discurso en la velada solemne en memoria del Comandante Ernesto Che Guevara". Ediciones OR, No. 26, La Habana, 1967.

13 Fidel Castro, "Una introducci6n necesaria". En: Diario del Che en Bolivia, Instituto Cubano del Libro, La Habana, 1968, pp. XI y XII.
 
 

* Luis Suárez SaIazar, especialista en Ciencias Políticas, profesor adjunto de la Facultad de Filosofía e Historia de la Universidad de La Habana, y miembro adjunto de la Sociedad Cubana de Derecho Internacional. Es coordinador para las Investigaciones Sociales en el Ministerio de Justicia de Cuba. Integra el Consejo Asesor de esta Revista.

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