Años de Fracasos y de Esperanzas en Argentina

 Por Hugo Alberto de Pedro

             Advertimos, en estos tiempos de tanto desasosiego, que hemos perdido muchos de nuestros anhelos y posibilidades de hacer un país que sea merecido de ser vivido plenamente. Argentina es una tierra forjada por una inmigración europea que procuraba evitar el sufrimiento y el hambre de sus países devastados por los conflictos mundiales, al llegar a estas latitudes se encontraron con una tierra donde todo estaba pendiente de realización. Así esas generaciones de inmigrantes tuvieron como primordial objetivo establecer su economía familiar a través del trabajo y en pocos casos mediante la inversión productiva o comercial.
             Los hijos de éstos se debatieron entre sus historias familiares, donde un ojo siempre estaba puesto fuera del país; y el otro junto a las expectativas para diseñar una forma de vida aquí. De esta conjunción de distintas nacionalidades y creencias fue amalgamándose lo que podríamos denominar: el ser argentino. Los diferentes orígenes ideológicos de los migrantes definieron en la mayoría de los casos a ciudadanos sin una identidad definida, más aún, siempre  preocupada porque sea el Estado quien resuelva los problemas. De ahí, la débil participación popular en la marcha de los acontecimientos políticos nacionales y una marcada falta de compromiso.
             Así vimos como las masas, en diferentes momentos de la vida nacional fueron convalidando a líderes tan diferentes
 ideológicamente como antagónicos y en ocasiones de tristes dictaduras y dictadores, en oportunidad que determinadas seguridades económicas y sociales se tornaban débiles. Otra inmensa mayoría se mantenía al margen de las decisiones, o sea, señalaba su aceptación a su manera.
             De ésta forma, en las décadas del 60 y 70 se iba conformando una vanguardia progresista, que partiendo de sectores
 intelectuales, universitarios y sindicales de base que cuestionaban prácticas del sindicalismo burocrático, acompañaron la llegada de Héctor Cámpora al gobierno popular en el año 1973, que más tarde se vio traicionada al volver Juan Perón y su entorno evaporando la oportunidad histórica de diseñar un nuevo modelo de sociedad mas justa, con amplia participación popular en un momento que el mundo se debatía entre la dependencia imperialista o el socialismo. Fue en ese momento donde desde las estructuras del gobierno peronista se desarrollo la actividad de la Triple A con sus prácticas fascistas seguramente incorporadas en los años de exilio en España de ese grupo que se adueño del poder.
             Llegó el momento, una vez más con un silencioso apoyo ciudadano, que en marzo de 1976 el Proceso de Reorganización Nacional colocó a los interesados por mantener el orden en el Gobierno; sectores privilegiados del poder económico nacional que temía perder sus privilegios y apoyados por los Estados Unidos que temía por el avance de la izquierda en Latinoamérica, dando así comienzo al exterminio de los potenciales nuevos dirigentes sociales, universitarios, sindicales y políticos. Esa dictadura no tenía como única misión efectuar un genocidio sobre un progresismo en formación, sino que era la de asegurar la inclusión de Argentina en el sistema económico y financiero capitalista, dando así comienzo a dos nuevas patrias, la financiera y la contratista, que hasta estos días mantiene sus privilegios y han condicionado el rumbo de los gobiernos posteriores.
             Fue el momento, a partir del cual, el endeudamiento externo condicionó el desarrollo de la economía nacional, la deuda externa se sextuplicó durante la dictadura, junto con las arbitrariedades, miles de desaparecidos y torturados, enriquecimiento de los grupos económicos; para terminar en una bochornosa guerra en las Islas Malvinas, Argentinas sin dudas,  enfrentando al imperio anglonorteamericano y sus aliados de la OTAN que de paso tuvieron su pretexto para poner a prueba a su armada de guerra, no utilizada desde la culminación de la segunda guerra mundial. Nuestro país, producto de sus contradicciones latinoamericanistas y tercermundistas que siempre quiso considerarse europeo, no contó con prácticamente ningún apoyo internacional, salvo loables excepciones por cierto.
             Quedaba una vez más confirmado que la clase media no tenía compromiso, la clase política y sindical bregaba únicamente por afianzar su poder sin molestar al poder imperialista y de esa mezcla de situaciones desconocíamos nuestra condición de amerindios. Ello es producto de una educación que consideró al colonialismo europeo desde 1492, en estas tierras de inmigrantes, como una solución ante la barbarie pagana indígena.
             En el año 1983 una nueva experiencia democrática se implantó con un Radicalismo ganando el poder en forma terminante, que había encontrado en la lucha por los derechos humanos su leitmotiv junto al compromiso de terminar con la patria financiera y corporativa. Este sueño, el de Raúl Alfonsín y todo un pueblo, terminó siendo una pesadilla al tener que abandonar el gobierno en forma anticipada en medio de una hiperinflación que colocaba en la pobreza e indigencia a más del sesenta por ciento de la población. Tan insoportable era la situación que hasta los propios dirigentes del radicalismo abandonaron a su líder para preservarse y tener la oportunidad de volver en tiempos mejores, y así lo hicieron después de una década, siempre los mismos diez popes del centenario partido. En su paso por el poder no cumplieron con la promesa de investigación del origen de la deuda externa sino que la aumentaron un cincuenta por ciento, dejaron el camino allanado para las privatizaciones que se vieron frustrados en realizar, establecieron desde la obediencia debida y el punto final el peor retroceso en la lucha por la verdad, la justicia y la vida, intentando con frases trasnochadas como “economía de guerra”, “felices pascuas” y “héroes de Malvinas” considerar como estúpida a toda una ciudadanía.
             En 1989, el peronismo menemista toma la posta ejecutiva y desde los primeros días conforma una alianza con los grupos de poder económico, traicionando al electorado que había confiado en las premisas de revolución productiva y salariazo. En menos de dos años entrega la conducción económica al antes empleado de la dictadura militar y entrenado en Harvard, Domingo Cavallo, quien con su convertibilidad, privatizaciones, apertura económica y otros tantos desmanes arrinconó a todo un pueblo en la desocupación, indigencia, pauperización, mortalidad infantil, desaparición de la industria nacional, transculturalización, pérdida de la seguridad social y sanitaria y demás aberraciones.  De ésta forma, Carlos Menem, durante diez años convirtió al poder en una gran fiesta, claro que sin invitados que no hayan podido acreditar su pertenencia al sistema corrupto de poder económico, sindical y extranjero. Aumentando la deuda externa en un ciento cincuenta por ciento.
             Cuando se terminaba el primer mandato menemista apareció el Pacto radical-peronista de Olivos que permitió la reelección para cuatro años más de permanencia en el poder, reestructuración de la Corte Suprema de Justicia Adicta al Poder, terceros Senadores en una Asamblea Constituyente vergonzosa y alejada totalmente del sentir popular. Sobre estas pautas el ingreso al Primer Mundo quedaba garantizado como la corrupción sistematizada, los indultos a los genocidas, los decretos de necesidad y urgencia, las relaciones carnales y en general cualquier decisión que degradaba a las instituciones democráticas, enmarcada en políticas de estado porque de lo contrario nos decían que caeríamos al abismo y al default financiero. Comprobado ha quedado que eran burdas mentiras.
             En ese contexto, de la mano de Carlos Álvarez nace el Frepaso, invitando a trabajar por la transparencia, la dignidad y la abolición de las prácticas políticas conocidas hasta el presente. Ese movimiento alimentado por independientes, progresistas, peronistas antimenemistas y socialistas conforman una Alianza con los radicales que entroniza, en forma contundente, a Fernando De la Rúa en la Presidencia de la Nación en el año 1999. La dupla presidencial dura menos de un año, el Vicepresidente “Chacho” huye invocando coimas en el Senado que la Justicia adicta no investigo como correspondía, dejando en el inconsciente colectivo la seguridad de una verdadera corrupción. La ciudadanía comenzó a preguntarse para que deseaban el poder si no tenían la valentía de luchar por las promesas con las cuales los habían cautivado.
             El gobierno, o bien lo que de él quedo, siguió los mandatos del F.M.I. para demostrar que seguía siendo el mejor alumno del neoliberalismo. Así ni blindajes, amplios poderes para el ejecutivo, megacanjes, déficit cero, bancarización forzada, corralitos para ahorristas consiguieron reencauzar la economía. Muy por el contrario el endémico criterio de transferencias de riquezas al sector financiero y hacia conglomerados económicos externos se vistió nuevamente de fiesta durante los dos años del delarruismo. Pretendo ante estos comentarios dejar muy a salvaguarda a los militantes y adherentes de estos partidos, hasta ahora mayoritarios, que fueron prisioneros de la buena fe y en ningún caso cómplices de tantos desmanes hacia la República.
             A fuerza de protestas, paros, piquetes, cortes de rutas, movilizaciones y cacerolazos no tuvieron mas remedio que huir, entre gallos y medianoche, para dejar acuerdo mediante sin dudas, el poder en manos de un justicialismo dividido e inconsistente.Comenzando de esta forma una danza de presidentes que terminó provisoriamente con Eduardo Duhalde, solamente a dos años que la ciudadanía le había negado el poder en elecciones presidenciales. Pero, con la complicidad de ambas cámaras legislativas que fueron renovadas hace solamente tres meses, en las elecciones con menor participación ciudadana en cualquier otra experiencia electoral sin proscripciones, donde solamente la mitad del padrón electoral emitió un voto positivo. Desde ya que estos necios legisladores, salvo contadas excepciones, no consideraron la opinión de más de tres millones de personas que en una consulta popular de hace un mes atrás propuso medidas para paliar la situación de millones de habitantes.
             Entonces hoy nos encontramos tolerando una salida de la convertibilidad, un peso un dólar, pactada entre peronistas y
 radicales, sin ningún proyecto económico elaborado previamente sino con improvisaciones que tienen como víctimas a los asalariados, jubilados, cuentapropistas, profesionales, comerciantes e industriales pequeños y medianos junto a desocupados, subocupados, pobres e indigentes. El sistema financiero ha quedado quebrado aún mediante setenta mil millones de dólares depositados, porque los bancos privados, nacionales y extranjeros, que nos habían hecho creer que eran una garantía para el sistema fugaron el dinero hacia sus casas matrices y nos dejaron a un Banco Central endeudado frente a ellos con la complicidad de las autoridades monetarias argentinas que, además, otorgaron redescuentos a la banca privada a diestra y siniestra. A simple modo de ejemplo, la semana pasada se presentó un pedido de informes al Congreso por una denuncia de que cientos camiones de caudales transportaron dinero hasta el aeropuerto internacional de Ezeiza a fines de noviembre pasado, antes de la imposición del corralito financiero.
             Hay una realidad imposible de ocultar, el Neoliberalismo está agonizando casi muerto, aunque seguramente vendrán los gurúes internacionales formadores de opinión para explicarnos que no es así, intentarán tratarnos de idiotas con sus videos, libros, conferencias y cuantas herramientas se les ocurran para mantener en estado vegetativo sus criterios conservadores de los últimos treinta años. También los comunicadores sociales que siempre les han servido intentarán tergiversar una realidad a todas luces cruel. Desde los países centrales y capitalistas vendrán con más presiones hacia nuestra economía desquiciada, pueblo hambreado  y asustado en pie de protesta desorganizada, porque saben que nuestras materias primas y recursos naturales siguen haciéndoles falta, así como los aberrantes costos de las tarifas de los servicios públicos en sus manos y que jamás podrían imponer en sus países de origen. Los organismos internacionales y de mercado (FMI, BM, OMC, UE, G7, ALCA, etc.) renovarán sus ataques y condicionamientos para mantener el viejo orden internacional, económico y político, que justifican con el salvavidas de la mentada economía de mercado ahora pretendida a convertirse en sustentable.
             Sin embargo, considero sin temor a equivocarme, que otros vientos están llegando: los Movimientos Antiglobalización, el Foro Social Mundial, las ONG´s, los nuevos Movimientos de Trabajadores recreando criterios internacionalistas, Pequeños y Medianos empresarios organizados, Organizaciones de Piqueteros, las Corrientes que propugnan la Desobediencia Civil  y un remozado Socialismo que no convalida prácticas burocráticas y perversas que enajenaron sus principios. Esos vientos transformados en tormentas y luego en huracanes, romperán el pensamiento único que tuvo décadas para demostrar la injusticia que alimentaba en todo el mundo, esa forma de hacer y deshacer a su antojo, decidir sobre la muerte y la vida de miles de millones de personas a lo largo y ancho del planeta, crear imperios económicos y financieros sobre el hambre y la marginación de pueblos y regiones enteras, incentivar guerras innecesarias y genocidas, deshumanizarnos conscientemente, etc.
             Los argentinos no estaremos seguramente esta vez expectantes y vacilantes. Debemos dejar un espacio a la vanguardia que está naciendo,  que deberá tener líderes, intelectuales, pensadores, trabajadores y fundamentalmente gente de bien que no deberán dudar en sus acciones para trabajar por el cambio en el mundo, con mujeres y hombres nuevos, superadores, revolucionarios, solidarios, justos, internacionalistas y progresistas que devuelvan las ganas de creer en la política y en una democracia participativa que desee soñar con un futuro para las futuras generaciones. Si no somos capaces de abocarnos a esa tarea sabemos muy bien todo lo degradantes e injustos que serán los tiempos por venir, y cuando abandonemos la vida seguramente nos acompañará la mortaja de la cobardía.

 14 de enero del 2002


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