Entrevista a Toni Negri
Santiago
Gónzalez / Manuel Fernández-Cuesta
Mundo Obrero
Toni Negri (Padua, Italia, 1933) es uno de los filósofos marxistas más importantes de la segunda mitad del siglo XX. Acusado y vilipendiado, sigue durmiendo -condenado por acciones jamás probadas- en una cárcel romana. Su capacidad de análisis de la realidad y de los fenómenos sociales le han acreditado como referencia de una parte de la izquierda transformadora. Su contribución, en forma de libros y artículos, nunca ha pasado desapercibida entre los estudiosos del marxismo radical. Con su amabilidad natural respondió a una serie de cuestiones. Este es el resultado.
El
fenómeno de la globalización supone la ruptura de la soberanía
y de sus partidos. Los partidos llevaban a cabo su actividad táctica
en función de la correlación de fuerzas dentro del Estado.
¿Cree que están anclados en una visión anacrónica
por ignorancia, por interés burocrático u otros motivos,
o por el contrario, ¿dan respuestas a ese fenómeno?
Parece fuera de duda que, frente a la mundialización,
los partidos (y sobretodo los partidos del ex- movimiento obrero) hacen
siempre llamamientos a la restauración del Estado-nación.
En el mundo anglosajón esta posición siempre ha sido siempre
denunciada como "conservadurismo de izquierda." Parece claro, en efecto,
que tras las apelaciones al Estado-nación se repiten las jaculatorias
corporativas sobre la defensa de una clase obrera industrial de fábrica
que, cuando todavía existe, ya no es hegemónica en el proletariado
productivo. Se baten, por consiguiente, (y de manera espectral), contra
una movilidad y una flexibilidad que han impregnado ampliamente lo social
y que caracterizan el nuevo proletariado urbano y productivo. El anacronismo
en la defensa del Estado-nación no es sólo "ignorante", ni
sólo burocrático, como se insinúa en la pregunta:
es completamente reaccionario. Esto significa que no existe hoy otra posibilidad
de lucha que la que se pone inmediatamente sobre el terreno de la totalidad
de relaciones entre trabajadores del mundo. Vale a decir, que asume movilidad
espacial y flexibilidad temporal como características principales
de la fuerza trabajo y que, por lo tanto, considera la producción
de la riqueza como un régimen biopolítico.
La nueva economía tiene en Internet,
la difusión tecnológica, la biotecnología, etc., elementos
de su identidad. La reducción del déficit público,
el recorte relativo del gasto público, el corte a la progresividad
fiscal y sus acompañantes macroeconómicos. ¿Dónde
están los agentes transformadores sociales? ¿Dónde
están los conceptos de la izquierda? ¿Cuáles son sus
señas de identidad?
El "new economy"(nueva economía) es efectivamente
lo que vosotros describís en vuestra pregunta: la renovación
tecnológica de la biotecnología y de la comunicación
constituye un elemento principal de la identidad política que se
equivoca con la reducción del déficit público (del
Bienestar Estado), con la privatización de los grandes instrumentos
de sostén y control del desarrollo económico y con una transformación
de la fiscalidad que ataca de manera cada vez más pesada, por impuestos
indirectos y costes generales crecientes, las rentas más pobres.
Todo esto lo sabemos perfectamente. Es necesario plantear si éste
es el camino para garantizar una transformación social continua
y un enriquecimiento general de la sociedad. La izquierda (la europea y
la americana) parecía haber aceptado este tipo de perspectiva y
parecía contenta de moverse en ese entorno. El único problema
que, en la alternativa democrática del poder, se alza, es saber
quién debe administrar este tipo de desarrollo: por decirlo a la
manera de Bobbio, quién tiene mayor interés al ensanche de
las capacidades productivas o quién tiene mayor interés en
la reducción de las desigualdades. Por cuánto me concierne
soy, mejor, continúo convencido de que la izquierda tiene que rechazar
estas alternativas mínimas y que sólo puede calificarse como
contestación y transformación del sistema capitalista de
producción, o por mejor decir, como su destrucción y alternativo
radical. ¿En qué consiste esto?. En el hecho de poder utilizar
las fuerzas intelectuales del mismo desarrollo capitalista y las revoluciones
científico-tecnológicas han determinado (una verdadera mutación
antropológica) para apropiarse del poder político. No hay
razón para que una humanidad inteligente, que tiene en su cerebro
los instrumentos de producción de la riqueza, permita que esta potencia
del trabajo intelectual sea mandada por otras y explotada.
En la agenda política italiana gracias
a Tabucchi y tantos otros, aparece como grano molesto a las conciencias
el caso Sofri. En cambio, parece que el caso Negri y otros compañeros
de los "años de plomo" están en un agujero negro y no son
visibles. ¿Cómo explicas este fenómeno?
En la agenda judicial y en la conciencia política
italiana existen grandes diferencias en la forma de considerar (de manera
más o menos "correcta") algunos hechos del pasado político
de este país. Esto se ve particularmente en el caso Sofri. De otra
parte está clara que este caso ha sido asumido por una parte de
la intelectualidad europea en términos polémicos frente a
una magistratura y a una política judiciaria italianas otras veces
ampliamente justificadas debido a la represión respecto a los movimientos
de los años Setenta.
Sofri ha asumido esta división y ha esperado
que el reconocimiento de su posición "independiente" pudiera salvarlo
de la generalidad de la represión de los movimientos de los años
Setenta. Ha llamado, a la independencia de su misma posición, inocencia.
Estoy convencido perfectamente inocencia de Sofri con respecto de las acusaciones
de que ha sido encontrado culpable. Creo, sin embargo, que la inocencia
no permite su separación de la historia común de los años
Setenta: una historia llena de formidables esperanzas y construcciones
teóricas y políticas más que de asesinos y vulgaridad.
Este últimos son bastante imputables al poder. Pero tras la cuestión
Sofri están muchos otros, y en particular la tentativa de atribuir
a la izquierda en general la responsabilidad de todo lo ocurrido en aquellos
años. Así se explica el hecho de que Sofri se ha encontrado
completamente aislado y situado sobre un hecho común. Estoy convencido
que este aislamiento de la historia le ha hecho mucho sufrir. Sobretodo
porque Adriano ha renegado cada memoria del comunismo. Esta contradicción
reivindica a la historia de las luchas un derecho de juicio, quizás
cruel, sin embargo eficaz, implacable, irreversible.
En Italia, Tangentópoli, la operación
"Manos limpias", modificó todo el espectro de las siglas partidarias,
conservando a la clase política, estructurándose en nuevos
partidos políticos. ¿Cómo contemplas y comparas las
dos fotos del espectro de los partidos?
Tangentópoli ha destruido, por una lado,
como vosotros decís, una parte del conjunto de la organización
política, pero ha mantenido por otro lado, la estructura de la política
italiana. Recompuesta en nuevos partidos, las elites políticas se
han mantenido. El único efecto estructural notable ha sido, tras
"Manos Limpias", la restricción del panorama de la representación
hacia el centro de la administración y el abanico electoral. Pero
también, respecto a este propósito hace falta tener cuidado:
no han sido eliminados muchos de los extremos en cuanto a la posibilidad
misma de conseguir corresponder, en el terreno de la representación,
lo social y lo político. Han quedado las mismas elites políticas,
se decía, pero debilitadas, desfiguradas, castradas. Sólo
queda el método: los comunistas no se refieren ya al proletariado,
pero su método continúa siendo estalinista; los demócratas
cristianos, en las mil siglas que hoy los representan, ya no testimonian
el catolicismo anticomunista, pero usan el mismo método hipócrita
y contra-reformista que siempre ha caracterizado su política, etc.
La reconstitución del espectro político y de los partidos
italianos repite así viejos intereses de poder (se reproducen incansablemente
las uniones de la constitución material del país) mientras
se acentúan más allá de cualquier medida los aparatos
de mediación corporativa y conservadora y de neutralización
comunicativa de los conflictos sociales y políticos. Pero todo esto,
como es conocido, no es sólo una característica de la política
italiana. Para retomar el discurso inicial, vale aquí la pena recordar
que esta representación política no será útil,
si no se inserta dentro de los nuevos movimientos de lucha contra el mundialización
y contra las estructuras imperiales que la regulan. Nosotros debemos organizar
un nuevo movimiento político que sepa expresar -más allá
de representar- la nueva realidad productiva del proletariado. No es sólo
la lucha contra la corrupción la que puede ayudarnos a resurgir.
Más bien... como ha ocurrido en Italia, la lucha contra la corrupción,
experimentada como sola arma vencedora, ha acabado por matar la identidad
y la ética comunista de la mayoría de los trabajadores, expropiándolos
de la capacidad de denunciar (y de luchar contra) la explotación.
Qué es, aunque alguien lo ha olvidado, la cosa más estructuralmente
feroz y horrible.