Instituto de Prehistoria Kontemporánea
"En todos los ámbitos de la actividad humana, la práctica
revolucionaria cae pro su propio peso, con tal de que se adviertan las
contradicciones en cada nuevo proceso; entonces ésta consiste sencillamente
en ponerse al lado de las fuerzas que actúan en el sentido de la
evolución enfocada hacia adelante, y en asegurar el dominio práctico
para favorecer la toma de conciencia. Ser radical, decía Marx, significa
tomar las cosas por la raíz. Si se toman las cosas por la raíz,
si se comprende su proceso contradictorio, la práctica revolucionaria
está asegurada"
( Wilhelm Reich)
El verdadero significado de las protestas de marzo.
En el momento en que la clase capitalista despliega
su mayor ofensiva contra las masas de explotados, tanto a nivel mundial
como en cada país, a nadie debe extrañar que por todas partes
aparezcan fuerzas anticapitalistas organizadas, así como expresiones
de rechazo violento - aunque aún disperso e insuficiente - al orden
impuesto. En el actual sistema, el principal resultado del desarrollo de
las fuerzas productivas es la producción incrementada de miseria
en todas sus variedades; no existe ninguna posibilidad de que tal situación
prevalezca sin generar formas de resistencia más o menos radicales.
Hoy en día, sin embargo, ya no se trata de exigir la mejora parcial
de una u otra calamidad, sino de algo mucho más simple y definitivo:
invertir los términos que gobiernan hoy en día al mundo.
Mientras que por un lado la mayoría de quienes dicen ser enemigos
del capitalismo no han estado hasta hoy lo bastante dispuestos siquiera
a discutir esta perspectiva, por otro lado la clase capitalista y el Estado
que la protege saben bien que el problema de fondo en todo el planeta tiende
a dirimirse en términos muy poco sutiles: o ellos, o nosotros.
Es por eso, y por ninguna otra razón, que las clases dominantes
se están armando hasta los dientes.
Puesto que el Estado debe administrar niveles
cada vez mayores de descomposición y descontento social (a la vez
que su legitimidad tiende a ceder bajo el peso de una realidad insoportable),
no es raro que el Ministerio del Interior de Chile haya efectuado en torno
a la reunión anual del BID (del 15 al 20 de marzo) el mayor despliegue
de seguridad visto desde la dictadura militar. El objetivo era claramente
evitar que las calles de Santiago se transformaran en un campo de batalla
similar al vivido en Seattle durante la cumbre de la OMC, o las posteriores
manifestaciones en Washington, Davos, Praga, Cancún y Nápoles.
Es cierto: en Santiago no hubo campo de batalla. Y como era previsible,
quienes se veían a sí mismos como vencedores y quienes se
veían a sí mismos como perdedores se apresuraron a sacar
de ese hecho, cada cual a su manera, las únicas conclusiones que
podían sacar: mientras Jorge Burgos se jactaba en un lenguaje hitleriano
de la eficacia policial del Estado, algunos sectores contestatarios buscaban
en el resultado de las protestas la prueba irrefutable de que aún
"no somos nada". Una mirada por encima de los triunfalismos y pasividades
habituales, sin embargo, nos muestra que el proceso abierto en las protestas
contra el BID tiene una significación más profunda: los enemigos
del capitalismo, al actuar juntos, han empezado a hacerse conscientes de
su propia fuerza.
Más allá de sus ecos noticiosos,
las protestas contra el BID señalaron la convergencia práctica
de un importante número de organizaciones en torno a una perspectiva
común explícitamente anticapitalista. A menos que uno se
tome en serio las imbecilidades del ministro Insulza, quien atribuyó
estas manifestaciones a que los grupos involucrados simplemente seguían
una "moda" impuesta en el hemisferio norte, hay que reconocer en ellas
el resultado de un proceso de acumulación de fuerzas y el germen
de una oposición radical al capitalismo como tal. Lejos de adherir
a triunfalismos fáciles, debemos asumir esta reaparición
contestataria como un proceso en gestación, cuyas expresiones prácticas
actualizan la herencia de una lucha histórica llena de contradicciones.
A partir de esta comprensión desmitificada es que podemos decir
sin vacilaciones lo que ningún gobierno, partido constitucional
o burocracia sindical es capaz de decir: que el movimiento anticapitalista
surgido en marzo es la manifestación más visible en Chile
de un nuevo asalto popular contra el capitalismo, esta vez a nivel global.
Hay sobradas razones para ver en las acciones anticapitalistas emprendidas
en el último período en varios países los anuncios
de una crisis sociopolítica similar a la que sacudió a los
países occidentales en el período 1968-77. Lo único
realmente extraño sería que en Chile, tras casi treinta años
de dictadura militar y económica, esta tendencia no se hubiese manifestado.
Lo que queda tras una coyuntura agotada.
El proceso abierto en marzo tiene dos aspectos
centrales. Primero: en él se refleja una tendencia, aún incipiente,
de oposición anticapitalista global (1). Segundo: en él se
condensan y actualizan algunas de las principales contradicciones que han
atravesado a la izquierda chilena en las últimas décadas
(desde el proyecto de la Unidad Popular hasta la creación de redes
sociales semiautónomas durante los últimos diez años,
pasando ciertamente por la resistencia contra la dictadura). Estos dos
aspectos están estrechamente ligados entre sí.
Para las fuerzas que en Chile buscan levantar
un movimiento de oposición radical al sistema, la aparición
a nivel mundial de potentes manifestaciones anticapitalistas abre un escenario
muy distinto al de pocos años atrás, por cuanto hoy la posibilidad
de articularse en una estrategia de lucha internacional resulta mucho más
accesible para un amplio sector contestatario. Que los anticapitalistas
chilenos sepan darle un buen uso a este nuevo escenario internacional depende
de cuán correctamente se posicionen frente a la situación
político-económica del país, que por lo demás
resulta hoy altamente favorable a sus objetivos (2). En tal perspectiva,
la posibilidad de que el movimiento aparecido en marzo contribuya significativamente
a la construcción de un proyecto alternativo y antagónico
en Chile, depende de cuán capaz sea este movimiento de comprender
su propia actividad como parte de un proceso social y político de
largo alcance, así como de profundizar en las contradicciones de
dicho proceso, hacerlas visibles y superarlas en la práctica.
La convergencia anticapitalista que actuó
contra el BID - cuarenta y seis agrupaciones - se ha mantenido en estado
latente desde el agotamiento objetivo de esa coyuntura. En el período
transcurrido desde el 20 de marzo (día de la última acción
masiva contra el BID) la mayoría de las organizaciones ha dejado
de participar substantivamente, al tiempo que se ha mantenido activa una
Coordinadora Anticapitalista (CA) donde opera efectivamente una quincena
de organizaciones. Este núcleo, aunque conserva el nombre de "coordinadora",
no ha logrado darle a tal coordinación los alcances que tuvo al
comenzar el proceso. Lo cual no es extraño si se considera que la
convergencia de marzo respondió a un hecho coyuntural cuya trascendencia
todos podían al menos intuir, mientras que en el último período
no ha habido "hitos" lo bastante significativos (al menos en apariencia)
como para movilizar a las fuerzas iniciales.
Los debates al interior de la CA han oscilado
hasta hoy entre estas dos percepciones: primero, que es necesario movilizar
a dichas fuerzas para responder objetivamente a la actual ofensiva patronal
y evitar que la perspectiva anticapitalista instalada en marzo se diluya;
y segundo, que es preciso desarrollar la CA como un espacio de construcción
orgánica-discursiva y como referente político anticapitalista
(3). Durante un cierto período estos dos objetivos no llegaron a
presentarse como aspectos complementarios de un mismo proyecto, sino que
iban apareciendo sucesivamente como alternativas prácticas contradictorias:
cuando la CA trataba de resolver uno de ellos tendía a perder de
vista el otro. Hacia finales de mayo se había avanzado muy poco
en la consecución de ambos. La reestructuración iniciada
el 2 de junio - equipo de coordinación compuesto por delegados de
organizaciones, creación de un boletín interno, etc. - ha
tenido lugar precisamente en un contexto de agotamiento generalizado, ligado
a una sucesión de marchas contra esto y por aquello cuya organización
copó durante varias semanas la agenda de muchos que ni siquiera
tenían certeza de por qué salían a la calle.
Alcances y límites de la CA como fuerza coyuntural.
Hay un hecho claro y es que el momento actual nos obliga a avanzar hacia una lucha que supere las ideologías y prácticas que hasta ahora sólo se han opuesto parcialmente al capitalismo. Es innegable que dicho avance está determinado por situaciones coyunturales a las que es necesario responder (y que habrá que saber crear); por otra parte, sería iluso esperar que las fuerzas anticapitalistas puedan responder a situaciones coyunturales, ni mucho menos crearlas, a menos que cuenten con estructuras y canales de comunicación que posibiliten una mínima coordinación en el momento que se requiera. Las protestas contra la reunión del BID evidenciaron que las condiciones prácticas para ello están dadas, y que lo que queda es afianzarlas sobre una base orgánica accesible para todos los que quieran sumarse a la pelea. Que la CA sea capaz de movilizar a un sector amplio para situaciones específicas depende básicamente de dos factores:
Hacia una Coordinadora autoinstituida.
Un primer paso con miras a rearticular una coordinación
real de organizaciones ya ha sido dado con la actualización
de una red de contactos entre las agrupaciones que se reunieron en marzo
para protestar contra el BID. Esto no implica necesariamente que podamos
considerarlas a todas como parte de la actual coordinación; tan
sólo se trata de informarles que esta instancia, mal o bien, funciona.
Que cada organización responda al aviso y se haga cargo de la situación,
depende exclusivamente de su propio interés y responsabilidad. Si
alguna organización desea hacerse parte de la Coordinadora sólo
para eventos coyunturales, o si quiere integrarla pero está materialmente
imposibilitada de participar en las asambleas y debates, debería
al menos comunicarlo a los grupos actualmente coordinados. En las presentes
circunstancias no se debería descartar la participación nominal
de grupos, al menos como una forma de contar con ellos para convocatorias
específicas.
La definición de lo que la CA realmente
es, de lo que debería llegar a ser, así como de sus métodos
y fines específicos, es algo que depende exclusivamente de quienes
toman parte activa en el proceso que se está desarrollando. No cabe
esperar a que esta instancia vuelva a ser lo que fue en un principio
para que asuma responsablemente sus tareas, sencillamente porque no puede
volver a serlo. Entre la Coordinación Contra el BID y el momento
actual han tenido lugar avances cualitativos que no se pueden desconocer,
independientemente de la disminución numérica de los grupos
coordinados. En tal sentido, a la CA le corresponde asumir básicamente
dos problemas:
Elementos mínimos para una acción política radical.
Si nos atenemos al pronóstico hecho ya
a fines de marzo, según el cual "sabíamos para dónde
íbamos, pero en el camino nos dimos cuenta que no era al mismo lugar",
cabe interpretar la actual situación como una verdadera "huída
hacia adelante". ¿De qué se está huyendo? Posiblemente,
de los conflictos a que podría conducir un debate a fondo sobre
los métodos, finalidades y sentidos que cada uno le atribuye a la
lucha anticapitalista actual. ¿Hacia dónde se huye? Hacia
cualquier foco de movilización que sirva para confirmar en la práctica
una voluntad anticapitalista teóricamente desarmada y operativamente
débil, y para darle a la Coordinadora una visibilidad pública
que no corresponde a su real poder movilizador. Este voluntarismo cuasi-exhibicionista
no ha hecho hasta hoy más que nublar la necesidad real de saber
quiénes somos, qué queremos y para dónde
vamos, con lo cual la CA se ha deslizado peligrosamente hacia el tipo
de práctica que hoy tiene arruinada a una parte importante del campo
contestatario: aquella en que las apariencias (fetichismo de las marchas,
muchas asambleas, comunicados y propaganda) cobran mayor importancia que
los hechos reales (pocas organizaciones coordinadas, nulo desarrollo teórico,
baja participación en asambleas, desconocimiento mutuo de los grupos).
Si enfatizamos la precariedad de la actual situación y la necesidad
de superarla mediante un trabajo centrado en la clarificación orgánica
de la CA, no es simplemente porque nos moleste la atmósfera de artificialidad
creada en el último período (mucha agitación y una
base de coordinación casi inexistente), sino por una razón
más profunda: la corriente anticapitalista que estamos materializando
tiene que avanzar hacia posiciones radicales - tanto en sus formas como
en sus contenidos -, lo cual significa que debe ser capaz de formular,
socializar y difundir una alternativa real a las condiciones impuestas
por el capitalismo moderno. Esto equivale a desarrollar una acción
política con perspectiva global, es decir, una acción "que
cuestione - y que tienda a la transformación de - la totalidad de
las condiciones existentes; una acción orientada por la voluntad
de devolver a los hombres y las mujeres la soberanía sobre todos
los momentos de su propia vida" (5). Tal perspectiva, sin embargo, no podrá
materializarse a menos que la propia CA de pasos concretos hacia la apropiación
consciente de todos los momentos y aspectos de su actividad. Esto implica
necesariamente que la CA deje de priorizar movilizaciones meramente reactivas
o defensivas (cuyos triunfos son siempre efímeros y superficiales)
y se concentre en el desarrollo de puntos de vista colectivos que le den
un sentido superior a su acción.
La CA sólo podrá formular y plantear
una alternativa política cuando aborde radicalmente sus propias
contradicciones y potencialidades, en vistas a hacer rebrotar en su interior
la consciencia crítica colectiva que el capitalismo ha aniquilado
por todas partes. En otras palabras, la CA debe empezar por una crítica
de lo que está en la raíz misma de su práctica actual.
Debe discutir críticamente, por ejemplo, sus deficiencias metodológicas
para abordar debates asamblearios (entendiendo que ello es no sólo
un problema práctico inmediato, sino también un síntoma
del tipo de cultura política predominante en la sociedad capitalista).
De modo similar, se debe tener en cuenta que mientras algunos sectores
han puesto un marcado énfasis en la clarificación teórico-política,
otros se han limitado a asumir exclusivamente tareas operativas, lo cual
demuestra hasta qué punto en la CA se actualizan divisiones, latentes
y manifiestas, que han atravesado históricamente a todo el campo
contestatario. Estas contradicciones, propias de un espacio donde se reúnen
viejos cuadros militantes y activistas jóvenes, determinan no sólo
el funcionamiento interno de la CA, sino también su práctica
en general.
La especialización de tareas dentro de
una organización no es intrínsecamente mala. Sin embargo,
hay que distinguir entre la división de tareas que se da en función
de necesidades operativas sobre la base de un nivelamiento general de sus
miembros, y aquella que se da a priori simplemente porque algunos
llegan teniendo más capacidad que otros en un ámbito particular.
Esto último puede no ser un problema para quienes desean afirmar
su prestigio como elementos políticos altamente cualificados, pero
sí es un problema para quienes buscan construir un referente político
contestatario que rompa con los condicionamientos impuestos por el capitalismo
en todos los aspectos de la vida social. Hoy existe no sólo la posibilidad
cierta, sino la necesidad histórica de levantar una corriente anticapitalista
con capacidad movilizadora, que pueda atraer e incitar a diversas iniciativas
políticas, sociales y culturales y que se distinga claramente de
las maquinarias jerárquicas que falazmente pretenden "representar"
a los oprimidos. Que ello ocurra, no obstante, depende en gran medida de
que tanto las organizaciones coordinadas como la propia coordinación
que las reúne sean capaces de disolver las mediaciones ideológicas
y los comportamientos políticos que hasta ahora no han hecho más
que dividir - casi siempre de manera ficticia - a los anticapitalistas.
Si ponemos especial énfasis en el problema de la especialización,
es porque toca directamente a un aspecto crucial de nuestra práctica,
esto es, el modo en que aportamos - como individuos y como organizaciones
- al desarrollo y radicalización de nuestros proyectos comunes.
Esto atañe particularmente a aquellas personas preparadas y con
experiencia que no siempre se muestran lo bastante dispuestas a socializar
sus conocimientos teóricos y prácticos y que, por el contrario,
muchas veces se han abstenido de hacerlo por desconfianza hacia quienes
"no saben tanto". Así como los principiantes deben estar dispuestos
a aprender de los viejos militantes a hacer política, los
viejos cuadros deben aprender a asimilar una cultura asamblearia en que
los problemas no se resuelven en los pasillos ni por vías subrepticias,
sino de forma abierta y directa. Uno de los logros importantes de la convergencia
anticapitalista aparecida en marzo fue haber logrado erradicar y estar
por encima de las prácticas de difamación y sectarismo que
han marcado a los sectores contestatarios en los últimos años,
sin por ello desconocer las diferencias reales que existen entre unos y
otros. Esto es en gran medida lo que ha permitido, pese a graves dificultades,
la supervivencia de una corriente anticapitalista organizada.
El escepticismo de muchos militantes respecto
a la efectividad de la política asamblearia está en alguna
medida justificado: en comparación con la eficiencia de los aparatos
políticos jerarquizados, las actuales asambleas parecen un juego
de niños. Pero ello, lejos de llevarnos a descartar la coordinación
asamblearia como instrumento político, debe llevarnos a buscar mecanismos
que la hagan más eficaz y participativa, y eso es algo que compete
tanto a los cuadros políticamente experimentados como a quienes
no lo son. Si por un lado hay sectores que guardan resquemores acerca de
las formas organizativas y al contenido de los debates de la CA, por otro
lado existe una notoria desconfianza de los grupos más nuevos (en
especial los que tienen inspiración anarquista) hacia las actitudes
manifiestamente políticas, que suelen estar rodeadas de un aura
conspirativa e inaccesible. La única posibilidad de avanzar hacia
una práctica colectiva más coherente y decidida es mediante
un cuestionamiento profundo de las actitudes políticas predominantes,
tanto las de quienes han tenido un aprendizaje asambleario como las de
quienes se han formado en los aparatos compartimentados de la izquierda
revolucionaria.
Puesto que los hábitos psicológicos
se traducen en medios políticos, habrá que superar muchas
de nuestras compulsiones con tal de darle a nuestra acción política
un contenido verdaderamente radical (que vaya a la raíz de los problemas).
Algunos, por ejemplo, tendrán que aceptar que a veces conviene demorar
una decisión colectiva antes que delegarla en una camarilla de iluminados;
otros, tendrán que aprender que asumir una actitud responsable y
decidida no significa necesariamente que se esté asumiendo una posición
de jerarquía respecto a los demás. Unos y otros, por igual,
tendremos que asumir que necesitamos ante todo organizarnos, que esa es
una responsabilidad que le atañe a cada individuo comprometido en
la lucha y, sobre todo, que organizar no es lo mismo que mandar.
Dadas las actuales condiciones de desarticulación
del movimiento popular, las alternativas que se nos presentan son: asumir
esto como una tarea prioritaria o volver al modelo de los aparatos políticos
cupulares. Y cabe recordar aquí que nada de esto se resuelve en
base a principios ni a convicciones morales, sino en base a consideraciones
prácticas acordes con los objetivos que se han establecido. Proponemos
en tal sentido que se asuma como objetivo primordial de la CA la constitución
de puntos de vista colectivos, lúcidos y políticos, que surjan
de la libre discusión entre todos los participantes de la CA y que
por tanto sean propiedad de todos los que han decidido actuar juntos y
no de un sector especializado dedicado exclusivamente "a la política".
Creemos que el momento actual nos impone la necesidad estratégica
de emplear todos los espacios colectivos como espacios de formación,
donde es prioritario desarrollar una conciencia colectiva más lúcida
sobre el estado actual del mundo (desastroso) y de la vida. La coordinación
democrática de las luchas permite, mediante el debate abierto y
la acción directa, la constitución de esa conciencia global
de la situación.
La reciente aparición de un movimiento
anticapitalista en Chile plantea la urgente necesidad de "actualizar la
teoría crítica que acompaña una práctica revolucionaria
total" (6). Para efectos prácticos, ello implica que sean abordados
teóricamente los problemas más inmediatos de organización
tanto como los problemas más generales del capitalismo de nuestra
época. Tiene poco sentido, por poner un ejemplo, hablar de la alienación
de la política en general si no se incluyen en dicho análisis
las manifestaciones concretas de ese fenómeno en el ámbito
que nos resulta más próximo. En este caso, se trata precisamente
de entender los problemas específicos de la CA como expresiones
concretas de problemas que atraviesan a todo el espectro contestatario,
y que sólo pueden ser resueltos en la práctica. En nuestra
lucha por una sociedad sin clases, los medios que empleamos determinan
desde ya nuestro fracaso o nuestra victoria.
Notas
1 El hecho de que esta tendencia sea presentada de un modo espectacular, como simples repeticiones del "síndrome Seattle" (una especie de Woodstock violentista), responde a la táctica fundamental del capitalismo moderno, que es ocultar el proceso de la realidad tras una sucesión de acontecimientos exhibidos de forma incoherente.
2 "La memoria no ha muerto". En: www.nodo50.org/pretextos
3 En los ejes que definen esta intención (porque hasta ahora no es más que eso, una intención) se incluyen indistintamente definiciones como: "de izquierda", "libertario", "antijerárquico", "revolucionario", etc.
4 Esta idea se ha expresado ya en asambleas como propuesta práctica: cada organización debería aportar sus puntos de vista de un modo sintético y preciso, en no más de una carilla y sobre criterios simples (¿por qué anticapitalistas? ¿contra qué luchamos? ¿qué queremos? ¿cómo lo conseguiremos?). Esto no implica en absoluto publicar información que pueda comprometer a la organización más de lo que la compromete su práctica cotidiana. En todo caso, la Coordinadora cuenta con los medios para llevar a cabo esta tarea de forma segura.
5 "La política ante todo". Colectivo Maldeojo. En: www.geocities.com/SoHo/Lofts/8666/trabajo00.htm
6 Prólogo
a "El fetichismo de la mercancía y su secreto" (Karl Marx). Instituto
de Vandalismo Comparado, Folleto de Difusión # 6, 1 de mayo del
2001.