EL SERVICIO FERROVIARIO EN LAS LINEAS DE DEBIL TRAFICO

 

 

En la mayor parte de las exposiciones que vienen haciéndose desde la Plataforma en Defensa del Ferrocarril se insiste en el carácter de servicio público que debe cumplir el tren. Es una idea central de la que se desprenden muchas de las observaciones reflejadas en cada uno de los apartados de esta comunicación.

Cuando se abordan los problemas relacionados con las líneas de débil tráfico, hay que volver a recordar que, aparte de otras consideraciones expuestas en este trabajo, seguimos moviéndonos guiados por aquella preocupación. El ferrocarril debe existir también en las zonas rurales, en territorios aislados, en las localidades emplazadas fuera de los circuitos ”rentables”. También en estos lugares tiene cabida el tren y las estaciones, el movimiento de pasajeros y el de mercancías, especialmente donde ya existe la infraestructura y la decisión pendiente es abandonarla. Las notas que siguen tratan de argumentar en este sentido.

En las espectaculares y aceleradas transformaciones de todo tipo que en los últimos tiempos sacuden la sociedad, está la tendencia, aparentemente imparable, a consolidar unas nuevas formas de asentamiento y concentración de actividades en torno a grandes aglomeraciones urbanas. Es un proceso que llega aun más lejos. Todo el territorio, sin apenas excepciones, se urbaniza, entendiendo como fenómeno urbano un conjunto muy amplio de características relativas al modo de vida, de producción, de ocupación del espacio, etc... propios de la ciudad. Lo urbano invade lo que antes no lo era y tiende un manto uniforme que llega a los últimos rincones. Se diseña, se planea el territorio bajo estos parámetros. Esto queda muy claro en las ideas hoy imperantes de ocio y turismo, actividades recreativas pensadas para desahogo de los habitantes de las ciudades. La manera de entender la cultura, urbana por excelencia, también impregna las inquietudes de cualquier pueblo por pequeño que sea. El equilibrio, inestable, pero equilibrio, entre lo que clásicamente se ha conocido como campo y ciudad, se ha roto.

¿Definitivamente?

No se trata de imitar el pasado. Simplemente de poder optar frente a un futuro excesivamente condicionado. Suponiendo que interesasen otras posibles relaciones entre las distintas formas de habitar, y que se considere buena la pluralidad de asentamientos,  teniendo en cuenta la estrecha relación entre organización del territorio y transporte, no cabe duda de que un diseño adecuado de red ferroviaria puede contribuir, como medida reequilibradora, a conseguirlo. Sería una pequeña pero valiosa aportación en ese campo. Es dudoso que la evolución de las sociedades en el tiempo responda a un ”orden natural”. Este pensamiento disfraza una ideología más. No hay que olvidar que el éxito o fracaso de determinados servicios de ferrocarril dependen en buena medida de las voluntades que se pongan para que así ocurra. ¿Sería una línea de débil tráfico tan débil si se corrigieran algunas de sus condiciones? ( 1 ).

Cualquier empeño humano, y el planeamiento especialmente, es una construcción social. Trazar objetivos con un alcance más allá de lo inmediato, actuar con amplitud de miras y sobre todo tender a la consecución de valores considerados aceptables.... todo eso supone una actitud poco perezosa, no reduccionista, donde los problemas se enriquecen y complejizan, se introducen variables múltiples sometidas al análisis critico, se utilizan métodos participativos....

No puede seguirse una política de transporte que se pliegue a unas pautas dadas como evidentes sin ser sometidas al menos a una observación detenida y razonada. Es necesario superar la visión instrumentalizada de la planificación y convertirla en un lugar más de reflexión y trabajo para crear el entorno que deseamos. La realidad no es algo exterior a nuestras voluntades. Investigar sobre caminos posibles es una opción profesional, adecuarse con sumisión a uno ya dado es otra. La primera abre un campo, la segunda se limita a ejecutar correctamente.

Las líneas secundarias de una red, tienen, independientemente de su propia funcionalidad, un carácter de complementariedad con el resto de la red, es la razón de ser de una determinada tela de araña, que deja de serlo si se prescinde de sus conexiones intermedias. Eliminándolas se pierde el sentido de malla y se entra de lleno en el modelo de corredor, por el que parece apostar la actual política de RENFE. A menudo se ignora este aspecto: la pérdida de una parte afecta al todo.

Las líneas secundarias de la red, las que soportan tráficos menores, no deberían condenarse al triste destino de vías verdes, recorridos folclóricos y otros hallazgos turísticos. Este es el futuro que al parecer se asigna a las líneas condenadas a desaparecer. Hay varios problemas en este enfoque. Por un lado, las propuestas llamadas ”verdes” son, recurriendo a un fácil juego de palabras, muy grises: lo que estuvo vivo y pensado para todo el mundo, toma un aire de oferta a la moda, restringido, ... En realidad este tipo de propuestas no son más que coartadas para presentar con una cara ”ecologista” lo que no es más que destrucción de infraestructura y servicio publico. Si esos suelos estuvieran en medio urbano, si tuvieran un valor de mercado apetecible, otro sería su destino. Ahí queda lo que ha ocurrido con la estación del Norte en Madrid. Pero hay también otra cuestión. El futuro de las áreas rurales deprimidas no puede basarse en el turismo como principal fuente de recursos. Si ese recurso no es subsidiario de otras actividades, se convierte en aIgo efímero, encasilla determinados lugares, incluso puede bloquear otras potencialidades.

El abandono de las líneas de débil tráfico es también el abandono de todo un legado cargado de referencias de sobra conocidas. Culturales, sociales, urbanísticas arquitectónicas... cualidades que se concretan de diferente manera en cada caso. Es absurdo un abandono que convierte lo que podría ser útil en pieza de museo.

No hay mejor ejemplo para resumir todo lo apuntado anteriormente que analizar la desaparecida conexión entre Asturias y Andalucía, a través de la llamada ”Ruta de la Plata”, una de las relaciones transversales de más largo recorrido en la Península. Investigamos sobre ella haciendo un trabajo de campo y estudiando los documentos perdidos en sus estaciones. Son muy significativas las pérdidas que, bajo multitud de aspectos, concurren en el abandono de esta línea Muchas comarcas encontraban ( y encontrarían hoy) un apoyo en el ferrocarril. Mucho más allá de una superficial pregunta, ”¿pero... cuántos viajeros iban de Gijón a Sevilla, o peor aun... a Huelva?”, este trazado servía ( y serviría hoy) para animar zonas ganaderas, madereras, agrícolas industriales... como se pudo comprobar mediante el trabajo realizado. Serviría también para relacionar poblaciones, comarcas y regiones próximas a las que se le ha arrancado de cuajo la posibilidad de hacerlo por tren. Potenciaría, en fin, posibilidades latentes en gran parte del resto de la red, pues son muy numerosos los enlaces con ella y muy sugerentes las novedosas opciones que surgirían. No es objeto de este estudio hablar de la riqueza que para toda la red supondría la reapertura de los tramos cerrados. Solamente señalar sus evidentes beneficios. Es difícil de entender cómo se desaprovecha algo que existe y que sólo necesitaría un tratamiento adecuado para ponerlo en marcha.

Una idea final a debatir. El ferrocarril es, por diferentes motivos, además de un medio de transporte, un equipamiento. Este rasgo se acusa con particular intensidad en los territorios de los que venimos hablando en este artículo, aquellos que no se encuentran localizados en las zonas de ebullición. Apuntamos algunos argumentos para la discusión. Las relaciones indirectas que el ferrocarril mantiene con otras actividades, los valores consolidados en su corta historia... las característica propias de ese invento reciente que fue el tren. Se compara a menudo el ferrocarril con otros modos de transporte, considerando al factor tiempo como único y decisivo elemento, ignorándose las propiedades, las señas de identidad, que por definición van ligadas a ese modo. La infraestructura de la vía como soporte especialmente fijo y permanente, el vagón como habitáculo cuyo espacio es susceptible de variedad de diseños y usos, que hacen de él. una pieza con posibilidades distintas a las del autobús y al avión; las construcciones auxiliares asociadas al ferrocarril y agrupadas en su entorno, con la estación, ese equipamiento tan característico, como asunto principal; la inserción del ferrocarril en el medio que atraviesa, creando sus propios alrededores... Todo esto son sus atributos diferenciadores, que han contribuido a hacerle un hueco propio, tan suyo, que permite preguntar ”¿en ese lugar hay tren?”, independientemente de que se encuentre en una encrucijada de carreteras. Es en ese sentido en el que decimos que el ferrocarril se comporta también como un equipamiento. Las líneas de débil tráfico actúan así en territorios aislados. Su tratamiento debe hacerse atendiendo y respetando unos hábitos, unas necesidades, unos paisajes que no necesariamente deben tomar como modelo ejemplos extraños. En los criterios de planificación cabe entender el territorio como un todo, sin unas partes subordinadas a otras... y si encima se hace con cariño, redundará en beneficio de todas ellas, es decir de la ciudad y del campo, de lo grande y lo pequeño, de lo ruidoso y de lo solitario.

 

 

 

 

 

( 1 ) ¿Puede decirse que la relación ferroviaria entre Zamora y Salamanca, por ejemplo, genera de por sí un tráfico débil? Probablemente eso dependerá de las circunstancias en las que se efectúen los viajes, del contexto de esa línea: horarios, tiempos de viaje, calidad de los trenes, adecuación de las estaciones, conexiones ... y la correspondiente campaña, de apoyo o de desprestigio.

 

 

Miguel González Rodríguez.

Plataforma En Defensa Del Ferrocarril. Madrid.

                   

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