Los alaridos de su majestad

Fernando Rico
. 14 de noviembre de 2007

 

Hay que acabar con la miseria y la pobreza en América Latina
Hugo Chávez

¿Porqué no te callas?
Juan Carlos I de Borbón

Hay algo en esa frase que impide que sea asimilada tranquilamente, como una sencilla admonición o una réplica o como parte de la reunión en la que se dicen tantas cosas y se prometen muchas más menos pobreza, menos diferencias sociales, etc, y se termina haciendo todo lo contrario. En fin que pasa, viene y va. Por eso, en general, el destino de la conferencia debería ser anodino y mantener a España como esa cabeza de puente del dominio europeo: las inversiones claro está, las tarifas, sin duda, la estabilidad económica, evidentemente…el resto, fotos, abrazos y hasta sonrisas…la hipocresía para jet-set en do bemol mayor: Rodríguez Zapatero usó una corbata con rayas azules muy propia, el monarca, como siempre, rebosando de elegancia, Doña Bachelet hizo gala del rojo que resalta su personalidad, Chávez, como siempre, vestido de rojo, etc.

Pero esa frase aún resuena en la sede de la conferencia, tiene una clave y un tono y su digestión es lenta, dura y ofensiva. Obviamente, es el contexto, los protagonistas y el momento que dan para todo un anecdotario ilimitado e interpretaciones múltiples pero es indudable que callar a Chávez ha sido un propósito desde 1999 y aún antes cuando pronunció su emblemático por ahora. Y, el buen rey, el rey fascista, el rey de la transición, el rey monigote, el rey católico, el rey de los cuentos de hadas, el buen rey de ojos saltones cuya transformación en sapo fue palmaria, recogió como suyo ese clamor de todos los poderosos de este mundo que quieren callar esa nueva fuerza que emerge de las cenizas en la que ellos han convertido a nuestra América, nuestra África y parte de Asia. Sencillamente se exasperó: Cállate, que seguimos robando y asaltando continentes enteros sin que nadie nos perturbe, podría ser parte de la continuación de la secuencia.

Curiosamente, se trataba de defender a un miserable como Aznar que, por mucho que haya votado el pueblo español por él -como lo dijo Rodríguez Zapatero en la grandilocuencia del argumento- fue uno de los lacayos del conciliábulo para invadir Irak y, por ende, artífice del atentado más funesto que haya sufrido ese pueblo, entre otras muchas felonías. Lo mismo puede decirse de Bush, cuando miles y miles de iraquíes mueren en esa guerra inventada y orquestada por el patronato del petróleo y las águilas de Washington. Muchos criminales de guerra pueden haber sido elegidos democráticamente pero no ello no les quita su carácter de criminales ni les da la inmunidad ante la crítica, ahora convertidos en turismeros de pacotilla. También por eso, los españoles que quieren revivir su memoria histórica no pueden callarse frente al mequetrefe vestido de doncella que vaga por el mundo regando su fascismo ni admitir esa defensa a ultranza e hipócrita.

Su majestad, el excelentísimo señor don Juan Carlos I de Borbón, rey de la monarquía Española, huyó, entonces, del recinto. Se evaporó mientras Ortega le replicaba la conducta de las empresas españolas en el continente. No se precisa más elocuencia para entender las verdaderas intenciones de su majestad que aspira acallar el tiempo como lo hicieron sus antepasados. Cállate tú, rey de burlas y falacias.