Con la venia. Los "otros" abogados de Melilla
Esta ciudad parece empeñada en pasar como un
apisonadora por su intensa Historia.
Precisamente en estos días, cuando está punto de
aprobarse por el Congreso una de las leyes más
esperadas de la democracia, la llamada Ley de la
Memoria Histórica. No es sólo que esta ciudad y
las fuerzas vivas que la representan
oficialmente, hayan entrado en una fase aguda de
amnesia, ya que de hecho este parece ser su
estado crónico, sino que persiste día sí y día
también en el maltrato de palabra y obra de
aquellos lugares que debían ser considerados
"Lugares de la Memoria" (el fuerte de Victoria
Grande, que fue la primera cárcel de mujeres
políticas en España; el cuartel de Santiago,
donde se desarrollaron los ignominiosos Consejos
de Guerra; el fuerte de Rostrogordo, que
presenció la mayor parte de los 291 asesinatos
censados en Melilla; el mismo cementerio
municipal; el campo de concentración de Zeluán,
el primero levantado en España y el más
desconocido;...), mientras disculpan la
presencia del callejero y los "monumentos" en lo
que semeja el empeño de continuar haciendo de
Melilla el kilómetro cero del franquismo.
Por ello hay ocasiones en que uno, desde su
sencilla condición de ciudadano, se atreve a
alzar la palabra. Seguramente tiene la culpa de
ello el día tan gris que envuelve hoy a Melilla
y la lectura del periódico con el primer café de
la mañana. En la página dos del Melilla Hoy de
19 de octubre de 2007, se inserta una foto con
el pie "Ofrenda floral a Requena, Vandewalle y
León", bajo el cual se explica que la Junta de
Gobierno del Ilustre Colegio de Abogados de
Melilla, dentro de los actos conmemorativos del
75 aniversario de la institución, ha realizado
una ofrenda floral en el cementerio melillense a
los decanos fallecidos Manuel Requena, Francisco
Vandewalle y Eduardo León. Así mismo que se
celebró una misa por todos los decanos
fallecidos en los 75 años de existencia del
ilustre Colegio, aunque no se mencionan sus
nombres, ni que ellos pidieran que se les
dedicaran misas. La noticia finaliza con el
aviso de que este mismo día, gris y lluvioso,
este 19 de octubre, el Colegio de Abogados
impondrá la Medalla de Oro nada menos que al
Defensor del Pueblo, Enrique Múgica. Todo ello,
como remate de la inauguración de cinco calles
con nombres de ilustres juristas melillenses, en
un homenaje que brindó la Ciudad a los abogados
de Melilla.
Por mi parte, materializo aquí mi rechazo, ante
la desmemoria histórica, en general, y, en
particular, hacia la mencionada ofrenda floral a
Manuel Requena Cañones. Quede constancia de ello
en este escrito presentado como un pequeño
homenaje a los "otros" abogados, a aquellos que
no sólo sufrieron la represión, y en algunos
caso su peor cara, la muerte, sino que siguen
sufriéndola con el silencio de sus propios
compañeros, aunque estoy seguro de que estos
rechazan la alineación de la Institución durante
la Guerra Civil y la posguerra con el bando
golpista, así como la dejación de funciones que
realizaron durante este periodo, sin que se
emitiera una triste nota por los fusilamientos,
los paseillos, y los ilegales Consejos de
Guerra.
Quizás el Defensor del Pueblo que nos visita y
que tan alta responsabilidad ostenta, quiera
interesarse por la historia de algunos de esos
decanos homenajeados en el cementerio, como
Manuel Requena Cañones. Quizás quiera conocer
sus hazañas de falangista, su participación en
la represión, y su "plácida" postguerra, que
diría un ex ministro del PP de cuyo nombre no
quiero ni acordarme. Remito respetuosamente al
señor Múgica y al Ilustre Colegio de Abogados
-por cierto, nacido en la Segunda República,
como las grandes instituciones civiles de la
Ciudad- a que lean mis libros Las heridas de la
historia. Testimonios de la Guerra Civil
española en Melilla (Barcelona, Bellaterra,
2004) y Al Oriente de África. Masonería, Guerra
Civil y represión en Melilla (1894-1936)
(Melilla, UNED, 2005), en especial su segundo
volumen. En ellos podrán ver el trágico destino
de los "otros abogados", ahora condenados, como
cientos de melillenses, una vez más, al olvido
por el sencillo hecho de ser consecuentes con
sus actos. Entre estos abogados quiero recordar
algunos, como colofón de mi pequeño homenaje:
- Enrique Díaz Arroni, uno de los primeros
decanos del Colegio de Abogados de Melilla
durante la Segunda República, que fue
suspendido en su profesión por el Tribunal
Especial para la Represión de la Masonería y
el Comunismo, aún cuando Díaz Arroni ya
había fallecido. Este "pequeño detalle" no
impidió que el mencionado Tribunal siguiese
actuando contra él por sus actividades
masónicas y que, incluso, al conocer lo que
solía llamar "la muerte del culpable",
extendiera el proceso hasta más de veinte
años después de la muerte del encausado.
- Vicente Palazón Carrasco, fiscal de
Nador, masón, militante del Partido
Socialista, sometido al Tribunal Provincial
de Responsabilidades Políticas de Melilla
-formado por abogados como Francisco Mir
Berlanga, delegado del Movimiento, alcalde y
excronista de la Ciudad de Melilla-, y
sentenciado en Consejo de Guerra "a la
última pena". Esta se llevó a efecto con su
fusilamiento en Rostrogordo el 24 de abril
de 1937, cuando Palazón contaba 35 años.
Muerto "por heridas de armas de fuego",
consta eufemísticamente quizá para
tranquilizar algunas conciencias o tal vez
para dar la medida del sarcasmo de sus
autores.
- Leopoldo Queipo Camó, que, además de
abogado, fue profesor de la Escuela General
y Técnica y ocupó diversos cargos cívicos,
como vicesecretario de la Cámara Oficial de
la Propiedad Urbana de Melilla, Presidente
del Círculo Mercantil, y diputado segundo
del Colegio de Abogados de Melilla. Queipo,
que perteneció al Partido Radical, fue
detenido el 4 de agosto de 1936,
encarcelado, y sancionado con la pérdida de
todos sus cargos por su condición de masón.
Además fue multado con 50.000 pesetas por la
Alta Comisaría de España en Marruecos y
condenado a 6 años y 1 día de prisión mayor
por el delito de "excitación a la rebeldía",
en el Consejo de Guerra celebrado en Melilla
el 9 de enero de 1940.
- José Asensi Marín, también abogado,
militante radical y uno de los firmantes, en
1934, del manifiesto de izquierdas contra la
candidatura al Congreso del general
Sanjurjo. La sublevación militar cogió a
Asensi en Melilla, donde desempeñó el cargo
de juez de instrucción interino hasta que
fue detenido el 8 de agosto de 1936 e
ingresado en el campo de concentración de
Zeluán. Fue multado por la Alta Comisaría de
España en Maruecos (1.000 pesetas) y
condenado en Consejo de Guerra en Melilla a
reclusión perpetua.
- Cándido López Castillejos, abogado,
militar y profesor de la Escuela General y
Técnica, ocupó el cargo de presidente de
Izquierda Republicana en Melilla. Fue
asesinado en Melilla el 14 de agosto de 1936
y enterrado al día siguiente en el
cementerio municipal.
Quiero terminar con una llamada a la cordura de
los ciudadanos de bien y de conciencia para que
encaren de frente las verdades de nuestra
historia común, para que valoren lo que
significó la II República en Melilla, y su
trascendental peso en el nacimiento de la
ciudad, no sólo como urbs sino sobre todo como
civitas. El Colegio de Abogados de Melilla, como
el Ayuntamiento de Melilla, como la Escuela de
Magisterio, como tantas otras instituciones
civiles, como los partidos políticos, los
sindicatos, etc., surgieron precisamente en
Melilla en el transcurso de la demonizada II
República. Por supuesto me uno a las voces que
piden que las lecturas de nuestra Historia se
hagan sin revanchismos ni distorsiones, pero
también a las que exigen a nuestros políticos el
alto grado de responsabilidad que les compete en
ello. El político, como el historiador, ha de
contar con la ética y la búsqueda de la verdad
como instrumentos básicos de su oficio, si
quiere mirar de frente al ciudadano y compartir
su legado.