Jornada del PCPV sobre el Movimiento obrero

Noviembre de 2006

Título: Movimiento obrero y Sindicatos: ayer y hoy
Julián Marcelo

Índice

Introducción
1. Breve historia de las movilizaciones obreras
2. La Primera Internacional
3. Algunos elementos de la reflexión y acción política del proletariado
4. La lucha economica: el sindicalismo hasta la primera guerra mundial
5. Reunificación de la lucha económica tras la Primera Guerra Mundial
6. La visión clásica del equilibrio entre lucha política y lucha sindical
7. Un nuevo impulso a la lucha social del proletariado


Resumen

La movilización de los proletarios, por sus intereses económicos, políticos y sociales, tiene dos hitos con la Primera Internacional y la Revolución de 1917. Los principales autores marxistas han estudiado en la acción política y la económica de los trabajadores la organización coherente de prácticas reivindicativas y revolucionarias, así como los problemas a veces inesperados que se plantean tanto bajo el capitalismo desarrollado como en los intentos de paso al socialismo. En España, los acelerados cambios en el capital y el trabajo, así como la historia de CCOO como "movimiento de nuevo tipo", exigen profundizar las relaciones entre organizaciones sindicales y partidos políticos de los trabajadores.

Introducción

Conviene precisar que este es un texto escrito desde el punto de vista de la visión comunista, o sea por militantes comunistas y para aclarar dichas ideas. No es un texto de acción sindicalista ni política, sino ambas cosas a la vez. No dice lo que tiene que hacer un sindicato ni un partido de trabajadores: sólo reflexiona sobre el papel de un comunista en el sindicato (la lucha económica) y en el partido (la lucha política ) junto a un tercer ámbito de lucha social que luego se apuntará.

También conviene adelantar el sentido de varios términos que suelen verse como equivalentes (proletario, trabajador, obrero, asalariado) aunque los clásicos y la situación actual exigen su empleo más cuidados. No basta ver un diccionario normal, que los confunde. Por ejemplo, obrero es un “trabajador manual retribuido”; pero proletario unas veces se toma como “perteneciente o relativo a la clase obrera” y otras “se decía de quien carecía de bienes y solamente estaba comprendido en las listas vecinales por su persona y prole;... en la antígua Roma, ciudadano pobre que únicamente con su prole podía servir al Estado”.

Para emplear estos términos esenciales en el marxismo, tuvieron que definirlos mejor sus fundadores (aquí se hablará sobre todo de MEL, Marx, Engels y Lenin) con objeto de describir tanto la situación en que vivieron como la historia. No por casualidad, en el Manifiesto Comunista, que es la formulación temprana (1848) y básica del movimiento comunista, aparece la palabra ‘proletario’ 94 veces, ‘obrero’ 40 veces, ‘clase obrera’ 13 veces, ‘trabajo asalariado’ 12 veces y ‘trabajador’ sólo 6 veces.

Proletario es así desde el principio del marxismo el término social clave, ya que “los proletarios no tienen nada que salvaguardar; tienen que destruir todo lo que hasta ahora ha venido garantizando y asegurando la propiedad privada existente… El movimiento proletario es el movimiento independiente de la inmensa mayoría en provecho de la inmensa mayoría. El proletaria­do, capa inferior de la sociedad actual, no puede levantar­se, no puede enderezarse, sin hacer saltar toda la superes­tructura formada por las capas de la sociedad oficial… Proletarios del mundo ¡uníos!".

Como se ve, también se distingue ‘proletario’ (el que no posee ningún medio de producción que no sea él mismo) de ‘movimiento proletario’, constituido junto a los proletarios (encabezados en los siglos XIX y XX por una vanguardia creciente de obreros fabriles cuya organización y conciencia juega un papel esencial en las revoluciones político-sociales) por esa ‘inmensa mayoría’ de masas campesinas más o menos implicadas en los cambios tecno-económicos y en dichas revoluciones,

Así, "por pequeño campesino entendemos aquí al propieta­rio o arrendatario -principalmente el primero- de un pedazo de tierra no mayor del que pueda cultivar, por re­gla general, con su propia familia, ni menor del que pueda sustentar a ésta. Este pequeño campesino, como el pequeño artesano, es por tanto un obrero, que se distingue del proletariado moderno por el hecho de hallarse todavía en posesión de sus medios de trabajo”.1


1. Breve historia de las movilizaciones obreras

El Manifiesto Comunista de 1848 (y textos sucesivos que todos consideran hoy como clásicos evidentes) muestra con vigor que la historia de la defensa de los desposeídos contra los ‘desposeedores’ es tan larga como la historia de la humanidad. Pero el Manifiesto es a su vez el programa de acción de la Liga de los Comunistas, el primer núcleo de organización política de los proletarios independiente de otras organizaciones revolucionarias para luchar por sus intereses propios. Se sitúa respecto a otros intentos teóricos políticos y relaciona la maduración de la revolución proletaria con la de la revolución industrial y con la propia conciencia de clase.

El Manifiesto y sus autores son contemporáneos del gran periodo de la lucha política contra el feudalismo (monarquía, nobleza y clero) por una burguesía ascendente que usaba al proletariado como munición, además de explotarlo económicamente. Durante una decena de años se van imponiendo revoluciones burguesas por toda la Europa continental, que terminan en la represión de las capas proletarias que intentan defender sus propios intereses contrarios a los burgueses.

El Manifiesto y sus autores son también contemporáneos de las primeras organizaciones de masas de los Cartistas ingleses, en constante equilibrio entre conseguir reivindicaciones económico-sociales vitales (más salario y menos jornada) y la necesidad de mantenerlas con una actuación política que las rebasaba (derecho a voto o sufragio universal). Los revolucionarios derrotados en el continente encuentras asilo en Inglaterra y desde allí preparan esa difícil doble actuación económica y política, principio permanente de un movimiento proletario, que avanza cuando las combina acertadamente con cada situación y que retrocede cuando se debilita cualquiera de las dos ‘piernas’ de su avance.


2. La Primera Internacional

Los sindicatos ingleses y los refugiados revolucionarios impulsaron esta nueva organización Internacional, fundada el 28 de septiembre de 1864, tras la dura reflexión de las derrotas en los dos frentes económico y político de lucha. Este frente único de todas las corrientes del pensamiento obrero (marxistas, lasalleanos, socialistas utópicos, cooperativistas proudhonianos, bakuninistas, sindicalistas ingleses) se unió a pesar de las profundas diferencias doctrinarias, teniendo en sus fines la doble perspectiva política y económica desde su Manifiesto Inaugural, redactado por Marx:

"Considerando: que la emancipación de los trabajadores debe ser obra de los trabajadores mismos” (objetivo autónomo de clase); que los esfuerzos de trabajadores por conquistar su emancipación no han de tender a constituir nuevos privilegios, sino a establecer para todos mismos derechos y los mismos deberes; que la supeditación del trabajador al capital es la fuente de toda servidumbre política, moral y material; que la emancipación de los trabajadores no es un problema simplemente local o nacional”. Pero contra dicha emancipación "los propietarios del suelo y los capitalistas utilizarán su poder político para defender sus privilegios económicos… Por esto el primer deber de la clase obrera consiste en conquistar el poder político".

Esta unidad de criterios no podía mantenerse sin una gran flexibilidad organizativa, así, "se ha fundado una Asociación para obtener un punto central de comunicación y de cooperación entre los obreros de diferentes países movidos por el mismo propósito, a saber: a la mutua, el progreso y la liberación completa de la clase obrera”.

Muy pronto, desde su primer Congreso (septiembre de 1866), los dirigentes de la Internacional asistieron a la doble crítica por una parte de los "trade-unionistas puros", que querían limitar la acción de los sindicatos a problemas de salario y jornada obrera; y por otra de los bakuninistas anarquistas organizadores de sublevaciones y asesinatos que sirvieran de provocación a la espiral de represión y movilización de las masas. Pese a estas tensiones, la I Internacional se mantuvo una década, pero no sobrevivió a su traslado a EEUU. En 1889, Engels veía el lanzamiento de la fortísima II Internacional.


3. Algunos elementos de la reflexión y acción política del proletariado

Siguen varias citas orientadoras del pensamiento de MEL que actuó como hilo conductor del movimiento político del proletariado durante las revoluciones burguesas hasta la de Octubre.

Un movimiento urbano: “Sin las grandes ciudades, sin el impulso que éstas dan al progreso de la con­ciencia pública, los obreros no hubieran avanzado tanto como lo han hecho en la realidad. Además, las grandes ciu­dades acabaron con los restos de las relaciones patriar­cales entre el obrero y el patrono, contribuyendo también a ello la gran industria al aumentar el número de obreros dependientes de un solo burgués”.2

El proletariado conductor: "De todas las clases que hoy se enfrentan con la burguesía, sólo el proletariado es una clase verdadera­mente revolucionaria. Las demás clases van degene­rando y desaparecen con el desarrollo de la gran -indus­tria; el proletariado, en cambio, es su producto más pe­culiar. Las capas medias -el pequeño industrial, el pequeño comerciante, el artesano, el campesino-, todas ellas luchan contra la burguesía para salvar de la ruina su existencia como tales capas medias. No son, pues, revolucionarias, sino conservadoras. Más todavía, son reaccionarias, ya que pretenden volver atrás la rueda de la historia. Son revolu­cionarias únicamente cuando tienen ante sí la perspectiva de su tránsito inminente al proletariado”.3

El capital desarrolla sin querer la lucha obrera: "La revolución industrial había creado una clase de grandes fabricantes capitalistas, pero había creado tam­bién otra, mucho más numerosa, de obreros fabriles. Esta clase crecía constantemente en número a medida que la re­volución industrial se iba adueñando de una rama industrial tras otra. Y con su número, crecía también su fuerza, que se demostró ya en 1824, cuando obligó al parlamento a de­rogar a regañadientes las leyes contra la libertad de asocia­ción”.4

Paso de la lucha económica a la política: “La defensa por los obreros de sus asociaciones frente al capital, siempre unido, acaba siendo para ellos más nece­saria que la defensa del salario. Hasta tal punto esto es cierto que los economistas ingleses no salían de su asom­bro al ver que los obreros sacrificaban una buena parte del salario en favor de asociaciones que, a juicio de estos eco­nomistas, se habían fundado exclusivamente para luchar en pro del salario. En esta lucha -verdadera guerra civil- ­se van uniendo y desarrollando todos los elementos para la batalla futura. A1 llegar a este punto, la asociación toma carácter político".5

Poder y conciencia de clase: “La clase obrera posee un elemento de triunfo: el núme­ro. Pero el número no pesa en la balanza si no está unido por la asociación y guiado por el saber. La experiencia del pasado nos enseña cómo el olvido de los lazos fraternales, que deben existir entre los trabajadores de los diferentes países y que deben incitarles a sostenerse unos a otros en todas sus luchas por la emancipación, es castigado con la derrota común de sus esfuerzos aislados".6


4. La lucha economica: el sindicalismo hasta la primera guerra mundial

Siguiendo a José María Laso Prieto (El Movimiento sindical, una realidad internacional), “el movimiento sindicalista apareció como producto de los procesos de industrialización e iba unido directamente a la gestación del capitalismo”, con poco parecido a los gremios medievales o a las asociaciones de beneficios mutuos de los esclavos y libertos romanos. En la inicial lucha del proletariado contra la burguesía “los capitalistas explotaban preferentemente a mujeres y niños. Así, en la industria textil británica, millares de niños trabajaban por un bocado de pan, y con frecuencia había niños de 6 años a quienes se pegaba para mantenerlos despiertos. En 1865, cerca de 120.000 niños menores de 13 años trabajaban en la industria textil de Gran Bretaña e Irlanda… de 12 a 14 horas por día, generalmente de pie. En general, las condiciones de vida y trabajo de los obreros eran muy duras, ya que el obrero era considerado como una mera mercancía, que se contrataba o despedía conforme a las exigencias de la producción y de la competencia, y estaba sometido a los actos arbitrarios y a las reglas draconianas de los patronos. Víctimas de una explotación feroz y faltos de los derechos más elementales, los obreros comenzaron a luchar por mejorar su situación económica. Esta resistencia obrera, que se opuso por diferentes vías, violentas o pacíficas, era, hasta mediados del siglo XIX, espontánea, aislada y sin un carácter consciente y organizado. Al principio, los obreros ‘ludditas’ pensaban que las máquinas eran la causa de su desgracia y se opusieron, por todos los medios a su alcance, llegando incluso a la destrucción de tales máquinas… Históricamente… las asociaciones obreras nacieron en las diversas ramas de la producción,… para unirse y defender sus intereses estrictamente profesionales. Estas reivindicaciones se limitaban a los problemas del momento: salarios, horarios de trabajo, paro, competencia, etc… La forma inferior del movimiento sindical, fue la lucha económica.”

Con el crecimiento del proletariado, y de su conciencia de clase, con su iniciación en las ideas socialistas, los sindicatos sufrieron cambios cualitativos y cuantitativos… adoptaron un carácter de clase más acentuado, para obtener reivindicaciones políticas y económicas determinadas.”

Inicialmente, los Sindicatos eran clandestinos… el simple acto de afiliarse era sancionado por la ley. Con el fin de destruir al movimiento sindical, la burguesía no vaciló en utilizar la fuerza, la demagogia y la corrupción”. Los rasgos que revistió el movimiento sindical en cada país los determinó así sus condiciones históricas particulares, el desarrollo capitalista desigual, el grado de conciencia de clase del proletariado y la coyuntura política.

Hacia 1820 nacieron en Inglaterra las primeras Federaciones sindicales profesionales (la de Minas contaba con 1.300.000 miembros). Durante todo el siglo XIX, las Trade Unions inglesas fueron el referente tanto por su fuerza organizativa potencial como por su débil enfrentamiento al sistema. Para Marx, “Los sindicatos deben convencer al mundo entero de que no luchan por sus intereses personales, sino por la liberación de millones de hombres oprimidos.”

Los sindicatos profesionales alemanes arrancaron localmente de 1840 a 1850 y sólo en 1860 se pudieron legalizar. Al formar los dirigentes del movimiento sindical el Partido Socialdemócrata alemán en 1869, el Canciller Bismarck mantuvo hasta 1890 leyes antisocialistas contra el Partido y la mayoría de los sindicatos. En la clandestinidad se desarrollaron tanto que en 1891 crearon el Consejo General de los sindicatos alemanes, con 9 millones de afiliados. Pero en este proceso, los sindicatos se burocratizaron, y a su cabeza se colocaron funcionarios que se fueron aburguesando y desviando a los sindicatos de la lucha de clases. Con sus enormes ingresos (en parte con apoyo desintegrador del Estado, como ocurrió en la Francia napoleónica) además de pagar sueldos les dio por las sedes suntuosas (el ‘mal de piedra’ como se decía).

El sindicalismo francés, muy dividido al principio entre liderazgos reformistas y revolucionarios (éstos muy reprimidos tras las revoluciones burguesas de 1830 y 1848, el imperio, su derrota y la destrucción final de la Comuna), no alcanzó el poder burocrático alemán; pero la CGT, su rama mayoritaria un espíritu constante antireformista frente a FO (Force Ouvrière).

Con cierto retraso y con fuerte influencia anarquista, los trabajadores italianos sólo se organizaron sindicalmente a fines del siglo XIX y no se unieron hasta 1906 en la Confederación Nacional del Trabajo, cuya ala izquierda se escindió en 1913 para fundar la Unión Sindical Italiana. La debilidad del movimiento obrero español se debe a la poca industrialización (incluso en 1860 sólo había 150.000 obreros industriales, más de la mitad en Cataluña). En 1830 ya hubo “sociedades de auxilio mutuo” y protestas luditas (en la fábrica “El Vapor” de Barcelona en 1835, o contra las “selfactinas” en 1854). Sólo en 1870 se inicia el primer Congreso Obrero con gran influencia anarquista; pero en el segundo arranca como Asociación Nacional del Trabajo lo que será la UGT, constituida en 1887. Hasta 1910 no se creó la CNT, anarco-indicalista y opuesta a toda acción política. También en la Rusia poco industrializada arranca tardíamente un débil sindicalismo de un movimiento anarquista revolucionario clandestino, que pasa a ser dirigido rápidamente por el Partido Socialdemócrata Obrero Ruso (PSDOR) en sus dos ramas, menchevique reformista y bolchevique revolucionario.


5. Reunificación de la lucha económica tras la Primera Guerra Mundial

El imperialismo colonial que desembocó en la terrible Primera Guerra Mundial empujó a la concertación de las centrales sindicales de Europa y EEUU. Aprovechando el Congreso Sindical alemán de Suttgart, organizaron una Conferencia sindical internacional que instaló en Dublín su Secretariado. Las 9 centrales sindicales constituyentes con más de 6.000.000 de afiliados se llamaron Federación Sindical Internacional FSI desde el Congreso de Zurich (1913). Su reformismo se tiñó de patriotería chovinista a favor de cada bando en la Guerra, hasta la Revolución Soviética que reactivó todo el movimiento sindical y obrero, enfrentado en dos bloques: la FSI, relanzada en 1919 desde Ámsterdam, orientó su fuerza en Europa Occidental. Contra la Revolución soviética y los movimientos de Liberación Nacional de las colonias; la Internacional Sindical Roja, creada en Moscú en marzo de 1919, lanza en 1920 su primer Congreso de Sindicatos revolucionarios, al que asistieron delegados de 41 países y que creció hasta alcanzar 20.000.000 de afiliados en 1937 (pero se extinguió en 1943 al disolverse la III Internacional o Komintern. Una tercera Confederación Internacional de Sindicatos Cristianos. organizada en 1920, basada en la colaboración y opuesta a “la violencia y la lucha de clases”, nunca superó los 2.000.000 de afiliados.

A esta división sindical, una burguesía cada vez más brutal añadió la represión. Así, el antiguo socialista y sindicalista Mussolini prohibió fácilmente toda organización sindical y confiscó sus fondos. Lo mismo hizó el nacional-socialista Hitler desde 1933, rematando la represión que empezó la República de Weimar contra la desesperación obrera de la posguerra. La dictadura de Primo de Rivera y luego el franquismo arrasan las centrales UGT, CNT y hasta la nacionalista Solidaridad de Trabajadores Vascos (STV), pese a su sustrato católico.

Tras la Segunda Guerra Mundial cambió el sindicalismo internacional. La FSI, que empezó agrupando a sindicatos y a partidos políticos obreros, empezó a recoger agrupaciones internacionales profesionales o de sector (“a la inglesa”), como la Federación Profesional Internacional de los Obreros del Tabaco, creada desde 1871 (a la caída de la esclavitud). La coalición antifascista creó un comité sindical anglo soviético (final de 1941) que organizó, junto al Congreso de Organizaciones Industriales (CIO) sindicales de EEUU, el Comité preparatorio de la Primera Conferencia Sindical Mundial (Londres, febrero de 1945). En esta las 40 centrales nacionales y 15 organizaciones internacionales representantes de 50.000.000 de afiliados definieron el programa de reivindicaciones y convocaron el Congreso constituyente de la Federación Sindical Mundial (FSM). Sus 215 delegados de 56 países reunidos en Paris tras la victoria (septiembre de 1945) aprobaron los Estatutos, objetivos, métodos, Programa y Plataforma de mejora de condiciones de vida y trabajo; frente a grandes problemas como la extirpación del fascismo, la paz o la unidad sindical.

La unidad sindical con la FSM duró poco. En la reunión del Comité Ejecutivo de la FSM de final de 1947, la CIO exigió discutir el plan Marshall americano de reconstrucción; propuesta rechazada por mayoría por no figurar en el orden del día. El Consejo General de las TUC británicas, siguiendo a la CIO, dirigió a la FSM en enero de 1948 un ultimátum, exigiéndole la adhesión al Plan Marshall, bajo la amenaza de escisión. Como un componente más de la Guerra Fría crearon en Londres a finales de 1949 la Confederación Internacional de Sindicatos Libres (CISL) con un programa declarado de colaboración de clases, apoyo activo a la OTAN, lucha contra los comunistas y otras fuerzas progresivas, con amplias campañas de escisión sindical. Como admitió George Meany, presidente de la American Federation of Labour (luego AFL-CIO) en 1951, “cuando creció el peligro comunista en Francia e Italia, en los años de la posguerra, los sindicatos de tendencias libres fueron ayudados por sus colegas americanos agregados a las embajadas, que les proporcionaron la ayuda material para constituir sindicatos anticomunistas”. Así, frente a las unitarias y antifascistas CIGL italiana y CGT francesa, la CIA escinde la DGT-Force Ouvriere y la Confederación Italiana de Sindicatos de Trabajadores Libres (CISL) y crea en 1948 la DGB alemana, bajo ocupación anglo-americana y con 5.000.000 de afiliados.

La Federación Sindical Mundial se mantuvo y empezó a crecer en la década de los 60 con la descolonización, las luchas de liberación nacional, la mejora de la economía mundial, la competición por el ‘estado de bienestar’ y cierta distensión política internacional. Empezaron también los contactos la FSM, la CIOSL y la CMT (Confederación Mundial del Trabajo, procedente de la CISC de Sindicatos Cristianos, reconstituida en 1946) convocando conferencias sindicales internacionales en 1975, 1977, 1979 y por último en 1991, tras el colapso de la Unión Soviética. Hasta entonces, la FSM contaba unos 215.000.000 de afiliados de 90 centrales nacionales de 80 países socialistas, capitalistas y en desarrollo, que al parecer se ha reducido fuertemente con el colapso de los países del este; la CIOSL contaba 83.000.000 de afiliados de 144 organizaciones sindicales de 99 países; y la CMT contaba con una decena de millones de afiliados en 84 organizaciones sindicales.

Por otra parte, los sindicatos de la CIOSL en la Unión Europea han venido constituyendo la poco activa y muy institucionalizada Confederación Europea de Sindicatos, que al final ha absorbido sindicatos de la FSM como la CGIL italiana, CGT francesa y CCOO, así como otras centrales del este europeo. Últimamente en Viena se ha constituido en noviembre de 2006 la Confederación Sindical Internacional, CSI, que reúne a la CIOSL y la CMT “y otros grupos desperdigados”, con 168.000.000 de afiliados procedentes de 306 colectivos, pero deja fuera de entrada por ejemplo a los sindicatos chino y cubano “por no reunir las condiciones democráticas” según Javier Doz, responsable del área internacional de CCOO (que si ha entrado, con UGT, ELA-STV y USO). La CSI “asume la tarea de combatir la pobreza, el hambre, la explotación, la opresión y la desigualdad mediante las acciones internacionales impuestas por las condiciones de la economía globalizada, y para una gobernanza democrática que tenga en cuenta los intereses de los trabajadores y trabajadoras, que considera más importantes que los del capital” (¡menos mal!). Además y según CCOO, la CSI se organizará territorialmente en organizaciones regionales de base continental… En Europa se creará un Consejo Regional Paneuropeo que integrará a la Confederación Europea de Sindicatos (CES), a los sindicatos balcánicos y a los de los países de la antigua Unión Soviética.


6. La visión clásica del equilibrio entre lucha política y lucha sindical

El marxismo siempre ha buscado una coordinación entre la lucha política y la sindical más o menos equilibrada, según las circunstancias. Distintas posiciones se enfrentaron en la preparación, desarrollo y consecuencias de la Revolución de Octubre de 1917, con posiciones más hacia lo económico de Plejanov y oscilantes en Rosa Luxemburgo y en Trotski. Lenin mantuvo una posición centrada y centrista, considerando a los sindicatos como las organizaciones esenciales dónde formar y desarrollar la conciencia de clase obrera y dónde luchar activamente contra la explotación capitalista, pero rechazando las tesis revisionistas de la ‘neutralidad’ de los sindicatos respecto a los partidos políticos.

Lenin consideraba a los sindicatos como eslabones y hasta palancas que ligan al Partido con las masas trabajadoras. En los sindicatos debe estar presente la vinculación política e ideológica correspondiente a la clase que representan y, en tanto que organizaciones de la clase obrera, debían ser guiados por la ideología proletaria (pero no dijo que por líderes de su partido político).

Pero en la etapa de la edificación socialista, Lenin se opuso encarnizadamente a la desviación sindicalista-anarquista del grupo llamado ‘Oposición Obrera’, que consideraba en las filas del Partido Comunista de Rusia a los sindicatos y no al partido como la forma de organización superior de la clase obrera. Según ‘Oposición Obrera’, el Congreso ruso de los productores agrupados en sindicatos debía gestionar toda la economía nacional. Lenin mantuvo la necesidad histórica de los sindicatos en las condiciones de la edificación del socialismo; pero definiendo su papel, funciones y tareas como cambio radical tras la toma del poder por el proletariado, transformando su resistencia a los capitalistas y al Estado burgués, en una colaboración indispensable y en reserva del poder del Estado en manos de la clase obrera. En la URSS los sindicatos mantuvieron como misión velar por los intereses de los trabajadores, por sus condiciones de su trabajo y vida, por la observación de la legislación laboral y protección del trabajo. Además administraban directamente la seguridad social, organizaban los tratamientos médicos, gestionaban los sanatorios y balnearios para descanso de los trabajadores y tenían derecho de iniciativa legislativa para mejorar las condiciones de trabajo, vida, descanso y servicios médicos a los trabajadores.

Lenin mantuvo esta posición ‘centrista’ a lo largo de todos los escritos que se citan a continuación (dónde ‘socialdemocracia’ quiere decir hoy ‘comunismo’). Puede decirse que poco más se ha aportado después sobre el fondo de la cuestión).

"El problema se plantea solamente así: ideología burguesa o ideología socialista. No hay término medio (pues la humanidad no ha elaborado ninguna "tercera" ideología; además, en general, en la sociedad desgarrada por las contradicciones de clase no puede existir ideología alguna al margen de las clases ni por encima de las cla­ses). Por eso, todo lo que sea rebajar la ideología socialis­ta, todo lo que sea alejarse de ella equivale a fortalecer la ideología burguesa. Se habla de espontaneidad. Pero el de­sarrollo espontáneo del movimiento obrero marcha pre­cisamente hacia su subordinación a la ideología burguesa, pues el movimiento obrero espontáneo es tradeunio­nismo, y el tradeunionismo im­plica precisamente la esclavización ideológica de los obre­ros por la burguesía. Por eso, nuestra tarea, la tarea de la socialdemocracia, consiste en combatir la espontaneidad, hacer que el movimiento obrero abandone esta tendencia espontánea del tradeunionismo a cobijarse bajo el ala de la burguesía y atraerlo hacia el ala de la socialdemocracia revolucionaria".7

"La socialdemocracia es la unión del movimiento obre­ro con el socialismo. Su cometido no estriba en servir pasi­vamente al movimiento obrero en cada una de sus fases, sino en representar los intereses de todo el movimiento en su conjunto, señalar a este movimiento su objetivo final, sus tareas políticas y salvaguardar su independencia polí­tica e ideológica. Desligado de la socialdemocracia, el mo­vimiento obrero se achica y adquiere por fuerza un carác­ter burgués: al sostener exclusivamente la lucha económi­ca, la clase obrera pierde su independencia política, se con­vierte en un apéndice de otros partidos y traiciona el gran precepto: "La emancipación de la clase obrera debe ser obra de la clase obrera misma".8

"La lucha sindical es una de las manifestaciones de todo el movimiento obrero: permanentes, siempre necesarias bajo el capitalismo y obligatorias en todos los momentos".9

"Para un socialista la lucha económica sirve de base para la organización de los obreros en un partido revolu­cionario, para la unificación y desarrollo de su lucha de clase contra todo el régimen capitalista. Si tomamos la lucha económica en sí, no encontraremos en ella nada de socialista, y la experiencia de todos los países de Euro­pa nos muestra una cantidad de ejemplos de sindicatos y uniones profesionales no sólo socialistas sino también anti­socialistas".10


7. Un nuevo impulso a la lucha social del proletariado

Los autores marxistas no sectarios admiten desde su origen que la oposición frontal de las dos clases burguesa y proletaria no contradice que haya capas intermedias amplísimas y que las 3 se encuentran en constante evolución. Por lo tanto, el marxismo deja muy claro como se ha visto la necesidad de lucha política frente a la burguesía (con una total autonomía sólo regida por el interés proletario a largo plazo) y una lucha económica constante contra la burguesía (sin otras concesiones que la consolidación organizativa del movimiento). Pero además el movimiento proletario asume una ‘lucha social’ mucho más flexible por atraer hacia los intereses comunes a esas capas intermedias así caracterizadas:

El progreso de la industria precipita a las filas del proletariado a capas enteras de la clase dominante, o, al menos, las amenaza en sus condiciones de existencia. También ellas aportan al proletariado numerosos elementos de educación. Finalmente, en los periodos en que la lucha de clases, se acerca a su desenlace, el proceso de desintegración de la clase dominante, de toda la vieja sociedad, adquiere un carácter tan violento y tan agudo que una pequeña fracción de esa clase reniega de ella y se adhiere a la clase revolucionaria, a la clase en cuyas manos está el porvenir. Y así como antes una parte de la nobleza se pasó a la burguesía, en nuestros días un sector de la burguesía se pasa al proletariado, particularmente ese sector de los ideólogos burgueses que se han elevado hasta la comprensión teórica del conjunto del movimiento histórico”.11

Además de la burguesía y el proletariado, la gran in­dustria contemporánea produce algo así como una clase intermedia, situada entre las dos primeras: la pequeña burguesía… Ésta participa más en la distribución de las mercancías que en su producción… y constituye la clase que más cambios experimenta: la quiebra se ha con­vertido en un fenómeno permanente en sus medios. Por su pequeño capital, tiende a la situación de la burguesía, y por la inestabilidad de su existencia, a la situación del pro­letariado. Su posición política está igualmente llena de con­tradicciones, lo mismo que su vida social”.12

"La revolución proletaria es imposible sin la simpatía y el apoyo de la inmensa mayoría de los trabajadores hacia su vanguardia: hacia el proletariado. Pero esta simpatía y este apoyo no se obtienen de golpe, no se deciden en vota­ciones, sino que se conquistan en una larga, difícil y dura lucha de clases".13

Desde hace tiempo, pero cada vez con más fuerza, el capitalismo imperialista reduce el peso de los medios de producción de la pequeña burguesía y la va desintegrando y precipitando en su inmensa mayoría en las filas de los trabajadores asalariados y cada vez más en las de un proletariado que carece de medios de producción propios. Primero se ha visto la desaparición política y económica del pequeño y medio campesino en menos de una generación, seguida de una reducción drástica de comerciantes y artesanos urbanos. Ahora, el crecimiento compensatorio de los profesionales y otros trabajadores de los servicios les enseña con su inestabilidad y papel subordinado en la producción que son proletarios, pese a un aparente nivel de consumo algo más desahogado y tarde más o menos su conciencia en deducir las consecuencias para la defensa de sus intereses, acelerando la reunión proletaria tanto económica como política.

Esta reunión ha pasado y pasa por la defensa de intereses comunes en múltiples campos sociales, desde la lucha por la paz y contra la globalización asesina, hasta las batallas ciudadanas por la educación, la cultura, la salud, la vivienda, la ciudad y el medio ambiente. La labor educativa de estas luchas lleva a la constatación, ni automática ni uniforme, que la responsabilidad de lo que ocurre reside en el sistema capitalista y que sólo el socialismo podrá resolver esos problemas comunes por medio de las correspondientes etapas intermedias con sus convergencias y alianzas.

No son fáciles ni factibles a corto plazo las transformaciones económicas, políticas y sociales que objetivamente permite la situación y que subjetivamente necesita el proletariado y sus aliados. De entrada requieren ideas claras y esfuerzo constante en la dirección adecuada. Como escribe Joan Tafalla, “la acumulación de fuerzas es tarea ruda y paciente. En general es una tarea considerada poco heroica e irrelevante por los estados mayores impacientes. Sin embargo, es condición imprescindible para cualquier victoria por pequeña que ésta sea”.

1 F.Engels. El problema campesino en Francia y en Alemania

2 F.Engels. La situación de la clase obrera en Inglaterra

3 C.Marx; F.Engels. Manifiesto Comunista

4 F.Engels. Prólogo a la edición inglesa "Del socialismo utópico al socialismo científico"

5 C.Marx. Miseria de la filosofía

6 C.Marx. Manifiesto inaugural de la Asociación Internacional de los Trabajadores.

7 V.I.Lenin. ¿Qué hacer?

8 V.I.Lenin. Tareas urgentes de nuestro movimiento

9 V,I.Lenin. A S. I. Gúsev

10 V.I.Lenin. A propósito de la "Pro­fession de foi"

11 C.Marx; F.Engels. Manifiesto Comunista

12 F.Engels. El problema militar en Prusia y el partido obrero alemán.

13 V. I. Lenin. Saludo a los comunistas italianos, franceses y alemanes