EL MURO INVISIBLE DE BERLIN
Juanjo Llorente

La caída del Muro de Berlín, el mes pasado hizo 10 años, constituye una fecha histórica que muchos se han apresurado a valorar como un hito destacado del hundimiento del socialismo en la Europa del Este y del triunfo definitivo del orden capitalista mundial. Esta interpretación, que ha presidido los fastos conmemorativos celebrados en Alemania el pasado 9 de octubre, contrasta sin embargo con una valoración menos simplista y más comprometida con los valores y planteamientos de la izquierda. Una valoración como la realizada por los camaradas Carola Freundl y Harald Wolf, dirigentes del PDS berlinés:

“La apertura del muro el 9 de noviembre de 1989 fue sobre todo un logro de la oposición de la RDA (Alemania del Este). La emancipación consciente por parte del pueblo de la RDA del modelo no democrático del socialismo de estado, la práctica adopción de los derechos democráticos y la voluntad de la transformación pacífica es una conquista histórica, que aún diez años después sigue siendo motivo de alegría. Pero muchas esperanzas ligadas a la caída del muro han quedado incumplidas y muchas promesas no se han materializado. La unidad interna no está consolidada ni de lejos. El postulado de la justicia social amenaza con quedarse en una frase hueca, por la política del gobierno federal. La controversia por la lista de oradores en la celebración oficial es un símbolo del dominio del oeste (la antigua RFA) en la interpretación de los acontecimientos. Aquellos que (desde la RDA) a través de una revolución pacífica establecieron las bases de la reunificación, tienen ahora que conformarse con el papel de receptor agradecido de las bondades alemanas del oeste".

Incluso el actual canciller socialconformista Gerhard Schroeder respalda parte de este análisis cuando, en  declaraciones institucionales reconoce que: "Si bien es cierto que la frontera entre el Este y el Oeste de Alemania hoy se ha hecho invisible, no se puede decir lo mismo de los límites creados por la diferencia social y económica". O sea que pese a todo la frontera permanece, o mejor dicho la fractura, y no sólo la social y económica sino también la política.

La Alemania unificada de hoy tiene 4,5 millones de desocupados, con un porcentaje de desempleo en la zona oriental (18 por ciento) que es el doble del de la región occidental (9 por ciento), lo que da una idea de los problemas y la realidad cotidiana que han de vivir estas personas. Además, en la Alemania unificada sigue en pie una auténtica "caza de brujas" de ciudadanos y ciudadanas de la RDA, por haber permanecido fieles al estado y al orden constitucional vigentes durante los 40 años de régimen fronterizo. Se trata de una persecución política, instrumentada por fiscales y juristas descendientes de significados nazis condenados tras los juicios de Nuremberg y que, como denuncia el Solikomité del IVVdN (Comité de solidaridad con las víctimas de la reunificación alemana), infringe la Ley constitucional de la RFA, sobre la soberanía de los estados y la imputación de hechos acontecidos hace décadas, así como el Tratado de Unificación por el que la ley de la RDA estaría en vigor hasta el 2 de Octubre de 1990, y las Convenciones Internacionales de Derechos Humanos que obligan a realizar juicios con las debidas garantías, considerando los hechos imputados en el marco del régimen jurídico, las circunstancias históricas y las relaciones internacionales existentes durante todo el período de "guerra fría".

Apenas un día antes de la conmemoración institucional de este 9 de noviembre, la Sala V del Tribunal Federal Alemán (BGH) confirmó la sentencia de la Audiencia Provincial de Berlín contra el ex presidente de la antigua RDA Egon Krenz y dos responsables más de su gobierno. Esta sentencia es, por el momento, el último eslabón de un proceso iniciado tras la reunificación y que ha criminalizado a docenas de ciudadanos y ciudadanas alemanes de pleno derecho: políticos, militares, juristas, miembros de los órganos de la seguridad del estado e incluso altos responsables deportivos de la extinta RDA.
Impulsado bajo los auspicios, primero del anterior canciller centrista Khol y ahora del socialista Schroder, este “ajuste de cuentas” con tintes de venganza política y personal no constituye, sin embargo, un síntoma de fuerza y superioridad occidental, tan sólo una prueba más de que la confrontación todavía permanece tras la caída física del muro de Berlín.

Desaparecidos los principales exponentes del socialismo autoritario, el “fantasma” que recorre Europa (y el mundo) anunciado por Marx y Engels permanece hoy más real que nunca hasta para los voceros del pensamiento único y los agentes del nuevo orden capitalista mundial