PARTIDOS Y SIN MOVIMIENTO
Juanjo Llorente

Frente a la concepción estrecha de la política como lucha por conquistar espacios de poder en los aparatos del estado, para la izquierda la política es la construcción de una fuerza social antisistema. Este planteamiento, que el discurso programático de IU viene asumiendo casi desde su fundación, constituye la mayor fuente de discrepancia entre su teoría y práctica políticas. Así, tras bastantes años de andadura, lejos de avanzar en el desarrollo como movimiento político y social de carácter alternativo, IU sigue siendo una coalición electoral, y no ya de partidos –cada vez más divididos- sino de grupos y aparatos en pugna por acaparar mayores cuotas internas de poder.

Entre las razones de fondo para explicar este estado de cosas cabe destacar, por escasamente tratada, el que, quizás deslumbrada por experiencias -más ajenas que propias- de súbita prosperidad electoral, nuestra fuerza política de carácter alternativo se muestra, sin embargo, seguidista del orden vigente al focalizar el grueso de su actividad en la acción desde unas instituciones cada vez más alejadas de la sociedad, a juzgar por los altos índices de abstención y la baja tasa de apoyo real del electorado a los partidos que obtienen representación. Las fuertes presiones existentes para restringir la vida política a las instituciones y éstas al bipartidismo también tienen a su favor importantes omisiones de IU, como el subdesarrollo de las áreas de elaboración colectiva (e incomprensión política de su papel hacia fuera de vinculación y de enriquecimiento interno), o la falta de medios y cauces propios de comunicación social, o de campañas de promoción cultural y educativa críticas, o de fuentes de financiación independiente de las subvenciones públicas... Estas carencias, sumadas a otros elementos, muestran que en definitiva el proyecto de IU sufre una profunda crisis. Una crisis que, junto al problema de la estrategia política a seguir en el futuro, pone en cuestión incluso su propia naturaleza orgánica y relaciones con la sociedad.

Igualmente, hay que reconocer que la opción asumida por IU de conceder al voto delegado cada pocos años el valor de única fuente de legitimación, en lugar de desarrollar un mínimo entramado de apoyo social, está estrechamente relacionada con el comportamiento de los partidos y corrientes integrantes con mayor peso. Lejos de buscar fortalecerse social y políticamente para así fortalecer a IU, éstos en realidad siguen la orientación inversa de descargar sobre ella buena parte de sus fines y funciones político-organizativas. Lo que fomenta la focalización en la lucha interna por el predominio de unas solas siglas y de una sola cultura de la izquierda, desvirtuando así el propio proyecto de una izquierda plural que trata de ser IU. La ideología implícita (no formulada pero dominante) que anida en esta arraigada deriva se parece a la tesis, inicialmente formulada por Kautsky, de la necesidad de fusión de la teoría marxista con el movimiento obrero. No es causalidad, por ejemplo, que el pasado verano los comunistas valencianos aprobaran mayoritariamente en su ponencia política la necesidad de "simbiotizarse" con EUPV y (junto con ésta) con los movimientos sociales. Planteamiento que, al margen de otras consideraciones, evidencia un claro problema de incomprensión del papel actual de la izquierda política y de las relaciones entre los partidos y los movimientos sociales en la lucha por la transformación socialista de la sociedad.

La propuesta programática de IU de desarrollar una nueva forma de hacer política y de avanzar hacia un movimiento político y social viene chocando internamente, en consecuencia, no sólo con una falta evidente de perspectiva y de voluntad políticas por parte de las direcciones de los distintos niveles y órganos, sino también con la preponderancia ya comentada de una suerte de tacticismo electoralista, encubridor de intereses restringidos y de carencias y contradicciones ideológico-políticas más profundas. Pero para avanzar en el perfilamiento del movimiento político y social en que IU deberá transformarse para poder ejercer como proyecto unitario de la izquierda real, la única salida es desarrollar un planteamiento alternativo tanto de lo que ésta debe ser como de la forma en que debe actuar políticamente.

Como una organización política de la izquierda real solo tiene sentido en función de construcción de un sujeto popular antisistema, ésta debe volcarse prioritariamente a la sociedad. No se trata, por tanto, de meter en IU a mucha gente y a buena parte de la sociedad, sino de meter la política en la vida de la gente y a esta organización política en la sociedad. Lo que conlleva dedicar la mayor parte del esfuerzo militante a vincular a IU con la sociedad, y reducir la actividad interna a lo estrictamente necesario. Esta simplificación organizativa y funcional (por lo demás exigida ante la merma de recursos y de participación interna actuales) favorece y estimula que las entidades componentes de IU acrecienten su propia presencia e incidencia social, reforzando el concepto de IU como proyecto político, unitario en la lucha para plasmar un programa concreto de cambio social y a la vez plural en la composición e ideario de base de quienes asumen y apoyan esta lucha y estas propuestas de izquierda, concretas y posibles.

Aunque IU debe seguir presentándose a las elecciones, no se trata de forjar un partido electoral sino de desarrollar fórmulas avanzadas (e incluso alegales) de colaboración y de unidad de la izquierda en la acción, sin menoscabo o perdida de identidad de las eventuales entidades implicadas. Precisamente, para avanzar en la unidad de la izquierda, no sólo hace falta un programa-programa rubricado por cuantas más siglas mejor, sino también, sobre todo, la movilización permanente en pos de los objetivos compartidos de ese programa. Sólo a partir de esto último podremos hablar de movimiento político y social.

Del mismo modo, como de lo que se trata no es integrar dentro de una sola estructura organizativa a todos los que luchan por 1a emancipación, sino esforzarse por articular sus prácticas en el horizonte de un proyecto político unitario de la izquierda, resulta prioritario generar espacios de encuentro y mecanismos para que los diversos malestares sociales puedan reconocerse y crecer en conciencia y en las luchas específicas que cada uno tiene que dar en su ámbito determinado: territorio, localidad, barrio, universidad, escuela, fábrica, etcétera. Para garantizar la unidad en torno al proyecto político de IU de poco sirven prevenciones reglamentaristas como las puestas en práctica hasta la fecha, la unidad hay que basarla en el consenso en torno a un programa político compartido, en la lucha en pos de objetivos comunes, y en la aplicación estricta de la democracia participativa como fórmula de relación y de funcionamiento interno, de estímulo a la participación y de minimización de conflictos. Es esencial el cumplimiento del criterio "una persona un voto", a fin de garantizar la participación en condiciones igualitarias de las personas no organizadas, pues IU también debe
ser capaz de recoger las inquietudes sociopolíticas que se manifiestan refractarias a participar en los cauces partidarios tradicionales, aquello de una nueva forma de hacer política.

Finalmente, supeditar la organización y el funcionamiento no a la estructura orgánica sino a la actividad política a realizar, también conlleva la necesidad de flexibilizar los conceptos de militancia y de organización, adecuándolos lo más posible a la realidad concreta y a la sociedad fragmentada que nos toca vivir. Esto también implica huir del espontaneismo y del "rodillo" tan habituales: igual que los cargos públicos no son puestos por IU para ocupar sillones o despachos, tampoco la política desde las instituciones tiene que restringirse a actuar siempre por detrás de los acontecimientos y a remolque de eventuales denuncias o problemas aparecidos en prensa. Además, por mucho que no queramos verlo, la razón y la coherencia política nunca la puede dar tan sólo un mayor numero de votos.

Valencia, 17 de junio 00