El Laboratorio ha sido desalojado cuatro veces de cuatro edificios: cuatro okupaciones, más de seis años de nomadismo en Lavapiés: construir, reconstruir. Así, el espacio real e imaginario, simbólico y material, ha sido compuesto, vivido, hablado: puesto en conflicto con el despotismo de los poderes ajenos, entre la esperanza y el error, por cientos de personas que viven en Lavapiés: que tenemos aquí nuestra casa, pero también que lo habitamos convirtiéndolo en territorio de confluencia de los miles de tránsitos singulares que conviven en la ciudad, que construyen la ciudad.

El Laboratorio es un espacio de debate y participación en tiempos difíciles: sobre la especulación, pero también sobre las formas de vida; sobre la cultura, también sobre el silencio; sobre los poderes, también sobre la libertad; sobre la ciudad, también sobre el mundo globalizado, ese fantasma que nosotr@s llamamos capitalismo.

El Laboratorio no puede vivir sin espacio. Pero un espacio no es sólo ni siempre un edificio. La calle es el espacio público por excelencia, donde nos encontramos, nos cruzamos, nos enredamos, chocamos: nuestros recorridos por las calles también dan forma a la socialidad. Pasead un día por Lavapiés. Pasead otro por Chamartín. Pensad la diferencia. Somos también esa diferencia. Por eso El Laboratorio se queda en Lavapiés. ¿Todo está bien? No, todo es nosotr@s: también las miserias, también el sufrimiento, también la alegría del vivir insumiso.

El Laboratorio ya no solo se queda en Lavapiés. Hace tiempo que El Laboratorio es también Lavapiés.

Hemos hablado de un edificio donde volver a construirnos. Lo vemos, pero no es todavía nuestro. Hoy queremos otra vez experimentar: El Laboratorio es un proyecto complejo de investigación y acción social. Hoy queremos, provisionales siempre, iniciar un nuevo experimento desde donde pensar y actuar sobre el espacio. A partir de ahora cualquier lugar será nuestro espacio: la calle y los subterráneos, los edificios, los solares, las plazas, las calzadas, las aceras, las paredes, el éter serán los lugares donde instalar El Laboratorio en el Exilio. Gatos callejeros. Ratas de un laboratorio que se ha trasladado a otro lugar. No será fácil, como es difícil vivir. En esa dificultad os esperamos, como siempre. Haremos, como siempre, lo que parece que nos está vedado hacer: construir sobre el vacío, extraer lenguajes del silencio, sociedad de la soledad, vida de lo deshabitado, cooperación sin mando.

No es cierto que no haya un lugar para El Laboratorio. Miles de metros de edificios públicos, de solares públicos, de casas vacías, de plazas públicas, algunos protegidos por vigilantes armados pagados con el dinero público, reclaman en Lavapiés ser espacios comunes, proyectos ciudadanos activos, lugares de experimentación y construcción de nueva socialidad, formas de vida. La trama suave y flexible de una red social quiere envolverlos, hacerlos nuestros para que sean de tod@s, extraerlos de la lógica del beneficio económico y de la tarjeta postal, del cuadro estadístico y de la cultura inmóvil, para integrarlos en la locura de lo común, en los juegos idiotas que son la vida, donde todo, incluido otro mundo, es posible.

En el Lavapiés durísimo de la integración en el mercado (financiero) y de la posposmodernidad (inmobiliaria) hay sitio para El Laboratorio: en las luchas por la vivienda y los espacios sociales, en los conflictos que mueve la precariedad y la exclusión, en el querer ser de una cultura viva que crea lenguajes sociales, máquinas que hacen realidades otras, en la sociedad que no calla ni asiente cuando se hace la guerra o se publican las páginas indoloras de la metafísica del bienestar.

El Laboratorio está en Lavapiés, real y virtual: salid a buscarnos.
laboratorio@laboratorio3.net