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EDITORIAL

El antiimperialismo se afirma en América Latina

Rafael Correa aún debe darse cuenta que enfrentará en mejores condiciones esa lucha antiimperialista si lo hace junto a los pueblos, y de ninguna manera en oposición a ellos.

 

Una condena general de los pueblos de América Latina recibe el imperialismo norteamericano y el gobierno de Álvaro Uribe Vélez por sus políticas guerreristas y de afectación a la soberanía de los países de la región.

En todo este proceso de reuniones de la UNASUR, desde la que se desarrolló en Quito el 10 de Agosto, hasta la que se desarrolló en Bariloche, Argentina, el 28 del mismo mes, se destaca el esfuerzo de conformación de una instancia de integración sólida, y de gran peso político en el continente por parte de los 12 países sudamericanos. El tema del ataque a Angostura por parte del gobierno colombiano, así como la firma del convenio que entrega siete bases de ese país a los Estados Unidos han sido tratados de manera inédita en la región, en términos de defensa de la soberanía, de condena a las políticas imperialistas y de compromiso de construccíon de un eje de desarrollo autónomo, que va en contravía a los intereses gringos.

Obviamente existen diversos matices en la posición que cada gobierno mantiene respecto de los Estados Unidos y de Uribe, pero el liderazgo que imponen los mandatarios de Venezuela, Bolivia y Ecuador es digno de destacar. El discurso antiimperialista se ha psocionado en la UNASUR, y ello trae buenos augurios para futuras acciones que este organismo tome. En principio, el Consejo de Seguridad de esta instancia sudamericana estudiará detenidamente los planes estratégicos militares yanquis en América y tratará de estructurar una propuesta de seguridad alternativa, que defienda la soberanía de los países. El hecho de que de esta instancia de integración se desconozca al gobierno de facto que se ha instaurado en Honduras y en cuya presencia tiene gran participación el gobierno de Barack Obama, dice también de esta actitud diferente en la región.

La lucha antiimperialista debe unir a los pueblos de América Latina; en esto el gobierno de Ecuador ha tenido una posición justa, digna y soberana. Es una posición que cuenta con el resplado de las fuerzas populares y de izquierda al lo interno del país.

Sin embargo, Rafael Correa aún debe darse cuenta que enfrentará en mejores condiciones esa lucha antiimperialista si lo hace junto a los pueblos, y de ninguna manera en oposoción a ellos. Es necesario que el escenario complejo que hoy se vive en el Sur sirva para que Correa ubique con mayor claridad a sus  verdaderos enemigos. Debe tomar medidas más contundentes, y no parches, contra la oligarquía, y dejar de afectar a los sectores populares.

Debe, sobre todo, alejarse de lo que es el propósito del imperialismo y de Uribe: criminalizar la lucha popular, destruir a sus organizaciones, estigmatizar su papel histórico en los cambios que hoy se viven.

Se espera que todo lo que ha desarrollado la conciencia política de los ecuatorianos no encuentre un techo en posiciones desarrollistas, reformistas, que lo único que pretenden es maquillar al sistema para volverlo “menos cruel”, pero que en esencia lo mantiene, cuando de lo que se trata es de destruirlo para sobre sus cenizas construir el verdadero socialismo.

El socialismo no es otra cosa que la máxima satisfacción de las necesidades de las masas, no solo es dicurso, no solo es clientelismo electorero. El socialismo no se restringe a cambio de instituciones, a tecnificación de los procesos administrativos; el socialismo implica entregar los medios de producción a manos de quienes los mueven, de quienes generan la riqueza, de los trabajadores, de los pueblos.

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