Tibet. ¿Un águila sobrevolando los Himalayas?

 Diego Emanuel Sauret.

Observatorio de Conflictos, Argentina

 

Día 28 de Mayo de 1951. Un artículo especial escrito por Henry B. Lieberman para el periódico The New York Times[i], anunciaba que los comunistas chinos habían logrado la liberación pacífica del Tibet estableciendo así su roja bandera en el “techo del mundo”. De esta manera quedaba completa la conquista de las tierras Chinas, dejando fuera de su control solamente la isla de Taiwán.

El artículo también detalla las negociaciones entre dichos países. Si bien el derecho de Tibet a gobernarse a sí mismo bajo el liderazgo del gobierno del PC fue asegurado por el régimen revolucionario, también existió un número de requerimientos según los que Tibet debía:

Ÿ                  Unirse con la China comunista para frenar la influencia imperialista.

Ÿ                  Permitir la entrada en la defensa nacional al Ejercito de Liberación Popular.

Ÿ                  Dejar el control de las relaciones exteriores bajo el comando del Gobierno Central.

Ÿ                  Poner las tropas tibetanas a disposición de las reorganizaciones y absorciones necesarias por parte del Ejercito de Liberación Popular.

Ÿ                  Permitir al Gobierno Central el establecimiento de un comando militar y una comisión de asuntos políticos y militares en Tibet para implementar el asentamiento.

Por otro lado, el régimen  prometió entre otras cosas preservar las instituciones políticas Tibetanas, mantener la presente posición del Dalai Lama, proteger la libertad religiosa y restaurar a su  posición al Panchen Lama[ii] (que había sido enviado al exilio por el treceavo Dalai Lama).

 

Tras los pasos de la invasión

Aquella era la situación que se presentaba en el escenario histórico al comienzo de la ocupación China del Tibet, pero seria útil retroceder un poco en el tiempo para historiar la realidad Tibetana antes de la irrupción.

Durante siglos el Tibet fue gobernado por lideres religiosos locales y por señores feudales. Bajo la Dinastía Qing, China ejerció su jurisdicción sobre la región a través de estas elites sin interferir directamente en los asuntos locales. La presencia imperial en Lhasa se remitía solamente a un comisionado junto con un pequeño personal militar y logístico. Según Wang Lixiong[iii], este comisionado residente “servía simplemente de conector”, mediando entre las autoridades de la Dinastía y los gobernadores locales, el Dalai Lama y el Kashag (el máximo órgano ejecutivo del Tibet compuesto por 4 oficiales de alto rango). Como bien lo dice este autor, la posición del comisionado era una forma de mantener el mandato simbólico del emperador más que de gobernar verdaderamente.

A pesar de esta afirmación de Wang, Tsering Shakya[iv] critica su posicion diciendo que en realidad para observar la ocupación del Tibet habría que remontarse hasta la era Mongola. Hasta aquí la critica sólida, pero luego continua haciendo la salvedad de que la convivencia con el comisionado (Amban) no era tan pacifica como decía Wang. En el afán de defender la posición Tibetana en el asunto, Tsering reduce su critica a confirmar que tres comisionados fueron asesinados por tibetanos en 1750 y en 1905; como si este hecho reafirmara el estandarte Tibetano. Es decir, en ningún momento Wang valida o justifica la intromisión China en Tibet, entonces no pienso que una critica que apunte a dilucidar quien disparó mas balas pueda llegar a ser mas constructiva que la otra.

 

La República Popular China fue fundada en 1949 al mando de Mao Tse Tung. Recién en 1950 China hizo el primer movimiento hacia el Tibet, con la entrada de 40.000 efectivos del Ejercito de Liberación Popular (ELP) en el territorio. En realidad, la intención del PC chino era manejar el país desde afuera, de un modo similar a como lo había hecho la Dinastía Qing. Es por esta razón que en un principio no hubo ningún intento de reforma social en Tibet.

A pesar de este hecho, el numero de civiles y militares chinos se incrementó de manera impresionante después de 1951, y el resultado fue la estructuración de un mecanismo llamado por Wang “un país, dos sistemas”, que recibió el nombre de Frente Unido. En la práctica esto significó una alianza entre los comunistas y el sector gobernante tibetano, a través de la cual estos últimos cooperarían para el establecimiento de la soberanía China. Dicha alianza es la llamada “Acuerdo de 17 puntos” que había sido firmada en mayo de 1951; y es la misma que mencionaba aquel articulo del New York Times.

Como constatación del hecho que el PC chino tenia la intención de respetar este acuerdo, Mao dice en 1952:

     “A pesar de que el establecimiento de un comité militar y administrativo y que la reorganización de las tropas tibetanas fueron estipuladas en el acuerdo, ustedes tenían miedos, y por tal razón yo mandé que los comandos trabajando en Tibet redujeran el ritmo de implementación. El acuerdo debe ser cumplido, pero debido a sus miedos, tiene que ser pospuesto. Si tienen miedo este año, la consolidación podrá esperar hasta el siguiente. Si todavía tienen miedos el año siguiente, el proyecto puede esperar hasta el año después de ese.”[v]

 

El comienzo de la construcción Socialista se produce recién en 1956 con; redistribución de tierras, creación de unidades del PC chino, organización de la lucha de clases y la guerra contra las elites. Frente a esta situación los dueños de tierras se arriesgaron a comenzar una revuelta contra el gobierno revolucionario. Como consecuencia, se produjo un enfrentamiento en Kham cuando miembros del ELP arribaron para frenar la rebelión. Acto seguido las autoridades de Beijing decidieron frenar las reformas por 6 años aproximadamente. Incluso Zhou Enlai (Ministro de Relaciones Exteriores) profundizó aun más la decisión y le comunico al Dalai Lama que si la región todavía no estaba preparada, el periodo de espera se prolongaría por otros 50 años.

Las contradicciones del Frente Unido iban en camino de estancarse hasta la destrucción. Las clases terratenientes se inquietaban ante el menor intento de cambio y desde el otro lado de la balanza, las masas pobres no se unían al Frente para luchar contra sus señores.

Llegado el año 1959, el fracaso del Frente Unido era evidente y la tensión en Tibet era cada vez mayor. La gota que colmó el vaso fue el rumor de que el ELP planeaba secuestrar al Dalai Lama. La rebelión estalló y hubo un enfrentamiento catastrófico, que culminó con el escape del Dalai hacia India y la toma total del control por parte de Beijing.

Las masas pobres eran el componente que necesitaba Mao para la construcción del socialismo, a través de la destrucción de las relaciones sociales de producción vigentes hasta el momento y de la consecuente emancipación de esa masa de población que había estado sumida en la servidumbre durante siglos. Pero la mentalidad de los trabajadores y campesinos no estaba preparada para este cambio y en cuanto sus señores se alzaron bajo las banderas de la religión y la nacionalidad en contra del PC chino, ellos no dudaron a quien defender. Ante esta situación el gobierno revolucionario no vislumbró otra salida que no fuera el abandono del Frente Unido y una embestida dirigida a desarrollar la lucha de clases hasta derrumbar a la elite local.

En función de comenzar con esta tarea miles de militares y civiles (cuadros políticos del PC chino de distinto rango) fueron enviados a las diferentes regiones para generar conciencia entre las masas campesinas y trabajadoras. En realidad, la estrategia fue doble, porque mientras los grupos de tareas realizaban la concientización, las tierras que pertenecían a los monasterios fueron redistribuidas entre las masas. De esta manera, el PC chino se iba asegurando la lealtad de los desposeídos, asi como también le restaba poder al accionar religioso (téngase en cuenta que el 97 % de los monasterios fueron cerrados en este periodo[vi]).

 

Las raíces de una cultura

Siguiendo con el desarrollo que hace Wang sería apropiado preguntarse al igual que él, ¿por qué la lealtad de los sirvientes hacia sus señores era tan  fuerte?  La respuesta reside en las profundas raíces religiosas de la cultura tibetana.

Al enfrentarse a una cultura diferente el hombre occidental no puede hacer otra cosa mas que asombrarse con las particularidades de dicha forma de vida (asi como un hombre oriental probablemente no comprenda las veleidades del american way of life –y cuando digo esto hablo del norte en particular-).

Por esta razón creo interesante instar al lector a sumergirse en un libro llamado “El Tercer Ojo”[vii] que narra la vida de un individuo nacido y criado en Tibet hasta su adultez.

Dejando de lado la veracidad de la historia (ya que por momentos puede parecer fantástica), lo interesante es la manera en que se describe la cultura y la tradición tibetana. Una anecdótica descripción cuenta que los niños recién nacidos son sumergidos en los helados ríos de montaña acompañados de una complicada ceremonia. Si, luego de ser sacado del agua; azul y frío, el niño no se recupera y muere significa que no estaba preparado para vivir en una región tan hostil.

Entre esta y otras particularidades (como cuando el autor describe la apertura de un tercer ojo en su frente) se puede observar de qué manera el universo tibetano tiene impregnado en su mente como algo natural y equilibrado lo desequilibrado (en esto no difiere mucho de ciertos preceptos de nuestra propia cultura religiosa). Es decir, el siervo nace siervo y así seguirá por el resto de su vida y no por ello debe sentirse aturdido, por el contrario debe llevar esa carga de la mejor manera posible para que en su próxima vida se tenga en cuenta el esfuerzo realizado en la anterior. Y aquí entra un factor que se diferencia de lo occidental que es la reencarnación. Todo lo que el Tibetano hace en esta vida es un paso hacia la siguiente y un devenir de la anterior.

Para ser más claros y más concisos, Marx se refería a las religiones como el opio del pueblo. Se puede estar de acuerdo o no con ello pero la realidad es que tanto en Occidente como en Oriente el miedo a algo superior o la necesidad de encontrar una seguridad que se encuentre mas allá de lo tangible, conlleva a la paralización y a la pacificación.

En el Tibet, el miedo a romper ese “equilibrio”; el que un campesino no enfrentara a su señor si así lo sentía, por aceptar que ese era su rol en esta vida y no otro; colaboró en la determinación de la estructura de clases vigente.

Estas son las razones por las cuales aunque se dieran cuenta de que eran explotados muchos dudaron acerca de la lucha de clases y no la reprodujeron.[viii]

Establecidas de esta manera las condiciones, la estrategia de Mao fue adaptarse a las necesidades espirituales de los Tibetanos y realizó un giro en las mentalidades de los locales. Subvirtió la imagen del Dalai Lama (una de las reencarnaciones de su dios Buda) por la suya. En lugar de las plegarias y ceremonias dedicadas al Dalai, ahora se adoraba la foto de Mao y las oraciones equivalían a las líneas del Libro Rojo.

Ahora bien, estos hechos son los que afirma Wang Lixiong dejando al entendimiento del lector que las masas tibetanas mostraron una aquiescencia incorruptible frente a esta reforma. De acuerdo con esto, el tibetano común; sin la presencia real ni simbólica del Dalai Lama y sin sus monasterios, encontró en Mao, en las Guardias Rojas y en el Libro Rojo el mismo universo simbólico que antes reproducía y veneraba. Pero esto no es lo mismo que opina Tsering al respecto. Este contraataca con el argumento de que no fue un simple cambio de figuras, sino que lo sucedido responde a un acto inducido y minuciosamente planificado por el PC chino; y que la posible facilidad de cambio espiritual fue ayudada y potenciada por un sutil agregado de psicología militar. Además, agrega Tsering, “Lejos de ver a Mao como un dios, en algunas áreas rurales del Tibet la gente ni siquiera sabía quien era...”[ix].

En los años cercanos al fallecimiento de Mao (1976), Deng Xiaoping se había convertido en uno de los políticos más influyentes y en 1978 era el líder máximo de China. No es el tema de este articulo desarrollar las líneas políticas de la historia China, pero basta con mencionar que Deng abrió una nueva etapa en el universo político Chino. Dentro de esta renovada coyuntura, Tibet también sufrió el arribo de nuevos aires. Como dato paradigmático del comienzo de este periodo,  en Diciembre de 1978 los 376 participantes de la rebelión de 1959  -que todavía estaban en prisión- fueron liberados.[x] En mayo de 1980 Hu Yaobang (otro de los nuevos miembros del partido aliado de Deng) realizó un viaje a través del Tibet.[xi] Antes de su partida llamó a una reunión general del Partido en la que formuló 6  propuestas de gran importancia en relación a la política pro-Tibet. Entre los puntos mas importantes se pueden destacar los siguientes[xii]:

 

1.   El Tibet debería disfrutar de un gobierno autónomo, y las autoridades tibetanas deberían tener el coraje de proteger sus propios intereses nacionales.

2.   Los campesinos y trabajadores tibetanos deberían quedar exentos de impuestos.

3.   La cultura Tibetana debería ser reforzada.

4.   Las autoridades del PC chino  deberían hacerse a un lado en beneficio de las Tibetanas.

 

Evidentemente, estas reformas eran determinantes para el mejoramiento de las condiciones del Tibet. La autonomía de funcionamiento, el refuerzo de la cultura y la religión nacional, el corte de imposiciones fiscales a los campesinos, etc; cada una de las reformas era un giro de 180° para la vida en el Tibet.

Una vez en funcionamiento las nuevas medidas, uno de los pasos más importantes que debían tomar las autoridades locales era la imposición de la lengua Tibetana en todas las áreas. Paso que resultaría vital para la recuperación y el refuerzo de la cultura, teniendo en cuenta que varias generaciones locales tuvieron que educarse a la sombra de preceptos y lenguajes que no eran pertenecientes a su nacionalidad. Sumado a esta serie de medidas, el gobierno central (chino) comenzó a proyectar el retiro de trabajadores, autoridades y militares de su nacionalidad de la región; asi como también iniciaron obras de reconstrucción de monasterios.

Todo el proceso de reflorecimiento de la cultura y la autonomía tibetanas parecía encaminado armoniosamente; pero a fines de Septiembre de 1987, el Dalai Lama apareció frente al Congreso Estadounidense y días después Lhasa se vio incendiada por una rebelión cuyo mas cercano precedente había sido la de 1959. Las banderas del nuevo alzamiento gritaban independencia y nacionalismo. Las autoridades chinas respondieron con represión y se impuso la ley marcial en marzo de 1989 (vigente por 419 días).

Paralelamente a las mejoras para la parcialidad Tibetana, China había abandonado la línea de la lucha de clases desarrollada por Mao y esto evidentemente no resultó una estrategia beneficiosa para el PC. Deng Xiaoping estableció una política similar a la de la dinastía Qing y de los primeros años del Maoísmo con algo así como el Frente Unido. Ciertamente el Dalai Lama seguía existiendo en la mentalidad de los tibetanos, por lo que al encontrarse librados otra vez a la practica de su ancestral religión no dudaron en defenderla. Si bien es cierto que la estrategia de sustitución simbólica de deidades realizada por Mao fue eficaz para su fin, también es valida la salvedad acotada por Tsering Shakya al respecto; “...si ellos (los tibetanos) realmente encontraban ese comportamiento (la adoración a Mao) emocionalmente gratificante, tendríamos que preguntarnos  porque lo desecharon tan pronto como tuvieron la oportunidad de hacerlo...” .[xiii]  

 

Entre águilas y dragones

     Habiendo llegado a esta parte del recorrido, el lector debe haber vislumbrado la divergencia de opiniones entre Wang Lixiong y Tsering Shakya. Ambos discuten sobre un eje que no fue mencionado hasta el momento intencionadamente. El punto nodal desde donde comienza la oposición es el grado de participación o culpabilidad de las partes en juego. Para ser mas precisos, el nivel de protagonismo en la destrucción de los templos. Desde un principio, la intención de este articulo fue no incurrir en ese área de la discusión, sino articularla de un modo ocasional –cruzando las opiniones en distintos momentos- y centrar la atención en un hecho que los autores mencionan solo superficialmente.

     Entonces, lejos de querer entrar en definir si los tibetanos destruyeron conscientemente sus monasterios o si lo hicieron inducidos por presiones chinas o si fueron mayoría estos últimos los que llevaron a cabo la devastación, mi intención apunta a desprenderme de lo que significó en sus comienzos la invasión china (sin por ello justificarla) para focalizar el análisis en la intervención internacional. Con ello pienso que se podría abrir una nueva arista en el debate, que serviría para volcar un poco de luz allí donde parecería que la altura y la distancia fueran suficientes como para distorsionar las realidades.     En función de esbozar esta pretensión me remito a una parte del recorrido de Wang Lixiong, en la que afirma que solo una acotada porción de las guardias rojas lograron alcanzar todas las provincias tibetanas y sus correspondientes fronteras debido a la pobreza de los medios de transporte y a las terriblemente inmensas distancias involucradas en las expediciones.[xiv] Tsering Shakya le responde a este argumento con otro bastante contundente que, intuyo, nos brinda la base de la reflexión a la que querría arribar. El autor nos dice que en realidad las tropas chinas no alcanzaron las zonas fronterizas, por cuestiones estratégicas mas que por los tecnicismos expuestos por Wang. Concretamente, Tsering comenta que en este momento la historia se hallaba posicionada sobre el punto mas álgido de la Guerra Fría en la región. Rusia había realizado maniobras de acercamiento a la parcialidad India, y la CIA aun estaba en plena tarea de alistamiento de miles de guerrillas tibetanas con base en Nepal. Entonces, sigue Tsering, el partido (chino) no necesitaba ni le convenía producir disturbios en una zona tan militarmente sensible.

     Sumado a este hecho, mas arriba habíamos mencionado que el comienzo de la rebelión de 1987 se da posteriormente a la aparición del Dalai Lama en el congreso Estadounidense. Y es Wang,  finalmente, quien lanza el argumento que nos servirá de disparador para nuestra reflexión al afirmar: “...El Tibet se convirtió en una pieza de regateo con la cual presionar a China, y el Dalai Lama adquirió una influencia sin precedentes...”[xv].

     Con estos factores girando dentro del análisis, sería lícito hacer un viraje en la reflexión e intentar dilucidar que grado de autodeterminación contiene el movimiento independentista tibetano. Es decir, observar el conflicto desde el plano actual y descubrir las incidencias internacionales.

El papel de EEUU en el desarrollo histórico actual aporta suficientes pruebas acerca de sus estrategias y accionares imperialistas, asi como también deja ver su intencionada preocupación en relación a los países atravesados por regímenes comunistas. Por estas razones es que me interesaría agregar al debate el papel de la potencia imperial, ejercicio que a la vez nos llevara a dudar de la posibilidad de realización de un desarrollo verdaderamente independiente.

¿Qué intereses podría tener EEUU en el Tibet?

China es un país comunista y a pesar de que en la actualidad el capitalismo haya penetrado las esferas políticas, económicas y sociales, el régimen sigue siendo sostenido con los estandartes del comunismo. En adición a este factor tampoco hay que perder de vista el hecho de que China no deja de ser una potencia mundial y esto determina también el grado de interés que podría llegar a tener EEUU en la defensa de este país intermedio llamado Tibet.

Por otro lado, los intereses de China en la región tibetana, ya quedaron lo suficientemente aclarados en el desarrollo del articulo. De todos modos, entre causas que  no pertenecen al mismo plano; el Tibet se traduce en la arena política como una región de importancia estratégica si tenemos en cuenta lo antes confirmado por Tsering en relación a que miles de guerrillas tibetanas estaban siendo entrenadas por la CIA en Nepal (limita con el Sudoeste del Tibet –sur de la región Autónoma Tibetana-) dentro del contexto de la Guerra Fría.

El Tibet terminó por convertirse en un trozo de carroña que se disputan el águila y el dragón. EEUU trabajaría por establecer un bastión de control en la región para presionar a China desde allí, mientras que este ultimo continuaría defendiendo la posesión de la zona para no dejarla librada al posible control estadounidense.

Mas allá de lo expuesto hasta aquí, existen indicios que siembran dudas y que parecerían querer mostrar unas cuantas “estrellas” (características de otros estandartes) encubiertas detrás de las banderas de religión y nacionalidad típicamente tibetanas. Por ejemplo, como mencionaba ocasionalmente al comienzo del articulo, la cultura de esta región se caracteriza por su ascetismo y su espiritualidad; por el uso de medios de comunicación que llegan a basarse en la telepatía cuando el grado de entrenamiento llega a ser importante; por la reproducción de las relaciones sociales de producción dentro de una economía atrasada si la comparamos con el mundo circundante, etc.

En resumen, resulta verdaderamente muy paradójico que al sentarse frente a una computadora conectada a Internet e ingresar la palabra clave Tibet, uno se pueda encontrar con decenas de páginas relacionadas con el tema. Páginas de apoyo, colaboración, información, fotografías, notas, etc. No es mi intención criticar las facilidades de este medio de comunicación que son reales y muy prácticas, ya que sin ellas sería mucho más complicado acercarse a las noticias sobre el tema. El problema es el mismo que responde a lo relacionado con todos los medios de comunicación; la intencionalidad de la información es tremendamente subjetiva dependiendo de la fuente que provengan. Y para complicar (o aclarar) un poco el asunto, la mayoría de las páginas que más compromiso proyectan provienen del mismo sitio: Estados Unidos. Demasiada casualidad como para que ello sea solo un dato más. Porque podríamos afirmar que una de las estrategias más importantes que desarrolló EEUU en la guerra fría es la violencia simbólica (tal como la definía Bourdieu) y se pueden contar con diversos medios para desarrollarla, entre ellos INTERNET.

Continuando con esta línea, entre la variedad de páginas electrónicas que se pueden visitar en relación al Tibet y que confirman esta especie de plan preconcebido, se puede observar una en particular que se encuentra en la dirección www.savetibet.org. En ella es posible descubrir uno de los últimos pasos del gobierno norteamericano en el tema.

Bajo el titulo Tibetan Policy Act[xvi] (algo así como Acta de políticas Tibetanas), el actual presidente de EEUU, George Bush, firmó el 30 de septiembre del corriente año un proyecto de ley proveniente del Congreso del mismo país. Este plan pretendería establecer una mesa de diálogos que hiciera fluir las negociaciones entre China y el Tibet, con el fin de lograr la independencia de este ultimo a través del debate democrático. Por medio de este proyecto EEUU se enarbola una vez mas como defensor de la democracia, la libertad de pensamiento y de religión, y como tutor de la paz mundial. Lamentablemente, todos sabemos que esto no es tan armonioso y real. Insisto que una vez mas resulta bastante contradictorio observar a uno de los países con mayor poderío bélico y con innumerables campañas imperialistas realizadas y en realización alrededor del globo, hablando de paz y dialogo.

Entre los once puntos y sus respectivos subtítulos abarcados en este proyecto, se pueden observar las formales definiciones de:

Ÿ      Respeto de la cultura nacional

Ÿ      Implemento de ayudas extranjeras para el mejoramiento de las condiciones económicas y educativas del Tibet

Ÿ      Notificación (al Congreso EEUU) del proceso de las tratativas y los diálogos cada 12 meses.

Ÿ      Liberación de prisioneros.

Ÿ      Promoción del cese de incursiones del Gobierno Chino en materias de religión.

 

La parte que debería hacernos pensar mucho mas acerca de las verdaderas intenciones de esta intervención internacional, es la que se refiere al establecimiento de una oficina en Lhasa para monitorear el desarrollo económico, político y cultural de la región. El acta aspira a que se implemente un Coordinador Especial Estadounidense para las Tareas Tibetanas (podríamos leer Controlador de Todas las Tareas realizadas por el Tibet bajo la Supervisión de los Intereses Norteamericanos). Una vez, en tiempos de Mao esto significo la invasión de factores exógenos y el deslizamiento de la cultura tibetana hacia un costado en beneficio de lo Chino, pero en esta ocasión ¿no se intercambiarían nuevamente los símbolos?¿el teléfono celular en lugar de la telepatía?¿la comida rápida en vez del Tsampa[xvii]?¿el mercado como reemplazo del Dalai Lama y Buda?

 Cada uno de estos apartados tienen una reminiscencia bastante oscura, si nos ponemos a pensar en las estrategias utilizadas por la Dinastía Qing primero, y luego por el Gobierno del PC chino. Las similitudes se tornan demasiado repetitivas y una vez mas deberíamos recordar a Marx esta vez en el 18 Brumario cuando decía que “...la historia se repite, primero como tragedia y luego como farsa...”.

Los caprichos de la historia nos muestran las verdaderas caras de sus protagonistas. Es por ello que nos resulta difícil considerar la intervención estadounidense como una noble preocupación por el resguardo de la paz mundial y los derechos humanos. parecería que el Tibet bajo la conducción espiritual y política del Dalai Lama, en un intento desesperado por escapar del fuego del dragón se entregara sin oponer ningún tipo de resistencia a las garras del águila.

    

 



[i] Página de Internet The New York Times.

[ii] Panchen Lama o Panchen Rinpoche es la designación que recibe el mayor líder espiritual del Tibet -incluso mayor que el Dalai Lama-  aunque en cuestiones políticas este es generalmente superior al anterior.

[iii] Lixiong, Wang. “Reflections on Tibet”, en New Left Review, N° 14. Marzo-Abril 2002.

[iv] Shakya, Tsering. “Blood in the snows. Reply to Wang Lixiong”, en New Left Review, N° 15. Mayo-Junio 2002.

[v] Lixiong, W. Op. Cit. Pp. 5

[vi] Lixiong, W. Op. Cit. Pp. 9.

[vii] Rampa, Lobsang. “El Tercer Ojo”. Troquel, Argentina, 1977.

[viii] Con respecto a esto, los autores consultados no están de acuerdo. Wang Lixiong considera como factor negativo a la cuestión religiosa, mientras que Tsering Shakya critica aquella posicion advirtiendo que lo que hace Wang es subestimar la mentalidad de los trabajadores y de los campesinos recurriendo una vez mas a la enumeración de casos de violencia de masas o de reacción. Al hacer esto, pienso que Tsering pierde de vista el verdadero problema que son las masas empobrecidas. Aclaro que no estoy justificando la invasión de un país ni la imposición de una cultura exógena, pero tampoco quisiera pensar que Tsering avala las condiciones desiguales de existencia en el Tibet.

[ix] Shakya, T. Op. Cit. Pp. 8.

[x] Lixiong, W. Op. Cit. Pp. 15.

[xi] Broch, Tica. “Pekín reeduca al Tibet”. En Le Monde Diplomatique, Ed. Española, Marzo 1997.

[xii] Lixiong, W. Op. Cit. Pp. 16.

[xiii] Shakya, T. Op. Cit. Pp. 8.

[xiv] Esto es parte de la discusión que mencionaba mas arriba. En ella Wang aduce este fundamento para justificar el hecho de que la destrucción de los monasterios no podría haberse consumado sin la determinante colaboración de los locales.

[xv] Lixiong, W. Op. Cit. Pp. 19.

[xvi] La denominación completa del proyecto es: Titulo VI del Acta de Autorizaciones de Relaciones Exteriores, Año Fiscal 2003. Enrolado en el Congreso de EEUU como H.R. 1646 y convertida en publica con el nombre de Ley 107-228.

[xvii] El tsampa es el alimento principal de los tibetanos. Se logra con un proceso de mezcla de cebada, té mantecado, sal, bórax y manteca de yak.