Por
Débora Cerio
Observatorio
de Conflictos, Argentina
Con el término "sionismo", derivado de la
palabra Sión[1], se define
al movimiento nacionalista judío surgido en Europa a finales del siglo XIX y
cuya figura más representativa fue el periodista de origen húngaro Theodor
Herzl, en cuyo libro "El Estado Judío", publicado en 1896, se recogen
las ideas principales de este movimiento.
Como
plantea Abraham León[2],
el telón de fondo de la irrupción del movimiento sionista fue la rápida
capitalización de la economía rusa después de la reforma de 1863, que volvió
insoportable la situación de las masas judías de las pequeñas ciudades. En Occidente,
las clases medias, trituradas por la concentración capitalista, comenzaron a
volverse contra los judíos cuya competencia agravaba su situación. La
Organización Sionista[3]
surgía como el programa de un sector de la gran burguesía judía, que terminaría
siendo dominante dentro de ella.
Para
León el sionismo procura asentarse en una explicación religiosa para justificar
su existencia. Según la interpretación ad
hoc del sionismo, en el año 70 de la era cristiana, los judíos fueron
expulsados de Jerusalén, que estaba siendo ocupada por los romanos. Esta
expatriación fue la famosa Diáspora, que dispersó a los judíos por los cuatro
puntos cardinales; los judíos habrían buscado por dos milenios el retorno a
Eretz Israel, considerada en la Biblia la patria de los judíos. Véase en las
palabras del fundador del sionismo, Theodor Herzl:
“Nadie
es lo bastante fuerte o lo bastante rico para transportar un pueblo de una residencia a otra. Esto puede hacerlo
solamente una idea. Parece que la idea de Estado posee esa virtud. Los judíos
no han cesado de soñar, a través de toda la noche de su historia, este divino
sueño: ‘¡El año que viene, en Jerusalén!’; son nuestras palabras tradicionales.
Ahora se trata de mostrar que el sueño puede transformarse en una idea clara
como el día.”[4]
Sin
embargo, el movimiento sionista es una reacción de la pequeña burguesía judía,
que, duramente golpeada por la creciente ola de antisemitismo, tuvo que
desplazarse de un país a otro para escapar de la persecución. Es que, tal como
sostiene León la ideología sionista es, como toda ideología, el reflejo
desfigurado de los intereses de una clase. El sionismo es la ideología de la
pequeña burguesía judía, oprimida entre el feudalismo en ruinas y el
capitalismo en decadencia.
Siguiendo
a León, el sionismo es producto de la última fase del capitalismo, del
capitalismo que comienza a descomponerse. Sin embargo, sostiene que su origen
se remonta a un pasado bimilenario. Y si bien el sionismo es esencialmente una
reacción contra la crisis del judaísmo generada por la combinación del
desmoronamiento del feudalismo con la decadencia del capitalismo, afirma ser
una reacción contra la situación existente desde la caída de Jerusalén, en el
año 70 de la era cristiana.[5]
Esa
historia de los judíos, tal como es contada por los sionistas, trata de crear
el telón de fondo para justificar la ocupación de Palestina. Así, después de la
violenta dispersión de los judíos por obra de los romanos, los judíos no
habrían podido asimilarse en las naciones a donde emigraron. Imbuidos de su
"cohesión nacional", "de un sentimiento ético superior" y
de "una indestructible creencia en un Dios único", habrían resistido
a todas las tentativas de asimilación[6].
Esto no fue realmente así, ya que hubo a lo largo de esos dos mil años
innumerables casos de asimilación. Sin embargo, de acuerdo con la historia
construida por los sionistas, la única esperanza de los judíos durante esos
días sombríos que duraron dos mil años era retornar a la antigua patria.
En
esta misma perspectiva, hay que decir que no se puede, como hacen los
defensores del sionismo, compararlo con los demás movimientos nacionales. El
movimiento nacional de la burguesía europea fue una consecuencia del desarrollo
capitalista que reflejó la voluntad de aquélla de crear las bases nacionales de
la producción, de abolir los resquicios feudales. Pero en el siglo XIX, época
de florecimiento de los nacionalismos, la burguesía judía, lejos de ser
sionista, era profundamente asimilacionista. El proceso económico que hizo surgir
las naciones modernas creaba las bases para la integración de la burguesía
judía en la nación burguesa. Sólo cuando el proceso de formación de las
naciones culminó, cuando las fuerzas productivas dejaron de crecer,
constreñidas por las fronteras nacionales, comenzó el proceso de expulsión de
los judíos de la sociedad capitalista y el moderno antisemitismo. La
eliminación del judaísmo acompaña la decadencia del capitalismo. Lejos de ser
un producto del desarrollo de las fuerzas productivas, el sionismo es
justamente la consecuencia de la total parálisis de ese desarrollo, de la
petrificación del capitalismo. Así, mientras el movimiento nacional es un
producto del período ascendente del capitalismo, el sionismo es fruto de la era
imperialista. La tragedia judía del siglo XX es una consecuencia directa de la
decadencia del capitalismo.[7]
Justamente
ahí está el principal obstáculo para la realización del sionismo, la llave para
comprender la crisis que se vive en Palestina desde la fundación del Estado de
Israel. La decadencia capitalista, base del crecimiento del sionismo, es
también la causa de la imposibilidad de su realización. La burguesía judía se
vio obligada a crear un Estado nacional y asegurar las condiciones para el
desarrollo de sus fuerzas productivas justamente en la época en que las
condiciones para eso desaparecieron hace mucho tiempo. La decadencia del
capitalismo, si por un lado colocó de forma tan aguda la cuestión judía, por
otro vuelve imposible su solución por la vía sionista.[8]
Eso
marca como un hierro candente el carácter de clase del movimiento sionista. Es
cierto que los pioneros de la colonización de Palestina eran artesanos,
pequeños comerciantes pobres, personas sin grandes posesiones y que ni
Rotschild ni la gran burguesía judía enviaron a sus hombres a colonizar la
tierra en Palestina. Esto fue la base de los intentos de crear una imagen
"plebeya" y hasta "obrera" y "socialista" del
sionismo.[9]
Pero el sionismo –y no hace falta decirlo después de la ocupación colonial y
la limpieza étnica- no es socialista y lejos está de serlo. El sionismo es el
movimiento de una burguesía que buscaba “librarse” de los judíos europeos para
calmar la furia antisemita y frenar su creciente participación en los partidos
de izquierda. Para establecerse necesitaría el apoyo del imperialismo que lo
colocaría como su gendarme en Medio Oriente.
El fundador del sionismo fue Theodor Herzl. Él definió a la cuestión judía
como una cuestión nacional, cuya resolución implicaría convertirla en un
problema de política internacional. Dado que los judíos serían un pueblo y sus
intentos de asimilación en los países por donde se diseminaron tras la
“diáspora” habrían sido vanos, de lo que se trata es de separarlos de los “no-judíos”
y darles un “hogar nacional” (Palestina o Eretz Israel, la tierra que les
pertenecería por “derecho bíblico”) donde pudieran resguardarse del
antisemitismo, según ellos, inherente al género humano. En sus propias
palabras:
"la solución
de la cuestión judía no consistía en luchar para acabar con el antisemitismo y
conseguir la total igualdad de los judíos en los países donde vivían, sino en
separar a los judíos de los que no lo eran..."[10]
Como se ve, el sionismo se basa en algunos postulados que lo convierten en
una ideología profundamente racista.
Por un lado, considera que los judíos son un pueblo y no una comunidad
religiosa, que Palestina fue y sigue siendo la tierra del pueblo judío, y que
el antisemitismo y la persecución son un peligro latente para éste.
Para
los sionistas, Israel es la tierra del pueblo judío[11]
y se define como "estado judío", es decir, que no se concibe como el
país de los israelíes sino de los judíos. Esta definición implica que Israel
pertenece a aquellas personas consideradas como judías, independientemente del
país que habiten, y no a aquellas comunidades no-judías residentes. Esto se
traduce en que un judío de cualquier parte del mundo tiene más derechos que la
población árabe que permaneció tras la ocupación israelí, pese a vivir en estas
tierras durante muchas generaciones.
De
hecho, en 1950 fue sancionada la Ley del Retorno, por la que todo judío tiene
derecho a asentarse en Israel. En 1952 se sancionó también la Ley de la
Nacionalidad, por la que se confiere automáticamente la ciudadanía a aquellos
llegados bajo la Ley del Retorno. Evidentemente, esto no es aplicable a los
no-judíos. Así, los millones de refugiados palestinos, consecuencia de las
expulsiones practicadas sistemáticamente por los gobiernos israelíes a lo largo
de sus cincuenta y tres años de historia, no tienen reconocido por parte de
Israel el derecho a volver a sus casas y a recuperar sus propiedades. El
argumento oficial esgrimido por Israel para vetar el derecho de retorno a los
refugiados es el de que esto haría peligrar el carácter judío del estado y, en
consecuencia, de su propia existencia.
Puesto
que, como sostiene Moses Hess, considerado el padre espiritual del Sionismo en
1882:
"los
judíos hemos permanecido como extraños en todas las naciones"[12]
el Estado de Israel, sería el “hogar nacional” para todos los judíos del
mundo, perseguidos por el antisemitismo, característica biológica del género
humano. León Pinsker elegido presidente de la Primera Conferencia Sionista,
celebrada en Katowice en 1884, planteó esto en su libro
"Auto-emancipación":
"el odio a los judíos es una variante de la demonología, con la
diferencia de que no es algo peculiar de ciertas razas (...), sino que
constituye un fenómeno común a la
totalidad del género humano (...) tiene carácter hereditario y como
enfermedad transmitida durante dos mil años es incurable".[13]
Teniendo
en cuenta las declaraciones de estos sionistas, podría pensarse que el
movimiento tuvo un rol destacado contra el antisemitismo, que se supone fue una
de las causas del establecimiento del Estado de Israel. Pues bien, no sólo no
entablaron un combate a muerte contra el genocidio sino que, con la excusa de
que eso exacerbaría a los nazis, las principales organizaciones judías y sus
dirigentes se opusieron a toda acción enérgica contra el antisemitismo nazi en
Alemania. Esto puede verse en palabras de un sionista honesto, algo que no
puede encontrarse fácilmente:
"(...)
nos quejamos hoy de que el mundo no judío no actuara eficaz, moral y
políticamente contra el nazismo (...) no menos justificada está la acusación
contra nuestro propio pueblo (...) no existen excusas para nuestra generación,
ni para la mayoría de sus dirigentes. Somos una generación condenada a ser
testigos de la destrucción de una tercera parte de nuestro pueblo, y culpable
de haber aceptado la misma sin una resistencia digna de ese nombre"[14]
Adolf
Eichmann encargado personalmente por Hitler de aplicar la "solución
final" a los judíos, más tarde secuestrado, juzgado, y ejecutado por el
Estado sionista, dejó escrito que:
"(...)
Este Dr. Kastner era un hombre joven, (...) un abogado frío y un sionista
fanático. Estuvo de acuerdo en colaborar a que los judíos no se opusieran a la
deportación e incluso a que se mantuviera el orden en los campos de exterminio,
si yo hacía la vista gorda y permitía a unos cientos, o a unos miles de jóvenes
judíos emigrar ilegalmente a Palestina (...) Fue un buen negocio."[15]
El segundo postulado del sionismo es que la tierra de Eretz Israel
(Palestina), que el Mesías le habría prometido al pueblo judío según la Biblia,
estaba “vacía”.
Se dice que, en aquellos tiempos, el territorio
estaba mayoritariamente poblado por tribus nómadas beduinas que se desplazaban
permanentemente. De hecho, el eslogan del sionismo era "una tierra sin pueblo para un pueblo sin
tierra"[16]. La
realidad ha demostrado la falsedad del argumento, ya que existen testimonios de
la existencia de poblaciones palestinas a lo largo del territorio. Pese a ello,
el sionismo se ha empeñado en intentar borrar las huellas que mostrarían el
carácter árabe de estas tierras, bien a través de la redenominación en hebreo
de antiguas poblaciones palestinas o con el arrasamiento y desaparición de
pueblos y aldeas (530). Muchas de estas familias palestinas conservan todavía
las llaves de sus casas, ahora destruidas u ocupadas por inquilinos judíos,
como el argumento más rotundo para desmontar la propaganda sionista.
En
este mismo sentido, los sionistas se han empeñado en negarles identidad
nacional a los palestinos que ellos vinieron a desalojar.[17] El tercer tópico se
refiere, entonces, a la negación de una identidad palestina, diluyéndola en una
entidad superior y más general, la de árabes[18].
Por tanto, según su razonamiento, en tanto árabes, debieran ser acogidos en los
países vecinos -también árabes- y dejar al pueblo judío fundar su estado en
“Eretz Israel”. La identidad nacional palestina estaba en proceso de formación
desde el final de la I Guerra Mundial, como ocurría con el resto de países
árabes de la zona (Egipto, Líbano, Siria, Irak y Jordania). Pero mientras que
en esos países, bajo dominación colonial europea, se permitió un estado central
fuerte con un control por parte de la población local -aunque fuera sólo
nominal y tuviera un fuerte rechazo entre la población-, en el caso de
Palestina, el poder estaba directamente en manos de los británicos[19].
Todo ello dificultó esta formación de la conciencia nacional, pero no significa
que no la hubiera, y no sólo como respuesta al sionismo. El argumento simplista
de considerar a estas personas meramente árabes implica negar la identidad
nacional palestina e, implícitamente, la de los países vecinos, al considerar
sólo la cualidad de árabes. Por otra parte, su expulsión a países vecinos, en
vez de propiciar su integración social, económica y política en las culturas
receptoras, ha reforzado el sentimiento de identidad entre los palestinos de la
Diáspora.
Desde
el siglo XV al XIX, Palestina estuvo bajo la dominación otomana. Sin embargo,
fue un territorio poseído por numerosas potencias de la antigüedad.
Cuatro
mil años antes de Cristo, los cananeos,
un pueblo semita procedente del interior de la Península Arábiga, se instalaron
en las tierras desde entonces conocidas como Canaán y que más tarde serían
Palestina. Los jebuseos, una de las tribus cananeas, levantaron un poblado al
que llamaron Urusalim (Jerusalén), o sea "ciudad de la paz".
Los faraones egipcios
ocuparon parte de Canaán en el 3200 a. C. y construyeron fortalezas para
proteger sus rutas comerciales, pero el país conservó su autonomía. Hacia el
año 2000 a. C. pasó por Palestina, en su ruta al sur, otro pueblo semita
nómada, el de los hebreos, conducido
por Abraham. Siete siglos más tarde volvieron, procedentes de Egipto, doce
tribus hebreas al mando de Moisés. Se trabaron violentos combates por la
posesión de la tierra. Sólo cuatro siglos después consiguió David derrotar a
los jebuseos y unificar el reino judío. Pero tras la muerte de su hijo,
Salomón, los hebreos se dividieron en dos reinos -Israel y Judea- que más tarde
cayeron en manos de los asirios (721
a.C.) y los caldeos (587 a. C.)
respectivamente. En esta última fecha Nabucodonosor destruyó Jerusalén y llevó
a los judíos en cautiverio a Babilonia.
En el 332 a. C Palestina fue conquistada por Alejandro Magno. Tras la muerte de
éste, retornó al imperio egipcio de los Ptolomeos.
Más tarde fue dominada por los Seléucidas
de Siria. Una rebelión encabezada por Judas Macabeo restableció el Estado judío
en el año 67 a. C., pero éste pronto fue sometido a vasallaje por el entonces
invencible Imperio Romano, que tomó
Jerusalén a sangre y fuego, en el año 63 a. C. Los romanos reprimieron
severamente la resistencia de los macabeos, zelotas y otras tribus judías. Como
parte de esa represión fueron crucificados miles de rebeldes, entre ellos Jesús
de Nazareth, alrededor del año 30 d. C.; fue demolido el Templo de Salomón, en
el 70 d. C., y los judíos fueron expulsados de Jerusalén, en el año 135 d. C.
Los romanos dieron a Palestina su actual
denominación. La dominación de Roma y, luego, la del Imperio Bizantino -o
Romano de Oriente- se extendió hasta el año 611, cuando la provincia fue
invadida por los persas. Los árabes, un pueblo semita procedente del
interior de la península, conquistaron Palestina en el año 634. La fe islámica
y el idioma árabe unificaron a los pueblos semitas, con excepción de los
judíos. Con breves intervalos de dominación parcial de los cruzados cristianos y los mongoles -en los siglos XI, XII y XIII-
Palestina tuvo gobiernos árabes durante casi un milenio e islámicos durante un
milenio y medio.
Antes de que los hebreos migraran por primera vez a la región, cerca de
1800 a. C, el país de Canaán estaba ocupado por los cananeos: entre 3000 y 1100
a. C., la civilización cananea ya cubría lo que es hoy Israel, Cisjordania,
Líbano y gran parte de Siria y Jordania. Los que permanecieron en los cerros de
Jerusalén después de que los romanos expulsaron a los judíos en el segundo
siglo d. C. eran diferentes pueblos que formaban parte de la rama cananea. Los
invasores árabes del siglo VII convirtieron a los nativos al Islam, se
establecieron permanentemente, y se casaron con ellos, siendo el resultado una
arabización tan completa de toda la población que no se puede determinar dónde
terminan los cananeos y dónde comienzan los árabes.[20]
La amplia mayoría de la población de Palestina al momento de la creación
del estado de Israel era, por tanto, árabe, por lo menos desde el siglo VII d.
C. Así, en 1948 –aun antes de la creación del Estado de Israel-, setecientos
mil árabes fueron expulsados o debieron huir de los territorios en los que sus
antepasados habían vivido por más de 1200 años para que éstos fueran ocupados
por cientos de miles de judíos europeos.
Para
el sionismo, la justificación para reivindicar la legitimidad de la instalación
del Estado de Israel en territorio palestino, se halla en la “Biblia y la
historia”. Se basa fundamentalmente en la consideración de Palestina como su
“patria histórica” fundada en la “promesa” del Mesías al pueblo judío[21].
Por supuesto que históricamente, esta pretensión es infundada: los reinos
judíos de David y Salomón, duraron setenta y tres años e incluso si se
considera como independiente la entera historia de los antiguos reinos judíos,
desde la conquista de Canaán por David en 1000 a. C. hasta la erradicación de
Judea en 586 a. C, llegamos a un régimen judío de sólo 414 años.[22]
Los reinos judíos no fueron más que uno de los muchos períodos en la historia
de la antigua Palestina.[23]
El imperio otomano mantuvo su hegemonía sobre
Palestina hasta la Primera Guerra Mundial. Durante el conflicto,
Londres prometió al jerife Hussein la independencia de las tierras árabes a
cambio de su colaboración en la lucha antiturca. Al mismo tiempo, el ministro
de Relaciones Exteriores británico Lord Balfour prometía en 1917 al movimiento
sionista el establecimiento de un "hogar nacional judío" en
Palestina. El “derecho” de Inglaterra sobre Palestina provenía de su derrota
militar sobre los turcos en alianza con los árabes.
Tras la Primera Guerra Mundial, llegó el reparto de
los territorios que estaban en manos turcas.[24]
Para ello Inglaterra se sirvió del movimiento nacional árabe que había
comenzado a despertar. Y, por otro lado, firmó con Francia el acuerdo de
Sikes-Picot, que le daría a Palestina por su condición de puente
intercontinental, el carácter de zona internacional, además de la “Declaración
Balfour” (2 de noviembre 1917), que fue considerada como la "alianza de
boda" entre el sionismo y el imperialismo inglés.[25]
Los británicos vieron en la colonización de Palestina por parte de judíos
europeos la posibilidad de disponer de un enclave estratégico que les
permitiera, por un lado, controlar el Canal de Suez, y facilitar así su
comercio con la India, y por el otro, el acceso al petróleo iraquí.
Así
comenzaba la segunda etapa del sionismo, que culminaría con la creación del
Estado de Israel. Además de dar a los ingleses un valioso auxilio para
establecer un futuro protectorado en Palestina, la “Declaración Balfour”
colocaba en manos inglesas un arma poderosa para liquidar el movimiento
nacional árabe y fortalecer la política de guerra del imperialismo británico y
su lucha contra la Revolución Rusa.
Así,
Israel comenzaba a nacer por medio de una declaración unilateral de una gran
potencia imperialista, declaración que imponía el destino de una región de Asia
que jamás había pertenecido a Inglaterra, que daba de regalo a Lord Rothschild
el territorio de una nación ajena y que no tenía en cuenta los deseos del
pueblo palestino, que era 93% árabe en 1917. Esas personas eran reducidas a la
condición de no-judíos, confinadas en un "hogar nacional judío", o
sea, tratados como extranjeros en su propia tierra.[26]
En el final de la Primera Guerra Mundial, los
Aliados crearon la Sociedad de Naciones, antecesora de la actual Organización
de las Naciones Unidas, que otorgó a Inglaterra el mandato sobre Palestina en
1922. Frente al conflicto generado por el notable aumento de la población judía
en Palestina, producto de la inmigración masiva, los británicos propusieron
dividir Palestina en dos estados: uno judío y otro árabe, y dejar bajo
administración inglesa el corredor Jerusalén-Jaffa (Tel Aviv)[27].
Los árabes rechazaron la partición e iniciaron una rebelión que sólo terminó en
1939, cuando Londres abandonó la idea y limitó la inmigración.[28]
Es
que en aquellos tiempos las cosas no transcurrían muy tranquilas para el
imperialismo. Había surgido, por primera vez en la historia, un Estado Obrero,
la URSS, que se oponía a la expansión colonialista y en todo el mundo colonial
se iniciaba una gran oleada de luchas antiimperialistas.
Dentro del mundo árabe, el Oriente Medio concentró
las luchas más importantes contra el imperialismo inglés y el francés.
Palestina fue el eje de esa lucha, especialmente durante la insurrección de
1936-39, que comenzó con una huelga general que duró seis meses y, para ser
sofocada, exigió la mitad de los efectivos de todo el ejército británico, uno
de los más poderosos del mundo en ese momento. Centenares y centenares de
palestinos fueron muertos, detenidos y condenados a trabajos forzados o a
largas penas de prisión. En 1939, el pueblo palestino estaba derrotado. Esa es
la clave para entender la relativa facilidad con que en 1947-48 se instaló en
Palestina el Estado de Israel.
En
este período previo a la “declaración de independencia” del Estado de Israel,
los inmigrantes judíos comenzaron a apropiarse de las condiciones materiales
necesarias para su fundación, dado que existía para éstos el “obstáculo” de que
Palestina estaba ya habitada. Así, la ocupación se dio sobre la base de tres
pilares del movimiento sionista: kibush
hakarka (conquista de la tierra), kibush
haavoda (conquista del trabajo) y t'ozteret
haaretz (producto de la tierra). Explica Jon Rothschild:
"Detrás
de esas sonoras palabras había una dura realidad. Conquista de la tierra
significaba que toda la tierra posible fuese adquirida (legalmente o no) de los
árabes, y que ninguna tierra de judíos fuese vendida o de alguna manera
retornase a los árabes. Conquista del trabajo significaba que en las fábricas y
tierras de judíos se daba preferencia a los trabajadores judíos. El trabajador
árabe era boicoteado. De hecho, el Histadrut, que hoy es la Central Obrera de
Israel, fue creada para imponer el boicot a los trabajadores árabes. Producto
de la tierra significaba practicar el boicot a la producción árabe por parte de
los colonizadores judíos, y mantener solamente la compra de productos de las
tierras o negocios judíos." [29]
La
compra y colonización del suelo eran, entonces desde un principio, las
condiciones para la creación del Estado de Israel. Por un lado, había que
impedir que ese suelo pudiera ser comprado nuevamente por árabes. La
organización sionista para la compra de tierras, el Keren Kayemeth Leisrael (KKL) prohibió expresamente a los judíos
enajenar el suelo adquirido: desde el momento de su adquisición, sería
propiedad nacional. Todavía hoy siguen vigentes leyes que prohiben la
enajenación, transferencia o labranza por no judíos de las tierras que
jurídicamente pertenecen al KKL o son “tierras estatales”. Por otra parte, era
necesario vincular al suelo colonos judíos. Oppenheimer, sociólogo y economista
sionista, propuso garantizar la colonización con campesinos que trabajasen
ellos mismos la tierra y el derecho estatal de propiedad ya que una actividad
agraria que atara a los hombres a la tierra asegurándoles el sustento
constituiría un verdadero lazo. Dado que el incentivo económico del beneficio y
la rentabilidad de la producción mueve cada vez más a emplear una fuerza de
trabajo barata, constituida en Palestina por el trabajo asalariado árabe, la
consecuencia de una explotación orientada abiertamente al beneficio habría sido
que los árabes, privados de sus tierras por la ocupación judía, habrían vuelto
como jornaleros y deshecho la pretendida estructura homogénea de la población
judía en la correspondiente zona de colonización. Por eso, la colonización
agraria debía, necesariamente, excluir el trabajo asalariado. El departamento
de colonización de la organización sionista determinó que se prohibiera por
principio el trabajo asalariado en las tierras del KKL. Más tarde, en Israel,
esta condición para el cultivo de las tierras del KKL y del “suelo estatal” se
convirtió en norma casi constitucional, aunque ella se rompe frecuentemente por
la presión económica en orden a la obtención de beneficios. El trabajo
personal, permitió así a los colonos organizarse eficazmente en formas
colectivas (kibutzim y moshavim), que tienen un gran sentido político de
posesión de la tierra, no por las ideas “socialistas” (el término más adecuado
sería colectivismo porque poco tiene que ver el estado de Israel con el
socialismo) de algunos de sus miembros sino por su utilidad en relación con el
despojo de tierras a los palestinos a manos de la inmigración judía organizada.[30]
Esa
política de ocupación -de la cual los sionistas hacían propaganda diciendo que
era una política "socialista", que pretendía ayudar a los trabajadores
y pobres judíos- significó la desgracia para el pueblo palestino, porque fue
impuesta sobre la tierra que ellos ocupaban. A pesar de ser minoría al inicio,
los sionistas tenían un poder económico mucho mayor que los árabes, además de
contar con el apoyo del imperialismo.
Esto
les dio fuerza para caer en forma arrasadora sobre el pueblo árabe de
Palestina, que quedó reducido a trabajadores desocupados y campesinos sin
tierra. Los árabes eran expulsados o boicoteados en las empresas de propiedad
sionista o de capital extranjero (concesiones), que generalmente eran
administradas por gerentes sionistas. Cerca del 53% de las empresas eran
concesiones y el 40% de propiedad sionista, mientras que apenas el 6% era de
propietarios árabes[31].
Así quedaba para los trabajadores árabes un mercado de trabajo muy reducido.
Otro
tanto ocurría con el producto de la tierra, una política que significaba el
boicot a la fuerza de todo producto árabe. Esta represión era practicada por
bandas armadas del Histadrut y no se libraban de ella ni los mismos judíos que
osasen adquirir algún alimento producido por manos árabes.
Alejados de la tierra, del trabajo y de la
posibilidad de comercializar sus productos, los palestinos se volvieron una
masa marginada y lista para ser expulsada de sus tierras. La resistencia
palestina, en forma de guerrilla, fue prácticamente aplastada en 1939 por el
Ejército Británico y el Haganá, el ejército extra-oficial formado por el
sionismo, en un ataque conjunto para mostrar "quien manda en Palestina".
En
esa época, se iniciaba la Segunda Guerra Mundial y los sionistas estaban
preocupados por el destino de Inglaterra -su imperialismo protector- ante un
nuevo reparto del mundo en zonas de influencia ya que querían garantizar para
Palestina la protección imperialista. Todo indicaba que los Estados Unidos de
América serían a partir de entonces el gran señor del mundo. La supuesta lucha
antiimperialista de que alardeaba el sionismo era, simplemente, el deseo de
pasar de un socio menos fuerte a otro más poderoso. Eso fue expresado con
claridad por Ben Gurion:
"Nuestra
mayor preocupación era la suerte que estaría reservada a Palestina después de
la guerra. Ya estaba claro que los ingleses no conservarían su Mandato. Si se
tenía todas las razones para creer que Hitler sería vencido, era evidente que
la Gran Bretaña, incluso victoriosa, saldría muy debilitada del conflicto. Por
eso, yo no tenía duda de que el centro de gravedad de nuestras fuerzas debería
pasar del Reino Unido a América del Norte, que estaba en vías de asumir el
primer lugar en el mundo".[32]
Bajo la órbita norteamericana, el sionismo comenzó a
dar grandes pasos en dirección a la creación del Estado de Israel. Al final de
la guerra, las grandes potencias, a través de la ONU, no solo hicieron la vista
gorda a la ocupación y masacre del pueblo palestino, sino que dieron el status
legal a la situación colonial creada durante la dominación británica. Sobre la
base de la propuesta de división de Palestina hecha durante el Mandato inglés y
que encendió la revuelta en todo el mundo árabe, el 29 de noviembre de 1947 se
votó en la recién creada Organización de las Naciones Unidas la división del
país en dos Estados: uno sionista y otro árabe. La resolución 181 fue aprobada
con 33 votos a favor[33],
13 en contra[34] y 10
abstenciones[35]. En la
votación, los EE.UU. presionaron hasta el límite a “dóciles” gobiernos
asiáticos y latinoamericanos, llegando incluso a comprar votos.[36]
Sin consulta alguna al pueblo palestino y con el aval de la burocracia
soviética, que envió armas y aviones para ayudar al imperialismo a masacrar a
los árabes, Palestina era objeto de un “reparto”.
Así, Israel se proclamó unilateralmente país independiente luego de ser
ahogada en un baño de sangre la resistencia palestina. Los ejércitos de los
países árabes vecinos (Egipto, Irak, Líbano, Siria y Jordania) atacaron de
inmediato, pero fueron incapaces de impedir la consolidación del estado
sionista.
Esto fue por desigualdad en cuanto al poderío
militar pero también por las limitaciones políticas de estos regímenes. Sólo la
Haganah, la organización semiclandestina fundada por la Agencia Judía para
“colonizar mediante las armas”, sin contar las otras organizaciones terroristas
judías, superaba ampliamente las fuerzas de los países árabes que entraron en
la guerra de 1948 (la llamada “Guerra de Independencia”). Esta organización
tenía en 1946 65.000 hombres y en 1948, 90.000. Un año antes de la guerra
contaba con 10.000 fusiles, 1900 metralletas, 600 ametralladoras y 768 morteros
y en los meses anteriores a la Partición ese armamento se multiplicó. Mientras
tanto el total de las fuerzas árabes puede estimarse en 21.000 hombres mal
equipados: en Egipto reinaba el corrompido rey Faruk, cuyo primer ministro
Nokrashy no tenía el menor interés en mandar hombres a Palestina, desafiando a
los ingleses que aun ocupaban el canal de Suez, en Irak gobernaba un títere de
los ingleses, Nuri as Said, Siria acababa de independizarse de los franceses y
su ejército no superaba los 3.000 hombres, el “ejército” libanés tenía apenas
1.000 reclutas, la Legión Árabe, la única fuerza de alguna importancia militar,
reunía 4.000 hombres adiestrados y conducidos por oficiales ingleses. Pero el
Foreign Office llegó a un acuerdo con el rey Abdullah, por el que se impidió a
la Legión violar la frontera israelí.[37]
Así, no sólo no impidieron la fundación del Estado
de Israel sino que éste emergió de la guerra, en 1949, con un territorio mayor
que el que proponían las Naciones Unidas. Más de la mitad de los palestinos
habían abandonado sus hogares
–expulsados o corridos por la brutal represión-. La mayoría de ellos
vivían como refugiados en Cisjordania, territorio que fue anexado por el reino
hachemita de Transjordania, y en la Franja de Gaza, que pasó a ser administrada
por Egipto.
Es
que, para Israel, la guerra expansionista es una tarea esencial para mantenerse
en pie. En la medida en que la razón de ser del Estado sionista es llevar al
"pueblo sin tierra" a la "tierra sin pueblo", la expansión
es indisoluble de su naturaleza misma. [38]
En 1936, Ben Gurion decía (refiriéndose a la aceptación de la división de
Palestina):
"Un
Estado judío parcial no es el objetivo final, sino apenas el principio. Estoy
convencido de que nadie puede impedirnos el establecernos en otras partes del
país y de la región".[39]
Y
agregaba más tarde:
"el
Estado será solamente un estadio en la realización del sionismo y su tarea es
preparar el terreno para nuestra expansión. El Estado tendrá que preservar el
orden, no predicando, sino con ametralladoras."[40]
Desde
el inicio de 1948 hasta la retirada británica (15 de mayo del mismo año) los
judíos ocuparon un 14% de Palestina sobre cuya tierra se declaró
unilateralmente la creación del Estado de Israel el 14 de mayo de 1948. Dos
meses más tarde, iniciada la guerra con los Estados árabes, los judíos ocuparon
otro 9% de Palestina (parte de Galilea, el sector central de Lyda y Ramle, y el
sur de Yafa). A finales de octubre de 1948 las fuerzas sionistas, ya
convertidas en el ejército israelí, abatieron la defensa egipcia del sur de
Palestina y ocuparon un 13% más de territorio, al tiempo que completaban la
ocupación de Galilea y se adentraban en Líbano. Tras la firma del armisticio
con Egipto a finales de ese año, Israel volvió a atacar el sur de Palestina
ocupando un 42% más.
En total, un 78% de la extensión de la Palestina
histórica fue despoblada por la fuerza militar, ocupadas de inmediato sus
ciudades por inmigrantes judíos procedentes de Europa y sometida a la creación
del Estado de Israel. En sólo tres meses (febrero-mayo de 1948) se puso en
marcha un proyecto meticulosamente programado para aniquilar la presencia de la
población palestina por medio del desalojo y de la destrucción física de sus
pueblos y ciudades. En menos de un año de presión y violencia militarmente
organizada, el sionismo convirtió la mayor parte de Palestina en territorio
despoblado y a sus habitantes, los palestinos, en refugiados obligados a perder
no sólo sus posesiones y su tierra sino sus derechos colectivos y nacionales
como pueblo. El 15 de mayo de 1948, al término del Mandato británico en
Palestina, más de la mitad de los palestinos (414.000) se habían convertido en
refugiados y 213 aldeas y ciudades habían sido ya destruidas. Desde esa fecha
hasta finales de mayo de 1948, otras 79 localidades fueron desalojadas y 86.700
palestinos más fueron expulsados, sumando un total de 500.700 refugiados.
La consideración de que el desalojo mayoritario del
territorio palestino tuvo lugar antes de que entrasen las fuerzas árabes en
Palestina (el mismo 15 de mayo), es decir, antes de que se iniciase la primera
guerra árabe-israelí, quiebra otro de los mitos fundacionales del Estado de
Israel, el de la necesidad de autodefensa
israelí frente a los ejércitos árabes.
A ello hay que unir que la posterior defensa árabe
fue notablemente ineficaz: desorganizadas, sin un mando unificado e inferiores
en número y en equipamiento militar, las fuerzas árabes representaban frente a
la israelí la proporción de 1 a 4 combatientes (65.000 árabes y 212.000
israelíes). Otro mito fundacional de Israel, el de David contra Goliat, resulta falso.
Los tipos fundamentales de operaciones llevadas a
cabo por las organizaciones sionistas (Irgun, Stern y la Haganah, embrión del
posterior ejército regular israelí) para desalojar a los palestinos fueron: 1)
expulsión directa por las fuerzas sionistas; 2) ataque militar por tropas
judías; 3) campañas de rumores y difamación de la Haganah o de las Fuerzas de
Seguridad Israelíes (guerra psicológica programada para obtener la evacuación
árabe); 4) temor ante un ataque judío o a ser capturados en los
enfrentamientos; 5) influencia ejercida ante la caída de una localidad próxima
o ante el éxodo de sus habitantes. Es infundada la pretensión israelí de que
los refugiados palestinos abandonaron sus aldeas bajo órdenes árabes -es decir,
por propia voluntad- y no por los brutales ataques a que fueron sometidos por
la violencia sionista. La matanza de 254 civiles palestinos en Deir Yasin,
perpretada en la madrugada del 9 al 10 de abril, perdura en el recuerdo como ejemplo
de esta política sistemática de terror sionista contra la población palestina.
A la planificación del desalojo se añadió la
destrucción física de las aldeas y campamentos beduinos, mientras que las
ciudades fueron mayoritariamente preservadas para el asentamiento de
inmigrantes judíos. Sólo un 12% de las aldeas fueron ocupadas por colonos; el
resto fueron literalmente borradas del mapa. La escasa población palestina que
permaneció en su lugar de origen no pudo nunca recuperar sus propiedades, quedando,
además, sometidos administrativamente al nuevo Estado de Israel, bajo
legislación militar hasta 1967 y convirtiéndose, con el paso del tiempo, en
ciudadanos árabes israelíes marginados: hoy son más de un millón, la quinta
parte de la población israelí; de ellos, 150.000 desplazados interiores,
expulsados de sus pueblos en 1948.
Concebida como un proyecto estratégico, destinado a
perdurar, la colonización de Palestina por el sionismo exacerbó el fenómeno
colonial europeo en Oriente Próximo, al imponer mediante la fuerza militar la
aniquilación brutal de todo un pueblo. Israel, como proyecto colonial inmerso
en el entramado de los intereses europeos, primero, y norteamericanos, después,
en la región tiene, no obstante, por la ideología sionista que lo sustenta, una
característica definitoria mantenida después de 50 años de existencia: el ser
un Estado racista basado en la exclusividad étnica judía. Su autoproclamado
lema de ser la única democracia de
Oriente Próximo se revela así de todo punto improcedente en tanto que su
creación y existencia están basadas en la exclusión del pueblo palestino y en
la negación de sus derechos nacionales. Que el plan que el sionismo impuso en
1948 en Palestina sólo haya podido realizarse mediante la negación del derecho
de otro pueblo, el palestino, a establecer su propio Estado en la tierra que
habitaba ininterrumpidamente desde más de un milenio, ilustra la injusticia
inherente a su proyecto.[41]
Tras su fundación, con cada nueva guerra contra sus
vecinos árabes, Israel ha proseguido con esta lógica implacable: ocupar
militarmente el espacio, desalojar por medio de la violencia a sus pobladores
e, inmediatamente, anexionar el territorio al Estado para asentar nuevos
colonos judíos. Y ésta ha sido también, durante las tres últimas décadas, la
lógica de la colonización de los territorios de Gaza y Cisjordania ocupados en
1967: escindir a la población palestina de su territorio, aislándola en núcleos
densamente poblados -la Franja de Gaza, las grandes ciudades de Cisjordania-,
separados unos de otros por una tupida red de asentamientos judíos en expansión
y por una retícula de carreteras y autopistas.[42]
El desastre palestino de 1948 se extiende hasta
nuestros días en los más de 4.900.000 refugiados palestinos que hoy siguen
reclamando, desde el abandono y la miseria en la que subsisten, desde su
resistencia y el mantenimiento de su conciencia nacional, su derecho al
retorno. Medio siglo después, la mitad de los palestinos siguen siendo
refugiados. La resolución justa del problema, el reconocimiento de sus derechos
inalienables al retorno sólo será posible con la destrucción del Estado de
Israel, que sobradas razones tiene para no existir, porque nació sobre la
sangre de cientos de miles de palestinos despojados y porque no está basado en
ningún derecho real, como se ha demostrado.[43]
Puede
decirse entonces que el Estado de Israel es la expresión política del sionismo
que se da en el marco de la necesidad imperialista de colocar un gendarme en
Medio Oriente frente a la amenaza que significaba la creciente resistencia de
las masas árabes.
Israel,
aunque formalmente se reconoce como una república parlamentaria, en realidad es
una república teocrática en la que el judaísmo ortodoxo ocupa un lugar
predominante en detrimento de las otras corrientes del judaísmo. La ideología
sionista considera la ortodoxia religiosa como una cuestión fundamental que
define el carácter de "pueblo elegido de los judíos". La legislación
de este estado artificial lo demuestra. Por ejemplo, la Ley sobre ciudadanía,
aprobada en 1971, permite que cualquier judío que "exprese su deseo de
instalarse en Israel" se convierta automáticamente en israelí. En cambio,
los árabes cuyos antepasados vivieron durante siglos en Palestina, son
obligados a vivir como seres de segunda categoría. O la Ley para la Adquisición
de Bienes de los Ausentes, que tuvo como finalidad la clasificación de los
bienes árabes que debieron abandonar temporalmente para escapar a la guerra o
porque fueron declarados zonas de seguridad por los militares sionistas. O el
artículo 125 de la Ley de Defensa que se ha empleado para impedir a los árabes
regresar a sus tierras cuando han sido designadas por las fuerzas de ocupación
para el establecimiento de una colonia judía. Con la excusa de la seguridad
casi la mitad de la tierra que estaba en poder de los árabes antes de la
creación del Estado sionista ha pasado a los kibbutzim.[44]
Bajo
la máscara de una justificación religiosa puede verse el rol de Israel como
enclave del imperialismo en Medio Oriente. La política de Theodor Herzl, el
padre del sionismo, y sus sucesores fue la de aprovecharse del proceso de
expansión colonial imperialista para ocupar Palestina. Y el imperialismo se
sirvió de la ideología sionista para poner al Estado Israel como gendarme del
mundo árabe.
Así,
la burguesía judía con el aval del imperialismo impulsó un movimiento para: 1)
confinar a los judíos más pobres en la Tierra Santa, apartándolos de la lucha de
clases en Europa y de los partidos de la izquierda; 2) librarse, en primer
lugar ellos, de la furia antisemita que crecía; 3) constituir un Estado Judío
en un punto estratégico, en medio de las mayores reservas de petróleo del
mundo, amenazadas por el ascenso de las masas árabes. El Estado de Israel nacía
como enclave del imperialismo en la región, el gendarme del mundo árabe.
La
financiación de Israel es reveladora de la naturaleza de ese Estado. Todas las
corrientes sionistas reconocen que el Estado de Israel es desde su inicio
financiado por los EE.UU. y los poderosos lobbies de millonarios judíos. Sólo
en los primeros años de su fundación, entre 1949 y 1966, Israel recibió 7.000
millones de dólares.[45]
Una cifra que define con claridad la naturaleza del estado israelí es que ya en
los años 70-80 el total de la ayuda norteamericana -sin contar la ayuda de la
"Diáspora" ni los prestamos- representaba 1.000 dólares por
habitante/año, lo que por sí solo equivalía a más de tres veces el Producto Nacional
Bruto por habitante de Egipto y de la mayoría de los países africanos. Es
sobradamente conocido el dato de que anualmente EEUU aporta a Israel ayuda
directa por valor de 5.000 millones de dólares.
La
ayuda incondicional e ilimitada recibida en estos 52 años de existencia es el
precio por el servicio que el estado sionista presta, es "el precio de
coste" para que ese Estado afiance y desarrolle sin trabas su función
esencial: llevar a cualquier precio judíos a Palestina; expulsar a los árabes
de Palestina; desempeñar el papel de "bastión adelantado de la
civilización occidental".
En
este marco hay que considerar el problema de la composición étnica de Israel
porque lo que pretende este Estado es preservar su carácter “occidental”. En
palabras del propio Herzl:
"Palestina
es nuestra inolvidable patria histórica. (...) Para Europa formaríamos allí
parte integrante del baluarte contra el Asia: constituiríamos la vanguardia de
la cultura en su lucha contra la barbarie."[46]
En
este sentido, los judíos orientales no son “valorados” de la misma manera que
los occidentales.
Nissin
Rejwan, un destacado judío oriental escribió:
"Cuando
el actual grupo sionista del este de Europa en Israel habla de la imperiosa
necesidad de preservar el judaísmo del país en lo que en realidad piensan es en
poco más que en sus propias características de la cultura judía".[47]
El
grupo dominante de origen occidental que constituye una minoría, rechaza la
cultura de los judíos de Oriente Medio como una cultura no judía. La elite
dirigente sionista tiene su concepción de Israel como una sociedad occidental
que pertenece al Oriente Medio únicamente de una manera geográfica. Lo que más
preocupa a los sionistas es que Israel se arabice. En función de esto no se
escatiman esfuerzos para relegarlos a un papel secundario dentro de la sociedad
israelí al mismo tiempo que se promociona al máximo la inmigración de judíos
occidentales para compensar la situación numéricamente mayor de los judíos
orientales.
[1] Tzion, en hebreo, es el nombre de un monte en Jerusalén. En la Biblia, ese nombre era usado tanto para designar la Tierra de Israel como "su capital nacional y espiritual", Jerusalén. A lo largo de toda la historia judía, Sión fue sinónimo de Israel, y la expresión "retorno a Sión" la bandera del movimiento sionista.
[2] Abraham León CONCEPCIÓN
MATERIALISTA DE LA CUESTIÓN JUDÍA, Ediciones El Yunque, Buenos Aires, 1975.
León es un militante marxista de origen judío que murió el campo de
concentración nazi de Auswitchz en 1944.
[3] El Congreso
de Fundación de la Organización Sionista se realizó en Basilea en 1897.
[4] Theodor Herzl
“El Estado judío” en EL SIONISMO: CRÍTICA Y DEFENSA, Departamento
Siglomundo (Compilador), Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1968.
Nótese también que está presente la idea del judío como “pueblo elegido”, que
habría soportado sinfín de pesares guiado por una “idea” (la del retorno a la
Tierra Prometida). León refuta esto partiendo de una interpretación
materialista, utilizando el concepto de “pueblo-clase” para referirse a los
judíos y planteando que sólo el estudio de su función económica puede
contribuir a esclarecer las causas del “milagro judío”. En este sentido, tiene
pertinencia poner de relieve que el autor demuestra la falsedad del postulado
sionista de que la dispersión data de la caída de Jerusalén, planteando que la
razón esencial de la emigración judía, así como de su carácter de pueblo
comerciante, debe buscarse en las condiciones geográficas de Palestina. Véase CONCEPCIÓN
MATERIALISTA DE LA CUESTIÓN JUDÍA, Op. Cit.
[5] León, Op.
Cit. Capítulo VII, págs. 157-166. Esto es así y puede constatarse en cualquier
publicación sionista, por ejemplo: “La
aspiración por el retorno a su patria fue sentida por primera vez por los
Judíos exilados en Babilonia hace cerca de 2500 años -una esperanza que
subsecuentemente se concretizó. ("Junto a los ríos de Babilonia nos
asentamos y lloramos, recordándonos de Tzion." Salmos 137:1). De esta
forma, se puede decir que el sionismo político, que se consolidó en el siglo
XIX, no inventó ni el concepto ni la practica del retorno. Al contrario, él
adaptó una idea muy antigua y un movimiento constantemente activo a las
necesidades y al espíritu de su tiempo.”
[6] En este
sentido, León discute las interpretaciones idealistas de la historia del
“pueblo” judío: mientras no hubo intereses económico-sociales reales para el
“retorno a Sión, ningún judío se planteó la tarea de volver a la “patria
histórica”, como si ocurrió con el sionismo a partir de finales del siglo XIX.
[7] León, Op.
Cit.
[8] En palabras
del autor "El sionismo quiere
resolver la cuestión judía sin destruir el capitalismo, principal fuente de los
sufrimientos de los judíos". León, Op. Cit.
[9] Sus defensores, principalmente los que se dicen de
izquierda, aceptan la idea de que el movimiento sionista no era un factor
progresivo en la política europea, pero argumentan que eso era secundario
frente a un hecho esencial: el sionismo sería el movimiento de liberación
nacional del pueblo judío. Y del "pueblo más pobre", de ahí que fuera
una "causa justa". Cecilia Toledo, “Israel: Cinco décadas de pillaje
y limpieza étnica” en Marxismo Vivo Nº 3. Aparecido en www.eurosur.org/rebelion/palestina.htm
el 9 de octubre de 2001.
[10] Herzl Diarios.
Citado en Salahj Eddin “El sionismo: fascismo teocrático”. Aparecido en la
página web citada en la nota 9, el 8 de octubre de 2001.
[11] Sobre las
justificaciones bíblicas e “históricas” de esta pretensión, véase más adelante.
[12] En su libro "Rome and Jerusalem". Citado en
Eddin, Op. Cit. Como sostiene este autor, esto es lo mismo que dicen los
verdugos antisemitas pero con distintas palabras: "que los judíos son
inherentemente distintos a las demás personas".
[13] Citado en
Eddin Op. Cit. Es de hacer notar que los judíos ni siquiera mencionan que las
árabes son etnias que también provienen del tronco semita.
[14] The Autobiography of Nahum Goldmann. Citado en Eddin, Op. Cit.
[15]
"Eichmann´s Own Story" publicada por la revista Life. Citado en Eddin
Op. Cit.
[16] “En el tiempo doble de sin favor, la
providencia divina guardó el país sin hombres y sin animales, hasta el tiempo
que Dios decide a dar el favor a Sion (Isaías 40:1-2; Salmos 102:13).” “El
Torá y el país” artículo aparecido en www.bible411.com.
[17] “Los refugiados árabes en Israel comenzaron a
identificarse como parte de un pueblo palestino en 1921, 30 años después que
llegaran a Israel 85.000 judíos.” Ídem anterior.
[18] Como si no
hubiera judíos árabes, los sionistas hacen del conflicto un problema entre
judíos y no judíos. En este sentido, son interesantes las observaciones que el
grupo Judíos por la Justicia en el
oriente Próximo hacen en su artículo “El origen del conflicto palestino
israelí”. Aparecido originalmente en Z-net en español y en el web citado en la
nota 9, el 9 de mayo de 2001. "[Durante
la Edad Media] África del Norte y el Oriente Próximo árabe fueron sitios de
asilo y refugio para los judíos de España y otras partes. En Tierra Santa...
vivieron juntos en [relativa] armonía, una armonía que sólo se deterioró cuando
los sionistas comenzaron a reivindicar que Palestina era la posesión 'justa'
del 'pueblo judío' excluyendo a sus habitantes musulmanes y cristianos."
Citado por Sami Hadawi, en "Cosecha Amarga".
[19] Ver más
adelante, el proceso por el cual se llegó a la “declaración de independencia”
del Estado de Israel.
[20] Illene Beatty, ÁRABES Y JUDÍOS EN EL PAÍS DE CANAÁN. Citado en: Judíos por la Justicia en el Oriente Próximo, Op. Cit.
[21] En el
artículo titulado “El Torá y el país” aparecen las afirmaciones bíblicas: “Porque he aquí que vienen días, dice Jehová,
en que haré volver a los cautivos de mi pueblo Israel y Juda, ha dicho Jehová,
y los traeré a la tierra que di a sus padres y la disfrutarán"
(Jeremías 30:3). Aparecido en el sitio citado en la nota 16. Para el sionismo:
“Israel con su capital Jerusalem, se
convirtió en nación [sic] en el año
1312 antes de la era común, dos mil años antes del surgimiento del Islam (...)
Desde la conquista del territorio por parte de los judíos en 1272, antes de la
era común, los judíos han tenido dominio sobre la tierra por mil años con una
presencia continuada durante los 3300 últimos años.” Aparecido en
www.geocities.com/yargg/news, sitio web dedicado a difundir "los reales
hechos del conflicto árabe (palestino) israelí" según la visión sionista.
[22] Beatty, Op. Cit.
[23] Como plantea
Walsh, con el mismo criterio, muchos países deberían reivindicar un “derecho”
similar sobre Palestina: “El Sha de irán
podría alegar títulos análogos fundado en la invasión persa del siglo VI antes
de Cristo, la Junta Militar Griega podría recordar que Alejandro ocupó
Palestina el año 331, Paulo VI acordarse de que en el año 1099 los cruzados
católicos fundaron el reino de Jerusalén. Los propios historiadores árabes han
señalado burlonamente que los caananitas que ocuparon Palestina antes que los
hebreos venían de la Península arábiga y eran, en consecuencia, ‘árabes’ ”
Rodolfo Walsh “La Revolución palestina” Publicado en el diario Noticias, Bs.
As., 1973. Y, por otra parte, los sionistas no abogan por un igual retroceso de
la historia en todo el mundo, no buscan, por ejemplo, la restauración del
Imperio Romano.
[24] Es que las
dos guerras mundiales fueron, esencialmente, guerras imperialistas, de reparto
del mundo entre un puñado de potencias. Como definió el marxismo clásico: “Imperialismo es el capitalismo en aquella
etapa de desarrollo en que se establece la dominación de los monopolios y el
capital financiero; en que ha adquirido señalada importancia la exportación de
capitales; en que empieza el reparto del mundo entre los trusts
internacionales; en que ha culminado el reparto de todos los territorios del
planeta entre las más grandes potencias capitalistas.” Vladimir Lenin EL
IMPERIALISMO, ETAPA SUPERIOR DEL CAPITALISMO, Editorial Polémica, Buenos
Aires, 1974. Capítulo VII, pág. 110.
[25] Dice la carta
que Balfour le envía a Rotschild
“Es
con gran placer que envío a Vuestra Señoría, en nombre del Gobierno de Su
Majestad, la siguiente declaración de simpatía con las aspiraciones
judío-sionistas, que fue sometida y aprobada por el ministerio.
El
Gobierno de Su Majestad ve con buenos ojos el establecimiento en Palestina de
un Hogar Nacional para el Pueblo Judío, y usará sus mejores esfuerzos para
facilitar la realización de este objetivo, quedando claramente entendido que
nada debe ser hecho que pueda perjudicar los derechos civiles y religiosos de
las comunidades no judías existentes en Palestina, o los derechos y status
político disfrutados por los Judíos en cualquier otro país."
Quedaría
agradecido si Vuestra Señoría llevase esta Declaración al conocimiento de la
Federación Sionista.
Sinceramente,
Arthur James Balfour
[26] El censo de
1922, realizado por el Mandato Británico dio como resultado la existencia de
757.182 habitantes, de los cuales sólo 83.794 eran judíos. Datos aparecidos en
Walsh, Op. Cit.
[27] Plan de
partición ideado por la Comisión Peel.
[28] Dice
Townshend que “Muchos observadores no militares pensaban que en gran medida la
rebelión se extinguió a causa de las concesiones políticas realizadas en el
Libro Blanco de 1939, que puso límites a la inmigración judía en Palestina.”
Charles Townshend “La primera Intifada. Rebelión en Palestina. 1936-39”,
Revista Debats, Nº 33, septiembre de 1990.
[29] Jon Rothscild, "How the Arabs Were Driven Out of
Palestine", en Revista de América
Nº 12. Citado
en Toledo, Op. Cit.
[30] Dan Diner
“Israel: el problema del Estado nacional y el conflicto del Oriente Próximo” en
Benz y Grant PROBLEMAS MUNDIALES ENTRE LOS DOS BLOQUES DE PODER, Siglo
XXI, México, 1985, págs. 146-149.
[31] Los datos son
de 1939. Citados en Toledo, Op. Cit.
[32] Citado en
Toledo, Op. Cit.
[33] Australia,
Bélgica, Bolivia, Brasil, República Socialista Soviética de Bielorusia, Canadá,
Costa Rica, Checoslovaquia, Dinamarca, República Dominicana, Ecuador, Francia,
Guatemala, Haití, Islandia, Liberia, Luxemburgo, Países Bajos, Nueva Zelanda,
Nicaragua, Noruega, Panamá, Paraguay, Perú, Filipinas, Polonia, Suecia,
República Socialista Soviética de Ucrania, Unión de Africa del Sur, Estados
Unidos, Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, Uruguay, Venezuela.
[34] Afganistán,
Cuba, Egipto, Grecia, India, Irán, Irak, Líbano, Paquistán, Arabia Saudita,
Siria, Turquía, Yémen.
[35] Argentina, Chile, China, Colombia, El Salvador, Etiopía, Honduras, México, Reino Unido, Yugoslavia.
[36] Walsh, Op. Cit.
[37] Walsh, Op. Cit.
[38] La Palestina
histórica tiene una extensión de 27.242 km², Israel ocupa ya más de 22.000 km²,
es decir, más del 80% del territorio.
[39] Citado en Angel Luis Parras Sen y Joseph Weil “La encrucijada palestina: ¿Dos Estados o una Palestina laica democrática y no racista?” en Marxismo Vivo Nº 3. Aparecido en la página citada en la nota 9, el 13 de octubre de 2001.
[40] Idem anterior
[41] Loles Olivan
Presentación del Libro AL NAKBA. El desalojo sionista de Palestina de 1948,
Aparecido en Nación Árabe, Nº 35, septiembre de 1998. Dice el autor, miembro
del Comité de Solidaridad con la Causa Árabe “La reciente apertura de los archivos oficiales israelíes relacionados
con la fundación del Estado de Israel ha permitido a un minoritario grupo de
historiadores israelíes iniciar una investigación revisionista de los
acontecimientos que tuvieron lugar a lo largo de 1948 en Palestina y,
particularmente, revelar la aplicación de un proyecto característico del
sionismo desde los años ‘20: la eliminación de la presencia palestina con el
fin de fundar, mediante un proceso artificial de inmigración judeo-europea, el
llamado Hogar nacional judío en Palestina. Asimismo, tales archivos han venido
a corroborar los estudios ya existentes de autores palestinos como Walid
Jalidi, cuya vida ha estado dedicada a documentar la existencia antigua del
pueblo palestino (...) Con su trabajo, Jalidi ha contribuido desde hace décadas
a romper el primer gran mito fundacional del Estado de Israel: que Palestina
era una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra.”
[42] Este es el
fundamento del proceso de paz palestino-israelí iniciado en Madrid en 1991 tras
la Guerra del Golfo: lograr por medio de una negociación desequilibrada con la
dirección palestina el mantenimiento del control sobre el territorio palestino
y desentenderse administrativamente de sus pobladores árabes.
[43] Quienes sostienen como posible solución la conformación de
dos Estados, uno judío y otro Palestino, parecieran apoyarse en primer lugar en
un criterio "racional" y "equitativo". Sin embargo, esto
sólo significa la legalización de la injusticia. Como dicen Parras Sen y Weil
en el artículo citado anteriormente “Supongamos
que alguien ve invadida su casa, asesinada una parte de su familia, expulsada
otra parte de ésta y la que queda es arrinconada en un espacio mínimo de la
vivienda. A partir de ahí toda su vida, trabajar, comer, educarse, moverse de
un lugar a otro... depende de los acuerdos a los que llegue con un ocupante que
además sigue trayendo más gente a lo que ya considera es su casa. ¿En que
consiste el criterio "racional" y "equitativo" de los dos
Estados?, ¿En legitimar esa tropelía?, ¿En dar legalidad a la ocupación?”
La idea que Diner plantea, de que es imprescindible “reconocer” al sionismo
porque es el statu quo se muestra así completamente equivocada. Lo que no quita
que en un Estado palestino, sobre su territorio histórico puedan convivir en
paz árabes e israelíes. El problema está en como puede llegarse a esa paz. No
será con un estado islámico, lo opuesto al proyecto fundacional de la
resistencia palestina. El proyecto islámico acaba dando argumentos al sionismo
y unificando alrededor suyo o paralizando a los dudosos al tiempo que no ayuda
a romper el cerco a la lucha palestina. La razón esencial es que el objetivo de
Hamas es sustituir un Estado teocrático, el sionista, por otro Estado
teocrático, el islámico. Es lo simétrico del sionismo en el lado árabe como
aspecto religioso y de concepción de estado. Significa también la perspectiva
de una dictadura teocrática sobre los pueblos de la región. La única salida es
una Palestina laica, democrática y no
racista, como parte de la lucha socialista en todo Oriente Medio.
[44] Sobre la implantación de colonias en los territorios
ocupados, opinaba el profesor W.T. Mallison de la Universidad George
Washington: "El estudio de las
negociaciones que condujeron al acuerdo sobre esta cláusula demuestra que es el
resultado de una reacción contra los métodos bien conocidos mediante los que
los nazis expulsaron a la población autóctona llamada inferior para trasladar
arios o alemanes en algunos de los territorios que ocupaban. Este artículo
impide la práctica de hechos consumados en los territorios ocupados..."
Citado en Eddin, Op. Cit.
[45] Para evaluar
el significado de esta cifra, baste recordar que el Plan Marshall, acordado
para Europa Occidental de 1949 a 1954, ascendió a 13.000 millones de dólares.
Israel, por entonces con algo menos de 2 millones de habitantes, recibió
-cierto es que en más años- más de la mitad de lo recibido por 200 millones de
europeos. Dicho de otra forma, Israel recibió del imperialismo norteamericano 5
veces más por cabeza que el ya ambicioso plan de reconstrucción europea. Datos
citados en Parras Sen y Weil, Op. Cit.
[46] Herzl, Op. Cit., págs. 23 y 24.
[47] Israel as an Open Society, The Jewish Spectator,
diciembre de 1967. Citado en Eddin.