Observatorio
de Conflictos, Argentina
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Introducción
Sabemos que las
identidades se construyen por oposición a otro y nuestro otro era el musulmán-
árabe; hasta el final de la reconquista y el musulmán- turco en la construcción
europea.
En el nuevo orden
mundial, el campo de la política parece dirigido desde la definición, desde la
naturaleza del estado y de los sistemas socioeconómicos y políticos, a intentar
saldar el mejor negocio con el sistema existente. Esto refuerza la tendencia a
formular demandas sobre la base de la identidad en lugar de hacerlo a partir de
un programa bien definido que especifique los objetivos económicos y sociales.
La formulación de demandas sobre la base de la identidad conduce a más
marcadores de exclusividad, y más rígidos, que delimitan las fronteras entre la
persona y aquellos que luego son definidos por el otro, que es visto cada vez
más como un ser hostil.
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Identidad, política y religión en el
contexto de la mujer musulmana
Si bien la mayoría de las políticas de identidad se relacionan con lo
étnico, en ciertas circunstancias, las líneas distintivas de lo étnicos se
definen siguiendo la línea de la religión, de manera que lo étnico y lo
religioso se mezclan.
Es evidente que los ciudadanos del mundo no
están tan preparados para renunciar a
las identidades pequeñas con el fin de definir su identidad colectiva. Entre
otras razones, es probable que el mundo sea una entidad demasiado impersonal
para permitir a los individuos relacionarse con él de la misma manera que se
relacionan con una comunidad más pequeña, que favorece una integración e
identificación personal directa con sus miembros.
En materia de relaciones con las mujeres
una diferencia cualitativa, definida por la presencia o ausencia del ISLAM,
distingue y separa automáticamente a las mujeres de las comunidades islámicas,
de las demás mujeres. Cuando se hace referencia a "las mujeres en el mundo
musulmán", las mujeres en este mundo, que abarca muchos continentes,
tampoco son entidades unidimensionales definidas exclusivamente por su sexo o
su identidad religiosa, ni tampoco son víctimas silenciosas ni pasivas. Al
contrario, al igual que en todas partes, las mujeres en las comunidades
musulmanas son "protagonistas en toda regla, cargando con todas las contradicciones definidas por su posición
de clase racial y étnica, además del genero".
Los componentes esenciales del patriarcado
en una sociedad musulmana no son diferentes de los que encontramos en otras
partes, y la subordinación de las mujeres se manifiesta en diversos niveles: en
la estructura inmediata de la familia y el parentesco, en los proyectos de construcción del estado
y en el plano de la elaboración de políticas internacionales. La subordinación
es visible, independientemente de si la religión influye o no, puesto que políticas
tales como los programas de ajuste estructural, no dejan de tener un impacto
sesgado por el genero.
Las respuestas de las mujeres a sus
realidades locales, determinadas por una red compleja de influencias, así como por
sus estrategias de supervivencia en el mundo musulmán, son tan diversas como
sus realidades.
Sin embargo, si bien es verdad que las estructuras
patriarcales y las practicas discriminatorias correspondientes son similares
dentro y fuera del mundo musulmán, también es verdad que a la religión, uno de
los rasgos característicos de la
definición que las personas dan de sí mismas y de sus culturas, influye en el
perfil de las vidas de las mujeres y en sus posibilidades de autoafirmación. En
gran parte del mundo musulmán, el ISLAM es una realidad cotidiana para la
gente. Es parte integral de cómo se definen a sí mismos en la sociedad.
Hay otros dos puntos importantes que
debemos recordar al reflexionar sobre las mujeres: la identidad y el mundo
musulmán.
En primer lugar, casi sin excepción, las
sociedades que conforman el "mundo musulmán" comparten una historia
de colonización o de dominación y control hegemónico. La mayoría se
convirtieron en estados nacionales y todas han tenido que enfrentarse a los
desafíos planteados por la construcción del estado, que carga con las tareas de
construir las estructuras socioeconómicas y sistemas culturales propios. Cuando
los Estados de este tipo han adoptado políticas que, en lugar de promover el
gobierno democrático y la igualdad de beneficios y oportunidades para las
diferentes regiones y pueblos, han ampliado la brecha de la desigualdad entre
regiones, localidades urbanas y rurales; cuando han discriminado a grupos
específicos dentro del país, quienes detentan el poder han querido afirmar su
propio control para acallar a la oposición, haciendo llamados a la identidad
religiosa, regional o étnica.
Para las mujeres que suelen ser las
depositarias de la cultura, el problema de la identidad es crucial. La manera
en que se forma la identidad; quién la define; cómo las definiciones de genero
se ajustan a las definiciones de la comunidad y de un YO colectivo y personal;
las interrelaciones existentes entre las definiciones a nivel local, regional e
internacional, son factores que tienen unas consecuencias directas para las
mujeres que desean definir de otra manera sus vidas. La dinámica que subyace a
las definiciones del YO, del genero y de la colectividad, son relevantes en
todas partes, puesto que toda sociedad tiene que lidiar con tres verdades,
incontrovertibles e insoslayables: el nacimiento, la vida y la realidad de
ambos sexos.
Si la cultura es una expresión de una
identidad colectiva y si todas las sociedades tienen que tratar el problema del
genero, entonces las nuevas definiciones
automáticamente requieren un reordenamiento de la cultura y la
colectividad más amplia, independientemente de sí la sociedad en cuestión es
dinámica o inactiva, antigua o contemporánea, atea o religiosa, musulmana o no
musulmana.
Aunque la vida de las mujeres varía
enormemente de un contexto musulmán a otro, está influida, en mayor o menor
medida, por las leyes y costumbres establecidas o percibidas como islámicas o
musulmanas. Como factor de control de las mujeres, las costumbres son tan
poderosas como la propia ley. Las leyes especificas que rigen los asuntos
personales y familiares perfilan los limites dentro de los cuales una mujer
musulmana puede esperar definir su propia identidad. El espacio de la identidad
para las mujeres se define como el de la "mujer musulmana".
En cuanto al debate político, en realidad son
los partidos y grupos políticos quienes visualizaron un recurso en la
utilización de un discurso religioso para expresar y movilizar el apoyo sus
programas políticos. En este panorama es más que lamentable pensar que los
problemas que se enfrentan las mujeres en las sociedades musulmanas son
fenómenos derivados únicamente del Islam y de su identidad como musulmanas.
Esta perspectiva impide tener una comprensión de las desigualdades
estructurales y supera los esfuerzos de
aquellos que luchan por un cambio en sus sociedades, que en ocasiones pagan con
sus vidas, y más habitualmente con su libertad. Confunde a las diferentes
fuerzas políticas y sociales que suelen
estar en conflicto en los países o regiones
en cuestión y, finalmente, pone a todos los musulmanes a la defensiva,
neutralizando así el potencial del análisis crítico que conduce al crecimiento
y al cambio. En términos globales, contrapone una religión a sistemas y
estructuras y se entrega al juego de
quienes pasan como representantes autoproclamados del Islam. Al respecto, Fátima Mernissi trata la relación entre las
campañas a favor del velo en los
ochenta y el terrorismo en los noventa, como formando parte de una estrategia
política para silenciar a los ciudadanos y frenar el proceso democrático. Así,
al obligar a la mujer a ponerse el velo, la población femenina se hizo
invisible, volvió la esfera domestica y dejó de participar en la vida publica.
Fue una manera de advertir a las mujeres que no había lugar para ellas en la esfera publica que, de hecho, estaba
vedada a la de la población. En segundo lugar, el velo distraía la atención,
con mucho éxito, del problema acuciante del desempleo. Los gobiernos árabes no
tienen que dar explicación de ningún tipo. Evitan cualquier discusión sobre los
graves problemas económicos, distrayendo
la atención al campo de la
discusión religiosa y dándole una connotación moral a cuestiones básicamente financieras, fiscales y comerciales. Por esto el comportamiento
social de las mujeres se discute en la televisión (controlada por el estado)
como si fuera una cuestión vital para la supervivencia. La función del velo,
hidshab que en árabe literalmente
quiere decir "cortina", es evitar la trasparencia, velar o
esconder determinados asuntos. El velo del cual Fátima habla es un velo intrínsecamente relacionado a la
política.
De hecho, la obsesión agresiva por el velo
de los políticos ricos en petróleo de los años ochenta no pretendía atacar a
las mujeres, era un asalto al proceso democrático y una ofensiva contra
sociedades civiles llenas de esperanzas. El objetivo principal era evitar que
hubiera trasparencia en la toma de decisiones políticas. Y si escondían a las mujeres tras un velo no solo callaban al cincuenta
por ciento de la población, además era una manera de difundir su mensaje
"Callaros y que no se os vea".
Este mensaje se dirigía a ambos sexos, aunque solamente las mujeres fueran
utilizadas como actores pasivos del escenario político. Frantz Fanon, en su articulo; Argelia se
quita el velo, dice: " Los
responsables de la administración francesa en Argelia, encargados por el poder
de intentar a cualquier precio la desintegración de las formas de existencia
susceptibles de evocar una realidad nacional, aplicaron el máximo de sus
esfuerzos para destruir la costumbre del velo, interpretada para el caso como
símbolo del status de la mujer argelina. En un primer nivel, se manipulo simple
y llanamente la famosa fórmula: conquistemos a las mujeres y el resto se nos
dará por añadidura".
La primacía acordada a la religión en el
caso del mundo musulmán tanto por los extranjeros como por aquellos que
compiten por el poder, a menudo con medios violentos, no les permite a las
mujeres afirmarse a sí mismas. Distrae la atención del tema de las estructuras y los sistemas que perpetúan su condición de
subordinadas, dan alas a la idea de que hay una sola manera de ser mujer en un
entorno musulmán y a la idea de la
mujer musulmana como identidad.
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En
el mundo islámico: El delirio de las
contradicciones
Los hermanos de religión de las mujeres
musulmanas, involucrados en la lucha por una nueva imagen del Islam, ven a la
situación de la mujer como un problema. Dominan estos toda la retórica de la
"mujer en el Islam" con su: igualdad, independencia económica, el
derecho de participar, de elegir... Pero en la realidad, en el día a día
cotidiano vemos una amargo contraste entre la bella teoría y la apenada
práctica. Sus comportamientos para con las mujeres están lejos de ser
ejemplares. Hay veces que son realmente inadmisibles. Los hermanos interpretan
la religión según una geometría muy variable cuando se trata de las mujeres.
Son sus semejantes en la teoría pero en la práctica son unas eternas menores.
Ellas no pueden estar incluidas en las grandes tomas de decisiones de esos
grandes señores. Se van a quedar en las sombras "marginadas" por un
consenso masculino tácito. Ellos se consideran, de manera espontánea, como
tutores de por vida de esas mujeres. Todo se va hacer en el nombre de la mujer: responder por ella, decidir por
ella, defenderla, protegerla... hasta la sofocación.
No se trata de
discutir futilidades o de perderse en detalles superficiales, aquí se dan unos
síntomas de malestar que no escapan a nadie cuando se habla de las comunidades arabo-musulmanas y que dicen mucho y lo suficiente sobre la
manera errónea de aprehender el hecho religioso: Únicamente el registro de lo
prohibido y de la culpabilidad. Y sinceramente no se sabe bien de dónde
surgieron esas normas de rigidez, de tensión y de malestar interno; mientras
que era justamente lo contrario de todo eso lo que edificó la sociedad islámica
en la época de la revelación.
Las mujeres y los
hombres estaban juntos, unidos, ligados por esa luz de la fe, que hacía de
ellos, ante todo, seres humanos. Seres humanos sometidos al creador de este
mundo: Allah. Según Hisham Arquero;
... "El Islam es, para la mujer como para el hombre esencialmente lo
mismo; una vida que conduce a Allah, es decir, un camino de superación, una
puerta hacia un futuro hacia un infinito que significa desembarazarse de
tonterías, recuperando una conducta impredecible para todos". Las mujeres
estaban en las primeras filas de la escena, discutiendo, divisando, dialogando
con el profeta y sus compañeros. Se quejaban cuando un compañero les faltaba el
respeto, porque ellas habían entendido que el Islam era ante todo liberador; en
los primeros tiempos de la revelación ellas eran las depositarias de las
tradiciones del profeta y de las ciencias religiosas, hoy se les prohíbe
acceder a los títulos religiosos.
Es extraordinario
ver como el Islam durante toda su
historia ha podido revolucionar las condiciones de vida de los hombres, en
todos los sectores: espiritual, económico, político. El machismo es la única estructura
humana que ha resistido a los valores del Islam.
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Concepción
occidentalista de la mujer y la cultura
del Islam
Parece ser que
existe un verdadero problema con el Islam y todos sus componentes: como
civilización, cultura, religión... Este "Islam" es definitivamente incompatible con todos
los valores de la modernidad occidental. Un
"gran refractario", dijo Jaques Berque, será sobretodo
refractario a lo que el mundo occidental considera como un indicador de
progreso de las sociedades actuales: la emancipación de la mujer. En esta problemática situación hay un consenso, una
verdadera unanimidad sobre el tema, en Occidente pero también dentro del mundo
islámico. Ambas percepciones coexisten. Mientras que las sociedades musulmanas cierran los ojos sobre el tema de
los problemas de la mujer, la imagen de la sociedad atrasada será ampliada en Occidente.
El Occidente culpa al Islam de todas las maldades y el mismo mundo islámico
traiciona cada día que pasa el espíritu de su religión, al tener un
comportamiento distante años luz de la dimensión espiritual del mensaje.
"La situación de la mujer en un
contexto islámico es una de las piedras angulares de toda crítica occidental al
mundo musulmán. La imaginería europea ha elaborado un espectáculo fantástico de
harenes, mujeres sumisas y crueles déspotas que ejercen contra ellas toda
suerte de iniquidades. La mujer es el prototipo de la marginación en una
sociedad dominada por el hombre: oculta tras su velo vive una existencia en la
que carece de protagonismo, víctima de una opresión sin limites que sufre con
ancestral fatalismo. Por supuesto, Occidente ha descubierto otra de sus
misiones históricas: liberar a las musulmanas de su triste realidad"[1]
Según la visión occidental, la mujer
musulmana goza de todos los récords de discriminación, alienación y atraso. Es
la imagen personificada de la mujer sometida. Sometida a los hombres, a las
costumbres tribales y a las leyes intransigentes de esta religión que es el
Islam. Ella es la víctima ineluctable de un Islam totalitario, machista y
tiránico.
Nada hay que más guste en Occidente que
esas tragedias que le hacen olvidar sus propios crímenes. El discurso sobre la
mujer musulmana está plagado de tópicos que, al convertirse en usuales, parecen
prácticamente irrefutables. Son repetidos hasta la saciedad y ejemplificados
con patéticos relatos que inciden siempre en lo mismo. A quienes elaboran este
discurso no les interesa para nada la situación de la mujer musulmana, sino el
cumplimiento de sus estereotipos. La mujer musulmana como tal no es vista por
los occidentalistas, no les interesa, no les preocupa cuáles pueden sus problemas o inquietudes. A ese Occidente
lo único que lo mueve es el tenaz deseo de corroborarse una y otra vez. Tan
inseguro está de sus valores que necesita comprobar que son universalmente
aceptados y aplaudidos. La mujer musulmana real es invisible para Occidente,
pertenece a un mundo que todavía no ha podido violar, y ello exaspera a
una cultura que cree que lo puede
manipular todo. Incapaz de rasgar el velo, se satisface en las mentiras que
inventa sobre aquello que esta detrás de lo que no puede desvelar.
Occidente no quiere percatarse de que la
mayoría de los verdaderos problemas que afectan a la mujer musulmana derivan de
las contradicciones a las que se ha sometido al mundo musulmán.
Todos los
comportamiento bárbaros son atribuidos al Islam como religión. Todas las
deducciones intelectuales y las acrobacias analíticas - en el caso de la mujer -
son la consecuencia de una visión exclusivamente etnocéntrica.
El gran desafío
que espera a las sociedades musulmanas hoy en día es este: Una nueva lectura
del Islam hecha por las mujeres. Mujeres profundamente comprometidas con su fe,
sus principios y su espiritualidad. Ellas deben reapropiarse este trabajo de
memoria musulmana femenina y ocupar esta "ciudadela islámica" que
tanto tiempo fue acaparada únicamente por los hombres. Pero hay que insistir
sobre el hecho de que no hablamos aquí de una insurrección de tipo feminista
occidental. La confrontación no es contra los hermanos en la religión, eso va
al opuesto de los principios coránicos. Hombres y mujeres son iguales frente a
Allah, y el mejor de entre ellos es el más fiel al espíritu de la revelación coránica.
Y justamente ser fiel al espíritu del Corán
es ofrecer a las mujeres este enorme campo de libertad de expresión que
ellas tenían en los tiempos del Profeta y que les han usurpado con el tiempo.
Occidente debe
saber que como respeta a las demás diversidades culturales debe respetar a la
cultura musulmana. Tiene sus propias referencias y tiene el derecho a pensar y
forjar su propia concepción musulmana de libertad, derechos e independencia sin
complejos ni culpabilidad. ..." Debemos reflexionar sobre las soluciones
dentro de nuestros valores y luchar por la libertad desde el interior de
nuestras inteligencias, emociones y realidades de mujeres. De mujeres que
tienen una identidad propia, una identidad abierta por supuesto, pero jamás
dependiente de un modelo único. Hay muchos conceptos universales que son
nuestros aunque para muchos la referencia a lo universal suele ser referencia a
lo Occidental. Y en eso si que Occidente nos puede ayudar, abandonando su
etnocentrismo y su arrogancia cultural"[2]
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Reflexiones
finales:
En la India, según
unas tradiciones hindúes, muchas mujeres son quemadas vivas, por causa de una
cultura especial de "tendencia metafísica", pero el mundo occidental
se tranquiliza, esos comportamientos son totalmente inofensivos. Pero en
Bangladesh y Pakistán - antiguamente parte
del imperio de India y de la misma esencia cultural hindú- las mismas
escenas de mujeres quemadas serán debidas a las leyes inhumanas de la Sharia
islámica. De la misma manera, cuando se hacen análisis sobre los muy conocidos
"crímenes de honor" en el continente Indo pakistaní, esto dependerá
del espacio geográfico y de la pertenencia religiosa. Del lado de la religión
Hindú, los razonamientos son antropológicos y se intenta aceptar el “por qué”
de las cosas. Del lado musulmán no hay nada que entender, solo se muestra repugnancia
frente a “crímenes inmanentes a los textos islámicos”. Y para denunciar esos
actos, se hacen reportajes televisados muy largos en las horas de gran audiencia.
En América del
sur, la violencia sexual, la discriminación cotidiana de miles de mujeres
indígenas es considerada consubstancial a unas dinámicas internas de las
sociedades en cuestión. Las mujeres Mayas y Aztecas vestidas con sus trajes
tradicionales, son el reflejo de la "resistencia cultural" y del
respeto a unas tradiciones milenarias. En el Yemen, el sur de Marruecos,
Egipto, los Emiratos Árabes, todas las mujeres vestidas con sus trajes
tradicionales, aunque muy diferentes de un lado al otro, serán tasadas de
"vestuarios islámicos" y, por supuesto, serán la encarnación del
retraso cultural, de la sumisión ciega y de la ignorancia.
El sari Hindú es revelador de una identidad
totalmente legitima, exótica, que no incomoda a nadie. El Shador de Persia, el
Haik Magrebí, el pañuelo de la joven estudiante de Egipto, son por el contrario
sintomáticos de una identidad de "refugio", cerrada y alienada. Un
verdadero atentado a los derechos humanos de la mujer. Siempre la culpa al
Islam, nada de cultural ni de exótico. Con la mujer Hindú, Inca, Japonesa es la
fidelidad a las identidades culturales, con la musulmana -cualquiera sea su
etnia- es la expresión incondicional
del fundamentalismo islámico.
Todas las mujeres del mundo tienen el
derecho inalienable de la expresión cultural. Pero apenas se llega al mundo
musulmán el derecho al relativismo cultural se evapora.
Bibliografía
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Farida Shaheed: La
construcción de las identidades: La cultura, los organismos de las mujeres en
el mundo musulmán.
¨
Moualhi Djaouida: Mujeres
Musulmanas: Estereotipos musulmanes versus realidad social. (PDF).
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Asma Manrabet: La
eterna problemática de la mujer musulmana. Número 169, 22 de Abril de 2002.
Webislam.
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Fátima Mernissi:
El velo y el terror. Número 116, 23 de febrero 2001. Webislam.
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Abdelkader Mohamed
Alí: Monográfico sobre la mujeres el Islam Número 22.
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Ahmed Rashid: Un
genero desaparecido: Las mujeres, los niños, y la cultura Taliban. Número 142,
10 de Octubre 2001. Webislam.
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Seied Muhammad Riuzi:
Una respuesta a Fátima Menissi. Número 117, 3 de Marzo 2001. Webislam.
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Contreras Dolores:
Entre Mujeres. Verde Islam.
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Hisham Arquero.
Acerca del Islam: "La mujer en el Islam". Geosities.com.
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Frantz Fanon: La
dialéctica de la liberación. "Argelia se quita el velo". Editorial
Pirata, Abril de 1974.