30 de marzo Día Internacional de las Trabajadoras del Servicio Doméstico
INFORMACION OFRECIDA POR CIMAC.
Persisten condiciones inequitativas y violentas para las millones de trabajadoras domésticas en América Latina
México, D.F. a 25 de marzo de 1998 (Irma Rojas/CIMAC).-La décima conmemoración del Día Internacional de la trabajadora doméstica el próximo 30 de marzo es recordatorio de diez años de las luchas de millones de mujeres para mejorar su situación, pero en América Latina las condiciones no han cambiado mucho.
Las mujeres representan por lo menos el 20 por ciento de la fuerza de
trabajo remunerado en Latinoamérica y el Caribe, según los
censos y las encuestas de la fuerza laboral de los países de la
región. Según el Informa de 1982 de la Comisión Económica
para América Latina y el Caribe (CEPAL) se indica que en la mayoría
de los países, la proporción de mujeres en el servicio doméstico,
varia entre una quinta parte y una tercera parte de la fuerza
total laboral femenina dependiendo del país.
Este alto porcentaje se debe principalmente a dos razones: la idea falsa de que el trabajo doméstico es característico de la condición femenina, y la dificultad que enfrentan las mujeres para emplearse como asalariadas en los empleos formales de la economía.
Según las investigadoras Kuznesof e Higman quienes realizaron
un estudio sobre el tema en 1962 establecen que históricamente el
servicio doméstico no ha sido una ocupación exclusivamente
femenina y tampoco clasificada como una actividad inferior de trabajo,
ya que en Europa durante el siglo XVII, sirvientes y aprendices -generalmente
muchachos- eran colocados en el
mismo nivel que los niños de la familia.
Por su parte la antropóloga Mary Goldsmith, colaboradora de la
Confederación Latinoamericana y del Caribe de Trabajadoras del Hogar
señala que "el servicio doméstico ha bajado en importancia
frente a otras ocupaciones como fuente de empleo para las mujeres
en la mayoría de los países de
América Latina, sin embargo, todavía es una de las principales
ocupaciones "femeninas" en la región".
Olivia Martínez representante del Colectivo Atabal -organización
que trabaja en pro de los derechos de las trabajadoras del servicio doméstico
en la Ciudad de México- explica que en México en 1990 había
700 mil trabajadoras domésticas de las cuales 3 por ciento eran
varones. La más reciente Encuesta Nacional de Empleo refiere 1 (un)
millón 500 mil trabajadoras domésticas
y el mismo 3 por ciento seguían siendo hombres.
En el documento "La mujer paraguaya migrante en el trabajo y en
el hogar" editado por equipos de católicas de base de Paraguay en
1993, se dice que al llegar a Asunción, de el 73 por ciento las
jóvenes trabajan como empleadas domésticas y el resto de
empleadas de bar o como vendedoras ambulantes. Del total de las entrevistadas,
67 por ciento refirió no pensar en trabajar en otra
cosa por falta de estudios, de preparación para otro tipo de
trabajo y por ser el trabajo doméstico "natural" en las mujeres
ya que es lo que tradicionalmente hacían en sus casas.
Ivonne Szasz en su trabajo "Mujeres y migares: desigualdades en el mercado laboral de Santiago de Chile dice que para 1982 el 60 por ciento de las inmigrantes económicamente activas se ubicaban en el servicio doméstico, mientras que 25 por ciento de las no inmigrantes se encontraba en ese grupo ocupacional.
Hildet Pereira en su artículo "Feministas y empleadas domésticas en Río de Janeiro", afirma que en Brasil en 1980 más de dos millones de mujeres (19, 9 por ciento de la fuerza de trabajo femenina) trabajaba como domésticas.
Este trabajo, al igual que las mujeres que lo realizan,
se vuelve invisible, aunque es la principal ocupación de las latinoamericanas.
En gran parte esta invisibilidad parte de la idea tradicional de que es
un trabajo "natural" de las mujeres y ellas lo asumen como tal y entonces
socialmente no tienen un valor. "Cuantas veces no se escucha decir: "yo
no trabajo, me dedico al hogar,
soy ama de casa", concluyó Olivia Martínez.
Es también significativo que los países latinoamericanos y del Caribe, el Producto Nacional Bruto y las Cuenta Nacionales de Ingreso no incluyen el valor del trabajo doméstico y actividades afines.
El problema trasciende el territorio de América Latina, en España
se estima que hay alrededor de 25 mil dominicanas que prestan estos servicios,
de las cuales a 10 mil se les considera como ilegales, según el
estudio "Tráfico de Mujeres para prostitución, trabajo doméstico
y matrimonio en América Latina y el Caribe" realizado por Cáritas
en 1996. Nuevamente el 86 por ciento
de estas reciben un sueldo inferior comparado con el que perciben las
trabajadoras legales.
En México, Paraguay, Chile, Brasil, Bolivia y el Caribe debido a las recurrentes crisis que afectan la situación económica al interior de las familias las mujeres han tenido que incorporarse al mercado laboral fuera del hogar.
En el estudio de las católicas de Paraguay se encontró
que el empleo doméstico y la prostitución son los principales
"destinos" de las mujeres migares, a centros urbanos del país o
extranjero. Y esto se debe a factores económicos y políticos
originados por la ausencia de políticas de
desarrollo rural.
Por lo general estas mujeres pierden la experiencia agrícola y sólo aprovechan lo que han aprendido de su madre respecto a las tareas domésticas señala esta investigación.
La situación en Santiago de Chile se describe de la siguiente
manera: hasta 1973 el servicio doméstico era una ocupación
desempeñada casi exclusivamente por mujeres migares que residían
en la casa de sus patrones, muchas de ellas solteras y de baja escolaridad.
Sin embargo, para 1990 la mayoría de las mujeres en el servicio
doméstico no vivían en las casas de sus patrones,
tenían más de seis años de escolaridad y, en proporción
elevada, estaban casadas. Según estimaciones de Ivonne Szasz publicadas
en la Revista Isis Internacional .
Una vez que las mujeres urbanas casadas de sectores populares
aceptaron culturalmente la posibilidad de trabajar fuera del hogar -principalmente
en el servicio doméstico- continuaron haciéndolo aún
después de reducirse las tasas de desempleo masculino, posiblemente
debido a la inestabilidad de los empleos y la precariedad de los ingresos
de importantes segmentos de la
población trabajadora.
En la sociedad caribeña según la investigación de Patricia Mohammed "Trabajadoras domésticas en el Caribe", muchas mujeres se ven obligadas a pedir trabajo en la única área para la cual han sido "entrenadas": la del servicio doméstico.
En las economías más desarrolladas del Caribe: Trinidad
y Tobago y Jamaica, se han incrementado los trabajos fuera del hogar para
las mujeres, por lo tanto un mayor número de mujeres empleadas en
estos países requieren ayuda doméstica incrementándose
la demanda de domésticas en hogares de clases alta y media. La migración
repite rutas: de las comunidades rurales a
las urbanas, de las islas pequeñas a las más grandes
del Caribe y del Caribe mismo a países como Estados Unidos y Canadá.
En un punto convergente en todos los países es que este tipo
de trabajadoras tiene edades que fluctúan de 18 y 25 años.
Su necesidad de encontrar empleo y de retenerlo, las coloca a estas mujeres
en posiciones muy vulnerables.
LEGISLACION
Mary Goldsmith, asegura que en México la situación de
las trabajadoras del servicio doméstico es menos desfavorable que
en la mayoría de los países de América Latina -continúa-
"en 1994, el 8.4 por ciento de estas mujeres ganaba menos del salario mínimo,
y el 59.8 por ciento de uno a dos salarios mínimos. Tres de cada
cuatro de las entrevistadas consideraba su salario insuficiente.
Sólo una de cada diez trabajadoras conocía alguno de
sus derechos laborales. Más de la mitad no disfrutaba de vacaciones
pagadas, casi la mitad no gozaba de ningún día feriado pagado
ni de atención médica en el caso de enfermedad. El 22 por
ciento no recibía aguinaldo".
La Ley del Trabajo mexicana en su artículo 334, dice: salvo lo
expresamente pactado deben recibir un salario que es pagado en dinero en
efectivo y en parte en especie (habitación, comidas y servicio).
La especie se estimará equivalente al 50% del salario que se pague
en efectivo. Y En el artículo 333, señala que el trabajador
debe disfrutar de reposo suficiente para tomar los alimentos y
descansar durante la noche. Pero no se ha podido reglamentar que las
jornadas sean de ocho horas, que se incluyan vacaciones y días de
descanso obligatorios, ni que estas sean afiliadas a los servicios de salud,
demandas que impulsa el Colectivo Atabal.
La ley de Relaciones Industriales (1972) de Trinidad y Tobago decreta
que las "domésticas" no son trabajadoras y, por lo tanto, no estaban
protegidas por las leyes. Es hasta enero de 1980 cuando entró en
vigor la legislación donde se estipuló un salario mínimo
semanal para las trabajadoras de entrada por salida, las horas de trabajo
y el disfrutar de días festivos al igual que los demás
ciudadanos.
En St. Kitts, como Trinidad y Tobago y Jamaica, sólo tienen estipulado un sueldo mínimo para estas trabajadoras.
Sólo en Brasil se manejan las libretas de trabajo para trabajadoras
domésticas residentes con la cual obtienen seguridad social, estas
deben de tener las firmas de sus patrones, para las no residentes no existe
esta prestación. Aunque en 1985 la resolución del V Congreso
Nacional des Empregadas Domésticas, celebrada en Olinda (estado
de Pernambuco) informó que tres de cuatro
empleadas domésticas que pagaban su parte de cuota de seguridad
social en 1981 ya no lo hacían en 1984 esto debido a la crisis económica,
lo cual redujo en gran parte el poder de negociación de la clase
trabajadora para exigir el cumplimiento de la legislación laboral,
aumentando de esta forma el empleo informal.
En Santa Cruz una ciudad boliviana las mujeres del servicio doméstico opinan sobre las labores que realizan: "en este trabajo no hay horario; el descanso está permitido una vez que se ha que se ha terminado con todos los quehaceres, sin importar la hora o la edad de la trabajadora".
En la capital paraguaya la situación de las mujeres migares se vive así: la casa de la patrona se convierte en el único refugio donde hay techo, cama y comida, por lo que el temor a lo desconocido y la inseguridad del entorno hace que las jóvenes acepten cualquier condición de trabajo con tal de no perder el refugio. Muchas de ellas a pesar de trabajar por un tiempo prolongado en la ciudad no conocen más que el barrio donde trabajan y la terminal de autobús, si es que viajan al interior para visitar a sus familiares de origen.
En el mercado de trabajo de Santiago de Chile en 1990 se presenta una
desigualdad salarial especialmente marcada entre los trabajadores de los
servicios personales y de los hogares, donde las mujeres ganan aproximadamente
la mitad que los hombres en las mismas ocupaciones ,
-aunque también es alta entre los obreros calificados, los vendedores
y los oficinistas-,
según Ivonne Szasz. En el grupo de países que conforman
América Latina, Chile aparecía en 1990 como uno de los países
con mayor discriminación salarial por sexo, según el
Informe de la CEPAL de 1994, a pesar de la mayor escolaridad de las mujeres
chilenas respecto del promedio de la región y de la ventaja escolar
de las mujeres económicamente activas de Santiago respecto de
los varones.
Con relación a lo racial, hay que destacar que en Brasil por
ejemplo existen anomalías salariales, en 1980 la población
negra (mulatos inclusive) perciben menos ingresos, pero las negras son
víctimas tanto de la discriminación racial como de la sexual:
68,5 por ciento de las mujeres ganan sólo un salario mínimo
o menos en comparación con 43 por ciento de las blancas y 44 por
ciento
de los negros, según el estudio de Valle Silva llamado "Notas
sobre o censo demográfico de 1980" .
En la Cuarta Conferencia Mundial de la Mujer celebrada en Beijin uno de los compromisos de los países participantes fue: la reivindicación y revaloración del trabajo doméstico que realizan todas las mujeres en sus hogares y unas de las propuesta que se hicieron fue que este sea remunerado y que se considere como causal de divorcio si el compañero no participa en el trabajo doméstico.
En 1988 durante el Primer Congreso Latinoamericano y del Caribe de Trabajadoras
del Hogar en Bogotá, Colombia se acordó el 30 de marzo
como el Día Internacional de la Trabajadora del Servicio Doméstico,
en el participaron 11 países de América Latina y el Caribe
entre ellos
México. De los informes de este primer congreso se desprende
que la situación de las Trabajadoras Domésticas es similar
en todos los países y que este sector comparte una historia común,
la opresión que padece cada mujer en una sociedad patriarcal, racista
y sexista.
El maltrato, común en el trabajo doméstico, con frecuencia va más allá de los insultos y se convierte en abuso físico. Así también el acoso sexual es parte de las constantes denuncias que hacen las mujeres trabajadoras del servicio doméstico.
Las relaciones patrones-trabajadoras siguen estando permeadas por la inequidad, la humillación y la violencia. Es mucho el camino por andar.
"Yo quiero hacerme ropa, pero no me pagan, me hacen trabajar gratis......el
menor de sus hijos me insultaba diciéndome puta. Hace dos semanas
me quería escapar, un lunes era, pero el joven no me dejó,
pegándome me arrastró de la puerta de afuera, de las trenzas
me metió...... ahora me escapé, cuenta Andrea de Cochabamaba,
Bolivia, y por ella hablan millones de trabajadoras
domésticas que sufren aún en silencio condiciones
violatorias de derechos humanos
en América Latina.
Nota: la información documental y estudios provienen de Isis
Internacional.
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