La migración de América Latina hacia Alemania tiene rostro de mujer. Aunque los sociólogos digan otra cosa, ellas no se sienten ni esclavas ni víctimas, dice un estudio del Instituto Alemán para Estudios Globales.
Por Mirra Banchón
Un estudio publicado por el Instituto Alemán para Estudios Globales (GIGA) de Hamburgo presenta el fenómeno de la migración desde una perspectiva novedosa: la migración se feminiza y, contrariamente al análisis de los sociólogos europeos, las migrantes latinoamericanas, ilegales y trabajadoras domésticas, no se sienten ni oprimidas ni esclavizadas. Sus objetivos y sus metas familiares están claros desde antes de llegar a Europa. Y las situaciones de miedo e inseguridad por las que tienen que pasar viviendo en la ilegalidad no son mayores que las que tienen que vivir en su tierra de origen.
Emigrar para trabajar
Patricia Cerda-Hegerl, autora del estudio y docente en el Instituto para Comunicación Intercultural de la Universidad de Múnich, sostiene que el número de mujeres latinoamericanas que abandonan sus países de origen es tan alto, que se puede hablar de una feminización de la migración.
El fenómeno de las Las trabajadoras domésticas migrantes, como se las denomina en el estudio, no es privativo de América Latina. En Alemania, sin embargo, el fenómeno casi no se percibe, debido precisamente a que las migrantes son en su mayoría ilegales. Y, por ello, configuran su existencia de la manera menos llamativa posible. La motivación y los caminos que llevan a estas mujeres hacia Alemania se describen en el estudio, para el cual 12 mujeres han contado su historia.
Gracias a los lazos
Mucho menos de dominio público que lo anterior, son las circunstancias que las sostienen aquí: el que puedan llevar una vida anónima sosteniendo a sus familias aquí y allá -lo que denomina Cerda-Hegerl lazos primordiales-, es posible porque en Alemania se las necesita y, de alguna manera, se las protege. Para las mujeres alemanas que trabajan, por ejemplo, les son indispensables como ayudantes domésticas y niñeras. Esto y la red de migrantes a la que se acogen se denomina lazos secundarios.
"Mientras más y por más tiempo emigran las mujeres, más complejas son las redes que se tejen tanto en el país emisor como en el receptor", explica Cerda-Hegerl. La importancia de esas redes de migrantes se potencia en el caso de las ilegales, eso es su "capital social": contactos, lazos, empatía.
¿Qué es el miedo?
La posiblidad de ser descubiertas por la policía, el estar sujetas a la explotación, así como la falta de seguridad social o médica forman parte integral de la vida de las trabajadoras migrantes. Lo que a los sociólogos europeos se les escapa es que el grado de colectivismo -el sentimiento de pertenecer a un "nosotros"- en estas sociedades es bastante más alto que en la sociedad alemana, donde prima el individualismo. Éste se define en el estudio como un sistema según el cual "las relaciones entre los individuos son laxas, y se espera de todos que vean por sí mismo y por su familia más cercana".
Es el colectivismo el punto crucial de la feminización de la migración. Debido a él y a los claros objetivos que conlleva -mejorar el estatus social y económico de la familia aquí y allá-, no es tan relevante la falta de seguridad, un término cuyo valor cada cultura define de otra manera. Por eso, las migrantes no se sienten esclavas, explotadas o víctimas, porque están aquí por su propia voluntad y esto les abre el camino hacia muchos de sus sueños.
¿Y el vivir con miedo? Esta historiadora, que se doctoró con un trabajo en relaciones interétnicas, opina que el miedo que pasan aquí no es mayor que en las inestables sociedades y estratos bajos de los que provienen.