La manipulación narrativa en los juegos de París
En los Juegos Olímpicos de París 2024 la mitad de los deportistas son hombres. Se ha alcanzado la paridad en la composición y la cobertura mediática ha perseguido la visibilización de las deportistas. Obviando cuestiones como la profesionalización del deporte, el intercambio de nacionales y el peso del espectáculo por encima de algunas reglas deportivas razonables, podemos valorar si en esta cita olímpica se ha alcanzado la igualdad. En Seúl 1988 las deportistas fueron aproximadamente el 26 % y las juezas el 10 %.
París fue sede de los llamados Juegos de la II Olimpiada de 1900 y de las Olimpiadas de 1924. En 1900 compitieron 22 mujeres en tres disciplinas consideradas adecuadas: tenis, golf y croquet. En 1924 participaron 2.956 hombres y 136 mujeres en saltos, natación, tenis y la modalidad de florete en esgrima. 100 años después compiten en París 10.500 deportistas: 5.250 mujeres y 5.250 hombres. Además, se ha incrementado la participación de las mujeres en otros roles como el arbitraje; en otros ámbitos no se está actuando, como ocurre con las presidencias de las federaciones o el manejo de las cámaras.
Sin entrar en un interesado -en el momento actual- debate sobre los cromosomas y partiendo de que una niña o un niño pueden identificar con escasa tasa de error si el emperador está desnudo o si su maestra de escuela es una mujer y, posteriormente, identificar si ser emperador, rey o presidente, de un país o del Comité Olímpico Internacional, es más común en un hombre que en una mujer, y si es más frecuente que la maestra sea una mujer o un hombre, cabe llamar la atención sobre lo siguiente. En el discurso inaugural, el presidente del COI quiso destacar que son los primeros Juegos con paridad total. En su traducción, RTVE sustituyó la mención a la paridad entre mujeres y hombres por una referencia a «unos primeros juegos olímpicos con variedad total de género» incumpliendo así los mandatos que le impone, además de la ética periodística, la Ley Orgánica para la igualdad efectiva de mujeres y hombres y socavando el derecho de la audiencia a recibir información veraz. Esta manipulación de la narrativa no solo distorsiona el mensaje original, sino que oculta un logro y con ello la relevancia de la igualdad en el deporte.
El hecho es que, como en una suerte de tira y afloja, si bien muchas cifras han cambiado, tras ellas, distintas situaciones perpetúan la discriminación, mientras debe hacerse frente a estos ataques de invisibilización. Podemos pensar en los recurrentes comentarios sexistas de algunos comentaristas deportivos o en la indumentaria y sus requisitos, advirtiendo que en diversas disciplinas solamente se imponen en la equipación de las mujeres, poniendo límites a la tela, es decir, obligando a descubrir el cuerpo. La polémica se ha suscitado este año con alguno de los modelos presentados por el equipo de USA, pero la pretendida sexualización de las deportistas es algo generalizado y muy evidente en numerosas disciplinas. Las fotografías de partidos de voleibol playa, en que los hombres usan pantalón corto y camiseta, frente a las mujeres, quienes pueden optar entre competir usando un minúsculo biquini o ir cubiertas desde la cabeza a los pies portado hiyab negro, son reveladoras.
A lo anterior se suman los planos de cámara y sus diferencias según retratan mujeres u hombres, recordando en el primer caso la búsqueda de las mismas impresiones que en 1968 debía pretender Lazaga en «El turismo es un gran invento» al dirigir a Martínez Soria y a López Vázquez. Cambiar la narrativa omitiendo que la desigualdad se da por razón de sexo no solamente diluye los logros de las deportistas, sino que invisibiliza las desigualdades históricas que se mantienen en el deporte al igual que en el resto de la sociedad.
En la fotografía Fernández/Soria (ESP)-Abdelhady/Elghobasyhy (EGI)
Texto publicado en el diario "La Nueva España" el 9 de agosto de 2024
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