AFGANISTÁN, cuatro años de terror

La violación de derechos humanos por parte de los integristas continúa hoy con toda su crudeza

Entrevista a OREZALA ASHRAF, COOPERANTE AFGHANA (HAWCA)

por María José G. Pulido


La toma de Kabul, capital de Afganistán, en 1996 marcó el inicio de una campaña internacional de protesta hacia el régimen integrista islámico de los Talibán y sus graves abusos contra los derechos humanos. Hoy, la situación de los refugiados sigue siendo crítica, pero las voces que se alzan contra esos abusos han disminuido.
 

Madrid. D16. 16 de Abril del 2000

Una de las historias que circulan entre los refugiados afganos en Pakistán sobre la brutalidad y la sinrazón de los Talibán es la de un adolescente que muere en uno de estos campamentos. Su familia decide enterrarlo al otro lado de la frontera, en su país. En su viaje son interceptados por una milicia integrista que quiere comprobar si el joven verdaderamente ha fallecido. Cuando no quedan dudas, preguntan a la familia por qué está afeitado –prohibido por este grupo que se autodenomina “estudiantes de religión”– ante lo que responden que no tiene barba porque era demasiado joven. Aún así, los estrictos Talibán apalean el cadáver por todas partes. Es el castigo que recibe todo hombre que afeite su rostro.

El 90% del territorio de Afganistán está sometido al régimen de terror impuesto por el grupo fundamentalista islámico de los Talibán, pero hay un sector de población que sufre especialmente las normas impuestas por los extremistas: las mujeres. La situación se ha calificado de “apartheid sexual”, porque relega a las mujeres a vivir ocultas, sin ningún derecho, encerradas en sus casas.

Afganistán lleva más de veinte años en guerra. Desde la invasión de las tropas rusas en 1979, más de un millón de personas han muerto y muchas más han resultado heridas. Los refugiados en Irán y Pakistán ascienden a dos millones, lo que les convierte en el grupo de refugiados más grande del mundo, según datos de Naciones Unidas. Además, los combates entre las facciones han dejado más de 700.000 viudas, quienes apenas tienen recursos para subsistir debido a los edictos de los Talibán. La prohibición de trabajar de las mujeres y la obligación de ir acompañadas por un varón de la familia las condenan a la mendicidad o a la muerte lenta en sus casas.

Después de la retirada de las tropas rusas del país, en 1989,  la guerra continuó entre la oposición y el Gobierno comunista. Los comunistas cayeron, pero la lucha seguía entre las diferentes facciones. Los Talibán entraron en escena en 1994, con la declarada pretensión de acabar con los muyahidín corruptos. En estos momentos controlan el 90% del territorio de Afganistán.
olvido . Cuando los Talibán tomaron Kabul en 1996, la comunidad internacional se hizo eco de los crímenes y violaciones de los derechos humanos cometidos en la capital afgana, pero con el paso del tiempo las voces se han ido apagando. Hoy en día, la situación para mujeres, niños y hombres no combatientes es tan dramática como entonces, tal como denuncian organizaciones internacionales como Amnistía Internacional (AI) o afganas como HAWCA (Asistencia Humanitaria para Mujeres y Niños de Afganistán) o RAWA (Asociación Revolucionaria de las Mujeres de Afganistán), que trabaja en ese país.

Pese a que el respeto a los derechos humanos y las condiciones de vida no han mejorado, las medidas de presión por parte de Naciones Unidas y la comunidad internacional en general son simbólicas. La sanción impuesta recientemente de cancelar los vuelos internacionales a Afganistán “no ayuda a la población, al contrario, así ésta se ve privada de la posible recepción de ayuda internacional”, señala la directora de HAWCA, Orezala Ashraf.

La situación en los campos de refugiados tampoco ofrece una perspectiva esperanzadora. Según el informe de AI del pasado noviembre sobre los refugiados afganos, éstos siguen sufriendo la violencia de los grupos armados de su país que actúan en las zonas fronterizas y que, en la práctica, controlan los campos de refugiados. Orezala Asharaf, al igual que AI, denuncia cómo los responsables de las organizaciones de ayuda en los campamentos también reciben amenazas.

Aunque la mayoría de los que huyeron fueron acogidos por Irán y Pakistán, estos dos países piden con insistencia su repatriación.
La ayuda internacional ha disminuido en los últimos años, aunque apenas lo ha hecho el número de desplazados. La ayuda directa de alimentos quedó interrumpida en 1995, cuando el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) y el Programa Mundial de Alimentos (PAM) decidieron que estaban en condiciones de lograr la autosuficiencia.

La responsabilidad que tienen los países occidentales en la precaria situación de los refugiados aumenta si consideramos que se ha aceptado a un número muy bajo de los solicitantes de asilo.
 

Un brutal “apartheid” contra   las mujeres
 

Entre las normas impuestas por los Talibán respecto a las mujeres destacan, por su irracionalidad y dureza:

El observador de la ONU Kamal Hossein denunció, en un informe del pasado  marzo, los secuestros de mujeres en las regiones de Mazar Sharif, Pol Khomri y Shamali. Muchas fueron obligadas a prostituirse, otras que intentaron escapar fueron asesinadas o mutiladas. También se refería a las que son obligadas a contraer matrimonio con miembros de los Talibán.

Pero hay otras formas de morir en Afganistán. Muchas mujeres, desesperadas por esta situación, se dejan morir en las esquinas, abandonadas en sus casas o se suicidan. De hecho, el número de suicidios ha aumentado de forma preocupante.
 


OREZALA ASHRAF/ Cooperante afgana

Huyó con su familia de Kabul en 1989 debido a la guerra y después de una semana de viaje por las montañas llegaron a un campo de refugiados en Pakistán. Al poco tiempo, empezó a dar clases a mujeres y el año pasado creó la organización HAWCA para ayudar a las afganas. Hace poco viajó a Madrid para contar sus experiencias.
 

Madrid. M.J.G.
Menuda, contundente y expresiva, Orezala Ashraf repite incansable que su labor es denunciar la situación de las afganas y para eso ha visitado España.

–Cuando llegasteis a Pakistán, ¿cómo fuisteis acogidos?
–En los campos de refugiados, entre 1989 y 1992, lo único que teníamos, comida o tiendas, había sido enviado por la ONU y el Gobierno paquistaní.

–¿Esperabais regresar pronto?
–Sí. Desde que llegamos y durante dos años creíamos que íbamos a volver en cualquier momento. Cuando los fundamentalistas tomaron el poder, primero la mayoría de la gente se alegró porque pensaba: “Ahora Afganistán está libre y podemos volver”, pero empezamos a enterarnos de los crímenes de los integristas. Mucha gente tenía que seguir huyendo del país. Después de 1992, casi todos los refugiados se quedan sin esperanza, porque saben que van a tener que pasar un largo tiempo en Pakistán.

–¿Los ataques a mujeres empezaron en ese momento?
–Los fundamentalistas se han dedicado a secuestrar y violar mujeres, desde niñas a ancianas.  Secuestraron a una mujer. Ella había salido de casa para buscar comida para sus tres hijos pequeños. Era invierno,hacía mucho frío. La tuvieron retenida durante tres días, con un trato inhumano. Cuando pudo volver a casa, sus hijos habían muerto de hambre y frío. Este tipo de cosas son las que pasan desde que los fundamentalistas accedieron al poder.

–¿Qué cree que persiguen con este tipo de acciones?
–En general, están en contra de las mujeres y están sedientos de poder. La razón por la que son... salvajes puede ser que han estado años en la montaña y nunca se han relacionado con mujeres, ni siquiera con las de su familia. No tienen relaciones normales, son asociales, están locos. Por ejemplo, si coges a un perro y lo encierras durante años y luego lo liberas, encontrarás a un animal salvaje que querrá morderte. Creo que ocurre lo mismo con estos grupos fundamentalistas.

–¿Qué puede hacer la comunidad internacional?
–Desgraciadamente, sentimos que Occidente sólo guarda silencio. Estamos desesperanzados porque en Afganistán la gente piensa que nadie se ocupa de ellos. Pero existimos en este planeta y allí también somos humanos. Esto nos hace pensar que la “aldea global” no tiene el mismo significado para todos, porque no se está haciendo nada.

–¿Se traduce en menos ayuda?
–Quiero decir una cosa sobre la comunidad internacional, la ONU y todos en general: guardar silencio tiene dos significados –es mi opinión, pero creo que es lógica–. Por una parte significa que estás de acuerdo con la guerra y por otra, muy grave, es que estás implicado en la guerra. Debes estar apoyando a una de las partes.

–¿Hay problemas con los Talibán en los campamentos?
–Hay 15 campos de refugiados en Pakistán y es diferente según el campamento. En algunos la vida no es fácil para las mujeres, porque tienen que llevar el burqa o ir acompañadas. No es igual que en Afganistán porque no son golpeadas, pero no son bien aceptadas porque hay influencia de los Talibán o de sus seguidores.

–¿Has sido amenazada?
–Sé que puedo estar en peligro porque denuncio la situación de mi país y ellos van contra la gente que habla sobre la realidad, pero no me preocupa. Ésa es mi responsabilidad como mujer afgana, hacer que no se nos olvide. Desde mi punto de vista, como trabajadora social, son criminales y haré todo lo que pueda para hablar de su naturaleza.

–¿Cómo fundaste HAWCA?
–Estaba en un campo de refugiados cuando empecé a trabajar con mujeres. Les daba cursos de alfabetización y ellas estaban muy contentas. Tenía 8 ó 9 alumnas y después de un año leían y escribían. Pensé que en un futuro podía ampliar las clases. Finalmente intenté encontrar a gente que pensara como yo y formar un grupo. En enero de 1999, establecimos nuestra organización y después fijamos nuestro objetivo de trabajar en la educación, la sanidad y la ayuda psicológica.

–¿Trabajáis en Afganistán?
–Sí, ahora tenemos cursos de alfabetización para más de 400 mujeres, aunque no es fácil.

–¿Has vuelto a ese país?
–Sí. Regreso una vez o dos al año a ver a mi familia y a comprobar los proyectos de ayuda

–¿Has sido testigo de abusos?
–Sí, y me es muy difícil hablar sobre ello, porque cuando hablo, por ejemplo, de mujeres golpeadas, sus caras están en mi mente en ese momento.

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