17 May '08 -Poemas de Mª Ángeles Maeso
... de
Basura mundi.
EL AMOR EN TIEMPOS DEL DESPIDO LIBRE
No se miran ni son animales.
Vienen del río de la vida
y son señor y señora de agua.
Berrean saturados de antiguo testamento.
Se huelen y en la punta del alma
reconocen un sabor
que la naturaleza fabrica en serie.
Se aprietan entre sí como las flores
del efímero mes de mayo,
con la fragilidad de los sábados en guardia.
Se husmean sabiéndose marchitables.
Se horadan con el grito de los gallos
que atraviesa tumbas,
el que llega de memoria
hasta aquí mismo
y me hace cerrar los ojos.
Se lamen. No pueden pronunciar
sus nombres. Ni sonreír.
Ni pensar en mañana.
Que es el tuyo o el mío,
pero no el de ambos.
De ellos no salen palabras,
sino agua.
Y esos sonidos
que la naturaleza fabrica en serie.
(siguen más poemas-->)
.
VERTEDEROS BAJO LA TORMENTA
Calígula:
y además, seamos justos, no sólo está en contra de mí la estupidez; también lo están la lealtad y el valor de los que quieren ser felices. (A. Camus)
De los miles de millones
de personas superfluas
de un informe,
40.000 están aquí:
Cuando llueve sobre mi casa,
hay un diluvio
en la Cañada Real Galiana.
Ploff, ploff, el cielo se derrama
y es recibido en charcas que no cuentan
y en alfombras made in Vaciamadrid.
Ploff, ploff. Es el cielo rebotando
en poros de uralita
y en todas las infancias del arroyo
bajo el trueno.
Es lluvia que hincha bolsas
y anillos de lombriz;
lluvia que rompe cuerdas
y saca de su quicio a cualquier tripa
devolviendo el arroz al agua
y el roto zapato a un pie...
Ploff, ploff. Es una pompa de rata y cielo.
Agua más el sueño gris que pare la montaña.
Algo de esta pompa tiene que salir.
¡Cómo retumba en los corrales
de hacia atrás, ploff, ploff.
Ah, los establos y veredas del ganado…
¿No hay nadie recordando por ahí?
¡Qué idénticos resuenan
los toques de esquila herida,
cuando claman por milagros que nadie espera!
¿Nadie? ¿Todos vacunamente?,
¿todos a una repitiendo que no hay salida?
¡Todos un solo job de pocilga!
Y sin embargo: Creced y multiplicaos.
Algo, entonces, tiene que salir.
Esta lluvia y sus preguntas animales
saben de sobra que el eco no es respuesta.
Al otro lado de la carretera,
entre el río y la purificadora,
un poco más abajo de noviembre,
donde esta lluvia es piedra,
hay una hermandad de niños y de sapos
cogiendo por la ramas tu apellido de intemperie.
Son 40.000 desfigurados.
Somos muchos más
oficiando de animal o cosa
¿Y no hay salida?
De un momento a otro
estas personas analfabetas,
sin posibilidad de encontrar empleo,
superfluas y degeneradas van a perder
-señores de Lugano-
todos sus adjetivos en la riada.
Y a cielo abierto se van a ver
sustantivamente a secas.
Y se verá la flor, subiendo,
libélula con libélula,
haciéndole decir al descampado
lo que le hizo a Calígula decir un extranjero.
BASURA EN LOS LABIOS
Somos ricos. Somos libres.
Vivimos en paz.
Somos de primera.
Lo dice una de las teles
de una de las chabolas.
La guerra, la posguerra...
Eso era pobreza, eso era miedo y no dormir.
Ni un gato, ni una rata, ni mondas de patatas
por la calle.
En nosotros mismos tenía que habitar la pulga,
la chinche, el piojo.
Una plaga. Eso era miseria.
Lo dice la radio de quien husmea
en el contenedor
haciendo una naranja de su cabeza.
Un poco más abajo,
al otro lado de la autopista de seis carriles,
donde todo es vertedero,
una de quinto, merodeando así,
encontró un bulto con pañuelo hasta las cejas.
Así que era mujer:
una verdadera fábrica de pobreza
bien cerrada. Mujer
de enredados pies, cayendo
por donde no llega la luna ni el rocío.
Así que no era basura,
así que era una bolsa de mujer
tropezando con espigas de plástico,
bajando lentamente por la raíz del moho. Sí.
ANDAR
¡Es tan distinto
imaginar el cielo
a despertar de súbito
en él! (Emily Dickinson)
Si hubo una quimera,
ya sabrá la flor qué hacer
con lo robado al fuego.
Sucede así.
En el principio no fue el verbo: Tú,
sin nombre. Yo, en silencio.
Si en los contenedores de la primera
persona del singular
hubo una quimera,
tendrá que empezar algo, un dedo,
un hombro, un paramecio,
un grano, un poco de relámpago.
Querida primera persona del plural:
si hubo una quimera,
tendrá que haber sendero.
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