20 Ene '08 -Dos poemas de Eduardo Chirinos

EL EQUILIBRISTA DE BAYARD STREET

Para Roxana y Jorge, que las han visto.




Camina de puntas el equilibrista de Bayard Street,

evita el abismo la mirada y arranca de cuajo toda pretensión,

¿de qué sirven el heroísmo, la grandeza, el entusiasmo?

Poca cosa es la vida para el equilibrista de Bayard Street,

poca la indulgencia de llegar al otro lado y repetir cien veces

la misma operación.

Una mujer lo observa sin asombro,

tras la ventana acaricia el cabello de sus hijos

y turba con su canto los oídos del equilibrista de Bayard Street.

Los vecinos lo ignoran, beben latas de cerveza, conversan hasta

altas horas de la noche,

¿quién repararía en tan inútil prodigio?

Sólo los niños señalan con el dedo al equilibrista de Bayard Street;

ellos lo admiran, contienen la respiración y aplauden hasta

espantar a los gatos.

Una iglesia presbiteriana es el orgullo de Bayard Street;

fue construida a principios de siglo y tiene torre y campanario.

Fija la mirada avanza hacia la iglesia el equilibrista de Bayard Street.

Su esposa ha preparado una pierna de pollo, ensalada de tomates

y un plato de lentejas,

con suerte harán el amor esta noche y tendrán un instante de

feroz alegría.

Es muy joven la esposa del equilibrista de Bayard Street;

es ella la encargada de tensar la cuerda, la que mide la distancia

entre la ventana y la torre, la que tiene rostro de heroína

de novela de amor.

A nada le teme el equilibrista de Bayard Street,

pero hace varias noches que no duerme;

dicen que soñó que sus zapatillas colgaban de la cuerda

mientras los niños esperaban que se despanzurrara de una vez

el equilibrista de Bayard Street.


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EL MILENIO ESTÁ A PUNTO DE ACABARSE


Pero las estaciones todavía se cumplen, la tierra continúa girando y los peces abren y cierran sus bocas como hace siglos. En algún lugar de la India los tigres machos luchan entre sí por el amor de las tigres hembras y en un bosque cercano los conejos devoran las mismas plantas y raíces que alimentan la tierra. Debería hablar de la contaminación y del petróleo, debería hablar de plagas innombrables, del hambre que devasta poblaciones, de niños mutilados por nubes radiactivas. Pero estoy aquí, escribiendo este poema, midiendo sus palabras, eligiéndolas con amor y con cuidado, con cólera y con resentimiento. Entonces me miro en el espejo y sólo veo tinieblas, un vacío culpable en la página en blanco.

Escribo esto porque me siento solo. Porque las palabras me han abandonado. Porque ella no estará más.



Dos poemas del poeta peruano Eduardo Chirinos, nacido en 1960. Aquí una interesante entrevista

Editado por palabra, el día 20 Enero '08 - 13:29, en Poemas.

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