15 Sep '07 -Los sueños fragorosos, la literatura y el capitalismo. Para tratar de establecer alguna relación entre las fantasías individualistas y la poesía.

Presentación de El lado frío de la almohada
La Revolución cubana es un sueño real
Belén Gopequi • La Habana


Con motivo de esta novela he tenido que discutir tanto sobre Cuba en España que ahora voy a permitirme empezar a hablando de lo que, seguramente, en España, hubieran querido que hablara sólo y exclusivamente, del origen digamos teórico de la novela. Luego entraré en otros temas, y desde luego en el coloquio podemos hablar de todo lo que gusten.

Es ésta una novela sobre los sueños, no en su acepción de aquello que nos representamos estando dormidos, sino en la de cosas en cuya realización se piensa con ilusión o deseo. Y, de entre esas cosas, la novela se centra en lo que la protagonista llama los sueños fragorosos y que nosotros podemos llamar aquí los sueños inconcretos.

Lo que me preocupaba cuando empecé a escribirla era el papel que en la sociedad capitalista cumplen estos sueños inconcretos de los que casi nunca se habla y que son la cobertura retórica y literaria de cierta visión del mundo a veces llamada individualismo.

Son diferentes esos sueños de la ambición precisa, la ambición definida de quien desea por ejemplo que le suban el sueldo o ser dueño de un gran periódico. Esta clase de ambición puede enunciarse -aunque a veces tampoco se haga-, y se puede por tanto discutir si es legítima o no, qué precio hay que pagar por ella y a costa o favor de quién.

Por el contrario, los sueños de que les hablo actúan como un combustible silencioso que nunca se hace explícito. En la novela hago una pequeña enumeración de los temas de que suelen tratar esos sueños: soledad, literatura, hijos, vanidad, melancolía, haber podido ser y no haber sido, secreto. Estos temas tienen en común su capacidad para remitirnos a un estado de indefinición, en donde el sentido de nuestra vida no procede de lo que hacemos ni de lo que hacen quienes están con nosotros, sino de la fantasía de que aún no hemos empezado a vivir y por tanto cabe esperar, creer, que un día nuestra individualidad más recóndita será descubierta, reconocida, tal vez aplaudida y, sin duda, justificada.

¿De dónde proceden esos sueños? Por un lado, de los discursos literarios, cinematográficos y publicitarios que se ponen diariamente en circulación. Por otro, de la insatisfacción, el rencor, la impotencia, la frustración que no encuentran salida en el capitalismo y, al no encontrarla, se vehiculan entonces a través de fantasías que no puedan ser desmentidas por la realidad. En efecto, llega un día en que sabemos que no seremos nunca dueños de un gran periódico, pero en cambio el hecho borroso que dé sentido a toda nuestra vida, la aparición azarosa, el descubrimiento que nos permita redescubrirnos a nosotros mismos, siempre sigue siendo posible. Entretanto en la realidad concreta se nos explota, se nos humilla, los problemas que podrían tener solución no la tienen por causa de la voracidad de unos pocos, y nosotros lo aceptamos porque, como decía aquel, la vida, nuestra vida imaginaria, está en otra parte.

Yo quería hablar de este tipo de sueños, y dar cuenta también de cierto miedo que tengo a veces, el miedo a que la mayor parte de la literatura esté hecha para alimentarlos. Y quería contar, sobre todo, que cuando los hombres y mujeres oponen a esos sueños inconcretos, mentirosos, un sueño concreto, real, entonces la realidad capitalista pone todo su afán en destruirlo. Así fue como hizo acto de presencia en mi novela la revolución cubana.

Los días en que empecé a pensar la novela no eran buenos en Europa para esta revolución. Los días en que empecé a escribirla fueron aún peores. A partir de las detenciones de setenta y cinco mercenarios y el fusilamiento de tres personas que habían secuestrado una nave con pasajeros, se orquestó una campaña mediática a través de la cual cualquier ataque a Cuba era difundido por todos los lugares y cualquier comentario que, en esos días, tratara de advertir sobre la coyuntura de peligro por la que estaba atravesando la isla, era silenciado.

Ese contexto me obligó a abordar los hechos ocurridos en marzo y abril de 2003. Porque si mi novela aparecía en fechas no muy lejanas y eludía hablar de ellos sería considerada falsa o incompleta y eso impediría que en torno a su publicación se generase un debate sobre el papel de los sueños inconcretos y el papel de ese otro sueño real en cuya construcción han trabajando y siguen trabajando varias generaciones en Cuba.

Como alguna vez he dicho, ésta no es una novela sobre la revolución cubana, de la que desconozco tantas cosas, sino sobre lo que esa revolución representa en España en general y en la izquierda española en particular, y esto es algo que sí creo conocer bastante. Lo que a mi parecer representa es la línea de flotación de lo admisible. Si la Revolución cubana dejara de ser, si dejara de existir entonces ya, por fin, todo sería admisible, y con este todo no me refiero en absoluto a las más dulces y ardientes perversiones sino a la clase de vida en donde expoliar pueblos enteros o exprimir a un trabajador que no tiene ningún derecho forma parte, constituye, está inseparablemente unido al acto de abrir un grifo o una puerta. Y aunque algunos hechos, mínimos por lo general, y algunas circunstancias, anecdóticas por lo general, podrían ser criticadas o corregidas, se haría desde el entendimiento de que, por así decir, el capitalismo es la realidad, y los cambios, los sueños, los proyectos, se realizan dentro de esa realidad, y se van creando pequeños huecos que en absoluto pretenden impugnarla sino sólo constituirse en huecos, en escapatorias.

Por el contrario, si la Revolución cubana es en efecto un camino hacia el socialismo, hacia la justicia, hacia otro orden de cosas, entonces el nivel de tolerancia con la realidad capitalista de nuestros países disminuye. En este sentido no es de extrañar que a quienes apoyamos esta revolución se nos tache a menudo de intolerantes. Y si no fuera porque no somos los dueños del lenguaje, y porque quienes son los dueños hacen cada día un uso interesado y manipulador de palabras como pluralismo o tolerancia, si no fuera por eso diría sí, somos intolerantes. Diría: no toleramos ni admitimos que lo que es, lo que está siendo cada día en esa realidad capitalista, deba necesariamente ser. Diría: tenemos un menor nivel de tolerancia hacia la injusticia, la explotación, la rapiña. Y diría: la tolerancia es tantas veces complicidad, colaboración, resignación.

Frente a un proyecto real resulta más fácil vislumbrar cómo la aparente inocencia de los sueños inconcretos no es en verdad inocente. En el capitalismo no sólo el triunfo y el ascenso se producen siempre a costa de otros. También la mayoría de los sueños se producen a costa y sobre el fracaso de otros. De eso quería que tratara mi historia.

Nunca, ni mientras escribía esta novela ni cuando apareció pensé que fuera a ser publicada en Cuba, y no lo pensé porque, como he dicho, la novela trata de lo que Cuba representa y está escrita desde la confusión, la incomprensión y todos cuantos equívocos acerca de Cuba circulan en España. También lo está desde la voluntad de abrirse paso a través de ellos, pero sin la ingenuidad de pensar que eso es del todo posible con la mera acción individual de quien escribe una historia.

Sin embargo, lo cierto es que se ha publicado y ahora estoy aquí y quiero dar las gracias a la editorial Arte y Literatura por el excelente trabajo de edición, mucho más completo que el de mi editorial española, por los nuevos elementos que ha incorporado al libro y por el prólogo lúcido y solidario de Iroel Sánchez. También quiero agradecer el apoyo que recibí desde aquí cuando la aparición de esta novela junto con lo que, en aquellos días, fue seguramente considerado como insolencia - la insolencia de disponer de algunos espacios públicos y no utilizarlos para atacar a Cuba- cuando esta novela y esta insolencia decía, ocasionaron una cierta agitación en los medios periodísticos españoles.

Un autor anónimo citado por Canetti, en 1939 se preguntaba: ¿De qué me sirve ser escritor si no puedo parar la guerra? En otra escala muchísimo menor pero, en este preciso instante, necesaria me pregunto de qué me sirve ser escritora si no soy capaz de dar con las palabras que expliquen la estima, la gratitud y el respeto que siento hacia el país, el pueblo, hacia todas las personas que han hecho y hacen posible la existencia de esta revolución.

Editado por castigatrix, el día 15 Septiembre '07 - 20:09, en Critica Comentario.

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